Capítulo 16A
Durante varios días más, le estuve trayendo el café con chocolate a Erick aun sin poder pillarle libre para que me pudiera enseñar matemáticas. Tampoco me atrevía a preguntarle, sólo le dejaba el café al lado de la pila de folios en el escritorio y me sentaba en la alfombra frente a la chimenea, que yo encendía cada vez que le traía el café, ya que hacía un poco de frío, y esperaba a que acabara el café para llevarme las vasijas de vuelta.
Me gustaba contemplar cómo ardían los troncos y cómo el fuego cambiaba de color según lo que sus llamas devoraban, pero sentir su calor era lo que más me agradaba. No podía quejarme de la temperatura general de la agencia o de mi habitación, pero el fuego de la chimenea era lo que más me gustaba, y al Superior no parecía importarle que la usara, al contrario, cuando le quedaban dos o tres sorbos del café, venía y se sentaba en el sofá, delante de la chimenea y acababa su café.
Sin embargo, una tarde dejó la taza sobre el escritorio y se sentó detrás de mí en la alfombra, o mejor dicho, se tumbó, entrecruzó los dedos detrás de la nuca y cerró los ojos.
· Escucha bien, no lo voy a repetir más veces- fue su frase de introducción a lo que sería una corta lección de mates-. Dime si tienes alguna pregunta.
· No entendí bien la parte de la aritmética...
Me contó algunas cosas fundamentales que debía saber y algunos trucos para que se me quedara mejor. Como le vi con tiempo y ganas, aproveché para hacerle un montón de preguntas sobre cosas que no entendía. A diferencia de lo que yo había supuesto, me contestó con paciencia cada una de mis dudas y al finalizar me advirtió que como no sacara una buena nota en el siguiente examen no podría volver a encender el fuego de la chimenea hasta que volviera a sacar una buena nota. Aquello me pareció muy cruel, ¿cómo podía meter la chimenea en el asunto de las mates? No se lo merecía, la chimenea no tenía la culpa, y el fuego tenía bien ganada su ración diaria de alimento.
Tiempo después, tuve el examen y me dieron la nota. No era lo que podía considerarse buena. Había entendido sus explicaciones, pero a la hora de ponerlas en práctica... Le llevé el café como siempre, pero no se encontraba en su despacho. Al ser ése el último día que podría disfrutar de la lumbre, decidí encenderla hasta que volviera y le tuviera que decir mi nota, por lo que dejé el café cerca del fuego para que no se enfriara y me recosté sobre la alfombra mientras esperaba su regreso.
Acabé por dormirme sin saber que podía ser peligroso descuidar el fuego de la chimenea, cuyo apetito no tenía fin y que por glotón acabaría tratando de hacerse con lo que pudiera para seguir sobreviviendo.
Escrito por FlightOfFantasy
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