Capítulo 2: Sussie
¡¡¡Clang!!!
Giré bruscamente la cabeza para ver qué había producido el ruido que me hizo salir de mis pensamientos. Era la bandeja de metal de una de las presas al caer al suelo.
La muchacha miraba atónita toda su comida desparramada sin entender nada. La reconocí enseguida. Había entrado hacía un par de días, era imposible no fijarse en ella: bajita, delgada, muy guapa de cara y con el pelo color azul eléctrico. "Pobre chica..." pensé, "llama demasiado la atención como para que el grupo de Tina pase por alto su presencia". Sentí mucha lástima por ella. Ahora venía lo peor; ella se enfadaría y Tina tendría la excusa perfecta para comenzar una pelea. Aunque había presenciado varias peleas dentro de la cárcel me seguían poniendo nerviosa.
Como supuse la muchacha se indignó haciendo que Tina se levantara de su mesa para enfrentarla. Le sacaba dos cabezas, pero aun así la chica de pelo azul no retrocedió.
—Desde luego es valiente —comentó una de las presas con la que compartía mesa.
Ninguna lo negamos. Generalmente cuando Tina y su grupo se levantaban la otra persona siempre se retiraba de forma sumisa para evitar la pelea. En este caso no vieron necesario levantarse todas, estaba claro que Tina podía con ella sin necesidad de ayuda.
Tan sólo parpadeé una vez y ya eran un conjunto de piernas y brazos, donde, de vez en cuando, se veía relucir la pequeña cabeza azul. Aparté la mirada con desagrado, ya había visto suficiente.
Cuando entraron los guardias para separarlas Tina estaba encima de la joven que se encontraba tendida en el suelo inconsciente con la cara llena de sangre. Mañana probablemente la vería en la enfermería, esta semana me tocaba trabajar allí.
No me equivocaba, a la mañana siguiente me la encontré allí. Sólo se hallaban ella y dos personas más.
La enfermería aunque estaba muy solicitada, solía ser por cortes y heridas debidas a peleas o accidentes de trabajo. Así que se curaban en el momento para devolver a los presos a sus celdas. Además de que era la única instalación que se compartía con el pabellón de los hombres y evitaban que tuviésemos mucho contacto con ellos.
Mientras fregaba el suelo pudo mi curiosidad y me acerqué con disimulo a su cama. Se la veía muy poca cosa con el pelo azul esparcido por la almohada y con la cara hinchada por los golpes. "Tampoco ha acabado tan mal para la paliza que recibió" pensé. Tenía un corte en la ceja, otro en el labio y un buen moratón en un ojo, pero no había perdido nada. "Dos ojos, una nariz y dos orejas" conté. Todo en su sitio. No sería la primera que tras una pelea con Tina quedase desfigurada, la muy guarra solía usar elementos cortantes en sus peleas. Se recuperaría de sus heridas, no tenía nada grave.
Me estaba marchando cuando alguien me preguntó con tono ronco:
—¿Cómo terminó la otra? —Me giré y vi cómo la joven tenía ligeramente abiertos los ojos. Me miraba esperando una respuesta. Me sentí incapaz de contestarla. A mi cabeza vino la imagen de Tina encima de ella como si fuera un juguete. La verdad es que no recordaba que tuviese ningún golpe.— Por lo menos el primer puñetazo le dio, ¿no? —dijo esperanzada.
—Sí... es posible que le sangrase un poco la nariz —mentí.
La sonrisa de satisfacción de la muchacha fue instantánea, sin poder reprimir un gesto de dolor al hacerla.
—¡Lo sabía! Así me respetará la próxima vez —dijo con total confianza.
No pude evitar sentir simpatía por esa chica demasiado joven para estar en un lugar así. Realmente deseaba que fuera cierto y Tina la dejase en paz después de aquella pelea, aunque no lo creía probable.
—Me llamo Sussie. Entré el jueves pasado.
—Encantada —solté de forma seca y brusca mientras giraba para marcharme. No necesitaba tener pegada a una niña que me diese problemas.
Un punzada de culpabilidad me revolvió el estómago cuando miré hacia atrás y la vi observarme con ojos tristes. Siempre había sido una superviviente: en el barrio, en el trabajo, incluso después de que Aron me instruyera. Toda mi vida había estado luchando por mi familia. Pero, ¿cuándo perdí la humanidad por ello? Nunca pisé a nadie para salir adelante. Aunque, claro, la mayor parte de mi vida la había pasado sola. Y cuando había existido algún conflicto lo esquivaba o, como estaba sucediendo ahora que estaba en prisión, pasaba desapercibida para no tener que hacer frente a él. Simplemente me centraba en seguir los consejos de Aron: ser discreta y pensar en mí. Aquello no era malo, ¿no?
Me pasé toda la noche pensando en ello, me sentía una persona horrible. Era consciente de que Tina iba a seguir acosando a Sussie y por eso me eché a un lado, fue algo instintivo. La verdad es que era una cobarde, me avergoncé de mi comportamiento.
A la mañana siguiente me pasé por su cama. Estaba recogiendo sus cosas porque le daban el alta.
—¿Cómo te encuentras? —pregunté para romper el hielo.
Me miró algo sorprendida.
—Mejor. Me tiran los puntos de la boca y la ceja, pero me han dicho que en una semana ya estarán curados. ¿Crees qué me dejaran marca?
Me miró manteniendo la pregunta en sus grandes ojos turquesas. La sonreí.
—¡Qué va! Además algunas cicatrices pueden quedar muy sexis —dije intentando amenizar la situación. Luego dudé unos segundos hasta que algo avergonzada le dije—: Me llamo Lena. Siento lo de ayer.
—No pasa nada —respondió con una sonrisa.
Me di cuenta de que lo decía de corazón, no estaba enfadada por lo de ayer.
En pocos días nos hicimos buenas amigas. A diferencia de mí, le encantaba hablar. Hablaba por los codos. En dos días, viéndola en los recreos y en la hora de la comida, ya conocía su infancia, a todos los miembros de su familia y el motivo por el que la habían encerrado. Pero escucharla me relajaba y me evadía de mis recuerdos.
La encerraron por intentar hackear las instalaciones de una perrera del Gobierno.
—¿Cinco años de prisión por una perrera? ¿Cómo se te ocurrió meterte en un follón semejante?
—Son muy crueles con los animales. Mi grupo y yo intentamos luchar contra las injusticias que sufren en ese lugar. Les boicoteamos siempre que podemos. Se me da bien la informática, así que me metí en su ordenador a ver si podía dar con los informes que demuestran que realizan pruebas con los animales y de paso dejar nuestra huella hackeándoles el sistema. —Me miró con una gran sonrisa en la cara—. ¡¡Y lo conseguí!! —exclamó entre risas—. Lo malo es que luego vinieron a casa y me arrestaron. —Se puso seria y sus ojos se ensombrecieron.
Su familia era del Sector 2 y había crecido allí. Su padre era el propietario de la empresa de transportes más famosa: la red de autobuses que comunicaba el tercer y cuarto sector con el segundo. Me pasé una buena parte de mi vida cogiéndolos para ir a casa de Aron. La verdad es que siempre me parecieron excesivamente caros para lo poco cuidados y cómodos que eran, pero preferí no comentar nada.
Sobre todo me hablaba de su hermano Joshua. Era cinco años mayor que yo y seis que Sussie —para mi sorpresa Sussie era mucho mayor de lo que aparentaba—. Al parecer estudió una ingeniería donde acabó el primero de la facultad, estaba trabajando en un proyecto para el Gobierno de no sé qué y su novia era la hija de otro ricachón que no conocía. No sé cómo consiguió Sussie que su querido hermano, al que tanto adoraba e idolatraba, me cayese tan mal. Cuando me hablaba de él no podía evitar imaginarme a un joven pomposo y arrogante.
Pero Sussie me caía bien. Era la persona más alegre con la que había estado y transmitía esa alegría. Era muy difícil que le cayese mal a alguien. Sólo tenía un problema, y es que no podía evitar llamar la atención, y en ciertos lugares es muy peligroso.
Tina le dio una tregua durante una semana. En cuanto Sussie se confió un poco la volvió a agredir. Esta vez fue en las duchas y por suerte no acabó inconsciente, aun así tuvo que ir a la enfermería a que le dieran puntos por un corte en la mejilla.
El acoso de Tina aumentó. Cada dos días la acorralaba en algún sitio para golpearla. La fijación que tenía era obsesiva. Parecía que le molestaba su carácter alegre.
Poco a poco la sonrisa de Sussie se fue apagando, dejó de hablar y de comer. Empecé a preocuparme. La conocía desde hacía un mes, pero era la única persona con la que me sentía a gusto desde hacía mucho tiempo. Cuando comencé a ver que la chispa de sus ojos se apagaba me vino a la cabeza la época en que perdí a Hugh. Me negaba a que volviese a pasar lo mismo con la primera amiga que tenía.
—Lena, quiero que me prometas una cosa, ¿podrás hacerlo? —me preguntó un día mientras terminábamos de comer.
—¿El qué? —dije distraída metiendo la cuchara dentro de la papilla que llamaban comida.
—Si me pasa algún día algo, quiero que busques a mi hermano y le digas esto: "El caniche salió de la perrera". —Me pareció una frase graciosa, lo que hizo que se me escapara una pequeña risa, pero ella estaba muy seria y me miró a los ojos con gravedad—. Lena, por favor, prométeme que le buscaras y se lo dirás, es muy importante.
—Claro.
Me quedé observándola mientras ella volvía a jugar con la comida. Me había dejado helada que me pidiese algo así. Además, no entendía a que venía ese misterio, su familia iba a visitarla una vez a la semana. Era cierto que desde que comenzaron los ataques se había negado a verles, pero aun así existían formas más fáciles de transmitir el mensaje que por medio de mí. Me aclaré un poco la garganta antes de coger valor para hablar de ese tema. Cada vez que imaginaba que podía pasarle algo se me formaba un nudo en la garganta.
—¿Por qué no se lo comentas tú? Creo que es más fácil que le llegue el mensaje si se lo dices tú directamente.
Volvía a contemplarme con sus ojos turquesas y sin dejar de remover la comida.
—No sé dónde está. Mi hermano desapareció el día que me encerraron.
No sabía si tenía derecho a seguir preguntándole cosas, yo nunca le había contado nada sobre mi vida ni el por qué me encerraron. ¿Con qué derecho podía preguntarle acerca de su hermano o sobre lo que encontró en la perrera? Pero en mi mente crecieron un montón de dudas y lo que al principio me pareció un juego de un grupo de niños ricos a los que les había salido mal la jugada, ya no me lo parecía tanto.
—De todas formas no te va a pasar nada, así que no te preocupes porque podrás ir a buscar a tu hermano y decírselo en persona —dije forzando una sonrisa para intentar relajar un poco el ambiente. Aquella conversación me estaba poniendo muy nerviosa.
—Sí —dijo en un tono apático con la mirada perdida al frente.
Me fijé en su pequeña cara, en cuanto había cambiado desde la primera vez que la vi. En la ceja tenía una fea cicatriz que no terminaba de curarse después de ser abierta varias veces y en la mandíbula tenía un cardenal amarillento que se estaba curando. Ya no era la muchacha de diecinueve años frívola y alegre, me dio la sensación que la había juzgado mal desde el principio. Parecía saber más de lo que aparentaba.
—¿Qué te parece si hacemos una cosa? —Volví atraer su atención—. A partir de hoy te voy a dar clases de defensa personal —dije viendo la solución a todos nuestros problemas—. Hace mucho que no práctico, pero sólo es cuestión de volver a entrenar. Si aprovechamos los recreos para hacer ejercicio, creo que en poco tiempo podrás defenderte tu solita —concluí con una sonrisa en los labios.
—¿De verdad?
—¡Claro! Si quieres mañana empezamos.
—¡¡Sería genial!! —dijo con un entusiasmo que hacía semanas que no tenía.
No se me escapó el brillo que volvió a sus ojos. Todavía no había perdido a Sussie, sólo teníamos que encontrar una manera de resolver aquella situación.
Al día siguiente comenzamos hacer ejercicio juntas. Recordé todos los entrenamientos que realicé con Aron y los puse en práctica. Corríamos en el patio y aprovechábamos el rústico gimnasio para ponernos en forma. En la hora de ocio, mientras el resto de las presas miraba la tele o jugaba a juegos de mesa, le enseñaba lo que sabía de artes marciales. Con el tiempo fue cogiendo fuerza y agilidad, y también seguridad. Tina debió de notarlo, porque la dejó en paz. Sussie estaba resurgiendo. Volvía a hablar sin parar, y volvió su sonrisa y alegría.
Un día mientras descansábamos de nuestro entrenamiento diario Sussie me dio las gracias. Me pilló totalmente desprevenida.
—¿Por qué?
—Por no haberme abandonado en ningún momento.
Me avergoncé un poco, en el fondo, aunque no lo quisiese admitir, lo había hecho por mí, no quería volver a estar sola. Noté cómo me subían los colores a las mejillas, por suerte no se apreciaba debido al sofoco del ejercicio.
—Sabes que eres mi mejor amiga ¿verdad? —continuó.
—Sí. —Lo sabía de verdad, no hacía falta que me lo dijera, aunque me gustó oírlo—. Tú también eres mi mejor amiga —dije con una sonrisa en los labios.
Estaba siendo, junto con mis años de entrenamiento, una de las mejores épocas de mi vida. Me sentía feliz y, después de mucho tiempo, no estaba sola, sabía que podía contar con Sussie, al igual que ella sabía que podía contar conmigo.
----------
En multimedia os dejo una imagen de Sussie :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top