Capítulo 1A


Esa mañana me había levantado más tarde que de costumbre y temía perderme la primera clase. El maestro de matemáticas nunca perdonaba a los alumnos que llegaban tarde o que se saltaban sus clases. Me tenía que ir preparando para una reprimenda.

Decidí tomar un atajo en esperanza de llegar antes, pero como siempre pasa cuando coges un camino que no conoces, me acabé perdiendo y no ahorré nada de tiempo, de hecho, me no me hizo ningún bien tomar esa calle. De pronto, vi a unos hombres vestidos de traje y gafas de sol forzando a una chica un poco mayor que yo a que fuera con ellos y no se resistiera. Ella no les hacía caso e intentaba escapar.

- ¡Me da igual que seáis agentes secretos del gobierno, no quiero separarme de mi familia!

- Una vez que alguien entra en el servicio secreto no puede irse, son las reglas.

- ¡Nadie me dijo que no podría ver a mi madre y a mi hermana pequeña!

Me di cuenta de que estaba presenciando una escena que nunca debí e intenté marcharme sigilosamente, pero uno de ellos me vio y no tuve más remedio que echar a correr. En momentos como esos, las piernas se te llevan por delante y superas tus propias capacidades físicas, aunque te da la impresión de que vas lento y te van a pillar. Divisé por fin el instituto pero estaban demasiado cerca. No tenía tiempo de llamar al timbre y entrar, directamente salté la valla y fui corriendo hacia el correspondiente edificio donde se encontraba mi clase. Al mirar hacia atrás, vi que se habían quedado fuera y se pusieron a hablar por teléfono o como se llamara ese dispositivo de comunicación extraño que llevaban.

Como me esperaba, el maestro de matemáticas me puso un negativo que afectaría mis notas en la media del trimestre, pero no había nada que hacer, lo hecho, hecho estaba. En el cambio de clase, aproveché para ir al baño a pesar de que siempre nos decían que no había que salir hasta el recreo o sin el permiso de los maestros.

Cuando iba a salir del baño, se oyó un gran alboroto fuera y miré por la ventana. El instituto y más concretamente el edificio estaba rodeado de agentes y usaban un altavoz para dar la orden de que nadie saliera del edificio. Entraron y fueron sacando a todos los alumnos al pasillo formando filas a lo largo de las paredes del pasillo principal. Lo observaba asomada desde la puerta del baño, con cuidado de no ser vista.

Me estaban buscando a mí. Habían cogido la lista de alumnos y sus fotografías y me habían localizado por la foto, por lo cual ya sabían mi nombre y me buscaban preguntando por las aulas y sacando fuera a la gente para ir descartando a los alumnos que no eran. Al llegar a mi clase, nadie conocía mi paradero, sólo sabían que había salido pero no tenían idea de adónde. Hasta que alguien sugirió el baño. Me dieron ganas de usarle como saco para entrenar boxeo. Entonces se encargó una agente.

Al parecer los agentes secretos también tenían su código de límites. Después de todo, aunque me buscaran a mí, no sabían qué más gente estaría usando el baño que no tenían nada que ver. Además tampoco tenían el derecho de violar mi intimidad. No hizo falta buscar mucho. En cuanto la agente me vio asomada a la puerta, llamó a los refuerzos. Yo aproveché esos instantes para subirme a la ventana del baño, que estaba un poco alta y escapar.

Pero no había más que ver la distancia que había hasta el suelo para plantearme seguir adelante con la escapada. En cuanto vi que entraban en el baño, fuera dudas y a saltar. Me agarré a los tubos de desagüe y me deslicé hasta abajo. Se asomaron a la ventana y me vieron emprender la huida por tierra. Avisaron a sus compañeros y me di cuenta de que debía darme prisa o acabaría en sus manos. No quería que me pasara como aquélla chica y no poder volver a ver a mi familia y a mis amigos...

Había unos árboles cerca de la valla y ese lugar no estaba vigilado, ya que gran parte de los agentes habían entrado al instituto invadiendo el edificio. Me subí a un cerezo y trepé hasta lo más alto que aguantaba mi peso, desde ahí alcancé las barras y sobrepasé la valla que había encima del muro que rodeaba una parte del patio. Vi agentes llegar desde todos lados, buscándome, por lo que no me bajé de la valla, sino que hice un peligroso ejercicio de equilibrio y fui hasta una casa grande con jardines, abandonada, pero me servía. Me deslicé por las barras hacia el jardín que estaba separado del instituto por el muro coronado de vallas, un elemento de seguridad que en ese momento estaba demostrando ser bastante ineficaz.

Una vez en el jardín, busqué una salida segura, pero la casa quedó rodeada de los agentes y sus coches, y cada vez llegaban más refuerzos. Actuaban con bastante rapidez, lo que me ponía nerviosa y me impedía pensar con claridad cuál sería el próximo paso para escapar. Pero no había escapatoria, sólo podía esconderme. Y el sitio perfecto para esconderse es donde nunca mirarían y sobre todo si es un medio de transporte que te saca del apuro.

Me apresuré a meterme en el maletero de una furgoneta que traían y la cual acababan de abandonar para entrar a la casa. Yo acechaba el momento perfecto para que en cuanto entraran, yo saliera y me metiera en el coche. El plan funcionó a la perfección. Lo que no funcionó tan bien, fue el hecho de que al llegar a un semáforo, las puertas no se abrieron como yo quería. Eran del tipo que sólo se abrían por fuera. Fue un gran contratiempo.

De pronto hubo un choque contra la parte posterior del coche y otra con la parte frontal. Aquello indicaba que el conductor tenía problemas con el aparcamiento en paralelo, pero aprovechando el choque, pude salir, ya que se soltó una de las puertas.

Me encontré en mi casa. Habían ido a mi casa porque pensaron que huiría hacia allí. Prácticamente disponían de todos mis datos y sería imposible escapar en los próximos días, o quizá ni en las próximas horas. Me quedé detrás del coche mientras registraban mi casa e interrogaban a mis padres y a mi hermano mayor. Cuando terminaron, volvieron a la furgoneta y se fueron. En cuanto la furgoneta se puso en marcha, salí corriendo sin ser vista hacia la parte de atrás de mi casa. Entré en casa por la puerta trasera y me fui directamente a mi habitación. Ahí preparé una droga que hacía alucinar y se la eché en la sopa a mis padres y a mi hermano, tras lo cual se dormirían. Y volví a mi cuarto.

Esperé al momento adecuado para salir de nuevo. Con suerte, después de alucinar un poco, considerarían la visita de los agentes parte de un sueño que seguramente tuvieron tras dormirse y despertar a la mañana siguiente. Me funcionó. Ese día me había librado, pero, ¿por cuánto tiempo podría seguir escondiéndome? Decidí huir de casa hasta que las cosas se calmasen, aunque dudaba que los agentes se olvidaran tan fácilmente de una adolescente que burló sus habilidades para atrapar jóvenes menores de edad.

Me habían subestimado, pero no cometerían el mismo error dos veces.

Capítulo escrito por FlightOfFantasy

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