Capítulo 39: Foso

Estaba en el cuarto de invitados a punto de irme a la cama cuando oí unos golpes suaves en la puerta. Debía de ser Sussie. En cuanto habíamos llegado a casa me refugié en mi nueva habitación —a la cual nos habíamos mudado Tony y yo el día anterior— para dejarles algo de intimidad a los hermanos. Además, yo necesitaba espacio para pensar. Reflexionar sobre lo que había pasado durante el rescate. De eso hacía más de una hora, así que supuse que quería saber qué había pasado todo este tiempo y qué hacía yo en su casa. Abrí la puerta con un hormigueo de emoción recorriéndome el cuerpo que desapareció en el momento que vi el rostro magullado de Josh.

—¿Podemos hablar? —susurró para no despertar a Tony. Miré hacía la habitación buscando una excusa que me librase de una conversación a la que no me sentía con fuerzas de afrontar en aquel momento—. Sólo serán cinco minutos, te lo prometo —insistió cuando me vio dudar.

—Vale —dije a regañadientes.

Salí del cuarto cerrando la puerta detrás de mí. No me alejé mucho para que Josh entendiese que le daba los cinco minutos, pero nada más. Estuvo un rato en silencio observándome. Miré mi reloj dándole a entender que el tiempo pasaba. Se rió de forma cansada.

—¿No me vas a dar una tregua?

—No —dije seca.

Estaba muy enfadada con él por todo; por haber hecho una sentencia sobre mí sin dejarme explicar, por no haberme apoyado con mi decisión de participar en el rescate, por no haber intentado solucionar nuestra disputa de hacía días, por ocultarme cosas, pero sobre todo por no confiar en mí en ningún momento.

—Está bien, supongo que me lo merezco. Sólo quería disculparme por lo de esta noche. —Me miró para ver mi reacción, ni pestañeé. Se llevó una mano a la nuca y se dio un ligero masaje, mientras miraba al suelo. Se le notaba cansado—. Sussie me ha contado que la trasladaban mañana a las instalaciones del Gobierno. —Me miró de reojo—. Siento haberme portado como un capullo.

—Otra vez.

—Otra vez. —Le salió media sonrisa que duro sólo unos segundos para volverse a poner serio—. ¿Cómo lo supiste?

—Se lo escuché a Peterson cuando hablaba por teléfono.

—Gracias. Si no llega a ser por ti... —sacudió la cabeza meditabundo.

—De nada. Se puede decir que así estamos en paz por ayudarme a escapar de Peterson esta noche —dije sin mostrar un ápice de emoción, aunque por dentro me sentía agradecida, tanto por la disculpa como por su actuación de esa noche.

Estaba recostado en la pared del pasillo con las manos metidas en los bolsillos del pantalón de pijama. Esa simple pose desenfadada hacía que le viese más atractivo que cuando iba arreglado o vestido para las misiones. Alzó la vista ante mi comentario.

—Sabes que nunca te habría abandonado, ¿verdad? —preguntó. Levanté los hombros en un gesto ambiguo mientras apartaba la mirada a un lado para que no descubriese el dolor que me había acompañado durante los días pasados—. Jamas te hubiese dejado.

—Ni me vas a echar de La Organización —dije mordaz. Suspiró mientras negaba con la cabeza.

—No, ni te voy a echar de La Organización. Pero a veces eres tan... —Le miré desafiante a la espera—. Impetuosa —finalizó con un gesto de ternura que me desconcertó.

No dije nada, entre otras cosas porque no sabía qué debía decir ante ese adjetivo, ¿era bueno o malo? Pero lo que sí sabía es que su mirada me desarmaba con una facilidad increíble y no quería derrumbarme.

—¿Eso es todo? —dije en un tono neutro apartando nuevamente la vista.

—Sí.

Me di la vuelta dispuesta a esconderme en mi cuarto, pero la pregunta se escapó de mis labios. En parte por curiosidad, en parte porque no quería separarme de él.

—¿Y Sussie?

—En la cama. He tenido que obligarla, quería venir a verte. Pero todavía está débil y prefería que descansase.

—¿Cómo la has visto? —Volví el rostro para observarle.

—Bien. —Bajó de nuevo la mirada a sus pies—. Ha cambiado mucho desde la última vez que la vi. —Había emoción en sus palabras. Lo entendí, llevaba varios meses sin verla y Sussie lo había pasado muy mal en la cárcel—. Tiene la cara muy marcada y ya no sonríe tanto. —De forma instintiva retrocedí mis pasos y me acerqué a él para apoyarme en la pared a su lado. Cuando levantó la mirada vi vulnerabilidad en ellos. No estaba la coraza con la que solía protegerse, sólo vi al muchacho de veinticinco años al que le habían superado las circunstancias—. ¿Te puedo pedir un favor?

—Claro —contesté sin pensarlo.

—¿Puedes dormir hoy conmigo? —Los ojos se me abrieron por la sorpresa. Deseaba volver a dormir con él, pero la pregunta me parecía terriblemente presuntuosa después de todo lo que había pasado. Se le escapó una sonrisa traviesa antes de contestar—. Sólo dormir.

Dejé escapar despacio el aire de los pulmones y afirmé suavemente con la cabeza. Comprendía el motivo de su petición porque yo también lo había necesitado y fue él el que me lo había dado. Necesitaba no sentirse sólo. Cogí su mano vendada y le llevé con suavidad hasta su cuarto.

Se durmió entre mis brazos con la cabeza apoyada en mi pecho. Mi idea era marcharme en cuanto se durmiese, pero estar cerca de él siempre me producía un extraño efecto que me relajaba y me acabé durmiendo.

Me desperté acurrucada en los brazos de Josh. Me estaba acostumbrando a aquello, su calor, su olor y la seguridad que me transmitía. No era bueno. No cuando me venía a la cabeza las desconfianzas, nuestra diferencias sociales y todo lo que me ocultaba.

Observé su rostro mientras dormía. Analicé cada parte de ese rostro que en apenas dos meses había pasado a formar una parte muy importante de mi vida. Parecía tranquilo y en paz. Se me escapó una sonrisa tierna que fue desapareciendo a medida que sentía con más fuerza una opresión en el pecho que me cortaba la respiración. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me dolía el pecho cada vez que me imaginaba lejos de él? Me gustaba, me gustaba mucho. Ya lo había asumido, pero no era eso. Con él todo cambiaba, mi mundo cambiaba. Entonces me di cuenta. Me levanté de la cama sin apartar la vista del rostro que ponía todas mis emociones patas arriba.

—No puede ser —susurré angustiada.

Recordé nuestra cena, las palabras que habían salido de mi boca de forma inconsciente. Le había insinuado que le quería, no con esas mismas palabras pero sí con otras. Y era cierto, le quería. Luego me vino otro recuerdo más doloroso, las palabras de mi hermano la última vez que le vi: "Nunca pensé que viviría lo suficiente para ver a mi hermanita pequeña enamorada". Él se había dado cuenta desde el principio. Estaba enamorada de Josh. Por eso me dolía el pecho al pensar en separarme de él; por eso no era capaz de verle como lo que era, un chico de segundo sector; y por eso me negaba a que él me viese como una simple chica del Sector 4. Y pensar que no podía ser de la misma forma dolía demasiado. Mis constantes intentos de alejarme de él sólo eran una forma de supervivencia para que no me pudiese hacer daño, porque él, era la persona que más daño me podía hacer.

Con el corazón todavía acelerado por mi descubrimiento salí de la habitación intentando hacer el menor ruido posible. Me sobresaltó el carraspeo a mi espalda. Al darme la vuelta me encontré con Sussie apoyada en el marco de la puerta de su habitación con los brazos cruzados. Era consciente del pánico que reflejaba mi rostro.

—Creo que mi hermano olvidó contarme algunas cosas. —Me miraba con los ojos entrecerrados.

Mi boca se abrió y cerró como si fuese un pez fuera del agua. ¿Cómo podía explicarle a Sussie que me había enamorado de su hermano? ¿Cómo se lo iba a tomar? Su maravilloso hermano liado con una ladrona del Sector 4.

Cuando oí las primeras carcajadas la presión de mi pecho disminuyó. Mi boca se abrió perpleja cuando la vi doblarse en dos sujetándose la tripa con los brazos mientras reía.

—Tendrías que... haberte... visto la cara —dijo entre carcajadas.

—Te vas atragantar —dije con un tono sobrio.

Se acercó a mí mientras se secaba las lágrimas con una sonrisa enorme.

—Me tienes que contar un montón de cosas. —Se enganchó a mi brazo y me dirigió a la cocina.

Allí se preparó un gran bol de cereales. Me los señaló ofreciéndome.

—Creo que voy a pasar. —Tenía el estómago cerrado. Me esperaba una sesión intensa de preguntas embarazosas a las que ni siquiera yo tenía respuestas.

—Cuenta —ordenó mientras se sentaba en la mesa. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no sabía por donde empezar. Así que opté por comenzar desde el principio.

—Después de la pelea en la prisión...

—No, no, no. —Movió con energía la cuchara delante de mí antes de introducirla en los cereales—. Todo eso ya me lo contó mi hermano anoche. Cómo te encontró, cómo salisteis etcétera, etcétera. Vete a lo interesante. —Le salió una sonrisa radiante que me hizo removerme en el sitio—. ¿Cómo os liasteis?

—No sé... —dije tratando de recordar cómo me había enamorado de esa persona que conseguía sacarme de quicio la mayor parte del tiempo. Entonces me vino a la cabeza cuando me arropó con su brazo en el camión de la basura porque tiritaba de frío o cuando me agarró la mano sin apenas conocerme al entrarme un ataque de pánico cuando estábamos encerrados en aquel agujero con Peter y Marie o cómo me había cuidado cada vez que me había herido o enfermado. En un segundo mi mente se llenó de cada detalle que había vivido con él, peleas, besos, caricias, sonrisas... Los meses que había pasado junto a él había vivido más que el resto de mi vida—. Supongo que con todo lo que pasamos juntos surgió algo. —No me di cuenta de la sonrisa tonta que mostraban mis labios hasta que vi la expresión de Sussie.

—¡Oh, oh! —dijo con los ojos abiertos

—¿Qué?

—¡¡Estás coladita por mi hermano!! —Le volvió a dar otro ataque de risa.

—¡No! —dije notando cómo me ardían las mejillas—. Sólo... Me gusta, ¿vale?. Pero nada más —mentí.

No parecía muy convencida, pero lo dejó pasar con una sonrisa comprensiva al ver mi apuró.

—Así que mi hermano y tú estáis juntos... —murmuró para sí misma. En seguida me empezó a entrar otro miedo diferente al de reconocer que estaba enamorada de su hermano.

—¿Te molesta? —le pregunté con el estómago en un puño.

—Supongo que no. —Una sensación de tristeza me inundó. ¿Qué me esperaba? Desde luego un "supongo", no. Eso quería decir que en el fondo sí que le molestaba. Quería a Sussie, la consideraba mi mejor amiga. Siempre pensé que nos apoyaría en esto aunque perteneciésemos a sectores diferentes, a lo mejor era por su aire soñador. Pero... ¿qué estaba pensando? en el fondo entre Josh y yo no había nada, aunque yo lo desease. Jamas me había ofrecido nada más que un revolcón y unos cuantos besos, pensé dolida.

—Puedes estar tranquila. Sólo ha habido un rollo de un par de noche, no hay nada serio. —El tono amargo de mi voz le sorprendió. Estaba molesta por la tristeza que me embargaba al pensar en mi relación imposible con Josh. La vi titubear antes de hablar.

—No te enfades, es sólo que... No os quiero perder a ninguno de los dos y cuando hay sentimientos por medio es muy fácil que se estropeen las cosas. —Dejó de jugar con sus cereales para mirarme—. Aunque me encantaría que formases parte de mi familia. —Me regaló una de sus bonitas sonrisas que me calmó.

—Aunque no seamos familia siempre vas a poder contar conmigo para lo que quieras. Para mí ya eres familia. —Agarré su mano y le di un apretón con cariño.

Volvíamos a estar como siempre. Estaba muy ilusionada con que entrase en La Organización. Hablaba maravillas de ella, lo definió como una gran familia donde se apoyaban los unos a los otros. Realmente lo que siempre había soñado. Aunque, últimamente, no sabía muy bien por qué no lo sentía así. A lo mejor por el hecho de que no confiaran en mí de la misma manera que en el resto. Eso me hizo recordar algo.

—¿Sussie?

—¿Sí?

—¿Te acuerdas de lo que me pediste que le dijera a tu hermano cuando estábamos en la cárcel? "El caniche salió de la perrera"—añadí para recordárselo.

—Claro

—¿Qué significaba? —Vi cómo en sus ojos color turquesa se reflejaba la duda. ¿Por qué nadie quería contarme nada? ¿No se suponía que éramos amigas?—. Sólo quiero entender qué está pasando.

Vi el momento que se rindió a mi súplica.

—Está bien... Pero que quede entre nosotras. Se supone que sólo podemos contarte ciertas cosas hasta que estés dentro de La Organización. —Asentí con energía mientras me acercaba a ella para que no tuviera que alzar la voz.

—Cuando me cogió el Gobierno estaba hackeando el sistema de una perrera. —Un sentimiento de decepción me embargo.

—¿Pero era una perrera de verdad?

—Sí —dijo entre risas—, bueno no, en el fondo es una tapadera. La Organización ha localizado ciertos edificios que utilizan para hacer experimentos con gente. Suelen ser edificios grandes industriales que pertenecen a el Gobierno, pero encontré algunas empresas privadas que colaboran.

—¿El Gobierno hace experimentos con gente? ¿Por qué?

—Por La Organización se rumorea que quieren tener a todos los ciudadanos controlados. Pero también he oído que es para hacer un ejercito. No se sabe exactamente. Todo lo que hemos encontrado son datos sueltos y ninguno involucra a el Gobierno al cien por cien. Sólo hacen referencia a él.

Nos quedamos unos segundos en silencio pensando en lo que me había contado hasta que la volví a preguntar.

—¿Y cuál era tu misión en la perrera?

—Tenía que hackear el sistema para encontrar a Brando Wars. Estaba dentro de la base de datos, pero aparecía como desplazado.

—¿Él era el caniche?

—Sí —dijo entre risas—. No se me ocurrió otra forma de avisar a mi hermano.

—¿Para qué tenías qué encontrar a ese tal... Brandon Wars? —Me miró con cara de sorpresa.

—No lo sé.

—¿Y no lo preguntaste? —dije más sorprendida que ella.

—No, era una misión secreta. Sólo ciertos cargos podían saberlo. —Siempre que había hecho algún trabajo me había informado antes de cogerlo. Sólo había cogido un trabajo a ciegas y me llevó de cabeza a la cárcel. ¿Tendría qué hacer lo que me ordenasen sin preguntas? No dudé ni un segundo la respuesta. Fruncí el ceño con preocupación.

—¿Creía que tú estabas en un cargo alto? —le comenté cambiando de tema.

—Sí, no está mal —dijo subiendo los hombros de forma desenfadada —. Pero esa información sólo la tienen los cabecillas.

Esos eran Josh, Megan, Tania y Luke recordé de las clases de Maggie. Uno en cada punto cardinal del Sector.

Sussie continuó parloteando acerca de los cereales y lo mucho que los había echado de menos, pero mi cabeza seguía en la conversación anterior. Guardé el nombre de Brandon Wars en mi memoria. Al fin y al cabo, por él había acabado donde estaba.

Tampoco conseguía quitarme de la cabeza la pregunta que me había hecho Alex la noche anterior. Cuando por fin terminó su análisis de los mejores cereales del sector me animé a preguntarla.

—Sussie, ¿tú conoces algún miembro de La Organización que no sea del Sector 2?

—Claro —dijo mientras se levantaba para limpiar el bol. Escucharla me relajó. No me había dado cuenta de la tensa que estaba con ese tema hasta ahora—. Jessy y Henry son del tercer sector. No los conozco en persona, pero he chateado varias veces con ellos. —Instintivamente comencé a jugar con la pulsera que rodeaba mi muñeca—. Son geniales, sobre todo Jessy. Recuérdame que te los presente. Aunque es mejor que no comentes nada al resto del equipo. Yo una vez dije que hablaba con ellos y me miraron raro, por esa tontería social. Menos a Jake, con él puedes hablar de lo que quieras. Conoces a Jake, ¿verdad?

—Sí —balbuceé con una nueva sospecha que me estaba revolviendo el estómago. Sussie volvió arremeter con su monólogo, ahora dedicado a Jake. Cuando cogí el valor suficiente, le pregunté con precaución:

—¿Qué te contó Josh anoche?

—Ya te lo he dicho todo —contestó algo sorprendida—. ¡Estuvisteis en el Sector 5! Yo me hubiese hecho mis necesidades encima...

—Y en el Sector 4 —la interrumpí tanteando la situación.

—¡Sí! Me dijo que te cogieron los bandas para entregarte a el Gobierno. Menos mal que tenemos a gente infiltrada, sino a saber qué te habrían hecho. ¿Recuerdas en la cárcel a las chicas del cuarto sector? Daban miedo con todos los brazos tatuados y las orejas llenas de piercings. —Se abrazó con los brazos y se sacudió como si le hubiese entrado un escalofrío en el cuerpo. Una ola de de nauseas me invadió. Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no salir corriendo en dirección al baño. En lugar de eso, respiré obligándome a tranquilizarme.

—Sussie —dije con la garganta contraída—, ¿de qué sector soy?

Me observó sin entender mi pregunta.

—Del dos, ¿por qué? —Sentí cómo todo mi mundo se desmoronó a mis pies y caía sin control. A Sussie nunca le había dicho a que sector pertenecía, en la cárcel daba lo mismo. Lo que no había imaginado es que durante las semanas que había estado recuperándose no se hubiese enterado de mi procedencia. Ahora me daba cuenta de que no era así, Sussie lo desconocía totalmente. De repente las nauseas desaparecieron y como si otra persona controlase mi cuerpo oí mi voz diciendo:

—Por nada.

—¡Joshua! —gritó Sussie levantándose de la silla y corriendo hacia su hermano que acababa de entrar.

El resto del desayuno lo pasé en silencio observándoles como la noche anterior. Volví a ver ese foso negro entre nosotros. Pero ya no era un foso era un gran acantilado en el que no se veía el fondo y ellos estaban lejos, muy lejos.

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