Capítulo 11A

Volví a llamar al timbre. Me recorrió un escalofrío acompañado de un mal presentimiento. ¿Acaso no había nadie en casa? Una vecina me vio y se apresuró a darme explicaciones:

· He visto un coche de policía que se los llevaba. Espero que no sea algo grave.

· Gracias.

Salté la valla y fui a buscar el lugar donde solían esconder la llave de repuesto por si se perdían las llaves o se tenían que ir a algún sitio de pronto. Ahí estaba, bajo la maceta en el alféizar exterior de la ventana que daba a la cocina. Mi madre se acordaba de regar la planta sólo si la veía cuando iba a preparar algo de comer. Ésa era la triste realidad de la vida de la pobre planta ignorada por todos. Me dio pena, por lo que pensé en traerle compañía. Un bicho o algo, en cuanto se la comiera la tristeza de la planta desaparecería y sería feliz viendo lo útil que podía ser en el estómago de un gusano o cualquier otro insecto devorador de plantas inútiles y marginadas.

Aunque pensándolo bien, si aún no se la había comido ningún bicho, debía de ser una mala hierba. Ignorada hasta por los bichos, eso sí que era triste. Pensar en una solución para parar el sufrimiento de la planta me llevó toda la noche. Amaneció y me di cuenta de que seguía ante la ventana de la cocina tratando de dar con una solución a la mala hierba solitaria y marginada. A mi madre jamás debía decirle eso porque era capaz de matarme, ya que por alguna razón le tenía mucho cariño a la planta. La verdad, pasé varios años de mi vida pensando que era de plástico hasta que un día vi a mi madre regándola. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba viva. Eso marcó mi vida. Sólo tenía ocho años y nada mejor que hacer, no me juzguéis.

Me di cuenta de que las personas también podían ser como aquella planta, parecer insensibles e inmutables por fuera pero por dentro estar llenas de vida pero no poder mostrarlo por no tener a nadie que se fije en ellas. Sólo eran vistas como malas hierbas. A pesar de mi reflexión profunda, seguí ignorando la planta creyendo que no tenía nada más que ofrecer. Esa madrugada, esperando a que llegaran mis padres y mi hermano a casa, me di cuenta de que esa planta debía ser más que una mala hierba, si no, mi madre no estaría conservándola.

Me acordé de que debía entrar en casa porque si no me resfriaría ahí fuera. Eran como las seis o por ahí. Aún me daba tiempo a dormir. Cogí la llave y entré en casa, dejándome caer en el sofá, tras lo cual me dormí. Apenas comencé a soñar con un palacio y un príncipe azul, oí la puerta del jardín, fuera. Mis padres habían vuelto. Me habían chafado el sueño, por fin soñaba algo que no fuera la imagen de Erick con el látigo en la mano dispuesto a darme un castigo que nunca olvidaría. Sí, aquello me traumatizó, había pasado mucho miedo. El palacio con el príncipe era un poco cursi, pero desde luego era mejor que soñar con un castigo que nunca llegaba a recibir, por lo cual el miedo a lo que aún estaba por llegar no me abandonaba.

· ¿Bella, eres tú?- se oyó la voz de mi madre, algo temblorosa e insegura, ya que estaba oscuro en el salón. No les había dado tiempo a encender las luces, se habían quedado paralizados por la sorpresa.

· Sí, he vuelto...

· ¡Bella, hija mía!- mi padre me abrazó, pero mi madre se quedó de pie al lado del sofá, algo seria.

· ¿Cómo es que te han dejado volver? Hasta ahora, toda persona que era llevada bajo la excusa "asuntos del Gobierno" no volvía a ser vista por su familia.

· No es tan malo, no nos matan ni nada... normalmente- añadí acordándome de la suerte de los traidores- simplemente... nos llevan a estudiar a otro sitio, al parecer la gente ahí tiene algo que ofrecer por el beneficio del país- expliqué, dejando de lado la parte de la historia que no les convenía saber, y añadí murmurando- o algo así.

· ¿Cuánto tiempo te han dejado estar fuera?- se preocupó mi padre-. Seguro que son estrictos.

· No lo sabes tú bien. Bueno...- dudé, no podía decirles que me habían echado, además, pensaba volver y si les contaba la verdad jamás me dejarían marchar de nuevo, me llamarían loca y masoquista, por lo que decidí no arriesgarme demasiado con la respuesta- No me podré quedar mucho tiempo, unos pocos días como máximo. ¿Dónde está el plasta de mi hermano?

· En la cárcel- contestó mi madre con voz queda-. Compró cosas ilegales por internet. Esta tarde le llevan al juicio.

Estaba boquiabierta y sin palabras. La maldita rubia tenía razón... Seguro que se soltó de la lengua como venganza por el castigo que le tocó por mi culpa. No tenía pruebas, pero era la única que lo sabía, y a saber cómo se había enterado. No me hubiera extrañado que entrara en la academia por sus dotes como espía acosadora reflejados que puso en práctica con mi hermano. ¿Cómo si no sabía esas cosas de él? Tampoco descartaba la opción de que le pillaran in fraganti. Por internet se descubren muchas cosas ilegales, la policía no es tonta.

Fuera lo que fuera que llevó a mi hermano a la cárcel, lo pagaría caro. Después de eso se hizo un silencio incómodo y mis padres no me preguntaron nada más, sabían de sobra que lo demás era información confidencial y que podían hacerme algo por decir lo que no debía. Desde luego si decía algo de la agencia, el Superior seguramente se encargaría de que... Un momento. ¡Ahí estaba la clave! Él no había informado sobre mi llegada al Gobierno y la que le caería encima si se enteraban de que una alumna de la cual no se había informado iba por ahí contando que había una sección especial en la agencia y lo que les hacían ahí a la gente. Él haría lo que fuera para callarme, estaba segura de ello. Y no le sería difícil mandar a alguien a por mí. Pero ese sería mi plan B, ya que era un poco arriesgado para mí más que para cualquier otro.

En cuanto mis padres salieron de casa para ir al juicio, dejándome en casa entendiendo que no quisiera ir debido al "tremendo shock que me estaba suponiendo que todo eso pasara de golpe", como yo les había dado a entender, decidí ponerme el uniforme e ir a la academia e intentar colarme dentro para ir a hablar con el Superior. Ya había ido a pie antes así que sabía dónde estaba, no tendría ningún problema con eso.

Cada vez estaba más cerca de llegar a la academia. Entonces apareció un agente delante de mí con una pistola en la mano y me amenazó para que me alejara de ese sitio. Estaba respetando a raja tabla la orden del Superior de no dejar que me acercase a más de 30 metros. Y pensar que había llegado tan lejos como para mandar poner vigilancia...

Retrocedí y tomé otra calle, dando un rodeo. No iba a rendirme tan fácilmente. Vi a un agente vigilando. En cuanto se dio la vuelta, eché a andar de puntillas tratando de no hacer ruido, pasando por detrás de él. Ya casi doblaba la esquina cuando se dio cuenta de mi presencia y echó a correr detrás de mí. Cogí velocidad en cuestión de segundos y corrí todo lo que pude hasta llegar a la entrada de la agencia, vigilada por otros dos agentes. No sabía si se habían enterado de que no me debían dejar pasar, por lo que hice una prueba.

· Oh-oh...- puse cara de asustada-. Por aquí no es- me di la vuelta, haciendo ademán de irme corriendo.

· Un momento, no te muevas. ¿Cuál es tu nombre?

· Eh...- me puse a pensar en un nombre-. Sarah.

· ¡Tú eres la que se nos ha escapado esta mañana! Vuelve dentro ahora mismo-. Me cogieron del brazo y me empujaron dentro, cerrando la puerta detrás de mí.

· Genial, ya estoy dentro- hice un gesto de victoria con el puño, pero entonces oí la voz de un agente regañando a los otros por dejarme entrar.- Vale, hora de echar a correr de nuevo.

· ¡Idiotas! ¿No veis que no es la misma persona? Esa es Bella, la que tiene prohibida la entrada aquí. Sarah aún sigue fuera.

Era increíble cómo la suerte y las casualidades de la vida jugaban a mi favor, qué casualidad que ese mismo día se escapara alguien que se me parecía y se llamaba Sarah, uno de los primeros nombres que primero me venían a la mente. Ya había llegado al largo pasillo de paredes rojas que llevaba al despacho del Superior cuando de pronto alguien me agarró del brazo y tiró de mí en dirección opuesta. Era el agente de antes, me había pillado.

· Por favor, déjeme hablar con él- pedí educadamente.

El agente no me hizo ni caso. Fruncí el ceño, molesta por la poca atención que recibía. Si por las buenas no funcionaba, tendría que ser por las malas. Torcí el brazo e hice fuerza, soltándome el brazo mientras le daba una patada en los riñones al agente, tras lo cual éste quedó en el suelo unos segundos pero volvió a por mí. Corrí hacia la gran puerta de madera seguida por las miradas frías de los cuadros colgados a lo largo del pasillo, como si me estuvieran juzgando. Me paré mirando a uno de ellos que tenía pinta de tener mejor sentido de la justicia que los demás y me pregunté si estaba de mi parte. De pronto me di cuenta de que el agente por poco me atrapaba y le esquivé, tratando de alcanzar la puerta. Pero sólo pude estamparme contra ella cuando el agente se lanzó sobre mí, impidiendo que mi mano tocara el picaporte. Se oyó un estruendo y caí al suelo tras el impacto contra la puerta. Si Erick estaba ahí dentro, definitivamente lo oiría y saldría. Le molestaba el ruido mientras estaba trabajando. El agente me cogió ambas manos y me las sujetó en la espalda, obligándome a caminar hacia el final del pasillo, empujando por detrás mi espalda con la mano libre.

· ¿¡Qué está ocurrien...!?- se oyó la voz enfadada del Superior, abriendo la puerta de golpe, pero al verme, volvió a cerrarla aún más rápido de lo que la había abierto, dando un portazo.

Sinceramente, ese era un comportamiento infantil, esconderse en su cuarto para no ver a la persona que le ha hecho enfadar. Pero nada de lo que yo pensara iba a cambiar el hecho de que no quería verme ni saber nada de mí. Me sentí sin ganas de seguir luchando por volver e ir a hablar con él, por lo que dejé que el agente me llevara fuera y me abandonara en la calle a más de 30 metros de la agencia, vigilando la esquina para asegurarse de que no volviera.

Volví a mi casa para descansar y planear el segundo intento de colarme en la agencia y acceder al despacho del Superior. Mis padres volvieron tarde, yo ya estaba en cama, casi me había dormido cuando les oí llegar, pero tenía mucho sueño y no tuve fuerzas para ir a preguntar qué había pasado. Al día siguiente, me levanté temprano y volví a la agencia. De nuevo, otro intento fallido se sumó a la lista. Ya ni conseguía acercarme a la puerta, pero entonces alguien se escapó de la agencia y fueron tras él, dejando el radio de 30 metros libre de vigilancia. Aproveché para acercarme, y en vez de ir por la puerta principal (el mismo truco no iba a funcionar dos veces), escalé hasta la ventana del despacho.

Una vez arriba, abrí la ventana, pero al asomarme hacia dentro, buscando una forma de aterrizar poco dolorosa, me caí hacia adelante. Todo pasó tan deprisa que no me di cuenta de lo que estaba pasando, pero cuando conseguí recuperarme del susto por la caída, vi que había caído encima de... de...

· ¿Y tú quién eres?- pregunté extrañada a un hombre guapo, alto y con una gorra. Había esperado que fuera el Superior, aunque no hubiera sido buena idea verle la cara de enfado que hubiera tenido- No te conozco.

· Ni yo a ti. No sabía que aquí los hombres son asaltados por chicas que le saltan encima por la ventana. Qué buen sitio este- se rió-. Sigue por donde te habías quedado- dijo mirándome en mi posición extraña encima de él. De verdad, llega a ser el Superior y me da un infarto ahí mismo.

Me quité de encima rápidamente y le ayudé a levantarse, sin disculparme siquiera. No veía por qué él estaba ahí y no Erick, era su culpa por encontrarse al lado del escritorio y mirando los papeles del Superior. Le miré sospechosa.

· Soy Jimmy, su secretario- contestó leyéndome el pensamiento.

Me crucé de brazos y enarqué una ceja, con mirada incrédula, ya que no me podía creer que el Superior le aceptara. Quizá estaba subestimando el trabajo de un superior, quizá realmente necesitaba ayuda... pero entonces habría acudido a algún agente de confianza o algo, y así no tenía que pagarles. Nada de aquello tenía sentido. En ese momento él apareció por la puerta y me vio. Iba acompañado del agente del día anterior. Se quedó atónito cuando me vio, y la cara del agente estaba pálida.

· ¿Cómo... cómo...?- tartamudeó.

· ¿Conque habíais evitado su entrada y no volvería?- le echó en cara el Superior.

· No sé cómo ha podido pasar, pero no ocurrirá de nuevo- se disculpó el agente, escoltándome hacia la puerta.

· Al menos deja que te explique- pedí-. De verdad que no es lo que parecía, no tengo ninguna relación con Al...

· Asegúrate de que no vuelva a poner pie aquí o ya sabes lo que te espera- amenazó el Superior al agente.

No nos miró cuando lo dijo, tenía su mirada fija en la ventana abierta, haciéndose una idea de cómo había entrado. Aún no había recobrado su cara seria, estaba demasiado sorprendido como para recobrar la compostura tan rápidamente. Y de nuevo estaba en la calle.

· No vuelvas- me advirtió.

· Ya, claro- me reí en su cara-. Nada ni nadie me impedirá hablar con el Superior. No me merezco esto, bueno, un poco sí, pero él no lo entiende, tengo que explicárselo.

· Por favor, no vuelvas, me veré obligado a tomar medidas extremas si sigues regresando. Me la estoy jugando yo también. Déjalo ya, supéralo, sigue adelante con tu vida.

· No lo digas como si hubiera sido rechazada- le miré con desprecio-. No pienso abandonarle como otros han hecho, yo quiero ser diferente, se merece que haya una persona al menos que le sea fiel.

· ¿Por qué sigues insistiendo tanto?

· Es que él es... como una mala hierba- dije orgullosa de mi término comparativo. No podía habérseme ocurrido uno mejor.

· ¿Una qué?- el agente se llevó la mano a la boca, tratando de no reír. Trató de parecer serio-. Conmovedor, pero te tienes que ir igual. De aquí no pasas.

No tuve más opción. El hombre no entendía nada de metáforas, claramente, seguro que había estudiado ciencias o educación física. Qué iba a saber él el significado profundo de lo dura que era la vida de una mala hierba marginada por todos, mal vista, malinterpretada a la que ni los peores bichos se querían acercar, y sobreviviendo a pesar de que nadie se acordara de regarla si no fuera porque estaba en un lugar donde no había más remedio que verla. Bueno, tampoco podían parecerse en todo, hay que tener en cuenta la diferencia entre una raíz con hojas y una persona.

Hora de pasar al plan B. Aunque fuera arriesgado, tenía que hacerlo, quería volver con él. No, debía volver. Mi conciencia o lo que fuera eso que me provocaba tristeza desde que me había echado, y aún desde que me pilló con Allan, me decía que eso era lo correcto, y no me dejaría en paz hasta que lograra mi objetivo. Esos eran mis planes para el día siguiente. Ah, y averiguar la historia de la planta.


"Lo siento, hermanito, no me había olvidado de ti, sólo que hay cosas más importantes que tú ahora mismo" dije en mi cabeza. "Bueno, a lo mejor te visito, después de todo, formas parte de mi plan para atraer la atención del jefe..."

Escrito por FlightOfFantasy

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