Capítulo 6: Los militares

—Lo siento. —Me aparté con cuidado de Jake. Noté cómo el rubor subía a mis mejillas al ver cómo él no quitaba esa sonrisilla tonta.

Me había dejado llevar por el entusiasmo de salir de allí con vida y sin pensarlo me lancé a sus brazos riéndome. Con la euforia no me di cuenta de su cara de sorpresa al abrazarle. Ahora que se le había pasado la sorpresa me miraba con diversión en los ojos y una sonrisa en la cara. Aparté la mirada y me concentré en la imagen que teníamos delante. Me fijé cómo nos íbamos alejando de la cárcel mientras el cielo comenzaba a clarear, estaba rodeada por La Nada. Así era cómo se llamaba al gran desierto que rodeaba a La Ciudad. Kilómetros y kilómetros de polvo y arena donde no había vida. La cárcel estaba a dos horas en vehículo de La Ciudad, a pie era imposible escapar; o morías deshidratado o te cogían antes.

Subir al camión fue sencillo, con la poca luz del recito fue fácil engancharse y trepar por la parte trasera del vehículo.

Mientras estuvimos esperando que llegase el camión, mi cerebro no paró de dar vueltas buscando soluciones a mi nueva situación. No podían volverme a capturar. Además tenía que buscar una solución para que mi madre y mi hermano estuviesen bien, aunque antes de todo eso tenía que dar con ellos. Estaba muy preocupada por lo que les hubiese podido pasar tras mi arresto. Me mordí el interior de la mejilla inquieta pensando en cómo iba a solucionar todo.

—¿Qué vas hacer ahora? —La voz de Jake me sobresaltó y le miré con el ceño fruncido sorprendida porque me preguntase justo en lo que estaba pensando.

—Tengo que resolver un par de asuntos —contesté volviendo a fijar la mirada en La Nada.

—¿No me vas a preguntar qué está pasando?

—La verdad es que... —se me escapó un suspiro agotado—, ya no sé si quiero saberlo. —En esos momentos bastante tenía con saber cómo iba a solucionar mi vida. Tenía que ver cómo iba a pagar la deuda de Hugh y ese era el menor de mis problemas. Si mi hermano no había pagado mensualmente los impuestos del Gobierno la policía los habría trasladado al Sector 5 y tendría que buscarlos allí. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Todo eso sin contar que ahora tenía a la policía detrás, que no iba a facilitar las cosas. Sí, ahora mismo tenía suficientes problemas, no necesitaba añadir los problemas de Sussie.

—Deberías saberlo —dijo muy serio.

—Ahora tengo cosas más importantes en las que pensar —le corté dando por terminada la conversación. Tenía muchísimas preguntas que hacerle, ¿quién era él?, ¿por qué me había ayudado a escapar?, ¿en qué estaba metida Sussie?, ¿si era verdad que era una terrorista?... Pero sabía que si empezaba a tener respuestas a esas preguntas surgirían nuevas preguntas de las que no tenía nada claro que quisiera saber la respuesta. Y en el fondo me asustaba conocer la verdad de todo aquello.

Me quedé mirando cómo desaparecía en medio de La Nada la cárcel donde debía pasar veinte años de mi vida. Me salió una sonrisa de satisfacción, tenía que aprovechar esta segunda oportunidad, no podían volverme a encerrar nunca. No me podía involucrar en lo que estuviera metida Sussie.

El aire de la mañana empezó hacer que me castañearan los dientes. Así que dejé de observar el gran desierto y me volví a sumergir en el espantoso olor de la comida en descomposición. El mono naranja estaba totalmente calado después de nuestro recorrido por las instalaciones del edificio, en ese momento agradecí que no tuviera mangas, pero ahora que sentía el aire frío en los brazos las echaba de menos. Me senté en un montículo apoyando la espalda contra uno de los laterales de la caja del camión y me abracé las piernas intentando guardar el calor de mi cuerpo.

Jake se sentó a mi lado sin decirme nada y me rodeó con uno de sus brazos. Al sentir su contacto me puse en tensión.

—No hace falta —dije con los dientes apretados para evitar que se notase cómo me temblaban.

—Estás helada y el viaje es largo. Además, así yo también entro en calor.

Le miré a los ojos intentando ver si se estaba burlando de mí como había hecho ya en un par de ocasiones. No vi nada. El agotamiento de haber pasado la noche en vela sumado al esfuerzo físico que habíamos realizado estaba haciendo mella en mí. En cuanto noté el calor que desprendía su cuerpo junto al mío me fui relajando hasta que no pude mantener más los ojos abiertos y me dormí.

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El bache hizo que mi cabeza chocara contra el metal duro del camión. Abrí de golpe los ojos. Estaba ligeramente apoyada en Jake y su brazo seguía rodeándome los hombros. Estaba dormido. Me aparté con cuidado para no despertarle y me asomé por el borde de la caja del camión. Ante mis ojos apareció un mar de pequeñas casas hechas con chapas metálicas y tela. Estábamos en el Sector 5.

—¿Habías estado alguna vez en este sector? —Pegué un brinco ante el sonido de su voz. Este chico era realmente sigiloso-. Lo siento, no quería asustarte. —Se puso a mi lado para observar la imagen que teníamos delante.

—Nunca, ¿y tú?

—No.

Nos quedamos en silencio contemplando el sector. Me habían contado muchas historias de cómo era el quinto sector y muchas no se alejaban de la realidad, pero verlo tan de cerca hizo que se me formase un nudo en el estómago. Todavía la gente dormía, así que las calles de tierra estaban medio vacías. Se veía a mucha gente durmiendo al ras del suelo cubiertos con mantas o plásticos.

—Creo que estos camiones van al vertedero de la Zona Oeste del quinto sector —comentó—. Desde ahí tendremos que buscar la forma de ir subiendo sectores.

Me quedé pensando, ¿sería consciente Jake de qué yo no tenía que subir muchos sectores? Probablemente no, él era amigo de Sussie y por cómo hablaba me daba la sensación de que era del segundo sector. Aun así, afirmé con la cabeza sin dudarlo, tenía claro que en cuanto pudiésemos nos separaríamos para continuar cada uno por su camino.

Mi casa estaba en la Zona Norte del cuarto sector. Calculé mentalmente que serían unas quince paradas del tren que daba toda la vuelta al Sector 4. Lo primero que haría cuando llegase sería acercarme a mi pequeño apartamento para darme una buena ducha. ¡Qué ganas tenía de una ducha! Después iría a ver a mi familia.

El vertedero era un recinto de varias hectáreas donde se recogía parte de la basura de La Ciudad, había otros vertederos, pero éste era uno de los principales y el más grande. Fue el primero que se formó. Lo crearon en La Nada, pero el sector había crecido tanto que ahora se encontraba en medio de éste.

En el momento que el camión paró para que abrieran la verja, aprovechamos para bajarnos. Avanzamos por entre las chabolas que había construidas pegadas a la valla del vertedero intentando ocultarnos para no ser vistos por los puestos de control. Llamábamos demasiado la atención con los monos naranjas a pesar de lo sucios que estaban, ya había advertido cómo varias personas nos observaban con curiosidad. En cuanto vi un par de telas sin dueño las cogí para cubrirnos.

Estuvimos andando un buen rato entre calles embarradas. El aire era denso debido a las hogueras que había a los lados de las calles. No sabía qué quemaban pero desprendía un humo negro que cargaba el ambiente. Al final acabé cubriéndome la nariz y la boca con la tela que, aunque apestaba, me servía como mascarilla.

Cuando el sol subió lo suficiente empezó a haber más actividad en el sector. Parecía que la gente vagaba sin rumbo. La gran mayoría de las personas eran de edad avanzada con aire enfermizo, se podía ver alguna mujer de mediana edad con sus hijos, pero en cuanto nos veían corrían asustados en dirección contraría. Lo que estaba claro es que no había gente joven y eso hacía que fuéramos un punto de interés. Incómoda ante las miradas decidí cubrirme también la cabeza ocultando por completo mi rostro.

Al subir una colina La Ciudad apareció ante nuestros ojos. Vista desde lejos hasta se podían diferenciar los sectores. Primero se veía el mar de chabolas del Sector 5, que para mi sorpresa era mucho más grande de lo que pensaba. Donde se empezaban a ver crecer los edificios grisáceos, poco cuidados y apelotonados, era el Sector 4. Luego aparecían edificios más altos y más cuidados, ese era el Sector 3. Desde esa distancia no se podía ver el muro que separaba el Sector 3 del Sector 2, pero se podía diferenciar por las casas bajas y separadas, así como algún que otro punto verde que supuse que eran espacios verdes. Lo que sí se podía ver claramente era el muro del Sector 1 y su cúpula, brillaba con el sol de la mañana e impedía ver lo que había detrás de él. Lo que más llamaba la atención de toda La Ciudad, eran las tres torres rectangulares que estaban en el centro de La Ciudad, imponían por su altura y por lo que brillaban.

—Desde ahí se tiene que poder ver toda La Ciudad —murmuré para mí misma.

—O controlarla —dijo Jake a mi lado. Se me escapó una pequeña mirada en su dirección, en su tono me dio la sensación que había rabia.

Por supuesto que en esos tres edificios se dirigía La Ciudad, era donde El Consejo se juntaba para tomar decisiones sobre ésta.

—Vamos, tenemos que llegar cuanto antes al cuarto sector. Probablemente ya se hayan enterado de nuestra fuga y alerten a la seguridad de La Ciudad para que nos empiecen a buscar. Este sector será el primero que registren.

Volví a mirar el mar de pequeñas casas, me pareció que el cuarto sector estaba muy lejos.

Después de varias horas andando por fin el entorno que nos rodeaba empezó a cambiar. Los quejidos y las toses de nuestro alrededor fueron sustituidos por insinuaciones sexuales de mujeres y miradas agresivas de hombres esnifando pañuelos. Por suerte nuestro olor y aspecto sucio nos hacía pasar por un par de marginados tan desesperado como la mayoría de la zona. Se empezaban a ver construcciones más solidas de ladrillo, aunque seguían siendo edificaciones bajas y pequeñas. Las calles también tuvieron una mejoría pasando a estar asfaltadas.

"Pronto estaremos en el Sector 4" pensé esperanzada. Una vez allí sabría moverme, era mi mundo. Estaba concentrada en continuar caminando y en no pensar en lo mucho que me dolía el cuerpo, cuando noté cómo una mano me agarraba con fuerza el brazo y me lanzaba al suelo. Aguanté el grito de dolor cuando noté que me cogía por la quemadura del brazo. Caí con un golpe seco en el suelo asfaltado.

—¡¡Zorra!! ¿A dónde crees que vas? ¿No sabes que no debes salir de tu territorio? —Escuché que me gritaba un hombre mientras me lanzaba una patada en al estómago sin previo aviso.

—¡No la toques! —Las botas de Jake aparecieron en mi campo de visión a la par que me hacía un ovillo para sobrellevar el dolor punzante del estómago.

—Mira, jefe, dos tortolitos que intentan escaparse de sus obligaciones —dijo con una risa que se convirtió en una tos profunda—. Lo siento muchacho, pero por mucho que te guste la puta, no te la puedes llevar así como así.

—¡Basta, Nico! —le reprendió una voz autoritaria. El dolor del estómago ya se me estaba pasando y empecé a incorporarme. 

Cuando alcé la vista para ver cual era la situación, me encontré con la mirada atenta de un señor de mediana edad. Iba vestido con vaqueros y una camisa gastada, pero estaban limpios. Muy diferente a su compañero que tenía toda la ropa llena de manchas y el pelo canoso enredado y sucio. Su mirada bajó a mi cuerpo donde se quedó fija. Sin pensarlo bajé la vista para ver que le había llamado la atención. Abrí los ojos al comprenderlo. La pieza de tela con la que me cubría se había abierto y se podía ver el mono naranja con el número de preso en un lado. Me tapé a toda prisa. Cuando subí la cabeza me encontré con los ojos verdes de Jake que fruncía el ceño preocupado.

—Vaya, vaya, vaya... —dijo el señor sin apartar los ojos de mí. Mientras me levantaba pude apreciar cómo Jake metía la mano en uno de los bolsillos del mono. Se estaba preparando para pelear y si tenía que usar el destornillador no lo dudaría. Me puse junto a él para enfrentarme a lo que venía—. ¡No es una puta, Nico! Es algo mucho más interesante: una presa. ¿Cuánto crees que nos darán las autoridades por ella? —Sus ojos dejaron de estar pendientes de mí para pasar a Jake, a quien también le dio un buen repaso. Una carcajada profunda salió de su pecho—. ¡¡Los dos son presos!! Habéis venido al infierno muchachos, esto es peor que la cárcel. —Y empezó a reírse de forma estruendosa.

Me estaba empezando a inquietar la situación, a nuestro alrededor se estaba formando un grupo de personas para ver qué pasaba.

—Bueno chicos... cogedles —se apartó dejando que el grupo de hombres que había detrás de él le adelantaran. Comenzaron a rodearnos. Jake ya tenía el destornillador en la mano amenazando y yo estaba lista para pelear. Ésta iba a ser la segunda pelea a la que me enfrentaba en menos de dos semanas, nunca antes me había involucrado en una pelea real, sólo en los entrenamientos de Aron. Mi vida se había convertido en una sucesión de acontecimientos que no conseguía controlar y que me aterraban.

Observé cómo dos hombres se dirigían a mí con decisión. No se les veía muy saludables, sus cuerpos se notaban consumidos por la falta de alimento y por las drogas, pero aun así pude ver en sus miradas acuosas que yo era un tesoro de un valor incalculable. Eso me asustó dando un paso atrás, mi espalda chocó contra la de Jake.

—Intenta mantenerte junto a mí, que no nos separen —me dijo justo antes de que se lanzaran los dos hombres hacía mí. Fui bastante rápida y uno me lo quité fácilmente dándole una patada en el estómago. El otro me lanzó un puñetazo que intenté frenar con el antebrazo, pero la tela que me cubría se me enrolló en el brazo impidiéndome levantarlo. El golpe me dio en la mejilla haciéndome trastabillar hacia atrás. Conseguí mantenerme en pie. Notaba el sabor de la sangre en la boca. Cuando le volví a mirar sonreía con satisfacción. Se sentía victorioso y me veía como una presa fácil. Aquello me hizo reaccionar. Si era capturada por ellos mi destino podía ser mucho peor que ser capturada por el Gobierno. Me quité la tela y esperé su nuevo ataque. Detrás de mí oía la lucha de Jake, pero no giré la cabeza, me centré en mi adversario.

Me volvió a atacar. Esta vez pude deshacerme de él de forma rápida. En realidad, no sabía pelear, lanzaba puños sin pensar. Con un par de golpes a la cabeza cayó inconsciente. Me giré para ver si tenía que ayudar a Jake, estaba claro que los matones se centraron en él. Eran tres bastante más fuertes que los que me atacaron a mí. Jake ya no llevaba el destornillador en la mano y le sangraba el labio por un lado, pero aun así se defendía bien, él sí que sabía pelear. En algún momento de la pelea también se había quitado la manta mostrando su mono naranja.

Cuando el hombre de la ropa limpia vio que me había desecho de sus matones mandó al que respondía al nombre de Nico. Me volvía a sentir en plena facultades gracias al subidón de adrenalina, así que cuando vi a ese miserable se me dibujó una sonrisa malvada en el rostro. Pensaba vengarme con creces.

Había conseguido darle dos buenas patadas y estaba lista para darle un puñetazo cuando empecé a ver cómo una muchedumbre se acercaba a nosotros corriendo. Por los gritos y las caras de la gente parecían aterrorizados. Nico dejó de prestarme atención, empalideció y salió corriendo siguiendo a la multitud. Miré desorientada a Jake y vi que sus oponentes ya no estaban, en cuestión de segundos toda la gente que nos rodeaba había desaparecido. El pánico que transmitía la gente se metió dentro de mí dejándome paralizada. Lo único que conseguía distinguir entre todo el jaleo eran los gritos de aviso: "¡¡Los militares, los militares!!".

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