Capítulo 10A

Hacía ya dos días que ni Allan ni yo nos llevábamos algo a la boca. En igual estado se encontraba Juliet. Tenía muchísima hambre y una sed imposible de soportar. El Superior no se había vuelto a pasar por ahí en esos dos días y parece ser que tampoco mandó a nadie para que nos diera de comer. Un día por fin, llegó una chica con un trozo de pan y fue a dárselo a Allan. Éste lo devoró en un instante. Se me hizo la boca agua, aunque sólo fuera un trozo de pan, estaba caliente y olía bien, estaba esponjoso y seguramente recién sacado del horno. La chica me miró con desprecio y se marchó, volviendo a cerrar la puerta.

Seguramente se había enterado de lo que hicimos, y sin embargo, ¿por qué él era tratado mejor que yo? Es que como saliera y la pillara... Le fulminé con la mirada. Podía haber dejado algo para mí. Allan bajó los ojos y miró hacia otro lado, con cara de culpabilidad. Me dolían los brazos, estaban sujetos en alto por las cadenas y no podía hacer nada para bajarlos. Desde luego en cuanto saliera, si alguna vez salía, iba a apreciar mi libertad, mi cama y la comida del comedor.

Pasaban las horas y estaba segura de que acabaría muriéndome de sed ahí dentro, sería como los esqueletos que la gente se encuentra en las cárceles subterráneas de los castillos en ruinas de las novelas. No era muy agradable, pero no era capaz de pensar en cosas buenas. No se puede pensar bien con el estómago vacío. En cuanto al hecho de que el Superior se olvidara de nosotros, no sabía si tomármelo a bien o a mal. Si nos olvidaba, no nos castigaría, pero si no nos olvidaba, después del castigo vendría la libertad y la comida, quizás. Era más cruel de lo que yo pensaba. Seguramente estaba muy ocupado... o aún estaba enfadado o no quería bajar sin el brazo curado, de cualquier manera, podía mandar a alguien en su lugar y no hacernos sufrir de esa manera. Pero daba igual lo que yo pensara, la realidad era que estábamos condenados a pudrirnos ahí y nada cambiaría sin importar mi opinión.

Hacia la noche, ya casi adormecida, oí unos pasos que se acercaban a nuestra celda. Era la agente Himin, por lo que pude vislumbrar. Tenía la mirada borrosa y estaba un poco mareada porque me faltaban nutrientes y empezaba a quedarme anémica. Me liberó de las cadenas y me dijo que la siguiera, pero me costaba tenerme en pie, por lo que se vio obligada a llevarme a caballo hasta mi habitación. Una vez ahí, me dio de comer y cuando ya recobré un poco de fuerza me fui al baño. Me bañé y me puse ropa limpia. Iba a llevar el uniforme a lavar, pero Jennifer me dijo que no haría falta.

· El Gran Jefe ha decidido que te vayas.

· ¿Adónde?

Ella no contestó, simplemente me llevó al despacho del Superior y me dijo que esperara ahí. Poco después entró la rubia, al parecer debía recibir una advertencia sobre su conducta o algo, pues cuando entró, exclamó:

· ¡No fui yo, por favor no me regañ...! Anda, si aún no ha venido, sólo está la "furcia", ¿no era así que te llamó el Gran Jefe?

· ¡La mosca y la sanguijuela que te parieron! ¡Mira quién habla, la que quería ir en toalla a la habitación de Allan! Al menos yo no me voy por ahí con cualquiera y solamente se tocaron nuestras caras, porque a un mujeriego como ése le quedan mil años para llegar a gustarme. Pero a ti te va cualquiera, ya te gustaría tirarte a todos los de la academia.

· ¡Cállate!

· Allan ha dicho que no tiene tan mal gusto como para fijarse en ti. Le repeles. ¿Sabes? REPELES.

· ¿Y tú qué le habrás hecho al Gran Jefe para que no te castigue, también le has hecho la pelota? Porque en cuanto a lo que yo sé, te desprecia, y más que lo hará sabiendo lo desobediente que has sido y has ido a tu casa en vez de cumplir con tu misión.

· Y yo me pregunto qué hacías tú por ahí, espiando a mi hermano, ¿no? Seguro que eres tú de quien tiene miedo de encontrarse. Hasta tendrá pesadillas.

El ambiente se fue calentando, era como si un fuego se hubiera encendido a nuestro alrededor. Acabamos golpeándonos tras cada frase que una decía a la otra, aunque no sé de dónde saqué las fuerzas, un poco de sopa hacía milagros, y aproveché la poca energía que tenía para descargar mi furia sobre ella. Lo que más me molestó fue el hecho de que llevara la ropa que yo le había prestado y me acusó de que se las había robado cuando le pregunté por qué aún seguía con ellas y no me las devolvía. La puerta se abrió de golpe y Marshall se apartó bruscamente, pero yo aproveché y le pegué un puñetazo más.

El Superior entró con un USB que conectó al portátil y encendió el proyector. La rubia y yo nos miramos sin comprender qué estaba pasando, pero con miedo de averiguarlo. Apareció un video proyectado en la pared y enseguida dimos un respingo, horrorizadas. Desde que habíamos entrado hasta poco antes, todo estaba grabado y estaba siendo reproducido delante de nosotras. El Superior lo había oído absolutamente todo. Una vez terminó el video, tragamos saliva, asustadas. El Superior se dirigió a Marshall y la tumbó de una bofetada. Le dijo con voz más grave y seria de lo habitual que se quedara en su habitación hasta que recibiera nuevas órdenes y que ni se le ocurriera salir de ahí hasta que decidiera un castigo suficiente para ella.

Mi turno. No me miró siquiera. Simplemente me señaló la puerta. No comprendí o no quise comprender, pero no me moví.

· Vete. No quiero volver a ver tu cara por aquí nunca más. Ya no quiero saber nada.

· ¿Por qué?

· Te traje aquí con grandes expectativas sobre ti, eras perfecta para las misiones, para ser agente, la agencia se hubiera beneficiado grandemente de ti. Pero me has decepcionado de tal forma que no quiero verte más. Me he equivocado contigo, no tenía que haberte traído aquí. Aún estabas de prueba, no he dado informe sobre ti al Gobierno, así que te puedes ir sin ningún problema. De todas formas, tú querías volver a tu casa, ¿no? Pues ya tienes tu deseo hecho realidad.

· ¿Pero por qué? A los demás no los dejas irse, les castigas y todo arreglado, ¿por qué a mí me echas?- me entristecí.

· Me has desobedecido descaradamente, te dije que no te relacionaras con Allan y vas y te ofreces para ir tras él, luego incluso vas más lejos aún. Has hecho todo lo contrario a lo que ordené- me dirigió una mirada furiosa-. Ni siquiera te arrepientes de tus actos, jamás pides perdón. De tomarlo como una rebelión en mi contra te podría haber costado la vida incluso, tengo ese derecho. Así que desaparece de mi vista, pues como vuelva a verte no escaparás a mis manos.

· Dame otra oportunidad, por favor...- le supliqué.

No me hizo caso. Llamó a la agente Himin y le ordenó que me llevara de vuelta a mi casa y que tenía prohibido acercarme siguiera a la agencia en un radio de 30 metros al menos. Acababa de recibir una orden de alejamiento. Jamás pensé que me iba a ocurrir algo así. Aquello me hería en mi orgullo, ser echada de un lugar que a nadie le estaba permitido abandonar y donde se castigaba a los que se escapan. No me estaba escapando, sino que me echaban... No me lo podía creer, justo cuando decidí que le sería fiel al Superior porque se merecía que al menos una persona le apoyara y no se sintiera solo... No me gustaba cuando las cosas no iban según mis planes. Encima que me decidí a hacer algo bueno... Mientras la agente me llevaba hacia la puerta, miré hacia atrás y vi la fría mirada del Superior que apartó inmediatamente y se fue a su escritorio a rellenar unos papeles.

· ¿Qué les pasará a Allan y a la rubia?- pregunté, pero no recibí respuesta alguna.

En la furgoneta, de camino hacia mi casa, volví a dar un repaso de cómo había sido el corto tiempo que pasé ahí. Había sido increíble, lleno de aventuras y ningún día normal. Fueron aproximadamente dos semanas, pero sucedieron muchas cosas, me pasó de todo. Aun así, no estuvo taaan mal. Pero a quien no me podía sacar de la cabeza era a... Erick... me dolía en el pecho que me mirara de esa forma, que me dijera aquellas palabras, que me echara diciendo que no quería volver a verme. Después de decirme que me quería en la agencia porque había visto potencial en mí y luego esa palabra... "decepción" realmente me dio fuerte. Sin poder reprimirme más, eché a llorar.

Quería volver y demostrar que realmente valía algo y que podía estar a la altura... No quiso darme otra oportunidad. No llegó a castigarme ni una sola vez. Me despreciaba tanto que no podía ni verme. Me despreciaba...

· Me... me odia, ¿verdad?- dije entre sollozos.

· Yo diría más bien que te protege de sí mismo, está tan enfadado que si tuviera que castigarte no saldrías viva. Según él, no hay castigo suficiente para lo que has hecho.

· Pero si tu sobrina también...

· Tú has sido la única avisada, ella no sabía nada. Y tú aun sabiendo la que te iba a caer lo has hecho. Se llama desafío a la autoridad y es lo más grave que hay.

· Pero si me ha perdonado el castigo perderá respeto entre los demás en la agencia, cuestionarán su autoridad...

· Él solito sabe el riesgo que conllevan sus acciones.

Cuando me di cuenta, mis lágrimas habían dejado de caer y empezaba a preocuparme por él. Pero seguro que sabía manejarse, como había hecho hasta entonces. La rubia no se quedaría callada, eso seguro, y mucho menos cuando ella recibiría un castigo mientras que a mí me mandaban a mi casa con mi familia. Viéndolo desde esa perspectiva, era injusto y yo si fuera ella tampoco me hubiera quedado de brazos cruzados.

· Hemos llegado.

Paró delante de mi casa y me bajé. Me pareció que habían pasado siglos desde que estuve ahí. Echaba de menos a mis padres y a mi hermano. Antes de irse, Jennifer me entregó mi uniforme, por si por alguna remota posibilidad volviera. Estaba limpio. Me dirigí hacia mi casa, insegura y con nervios, pero feliz de volver a ver a los míos.

Tomé aire y llamé al timbre.

Escrito por FlightOfFantasy

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