Capítulo 8: La frontera
Cogí otro trozo de patata, lo corté en varios trozos y empecé a darle vueltas en el plato.
—¿No te han dicho nunca que con la comida no se juega? —me dijo Jake sentándose a mi lado después de haber dejado su plato—. Si no tienes hambre yo me lo comeré con mucho gusto. La verdad es que un par de patatas no llenan nada.
Me metí un trozo de patata en la boca sin decirle nada.
—Mira... —Se acercó más a mi cara para que nuestra conversación fuera más íntima—. No sé qué ha pasado mientras estábamos Peter y yo fuera, pero cuando hemos llegado el ambiente se podía cortar con un cuchillo. Y si después del día que hemos pasado no eres capaz de comerte una patata es que ha pasado algo importante, ¿me lo vas a contar? —Tenía sus dos ojos verdes clavados en mí y, aunque era una pregunta, su mirada me decía que no iba a desistir hasta que se lo dijera.
—De acuerdo... pero lo hablamos en la calle.
—Hecho. —Cogió un trozo de patata y se la comió mientras me dedicaba una sonrisa traviesa.
—¡Hey! —Me quejé apartando el plato y metiéndome el resto de la comida en la boca.
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—¡¡No, no y no!! ¡Esa mujer se ha vuelto loca!
—Shhh..., baja la voz. —Le pedí mirando a los lados para ver si la gente nos miraba. Pero parecían más entretenidos con una pelea que tenían dos prostitutas por los zapatos de la mujer que habían matado los militares. Marie y Peter nos habían dejado ropa y nos habíamos cubierto la cabeza con un par de mantas para que no se nos viese la cara. Pero aun así, yo seguía teniendo la sensación de que sabían que éramos forasteros y no quería tener más problemas.
—Jake, te entiendo. Le dije lo mismo, pero no sabemos cómo es vivir aquí. ¡El chico lleva sin salir de la casa más de un año! Puede que la única esperanza que tenga sea venirse con nosotros.
—¿Pero te estás escuchando? Si el chico se viene con nosotros estamos perdidos, ya lo tenemos bastante difícil como para tener una carga así.
—Quién sabe... a lo mejor nos viene bien para escondernos. Buscan a un hombre y a una mujer, no se esperan a una pareja con su hijo —comenté animada por la ocurrencia. Me lanzó una mirada nada amistosa—. Nos han salvado la vida, ¿vale? Sinceramente, creó que se lo debemos. —Descansé la espalda en el muro que había junto a la entrada y cerré los ojos. Estaba agotada, lo único que me pedía el cuerpo era dormir. Noté cómo se colocaba a mi lado. Abrí los ojos y me encontré con sus ojos fijos en mí. Tenía el hombro apoyado en el muro y, aunque la manta sobre la cabeza no era lo más seductor, su gesto y su mirada eran atractivos. Me incorporé un poco incómoda por la manera en qué me miraba.
—Está bien... —dijo soltando un suspiro—. El niño vendrá con nosotros. Pero tú te encargaras de él todo el rato y ya le puedes estar diciendo a Marie que le diga al chico que nos haga caso en todo. Y aunque me encantaría que fueras mi mujer en esta farsa... —Se quedó examinando mi rostro mientras con un dedo seguía la curva de mi mandíbula hasta llegar a mi oreja donde cogió un mechón de pelo. Lo hizo girar en sus dedos mientras lo observaba detenidamente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, tenía la sensación de que no venía nada bueno—. Creo que eso no se lo creerían y que lo mejor es que vaya con mis dos hermanos pequeños, Len y Tony.
—¿¡Qué!? —Se me abrieron los ojos de par en par—. ¿Quieres qué me haga pasar por un chico?
—Exacto. —Y me dedicó una espléndida sonrisa pícara que le iluminó el rostro.
—Por favor... nadie se va a creer que soy un chico.
—No, por eso vamos hacerte un cambio de imagen. Voy a comentárselo a Marie, seguro que le parece una idea muy buena. —Se metió en la casa.
Me quedé un rato mirando cómo se iba poniendo el sol. Era un atardecer precioso. Mientras se escondía el sol se reflejaba el color naranja en los tejados de chapa de las casas. Me quedé hipnotizada viéndolo. Además no quería meterme en la casa, sabía que a Jake se le había ocurrido algo que no me iba a gustar nada. No le conocía mucho, pero me daba la sensación de que era una persona que nunca cedía cuando tenía algo en mente. Iba a tener que pelear con él y con Marie, porque estaba segura que la había convencido. Así que prefería quedarme ahí viendo el atardecer.
La puerta se volvió a abrir y salió Jake.
—¿Qué haces?
—Estoy viendo la puesta de sol.
Se volvió a apoyar en el mismo sitio que había estado hacía un rato. Nos quedamos en silencio contemplando la puesta de sol.
—Es muy bonita... pero sabes que lo único que estás haciendo es aplazar lo inevitable, ¿verdad? —dijo risueño.
—Eres un presuntuoso —dije enfadada, pero no pareció ofenderle porque su sonrisa aumentó—. No voy a participar en tu retorcido plan porque estés enfadado con Marie por ponernos en este aprieto.
—A Marie le ha parecido una idea muy buena, está preparando todo.
Entrecerré los ojos y le pregunté con precaución:
—¿Qué está preparando?
—Vas a estar genial. —Me guiñó un ojo mientras entraba.
Suspiré y le seguí resignada. En cuanto entramos Marie me cogió de las manos mientras me guiaba hacía una silla.
—Ya me ha contado Jake vuestra idea y me parece genial. No tenemos mucho agua para lavarte el pelo antes de cortarlo pero podemos...
—¿Cómo? —Me paré en seco—. ¡No me voy a cortar el pelo! —Me volví hacia Jake y le dije muy seria—. No me voy a cortar el pelo.
—Si no te lo cortas nadie creerá que eres un chico. Tú misma lo has dicho, eres muy femenina.
—Yo no he dicho eso... —¿O lo había dicho? No lo sabía, pero no me iba a cortar el pelo.
—Ya veras como te queda genial. Estoy acostumbrada a hacerlo, siempre he sido yo quien le ha cortado el pelo a Tony y Peter.
Los miré horrorizada, Tony tenía un corte al estilo casco y Peter... era calvo, así que no había mucho que cortar.
—Puedo ocultármelo con la chaqueta o con la manta, ¿qué más da que tenga el pelo largo? Nadie lo va a ver.
—Puede que en el Sector 5 lo tengas tapado, pero en cuanto vayamos subiendo sectores no podrás llevar la manta.
—Pues usaré gorro.
—Podemos estar así toda la noche, pero sabes que tenemos razón y que la mejor idea es que te lo cortes —dijo Jake cruzando los brazos y apoyando la espalda en la puerta.
—¡Te odio! —le espeté llena de rencor sabiendo que había ganado.
—¡Bien! Marie, ¿estás lista para cortar?
Marie me cogió con cariño del brazo y me guío hacía la silla.
—Te prometo que lo haré lo mejor que pueda.
Notaba caer los mechones apelmazados por la suciedad alrededor de mí. Nunca había sido especialmente coqueta, pero de lo único que me sentía orgullosa de mi físico era de mi larga melena castaña. Cuando le daba el sol tenía reflejos dorados y me gustaba cuando me hacía una coleta alta y me caían dos mechones a los lados marcando mi cara. Ahora sólo sería una muchacha demasiado delgada, con pocas curvas y pelo de chico.
—Ya está —dijo Marie. Los tres se pusieron delante de mí analizando el corte.
Observé sus rostros para ver si podía adivinar algo con sus expresiones: Marie sonreía y movía la cabeza afirmando; Peter tenía la cabeza ladeada y miraba con atención mi pelo; y Jake tenía el ceño fruncido y apretaba los labios, no parecía muy convencido.
—¿Y bien? —pregunté impaciente.
—No vale —dijo Jake negando con la cabeza—. Sigue pareciendo una chica. —Un suspiro de alivio salió de mi pecho.
—Tal vez cortando más... —propuso Peter.
—No puedo cortar más. El siguiente paso sería el corte que tiene Jake —se quejó Marie indignada.
—No es mala idea... ¡podemos raparla!—dijo Jake.
—¡¡Nooo!! —dije con un grito ahogado.
—No tenemos maquinilla para cortar el pelo. —Continuaron la conversación sin hacerme caso—. Sólo tengo una cuchilla de afeitar.
—Eso vale —dijo Jake animado.
Estaba totalmente alucinada con la conversación, ¡era como si yo no estuviera! Cuando vi que Peter iba a buscar la cuchilla me levanté y di un golpe con la mano en la mesa.
—¡¡Basta!! —Todos se quedaron parados mirándome—. Nadie va a ponerme una mano encima con una cuchilla. ¿Y tú? —dije señalando con el dedo a Jake—. Deja de proponer ideas con ese cerebro psicópata que tienes, mi pelo se queda como está. ¿Marie tienes algo para qué me pueda ver?
Sin decir nada Marie fue a buscar un pequeño espejo que tenía guardado. Cuando vi mi reflejo en él no me reconocí. Me pasé la mano por los mechones cortos y luego me acaricié con cuidado el gran moratón de la mejilla. Al tener el pelo corto sin nada que me tapase la cara se me veían mis ojos marrones más grandes, debajo tenía unas buena ojeras por la falta de sueño. Los labios se veían también más grandes, pero los tenía secos y llenos de heridas. El corte era desigual, se notaba que estaba hecho con unas tijeras que no cortaban y había trasquilones por todas partes.
—Yo creó que te queda bien —dijo Marie tímidamente.
—Sí, demasiado bien. No parece un chico —farfulló Jake.
No sabía si me quedaba bien o mal, sólo me veía muy diferente, como si la chica hecha polvo que se reflejaba ahí fuese otra.
—¿Me dejas que intenté una cosa? —me preguntó Jake. Le miré con desconfianza—. Te prometo que no voy a cortarte más el pelo, sólo voy a despeinarte un poco.
—De acuerdo, pero como te vea coger las tijeras te vas a enterar.
Se mojó las manos con agua y se acercó a mí. Con cuidado hundió sus manos en mi pelo y lo empezó a despeinarme.
—Mucho mejor. —Sonrió orgulloso de su obra. Volví a coger el espejo y vi que tenía todos los pelos de punta mirando cada uno a un lado. El corte y el peinado me hacían más joven, podría pasar por un muchacho de quince años en plena pubertad.
Cuando por fin nos acostamos para dormir, no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos me venían a la cabeza los cadáveres de la calle o mi rostro con moretones y pelo corto que cada vez se volvía más delgado hasta que se convertía en el rostro del cadáver del muchacho enfermizo. Me desperté bruscamente sudando. En la casa dormían todos y el brazo me dolía una barbaridad. Me volví a tumbar para dormirme. Me costó, pero al final el agotamiento pudo con todo.
Me desperté al notar movimiento a mi alrededor y fui abriendo los ojos. Seguía cansada y el brazo me dolía mucho. Me incorporé y le eché un vistazo. Estaba hinchado y rojo alrededor, se estaba infectando.
—¿Qué tal estás? —me preguntó Jake que se estaba desperezando a mi lado.
—Bien —contesté con un gruñido ocultando de nuevo la herida. Lo último que quería era que Jake se enterase de que se me estaba infectando. No quería que pensase que podía ser una carga.
—¿Sigues enfadada por lo de ayer?
Le miré con el ceño fruncido y me toqué el pelo. Se me había olvidado por completo.
—No, sólo estoy cansada. Se me pasará cuando me despierte. —La cabeza me martilleaba y no me sentía más descansada después de esa noche.
No me dijo nada, pero se quedó muy serio observándome.
Preparamos todo y llegaron las despedidas. Tony era un niño muy tranquilo, pero separarse de sus abuelos para irse con unos desconocidos hizo que le entrara una llorera importante. Marie tuvo que estar un buen rato con él hasta que consiguió convencerle prometiéndole que irían a buscarle en cuanto pudiesen.
Abracé a Marie y le prometí que cuidaría bien de Tony. Me cogió la cara con las dos manos y me beso las mejillas con cariño dándome las gracias.
Nos quedaba lo más difícil por cruzar, del quinto sector al cuarto. Marie nos dio varios consejos: mantenernos con la cara oculta todo el rato, no acercarnos a los vigilantes —los encargados de controlar a las prostitutas— y hacernos pasar por personas mayores y enfermas. Básicamente teníamos que pasar desapercibidos y mimetizarnos con el entorno, y esa era mi especialidad. Así que me encargué de preparar a Jake, que llevaría a Tony acuestas, cubiertos los dos con una manta. Yo caminaría delante para avisarles si había algo complicado o por si teníamos que esquivar cualquier cosa.
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La zona tenía mucha actividad, se podían ver coches cogiendo y trayendo gente constantemente, personas pasándose cosas a escondidas y durmiendo entre plásticos y escombros. Los edificios ya empezaban a ser altos y tapaban el sol dejando las calles en sombra, eso hacía que el calor de La Ciudad fuera más llevadero, sobre todo debajo de la manta.
Iba concentrada en no pasar cerca de uno de los vigilantes cuando noté cómo un brazo me rodeaba el cuello y alguien apoyaba su peso en mí. Instintivamente me cubrí la cara con una esquina de la manta de manera que sólo se me viesen los ojos. El hombre pegó su boca junto a mi oído y me llegó el olor nauseabundo de su aliento.
—Pareces nuevo por aquí, no tendrás algo de comer o un trago ¿verdad?
Tosí varias veces y carraspeé.
—Que va... Estaba buscando algo de comer.
—Pues has venido a mala zona. —Pegó más su cara contra la mía mientras yo miraba al suelo intentando que se me viese lo menos posible—. Pareces un muchacho muy joven...
No me dio tiempo a decir nada porque Jake ya estaba detrás del hombre cogiéndole del cuello y tapándole la boca.
—Tony, cierra los ojos —ordenó de forma seca. Cuando giré la cabeza para mirarles oí un crujido seco y noté cómo el brazo del hombre caía sin fuerza en mi espalda. El hombre se deslizó al suelo sin vida, al hacerlo un objeto translucido cayó de la mano que había tenido apoyada en mi hombro un segundo antes. Era un trozo de cristal.
Los ojos se me abrieron y el corazón me empezó a latir con fuerza. Vi a Tony debajo de la manta agarrado al cuello de Jake cerrando los ojos con fuerza y a Jake mirando a su alrededor. Me alegré de que por lo menos Tony no hubiese visto de que manera el hombre abrió los ojos al darse cuenta de que iba a morir y cómo luego sus ojos perdieron el brillo de vida.
—Continuemos —dijo Jake pasando por encima del hombre.
Me obligué a seguir caminando sin mirar atrás. Pero mi cabeza no paraba de decirme "lo ha matado con sus propias manos".
Después de estar caminando un buen rato nos encontramos con una verja metálica que nos impedía el paso. La valla tenía dos metros y en la parte superior estaba cubierta de alambre de espinas.
—Esta debe de ser la valla que separa los dos sectores —comentó Jake. Afirmé con un ligero movimiento de cabeza.
Eché un vistazo general buscando el lugar más adecuado para cruzar. La valla había sido cortada en varios sitios volviéndola a reparar sin mucho cuidado. En el lado que nos encontrábamos se amontonaba basura y pequeñas viviendas de plástico improvisadas. La zona estaba cubierta por el puente donde pasaban las vías del tren dándole una sombra que lo hacía todo más siniestro de lo que ya era de por sí.
—Creo que el mejor sitio para cruzarla es la zona pegada al edificio. Tiene un pequeño saliente en medio que hará que no llamemos tanto la atención al saltar. —Jake examinó el edificio al que me refería.
Desde hacía un buen rato los edificios se habían empezado a parecer a los edificios viejos de mi barrio. Me di cuenta que aquellos edificios en su momento fueron parte del cuarto sector y con el tiempo los cogieron los marginados para hacerlos su hogar. Lo más tétrico de todo era pasar al lado de las entradas y ver un vigilante apoyado en la puerta o sentado en las escaleras. No quise pensar en lo que pasaba en el interior de los edificios.
—Sí, es un buen sitio para cruzar, no hay mucha gente alrededor. Vamos —contestó Jake tomando la delantera.
Cuando llegamos Jake se quedó vigilando mientras yo subía al saliente. Después cogió a Tony de su espalda alzándolo para que lo cogiese. Mientras subía Jake, no quité el ojo del grupo que se había formado alrededor de uno de los portales. No nos habían visto, pero si alguno giraba la cabeza no le costaría dar con nosotros. En cuanto Jake estuvo arriba cubrió a Tony mientras yo usaba mi manta para cubrir el alambre.
—¡¡Allí!! ¡¡Coged a ese chico!! —Ni giré la cabeza, sabía que se referían a mí. Por la dirección de las voces era muy probable que viniese del grupo que había visto momentos antes. Me apoyé en la valla y salté ágilmente. Al caer me dolió todo el cuerpo. Nada más incorporarme ya estaba con los brazos alzados para coger a Tony.
—Le tengo —avisé a Jake para que le soltara. Estaba Jake saltando la valla cuando un par de hombres empezó a subir el saliente.
—¡¡Lena, corre!! —En cuanto dio la orden cogí en brazos a Tony y eché a correr. Escuchaba los pasos de Jake detrás de mí.
—¡¡Quietos!!
La orden fue acompañada por un par de disparos que hicieron que se me disparara el pulso. En cuanto giré la calle, Jake me paró para coger a Tony.
—¿Estás bien?
—Sí, ¿y tú?
—Sí —me dijo sonriendo—. He notado cómo la bala pasaba al lado de mi oreja. ¡Vamos!
Continuamos corriendo un buen rato hasta que nos adentramos más en el sector. En un momento dado tuve que parar para coger aliento. Jake paró a mi lado y bajó a Tony.
—Creo que ya podemos ir andando. —Afirmé con la cabeza mientras me recostaba en el muro de un edificio. La gente que andaba por la calle se giraba para mirarnos. En el Sector 4 no estaba bien visto los marginados. Las bandas solían controlar que no cruzasen.
—Tenemos que continuar estamos llamando mucho la atención —comenté incorporándome. Estábamos en el cuarto sector, habíamos conseguido cruzar la frontera, pero aun así sabía por experiencia que no estábamos a salvo.
¡Por fin han salido del Sector 5! Aun así el Sector 4 no es nada fácil ni seguro.
Os dejo una imagen de cómo me imagino a Lena. ¿Vosotros os la habías imaginado así?
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