Capítulo 12A
Le pedí a mi madre que me contara por qué no tiraba esa planta y la seguía conservando.
· ¿Sabes que es una mala hierba?- le pregunté.
· Claro que lo sé. Pero esta "mala hierba", como tú la llamas, tiene propiedades curativas, es una planta medicinal aunque la gente no lo sabe. Mi madre me preparó un té con sus hojas y pude recuperarme cuando parecía que mi enfermedad no tenía remedio. La gente no cree en los remedios tradicionales, hoy en día se usan pastillas y siropes y a saber qué más, pero antes la gente usaba remedios naturales y muchas veces funcionaban. Sabes que tu abuela murió cuando tú eras pequeña, y todo lo que me dejó fue esta planta, porque tenía grandes deudas y le quitaron la casa y todo lo que tenía para pagarlas. Sólo quedó la planta, a la que no le vieron utilidad y la tiraron. Para mí, esta planta es especial. Es un recuerdo de mi madre, de sus noches en vela cuando me cuidaba, y sobre todo, todos los préstamos que tuvo que pedir para conseguir dinero para medicina. Pero la medicina no me hacía efecto.
· Y acabó acudiendo a los remedios naturales- concluí.
· Así es. Cuando ya no tienes nada que perder, todo es un posible remedio para salvarte.
· Cuando ya no tienes nada que perder, todo vale...- murmuré.
Le dije que ese día debía volver y ella lo entendió. Sólo le pedí la dirección de dónde estaba mi hermano encarcelado y me marché llevando el uniforme puesto. Erick, bonito nombre por cierto, se iba a enterar. Íbamos a ver cuál de los dos era el más cabezota.
Me puse unas gafas de sol y le robé una pistola a un policía mientras éste estaba ocupado poniendo las esposas a un hombre que acababa de causar un accidente. Me la guardé y salí corriendo hacia la cárcel. Dije que era una agente y que me habían mandado llevarme al preso a un interrogatorio. Me vieron pinta de agente secreta, por lo que los muy ingenuos se fiaron de mí. Me llevé a mi hermano fuera y poco después se dio la alarma de la escapada de un preso. Se habían dado cuenta del engaño. Nos dejamos coger. Le había explicado a mi hermano mi plan y decidió colaborar, ya que no tenía nada que perder, después de todo, él sólo estaba siguiendo órdenes, yo era la que se lo había llevado haciéndome pasar por una agente de la ley.
Le volvieron a meter en la celda y a mí me llevaron a la sala de interrogatorios. Di mi nombre e inmediatamente se informó al servicio secreto sobre mis actos. Si el Superior no quería que aquello fuera a más y se pusieran a investigar y descubrir que en realidad mi nombre no figuraba entre los alumnos de ahí y sin embargo había pasado ahí dos semanas, tendría que responsabilizarse y mandarme de vuelta a la agencia.
Todo funcionó según mi plan. Ahí estaba el agente del otro día que venía a recogerme y llevarme de vuelta, disculpándose en nombre del Superior por mi comportamiento y asegurando de que no volvería a suceder, se encargarían de ello. Le sonreí con satisfacción. Él ahogó una risa.
· Bien jugado, te lo admito. Al final va a ser que vas a conseguir tu propósito de volver a la academia. Ahora vámonos, el Gran Jefe quiere verte. O mejor dicho, debe verte. No le queda más remedio.
Me despedí de mi hermano y le prometí que haría algo para que saliera de ahí, pero que por favor no volviera a comprar tonterías por internet. Él sonrió. Antes de irme, me dio una carta, al parecer decidió darme explicaciones sobre su comportamiento, por fin.
Mientras caminaba por los pasillos, el agente decidió informarme de una cosa.
· Quizá quieras replantearte quedarte aquí. Por tu propio bien, sería mejor no estar aquí.
· ¿Por qué?- pregunté extrañada antes de ver pasar a unos alumnos mirándome mal y murmurando cosas que no llegué a comprender.
· Por eso. La señorita Marshall... por alguna razón, tiene gran influencia por aquí. Entre los chicos por... bueno, razones que ellos conocen muy bien, y entre las chicas porque ella es rica y puede conseguir todo lo que quiere. En definitiva, son todos unos corruptos. El caso es que en cuanto se han enterado del castigo que le han impuesto a la señorita y de que a ti te dejó marchar... No les cayó bien. Dicen que le he haces la pelota al Gran Jefe, porque no quiero decirlo literalmente como lo han dicho ellos, es demasiado vulgar. En resumen, todos te odian.
· Eso ya lo sabía. Desde que llegué me odiaban. No sé por qué.
· Ten cuidado.
Entré en el despacho del Superior. Se encontraba detrás del escritorio, con los codos apoyados en la mesa y masajeándose las sienes con dos dedos. En cuanto me vio, suspiró y bajó las manos. Me señaló la silla que había delante del escritorio y me mandó sentarme. Se cruzó de brazos y se echó hacia atrás, apoyando la espalda en la silla.
· ¿Qué debería hacer contigo?
Le sonreí. No tenía más opción que aceptarme de vuelta.
· ¿Por qué te has arriesgado tanto? ¿Por qué estás dispuesta a llegar tan lejos por volver a este sitio al que nos costó tanto traerte y del que la gente trata de escapar como puede?
· Porque tú estás en él- contesté sin pensar. Cuando me di cuenta de lo que dije, enrojecí. Podía malinterpretarse-. Bu... bueno... quiero decir que...
· Quiero que me respondas a una pregunta.- se echó hacia adelante y volvió a apoyar los codos en la mesa, juntó los dedos de una mano con los de la otra, dejando las palmas separadas delante de su frente.- A ver, ¿Qué se supone que significa que soy una mala hierba?
Me tapé la boca, tratando con todas mis fuerzas de no reírme, no me convenía o pensaría que me estaba burlando de él. Y entendía que lo pareciera.
· Bueno, significa que... las malas hierbas que la gente malinterpreta y las desprecia engañadas por su aspecto esconden dentro maravillas que ni nos imaginamos, pero nadie lo sabe porque no le han dado una oportunidad. O algo así.
· Haz el favor de no compararme con una planta.
· Lo siento, no era mi intención que te enteraras de que dije eso.
· ¿Cuál es tu propósito? No me vengas con rodeos.
· No pensaba hacerlo. Quiero estar aquí. Pienso ser esa única persona que te sea fiel cuando todos los demás creen conocerte y por eso te vean como el malo de la película.
· Conmovedor. Pero no necesito que me hagas la pelota.
· Quiero ser agente. Nunca más te voy a traicionar. Seguiré tus órdenes y te haré café como sólo yo sé para endulzar esa amargura que llevas dentro. Te demostraré que no todo el mundo hace las cosas por intereses personales.
Erick se quedó pensativo, sus labios quedaron ocultos por los dedos entrecruzados que tenía delante, era la postura que solía poner cuando estaba pensativo.
· Eso... no quita que me desobedeciste y...
· Perdóname.
Alzó la mirada, sorprendido. Era la primera vez que me oía pedir perdón. Mi orgullo era demasiado grande como para pedir perdón normalmente, pero hice una excepción. Se merecía esa excepción.
· Perdóname, pero yo también tengo intereses. Pido algo a cambio de mi lealtad- terminé la frase.
· Lo sabía...- murmuró-. Era demasiado bueno para ser verdad.
· Quiero que saques a mi hermano de la cárcel.
· Ni hablar- replicó inmediatamente-. Ese es tu castigo. Mi hermano por el tuyo. Estamos en paz. Ahora que ya sabes mi respuesta, puedes irte- concluyó volviendo a los papeles.
· No me voy. Quiero ser agente. Nunca más te voy a traicionar, seguiré tus órdenes y te haré café como sólo yo sé para endulzar esa amarg...
· Vale, vale, no hace falta que lo repitas, me ha quedado muy claro que soy una mala hierba y amarga.
· Pues déjame quedarme.
· Tu hermano se queda donde está- me miró fijamente.
· Ya- suspiré. Aun así- me miró sin mucha convicción- Te he pedido perdón, no sé qué más puedo hacer.
· ¿Te estabas disculpando de verdad? Me lo he perdido. ¿Qué tal si lo repites?- dijo con una sonrisa pícara.
· ¿Si lo hago, me perdonarás y me dejarás quedarme, ser una agente...?
· Sí, todo eso- me interrumpió, resoplando, ya se estaba cansando de mi insistencia.
Abrí la boca para decirlo, pero las palabras no me salían. Era extraño, antes pude decirlo. ¿Por qué me costaba tanto? ¿Cuán difícil podía ser decir una simple palabrita que hasta los niños sabían decir? Se levantó, me hizo ponerme en pie y me empujó hacia la puerta.
· ¡No, espera, puedo decirlo!- pedí girando la cabeza hacia atrás, buscando su mirada.
Abrió la puerta y siguió empujando con las manos en mi espalda sin mucha fuerza por los pasillos hasta llegar frente a mi habitación. Me dejó dentro y se fue. ¿Me había aceptado? Eso parecía. ¡Me había aceptado! Pensé que se había cansado de mí y me estaba echando, cosa que hizo, pero no me mandó de vuelta, sino que me dejó quedarme. Sonreí como una tonta dándome cuenta de que me había perdonado aún antes de poder decírselo, aunque estaba segura de que seguía esperando a que yo misma se lo dijera. Eso era un paso hacia adelante. Seguro que acabaría convenciéndole de que hiciera algo con respecto a mi hermano.
Al acordarme de él, me di cuenta de que no había leído la carta que me había dado. Mis ojos dieron con un nombre nada más abrir la hoja y mi boca se abrió sola. Me había quedado sin palabras. No podía ser. Leí la carta, pensando que era un error y que según el contexto podía malinterpretarse. Pero no era un error. Era justamente lo que parecía. Mi hermano... y la maldita rubia... ellos... ellos... Le prendí fuego a la carta y me puse a pisotear las cenizas como una loca, echando una risa psicópata a falta de saber cómo reaccionar. Justo en ese momento entró el cartero y me vio. Se me quedó mirando no sabiendo qué pensar de mí. Me entregó la carta rápidamente y se fue haciendo la señal de la cruz con cara de susto.
Enrojecí. La próxima vez que pensaba hacer algo extraño me aseguraría de cerrar antes la puerta de mi habitación. Lección aprendida.
Escrito por FlightOfFantasy
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top