Capítulo 45: El Despertar

Cuando llegamos a casa me encontré con una imagen desoladora. Todo el equipo estaba reunido en el salón y por sus caras parecía que se hubieran reunido para un funeral. Tampoco es que fuera muy desacertado. Lo más probable es que Josh les hubiera puesto al tanto de la situación, a eso se debían las caras largas.

En uno de los sofás se encontraban Jake y Tony jugando con la consola mientras Sussie miraba cómo jugaba. Tenía los ojos hinchados de llorar y cuando se posaron en mí pude ver lo culpable que se sentía reflejados en ellos. En otra situación la hubiera sonreído para tranquilizarla, con Sussie siempre había tenido ese sentimiento de protección, pero en su lugar la miré con dureza. Jake apenas me miró, sólo de refilón y con un ligero gesto de preocupación. En cambio bromeó con Tony que parecía ajeno a la situación. Un sentimiento de gratitud me inundó. No sabía cómo iba acabar todo aquello, pero no quería que Tony se enterase antes de tiempo. Tania y Maggie se encontraban a un lado del salón apartadas hablando. Tania no me prestó atención, pero pude ver cómo Maggie me miraba con tristeza, la misma expresión que había encontrado en Eliot cuando nos recogió a la salida del sótano.

No me gustó ver las caras de pesadumbre en los rostros del equipo. Una parte de mí quería creer que se debían a que perdían una persona del equipo que apreciaban —en cierto momento me había sentido parte del equipo a pesar de mi origen—, pero por otro lado ya no sabía qué pensar sobre lo que estaba pasando y menos aún confiar en la gente del segundo sector. Así que era posible que su actitud se debiese a que iban a condenar a una pobre chica del cuarto sector.

Por suerte, Josh no se entretuvo mucho en el salón. Apenas dio algunas instrucciones a Eliot me llevó a su cuarto y me encerró allí. Volvía a estar encerrada y ver al equipo sólo había hecho que me sintieses peor de lo que ya me sentía. Antes de tumbarme en la cama, suspiré abatida recordando que jamas formaría parte de su familia. Estaba exhausta.

Ya no me quedaban fuerzas para llorar. La confusión de la primeras horas de la mañana que había pasado a cólera a lo largo del día, ahora se había transformado en un miedo que inmunizaba mi sentido de supervivencia. Me asustaba muchísimo lo que pensaban hacer conmigo, pero me sentía sin energía para seguir luchando. Me sentía derrotada. Hiciese lo que hiciese, con el equipo de Josh alerta y siendo controlada con el localizador, no llegaría muy lejos.

Había estado meditando las palabras de Josh. Veía muy difícil que yo me librase de todo aquello, pero Tony tenía una posibilidad. No me gustaba la idea de que se convirtiese en un peón. Es más, me cabreaba enormemente que La Organización manipulase de esa forma a las personas. Sin embargo, era la mejor opción que veía para Tony, porque mandarlo al quinto o al cuarto sector era dirigirlo a su tumba. De lo que me debía asegurar ahora era de que Josh se ocuparía de él lo suficiente como para que no le pasase lo mismo que me había pasado a mí.

Giré la cabeza y mis ojos se posaron en las tres torres que se veían a través de la ventana. El sol del atardecer se reflejaba en ellas dándoles un bonito color anaranjado. Se las veía imponentes, como siempre. Recordé la charla que había tenido con Josh antes de que Eliot nos recogiera. Por mucho que me negase a creer sus palabras, las creía. Y aquello me inquietaba. La posibilidad de que fuese real algo tan atroz hacía que me temblase el cuerpo. No por mí, que ya no me afectaba, mi destino estaba decidido. Sino por aquellas personas que conocía y no tenía forma de avisarles: mi madre, Poli, Helio, Rose y Peter, el señor Garcia —el vecino gruñón de mi madre—, el señor Wilson de la tienda de ropa de segunda mano que había debajo de mi edificio, Sammy el chico de la tienda de suministros con el que tuve un rollo horrible, Eva la vecina cotilla de mi bloque que venía una vez por semana a pedirme un poquito de sal sólo para poder echar un vistazo detrás de mí... De repente en mi cabeza empezaron a aparecer caras familiares y nombres de personas que me habían rodeado los últimos años. Personas a las que apenas había prestado atención, pero que por algún motivo se habían introducido, aunque sólo hubiese sido de forma pasajera, en mi vida. Personas que, a pesar de todo lo que pasaba en el cuarto sector con las bandas, no se merecían un destino tan cruel. Aquel pensamiento me hizo cavilar acerca de todo lo que sabía sobre el Gobierno. No era mucho y, casi todo, lo había descubierto esos meses en La Organización. Me quedé un rato meditando sobre toda la información que había encontrado.

Mis cavilaciones fueron interrumpidas cuando la puerta se abrió. Me incorporé de golpe. Josh entró en la habitación con un plato en las manos.

—Toma, come —me ordenó poniéndolo delante de mí. Miré el sandwich que había en él y después le miré a él. No tenía hambre y estaba tentada a negarme ante la orden de Josh. Cuando alcé la vista lo debió leer en mis ojos—. Por favor —dijo con un tono de suplica que me desconcertó. Era la primera vez que le escuchaba suplicar, así que cogí el plato y me senté en el borde de la cama. Mordisqueé el sandwich sin muchas ganas mientas observaba cómo Josh vaciaba sus bolsillos encima de la cama; su pistola, un cargador, las llaves de su coche, un móvil y un lector de chips.

—Te vas a marchar, pero antes necesito que me digas dónde está la documentación que encontraste en la casa. —Estaba delante de mí muy serio. Le miré sin poder evitar la sorpresa en mi rostro. Ya había decidido darle la información para evitar que hicieran daño a Tony, pero este nuevo giro de la situación me hizo meditar unos segundos. Una sensación de alivio sustituyó la angustia que me había acompañado durante todo el día. Aun así la desconfianza innata en mí, y mucho más arraigada después de lo que había sucedido durante el día, me hizo dudar.

—¿Por qué voy a creerte? —pregunté entrecerrando los ojos.

—Te lo prometo —dijo sin apartar la vista. Maldije para mis adentros porque volví a creerle. Después de todo lo que había pasado, ¿cómo era posible que le creyese? Volví a mirarle a los ojos y supe que decía la verdad. Me dejaría marchar.

—¿Y Tony?

—Se irá contigo.

Me quedé en silencio pensando en la situación. Me iba a marchar, y Tony vendría conmigo. Sonreí al pensarlo, pero no me invadió la sensación de júbilo que esperaba. Me sentía aliviada, pero no feliz, seguía triste. Cuando alcé la vista y me encontré con el motivo de esa tristeza mi sonrisa se torno cansada y algo apática. Viviría, pero nunca tendría lo que realmente quería.

—De acuerdo —dije mientras apartaba la vista de sus ojos verdes. Jugué un rato con la pulsera mientras meditaba. No conseguía quitarme de la cabeza todo lo que me había contado Josh sobre el Gobierno. Le lancé una mirada rápida para ver cómo estaba el terreno. Me observaba con el ceño fruncido, probablemente debido a que se olía que iba a poner alguna pega. Lo solté sin pensarlo mucho para que el temor no me frenase—: Pero tienes que darme algunas respuestas.

—Eso no está en el trato —dijo poniéndose a la defensiva. Sabía que era presionar mucho pero necesitaba respuestas.

—Entonces no te daré la información —dije de forma testaruda volviéndole a hacer frente. Suspiró algo desesperado mientras se pasaba la mano por el pelo.

—Está bien, pregunta.

—¿Por qué el Gobierno coge a gente del quinto sector si quiere eliminarlo? —Había hecho mis suposiciones después de que Sussie me hablase de los laboratorios clandestinos y los rumores sobre el ejercito, pero me interesaba la respuesta de Josh.

—No lo sé —dijo apartando la vista. Bueno, por lo menos sabía que sí lo sabía.

—¿Y el Violeta? ¿Por qué probaron el Violeta en el quinto sector?

—Tampoco lo sé —contestó, pero esta vez no había apartado la vista, así que deduje que en este punto Josh no sabía que sucedía.

—¿Qué hay en el Sector 0? —En cuanto hice la pregunta supe que había sido un error. El rostro de Josh palideció unos segundos antes de que un gesto de alarma cruzara por sus ojos. Se acercó a mí y me sujetó por los brazos.

—¿Qué sabes de eso? ¿Quién te lo ha contado? —Sus preguntas me asustaron, pero no por haber metido la pata al comentar algo que se suponía que no debía saber, sino porque Josh parecía inquieto.

—No... no me lo ha dicho nadie —balbuceé intentando soltarme—. Un día os dejasteis un archivo abierto en la sala de reuniones de un plano con el nombre de Sector 0 —confesé.

Josh me miró con horror, tenía la respiración acelerada. Antes de soltarme masculló un "mierda" para sí mismo.

—¿Qué pasa? —volví a preguntar alerta—. Son las torres, ¿no?

—Lena, olvida todo. No has visto nada. Dame la información y marcharte —contestó serio.

—No —dije con terquedad, todavía necesitaba saber algo más—. Necesito que contestes una última pregunta —me miró irritado, su paciencia se estaba acabando—. ¿Crees qué la gente de los Sectores 4 y 5 no son Ciudadanos y qué hay que eliminarnos? —pregunté de carrerilla con la mirada fija en él. La sorpresa se reflejó unos segundos en sus ojos antes de contestar firme y sin ningún atisbo de duda:

—Sí. —No apartó la vista, ni siquiera había pestañeado al contestar. Sentí una sensación extraña como si por dentro se estuviese rompiendo algo. Conocía a Josh y él no era así. Di un par de pasos atrás aturdida.

—No lo dices en serio —dije con una mueca incrédula en la cara.

—Sí que lo digo en serio —contestó sereno y con la postura de militar.

—No puedes creer en un genocidio, tú no —dije de forma automática como si fuese un robot. Pero, al igual que hacía un momento, supe que me decía la verdad. Josh creía que había que eliminar los Sectores 4 y 5.

Al escuchar mis palabras la coraza de Josh se tambaleó ligeramente y reflejó culpa unos instantes. Abrió la boca para decirme algo, pero en ese momento llamaron a la puerta.

—¿Sí? —preguntó mientras me sentaba en la silla y se ponía el dedo índice en los labios para que guardara silencio.

—Soy Tania, ¿tienes ya la información? —Josh abrió tan sólo una rendija de la puerta.

—Todavía no, necesito un par de minutos más.

—¿Quieres qué te eche una mano? —preguntó Tania mirando en mi dirección.

—No —contestó Josh de forma brusca—. Dame diez minutos.

—Vale, date prisa pronto estará aquí el peón que se encargará de ella.

Cuando oí esas palabras sentí cómo se me iba toda la sangre del cuerpo.

—Vamos —dijo mientras me obligaba a levantarme—. Tienes que marcharte, casi no hay tiempo. —Me retiró la pulsera-localizador y apoyó el lector de chips en mi muñeca—. A partir de ahora te vas a llamar Hannah. No lo olvides, Hannah Bennett. Esa es tu nueva identidad. Vives en uno de los pisos de los edificios del Sector 3 que hay pegados al muro del Sector 4 de la zona sur. Eres profesora de matemáticas del instituto de la zona y tienes un hermano pequeño de seis años llamado Tony. —Hablaba de forma rápida mientras me metía las llaves del coche en el bolsillo del pantalón—. Los datos no son reales, así que te tendrás que ocupar de ello, pero de momento te servirán para salir del paso.

—Vale —dije algo atontada por el exceso de información que me estaba dando cuando todavía no había asimilado lo que había sucedido hacía unos segundos.

—En cuanto te marches eliminaré el perfil del lector y nadie más que yo va a saber quién eres —dijo sin apartar los ojos de mí hasta que afirmé con la cabeza.

Cuando hubo terminado de hacer las explicaciones y comprobó que lo había entendido, cogió el arma. Se dirigió al otro lado de la habitación, se dio la vuelta y sin decir nada levantó la pistola en mi dirección apuntando mi cabeza. Me quedé helada cuando vi que el cañón me enfocaba a la cabeza. Mis ojos aterrados se desplazaron del cañón a los ojos de Josh que estaban fijos en mí. Cuando el sonido del arma retumbó en la habitación cerré instintivamente los ojos. Noté el aire de la bala junto a mi mejilla. Poco segundos después otro disparó sonó en la habitación. Al abrir los ojos la imagen que vi frente a mí hizo que se me escapara un grito de horror. Josh se agarraba el brazo izquierdo con fuerza mientras apretaba la mandíbula para no gritar. Me estaba acercando a él cuando se dio un golpe fuerte en el mentón con la culata de la pistola dejando un buen ronchón rojo.

— ¿¡Qué estás haciendo!? —conseguí articular cuando me arrodillé donde había caído.

—Coge esto. —Puso la pistola entre mis manos—. Quiero que me cojas como rehén hasta el coche. Si no... no vas a poder salir de aquí, Tania no lo permitiría. No tienes mucho tiempo.

Alguien empezó a aporrear la puerta con fuerza.

—¿Qué está pasando ahí dentro? ¡¡Abrid!!

—Lena, haz lo que te digo. Si no, estás muerta. —Tenía la cara llena de sudor por el dolor y su voz estaba ronca.

—¿Qué pasará contigo? —Una sonrisa cansada se dibujó en su rostro.

—Saldré de ésta. Ahora, si no te pones en marcha esto no habrá servido de nada.

Intenté controlar las arcadas al ver la sangre que recorría el brazo de Josh y le ayudé a incorporarse

—Voy a ir a la puerta y voy abrir —dijo en voz baja—. Tienes que estar todo el tiempo apuntándome. No te distraigas, porque intentaran dispararte. Cuidado con Tania, ella no es lo que parece. —No hacía falta que lo jurara, ya lo había comprobado en más de una ocasión. Afirmé con la cabeza y le apunté con firmeza, aunque en el fondo la mano me temblaba—. Puedes hacerlo —murmuró intentando hacer algo parecido a una sonrisa. No me sentía capaz en absoluto, pero la confianza que vi en sus ojos me dio fuerzas. Él creía que lo podía hacer. Se colocó de tal forma que cuando abrió la puerta me cubría evitando que me pudieran disparar.

La imagen al otro lado era, hasta cierto punto, cómica. La cara de sorpresa de mis antiguos compañeros de equipos al ver el brazo de Josh sangrando era un poema. Sussie abría mucho los ojos sin poder despegar la mirada de la herida que tenía su hermano. Maggie se había quedado al fondo del pasillo y miraba la escena tapándose la boca con las manos como si hubiese visto un fantasma. Eliot pasaba la mirada de Josh a mí y luego a Tania que era la única que había reaccionado e intentaba buscar un punto para dispararme sin dar a Josh. Jake sólo miraba a Josh, a los ojos, buscaba algo, pero no fui capaz de saber el qué porque me tuve que centrar en Tania.

—¡Suelta el arma! —ordené apuntando con firmeza la cabeza de Josh y evitando que se notase el temblor de mis manos—. Si no, la siguiente bala va a la cabeza.

—¡Ja! No eres capaz, Marginada —contestó Tania moviéndose para buscar un ángulo mejor. Sin pensarlo dos veces disparé el arma. La bala rozó el brazo herido de Josh y se incrustó en la jamba de la puerta. El grito de Sussie se mezcló con la maldición que salió de la boca de Josh que me miró con sorpresa y, lo que me pareció, miedo.

—Tania, no está de broma. Suelta la maldita arma —le dijo Josh con los dientes apretados mientras se sujetaba el brazo herido.

—La siguiente a la cabeza —dije con seguridad.

Se podía notar la tensión que había en el aire. Tania no apartaba los ojos de mí intentando descifrar si me atrevería hacer lo que decía. Yo luchaba por contener todos mis nervios y demostrar decisión en mis palabras. Apenas era consciente del resto que parecían contener el aire a la espera de lo que pasase. Hasta que Jake reaccionó.

—¡Suéltala! No ves que va en serio —dijo quitándole el arma con brusquedad.

—¿Pero qué haces? ¡Esta idiota no se atrevería a matarle, está enamorada de él!

Ignoré las palabras de Tania. En cuando la pistola ya no me apuntaba cogí a Josh por el brazo sano y le aparté de la puerta sin dejar de apuntarle.

—Ahora todos dentro. —Una vez hubieron entrado en la habitación empujé a Josh para salir—. Jake, dame el arma. —Me la dio sin decir nada—. Tony, ven. —El muchacho que había estado agarrado a las piernas de Jake todo el rato zarandeó la cabeza en una negativa. Me dio un vuelco al corazón al verlo—. Tony, he dicho que vengas —ordené con tono rotundo. El muchacho dudó, pero al final vino corriendo hasta que se resguardo en las piernas de Josh. Disimulé un suspiro mientras cerraba la puerta a toda prisa.

En cuanto estuvo cerrada se oyó un fuerte golpe al otro lado acompañado de los insultos de Tania. Me aparté de forma brusca de la puerta sin dejar de observarla.

—Vamos —murmuró Josh en voz baja haciéndome reaccionar. Le di las dos pistolas con las manos temblorosas intentando alejarlas de mí. Se guardó el arma de Tania y la otra me la enganchó entre el vaquero y la cintura. El contacto del metal frío contra mi piel me sobresalto. Miré su brazo herido que estaba goteando y dejando un reguero de sangre por el suelo de madera. Y luego vi a Tony que seguía agarrado a la pierna de Josh mirándome con miedo.

—Ven, Tony —le dije en voz baja alzando los brazos para agarrarle. Volvió a negar con la cabeza apretándose más contra las piernas de Josh. El corazón se me encogió.

—Venga, Tony —dijo Josh con un tono suave empujando al chico hacia mis brazos. Tony le miró y después se soltó dejándose coger. En cuanto estuvo entre mis brazos bajamos al garaje a toda prisa.

Ya en el garaje, metí a Tony en el coche que había empezado a llorar mientras Josh buscaba algo en su móvil. Por lo pálido que estaba me daba la impresión de que se desmayaría en cualquier momento.

—Hay que curarte —dije cuando me volví acercar a él conteniendo las nauseas al ver su brazo ensangrentado.

—No hay tiempo —contestó—. Cuando salgas de aquí llama a este número y pregunta por Mark. Dile que vas de mi parte, él te ayudará a ocultarte. La linea es segura así que no tendrás problema. Luego deshazte del móvil. Es lo primero que rastrearán. —Mientras hablaba me iba empujando hacía el coche.

La voz cantarina y llena de angustia de Tony llamando a Josh nos hizo volvernos. Tony había salido del coche por el otro lado y se enganchaba de nuevo a sus piernas. Sentí como los ojos me ardían a la par que sentía una fuerte opresión en el pecho.

—Hablaré... —dijo entre hipos el muchacho—. Te lo... te lo... prometo. —Su rostro se apretaba contra las piernas de Josh amortiguando su voz—. Déjanos quedarnos.

Josh se agachó y le acarició la mejilla con la mano dejando una mancha de sangre.

—No podéis. Tenéis que marcharos. Es peligroso para vosotros —murmuró con un tono suave. Su mirada se había dulcificado mostrando al Josh del que me había enamorado. Y eso hizo que todo fuera más difícil. El muchacho siguió llorando, pero se dejó llevar por Josh al coche. Cuando se volvió hacía mí su rostro volvía a estar carente de expresión.

—Os tenéis que marchar —comentó con un tono seco. Afirmé con la cabeza y sin levantar la vista me acerqué a él hasta apoyar las manos en su pecho. Sentía las mejillas humedad, al parecer todavía me quedaban lágrimas para derramar.

—Gracias —murmuré sin alzar la vista—. Pero el hecho de que te hayas disparado por nosotros no cambia nada de lo que ha pasado hoy —dije apretando la mandíbula y los puños a la vez. Porque no había cambiado nada. Daba igual que él hubiese hecho otro de esos gestos excesivamente galantes, como salvarme la vida, que hacían que mi corazón latiera con fuerza por él, porque la realidad era que todo lo que me había contado había sido una mentira—. Sigues siendo un mentiroso.

Ante su silencio levanté la cabeza. Me miraba de forma socarrona y con la media sonrisa tan característica suya de la que me había enamorado, dándome a entender que se había dado cuenta de mis sentimientos. Esos sentimientos que por mucho que trataba de ocultar parecían que todo el mundo tenía claros... hasta Tania.

—¡No ha cambiado nada! —volví repetir enfadada, pero con los ojos abnegados en lágrimas—. Me mentiste en todo, me engañaste y me hiciste creer cosas que no eran reales. Eres un gilipollas y, además, me... me irritas —finalicé apoyando la frente en su pecho mientras se me escapaba un sollozo.

Me apartó unos centímetros de él para luego, con un gesto delicado, alzar mi barbilla. Se quedó un rato en silencio observando mi rostro como había hecho en otras ocasiones.

—Se te ha olvidado decir que además creo que debe desaparecer la gente de tu sector. —Lo dijo como una especie de broma, pero a mí se me puso el vello de punta. No sólo porque el mensaje de la frase era cruel, sino porque me incluía como parte de ello. Me aparté de él con recelo. Su rostro todavía perlado por el sudor debido al dolor del brazo había vuelto a cambiar—. Siempre te has confundido conmigo. No soy un héroe, Lena. Todo lo que hago está movido por mis intereses, siempre ha sido así. Creo en la eliminación de los sectores inferiores porque es lo mejor para mí y para mi familia. Al igual que prefiero que no se mezclen los sectores porque no nos conviene. —Entrecerré los ojos observándole con desconfianza a esos ojos verdes que no se apartaban de los míos con la clara intención de que entendiese que lo que decía era verdad—. Aron tiene razón, fue divertido y lo hemos pasado bien, pero era algo temporal. —Mi corazón se había acelerado mientras me había ido separando poco a poco de él. Todo aquello lo había oído en la boca de Aron, pero escuchárselo a Josh era diferente. Y no sabía por qué, pero me temía que lo peor estaba por venir. Sin apartar la vista dijo—: Mi futuro es estar junto a Tania, ella tiene todo lo que necesito para prosperar.

Había sentido cómo cada palabra me desgarraba por dentro dejando un dolor lacerante. ¿Así que todo se resumía a eso? ¿A tener poder y "prosperar"? Miré aturdida a mi alrededor, al bonito garaje con los dos coches caros. Nunca había encajado en ese lugar, ¿cómo podía haber pensado que lo haría?

—Bien —dije aclarándome la garganta y cuidándome de no mirarle—. Saliendo por la puerta principal de la casa donde hice el trabajo a la derecha hay una estatua de una mujer con un jarrón, entre el talón de su pie derecho y la base de la estatua hay una grieta. Ahí se encuentra la cámara de fotos. —Le miré rápidamente a los ojos—. Un trato es un trato.

Me dirigí al coche, pero antes de abrir la puerta me llamó.

—¿Lena? —Me paré con la mano en el tirador—. Olvídate de todo. Coge a la gente que quieres y desaparece. Deja las cosas como están, esta no es tu guerra.

Apreté el puño con fuerza para contener la frustración por todo lo que acababa de pasar.

—Se volvió mi guerra en el momento en que involucrasteis a mi familia. Voy a destruir a La Organización —dije sin poder contenerme.

—Y yo estaré aquí para impedirlo —contestó Josh detrás de mí con un suspiro. Afirmé con un movimiento de cabeza y me metí en el coche.

Ya no había vuelta atrás, no volví a mirar a Josh, dolía demasiado. Otra vez sola, otra vez huyendo.

Mientras conducía alejándome de allí lloré en silencio palpando ese dolor que apenas me dejaba respirar y me ahogaba. Poco a poco las lágrimas fueron cesando y el dolor se fue transformando de nuevo en rabia. Rabia hacía cada una de esas personas que había creído que eran parte de mi vida y me había hecho pensar que yo era parte de la suya. Rabia contra esa institución que me había robado a mi familia para manipularme. Rabia por lo que querían hacer contra una comunidad inocente porque les molestaba que estuviesen allí. Rabia frente a ese amor en el que había creído durante un tiempo para descubrir que tan sólo había sido un entretenimiento. Todo ese odio hizo que algo que estaba latiendo en mi interior durante todo el día despertara. Miré al muchacho que se acurrucaba llorando en el asiento contiguo. Y en aquel instante entendí que aquello sólo era el comienzo. Había llegado el momento de luchar.

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