Capítulo 9A

Al principio, al Superior no le hizo gracia que quisiera ir sola a capturar a Allan, no se acababa de fiar de mí. Pero entonces tuvo una idea para hacerme abandonar mi determinación. Se inclinó sobre mí y me susurró al oído:

· ¿Sabes cómo se les castiga a los niños cuando se portan mal?

Tuve un mal presentimiento. Tragué saliva. Esperaba que no dijera lo que se me pasó por la cabeza en ese momento que hubiera deseado no haber imaginado nunca. Me levanté del sofá, alterada.

· Pues eso te pasará a ti como vayas y no le atrapes.

Instintivamente me llevé las manos atrás y me cubrí el trasero con el dorso de las manos, enrojeciendo por alguna razón. No me podía creer que fuera capaz de hacerme pasar tanta vergüenza. ¡No... no podía! En cuanto vio mi reacción se le escapó una risilla y se llevó la mano a la boca, tratando de contenerse y de volver a la seriedad que caracterizaba su rostro normalmente. Carraspeó y me miró de nuevo, enarcando una ceja.

· ¿Has cambiado de opinión? ¿Te echas atrás?

"Así que era eso", pensé. Pero no me iba a dejar intimidar por algo tan... infantil.

· Lo... lo conseguiré... seguram... seguro- tartamudeé nerviosa.

· Eso habrá que verlo. Toma- me dio una de las llaves de las celdas subterráneas.- Mañana por la noche, a las 22:00, para ser exactos, me pasaré para ver si has cumplido, y si no...

· S... si, ahí... estará. Ya... ya verás. Con... con permiso.- salí del despacho y me fui a los baños.

Necesitaba darme una ducha y olvidarme de todo. Empezaba a no estar ya tan segura de capturarle, pero lo daría todo de mí para conseguirlo. No iba a perder. No en esa ocasión. No después de lo que soltó el Superior, lo que le haría pensar que cogí esa misión porque no me importaba el castigo... Me tapé la cara con las manos, roja de vergüenza. Realmente necesitaba dejar de pensar.

Me envolví con la toalla y salí. Alguien salió al mismo tiempo que yo. Cuando miré mejor, la reconocí. Era la maldita rubia. Iba con una mini toalla que apenas cubría y por poco enseñando los pechos. Ni se había traído ropa de cambio, al parecer iba a salir así. Quizá se dirigiría a la habitación de algún chico. Cuando me vio, se sorprendió mucho, no se esperaba que aún quedara alguien. Me cambié y me di prisa por lavarme los dientes. Quería olvidar la visión que me había proporcionado.

· ¿Adónde vas con ese trapo encima que no cubre nada?- no me pude abstener de burlarme de ella.- ¿Algún lío de antes de la cena?

· Métete en tus asuntos.

· Ah, si seguro que no es con nadie especial.

· ¡Tú qué vas a saber! Para tu información está muy bueno.

· Si a ti te vale hasta un viejo que no tiene dientes.

· ¡Cómo te atreves! Allan es...- se llevó la mano a la boca, enrojeciendo de rabia. Lo había soltado.

· Así que quieres seducir a Allan, ¿eh? Hmmm... Me pregunto qué pensará el Superior de esto...

· ¡No le vas a decir nada!- palideció.

· Bueno, eso se verá... mientras tú no digas nada de que fui a ver a mi familia.

· Bu... bueno... veré qué puedo hacer. Trataré de no decir nada.

· Igualmente. ¿Ves? Por fin nos entendemos- sonreí mientras le daba golpecitos en la cabeza como si fuera un perrito.

· ¿Se te ha pegado la perversidad del Gran Jefe?- se asustó ella.

· Jajajaja... Puede... Por alguna razón me gusta tu cara de miedo. Y por cierto, por muy mal gusto que pudiera tener Allan, serías la última persona en la cual se fijaría. No hagas el ridículo, anda. Te dejo mi ropa. Cámbiate y ya luego me la traes.

· ¿Pero qué...?

· Allan nunca pasa aquí las noches.

Dicho lo cual me fui corriendo a mi habitación esperando no encontrarme a nadie por los pasillos. Entonces oí un disparo y el corazón me dio un salto. ¿Un disparo en la primera planta, donde sólo estaban los dormitorios? ¿Cómo era posible? Habría sido mi imaginación. Entré en mi habitación y me cambié lo antes que pude, tras lo cual fui a averiguar qué estaba pasando. Recorrí los pasillos en busca de alguna pista, pero sólo encontré un corto rastro de sangre. Cualquier cosa que hubiera pasado, seguramente alguien saldría castigado, estaba segura, por lo que lo siguente fue visitar las mazmorras y así de paso probar las llaves para ver a qué celda pertenecía.

Por fin una de ellas se abrió. Justo enfrente, me pareció que había alguien en la celda. Era Juliet, que estaba inconsciente. Me pregunté qué habría hecho y si tendría algo que ver con el disparo que oí antes. No parecía tener moratones, por lo cual no la habían castigado, aún. No quería ni imaginar lo que le iba a suceder cuando el Superior tomara una decisión con respecto a ella.

Al día siguiente, empezó mi cacería. Primero me aseguré de que Allan no se encontrara en ninguna parte de la agencia y luego pedí permiso para salir a buscarle. Una vez fuera, le vi caminando por la calle. Demasiado fácil. En cuanto me vio, echó a correr por unos callejones y cuando me di cuenta, al doblar una esquina había desaparecido. Retrocedí dos pasos y mi espalda se chocó con alguien que me tapó la boca y me sujetó las manos. Di una patada hacia atrás y oí un grito de dolor, pero no me soltó, sino que me puso un pañuelo sobre la nariz y poco después caí, inconsciente.

Cuando desperté, estaba atada de pies y manos, sentada en un sofá bastante cómodo. El salón parecía el de una mansión de ricos. El reloj dio las cinco de la tarde. Sólo tenía cinco horas para escapar de ahí, atrapar a Allan y llevarlo a la celda. ¿Me castigaría el Superior si me raptaban? Sentí el aliento de alguien sobre mi cuello. Me dio un escalofrío y se me puso la piel de gallina. Giré la cabeza y vi a Allan, detrás del sofá, apoyado en el respaldo. Lo rodeó y se colocó delante de mí, sentándose en la mesilla de enfrente.

· ¿Pero tú qué haces secuestrándome?- me molesté.

· Claramente no voy a dejar que me arrestes- sonrió.- En vez de eso, puedo divertirme un poco contigo. Quizá si pido un rescate por ti me mandan dinero y todo.

· Si no consigo atraparte hasta la noche, será mejor que no pidas nada, más bien no me devuelvas nunca. El castigo es demasiado vergonzoso y me niego a pasar por él- murmuré bajando la mirada, pensando en lo inútil que era si me había dejado atrapar tan fácilmente.

· Bueno, ahora mismo tú eres la que ha sido atrapada. Hagamos un trato, yo hago contigo lo que quiera y luego te dejo que me lleves adonde quieras sin oponer resistencia.

· ¿Y si lo hacemos al revés?- probé a negociar-. Yo primero.

· Buen intento, pero va a ser que no.

Me quedé mirándole, tratando de pensar en algo que le hiciera cambiar de opinión. Entonces se me ocurrió algo que podría funcionar, pero no me apetecía mucho hacerlo.

· No me voy a ninguna parte, desátame...

· No me fío de ti ni un pelo- confesó Allan, lo que me lo puso más difícil.

· En realidad... pedí esta misión porque quería ser yo la que te atrapara... quería volver a verte y...

· Mientes.

· Es verdad, me odio por ello, pero m... me gus... tas...- dije ruborizándome de la vergüenza por las cosas que tenía que soltar.

· No te creo, tendrás que demostrarlo.

· Desátame y te lo demostraré.

· Más te vale no intentar nada extraño, tengo el pañuelo a mano por si acaso- me advirtió desatándome.

Le cogí por el cuello de la camisa, cerré los ojos para no verle y le di un beso en los labios, tras lo cual le solté. Desvió la mirada un segundo y aproveché para limpiarme la boca con la manga, disimuladamente. Allan estaba petrificado. Se llevó la mano a la boca, aún sin creérselo. Había funcionado. Se recuperó y me lanzó una mirada peligrosa, como quien quiere continuar con el juego hasta que uno se rinde. Metió las manos por debajo de mi camisa pero le aparté bruscamente.

· No... es el momento... ni el lugar.

· Venga, no te eches atrás ahora, sólo un lío. Por ahora.

· So... sólo un lío. No... me hagas nada...

Aquello se me estaba yendo de las manos, y anda la que me iba a caer como se enterara el Superior... Un rato después, cuando vi que se estaba poniendo más intenso y que podía hacer alguna tontería, le dije:

· Te fías de mí, ¿no? Déjame que te lleve y luego buscaré una forma de que te escapes o algo, pero esta vez de verdad que no quiero ese castigo...- le miré con ojos suplicantes.

· Está bien, esta vez lo haremos al revés, pero recuerda el trato.

Decidí llevarle sin esposas, un gran error por mi parte, ya que más tarde me hubiera venido bien. Una vez entre barras ya no me tenía que preocupar más de él, la policía vendría para llevárselo al juicio y luego a la cárcel y yo ya no tendría nada que ver con él. Saqué la llave para meterlo en la celda. Eran ya las nueve, fue increíble que el tiempo pasara tan deprisa. Antes de meterle, Allan me puso contra los barrotes y me besó. Intenté zafarme de él para meterle de una vez en la celda, ya que había conseguido traerle hasta ahí. Viendo que no tenía opción, cerré los ojos y me dejé besar, pensando en aprovechar el espacio de tiempo entre un beso y otro para apartarle y encerrarle.

Cuando abrí los ojos, vi la celda de enfrente y la mirada horrorizada de Juliet en nuestra dirección. Me sentí bastante mal por ella, seguramente ella le creyó cuando le dijo que la quería y ver aquélla escena debía de ser bastante duro. Me resultó bastante incómodo, porque además, yo tampoco es que le quisiera a él para estar haciendo eso, sólo esperaba el momento oportuno para encarcelarle.

· ¿Qué pasa, no quieres más?- se burló Allan- ¿No será que en realidad no te gusto? ¿Me has mentido?

· ¿Eh? ¡Qué dices! Si no me importa que me beses...- traté de sonreír y mirando de reojo sin querer a Juliet- es sólo que...

· ¿De verdad que me quieres?

· Eh... claro...

· Entonces no te importará que haga contigo lo que quiera... el trato, ¿recuerdas?

· ¿Exactamente qué querías hacer cuando me raptaste?

· ¿No lo adivinas?

Me agarró el muslo y fue con la mano hacia dentro, mientras que seguía teniendo su cara cerca de la mía. Me preparé para pegarle un puñetazo que iba a recordar toda su vida, pero en ese momento se oyeron unos pasos y una voz que nos heló la sangre en las venas. Nos separamos de golpe, como si nos hubiéramos electrocutado.

· Maldita furcia, encima que te aviso de lo que les sucede a quienes se relacionan con Allan...

· Le... le he traído... para encerrarle...- dije con un hilo de voz.

· ¡Cállate!- rugió.

Nos empujó dentro y nos encerró a los dos en la celda, con las manos encadenadas a la pared, y se fue a buscar un látigo. Nos pusimos pálidos. No debimos haber empezado nunca ese peligroso juego y menos en ese lugar a esas horas, ya se habían hecho las diez y ni nos dimos cuenta. Me prometí a mí misma que si me libraba de aquello jamás volvería a hacer algo parecido.

· Mierda... nunca le había visto tan furioso- dijo Allan-. Esta vez me la voy a cargar. Le prometí que no volvería a liarme con sus alumnas...

· Oye, ¿de verdad ibas a...?

· ¿Qué? No- se rió-, sólo quería ver hasta dónde estabas dispuesta a llegar con tal de hacerme creer que te gustaba.

· Ah, veo que nunca te lo creíste. Ya me parecía a mí.

· Te admito que no ha sido tan malo- se rió.

· Y yo te admito que sabes besar- dije medio en broma.- ¿Hay alguna forma de explicarle esto al Superior?

· No nos va a creer, y nadie garantiza que no se enfade aún más si sabe la verdad.

· ¿Qué hacemos? Te... tengo miedo, es mi primer castigo... no quiero pasar por esto...

· ¿Te reconforta saber que también será mi primera vez?

· Lo haces sonar mal- me reí, más que nada por no llorar.

El Superior regresó y nos quedamos muy serios, casi temblando. Reuní fuerzas, decidiéndome a soportar lo que fuera sin mostrar miedo ni debilidad. Nos ordenó que nos diéramos la vuelta, por lo que quedamos de cara a la pared, con los brazos en alto, cruzados, debido a las cadenas que venían de más arriba.

Primer chasquido. No sentí nada, y al parecer Allan tampoco, el golpe se produjo contra el suelo. Segundo chasquido de otro latigazo, contra la pared. Varios más y ninguno nos dio. Erick lanzó el látigo contra el suelo, maldiciendo por lo bajo.

· Maldito brazo izquierdo, cómo me las vais a pagar todos en cuanto mi brazo derecho se recupere. Preparaos, porque no vais a salir de aquí hasta que quede satisfecho con el castigo.

Nos dejamos caer en el suelo, deslizando la espalda por la pared, aliviados. Así que algo le había pasado en el brazo y el izquierdo no sabía manejarlo, por lo que no acertaba ni una vez.

· Cortesía de la pistola de Juliet- dijo Allan.- Le debemos una.

· Yo no le debo nada a nadie. Y en cuanto a ti, díselo tú personalmente, está en la celda de enfrente y te oye, de hecho nos ha estado mirando todo este tiempo.

Allan se dio cuenta de que tenía razón. No había notado la presencia de Juliet, tampoco ella se había hecho notar, había permanecido en silencio todo ese tiempo. Allan no se atrevió a hablarle. Sabía que no era momento, pero me había quedado con ganas de confirmar algo.

· ¿Sabes que Marshall la rubia iba anoche a seducirte envuelta en una toalla que le tapaba lo justo?

· La rubia... ah esa... Por alguna razón esa tía me pone nervioso, más que seducirme me espantaría. Si una sanguijuela y una mosca tuvieran una hija, ésa sería ella. No tengo tan mal gusto para las chicas, no me subestimes.

· ¿Verdad?- reí, tratando de no imaginarme eso-. Sabía que por muy ligón que fueras ella sería la última persona en la que te fijarías.

Una vez más me pregunté qué hacía ella en la academia, incluso se me ocurrió que sus padres la donaron a la agencia secreta para librarse de ella. En realidad era guapa, inteligente, de buen cuerpo y habilidosa, tenía un pelo precioso, voz dulce y cantaba bien, la oí una vez en la ducha. Pero su personalidad era suficiente para olvidar cualquier cosa buena que pudiera tener y sentir repulsión hacia ella. Me preguntaba cómo era posible que tantos chicos fueran a por ella y cómo era tan popular. ¿Sería por dinero?

Mis pensamientos pronto fueron asaltados por otras preguntas como: ¿cuánto tiempo tardaría en sanar el brazo del Superior? ¿De qué forma podía librarme del castigo si es que la había? ¿Por qué estaba tan, tan enfadado? Bueno, ya sabía que se enfadaba cuando alguien desobedecía y que era muy estricto con las normas y cuando daba alguna orden... Creo que lo que más le molestaba era el hecho de que encima que me dijo que no lo hiciera justamente hice lo contrario, era como desafiar sus órdenes. Pero parecía haber algo más allá de eso. Se había alterado, había perdido la compostura. Aquello le había molestado de verdad. ¿Tanto odiaba a Allan?

Me había lanzado una mirada despectiva cuando me llamó de esa manera al verme así con Allan... Iba a ser imposible volver a ganarme el respeto, sobre todo después de que la maldita rubia viera la escena a escondidas y lo contara a todo el mundo al día siguiente. Pero él, Erick... no volvería a mirarme con los mismos ojos, justo cuando empezaba a pensar que le había caído bien y que quizá no sería necesario que me castigara nunca...

· ¿Por qué el Superior es así? ¿Siempre ha tenido esa personalidad?- pregunté a Allan.

· Bueno, mi herm... quiero decir, Erick...

· Ya lo intuía, no tienes que ocultarlo.

· Bueno, siempre ha sido serio, pero era un chico normal, pero cuando le eligieron para que fuera el Superior, o el Gran Jefe como le llaman otros, tuvo que jurar una serie de cosas, como mantener la disciplina y tener mano dura con los alumnos y los agentes. Un Superior no puede dejar ver ningún punto débil o lo usarán contra él. Si por un momento se muestra flexible, puede estallar una revolución o algo. El anterior Superior... cometió ese error y la agencia se descontroló por completo. Le mataron. Cuando el orden fue reestablecido y se eligió al nuevo Superior, fueron mucho más exigentes con sus cualidades y su comportamiento, el cual debía ser estrictamente profesional para evitar que volviera a ocurrir.

· Debe de sentirse solo... nadie con quien ser uno mismo...

· Pues, la verdad... supongo que sí, no lo había pensado de esa forma. Aunque cuando se enfada sí es él mismo, jajajaja...

Por fin comprendí cómo se sentía. Entonces me decidí: a pesar de todo, le sería leal hasta el final. No le dejaría solo.

Escrito por FlightOfFantasy

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