Capítulo 8
Si! Por fin! Después de mil siglos!! Ya ni debería pedir disculpas, jajajaja
Lo siento, me ha faltado ánimo y un poco de inspiración para cumplir mi objetivo. Estoy con una situación de salud complicada y no siempre me siento bien, además de que... a veces no sé cómo unir las ideas que tengo en la cabeza.
Muchas gracias por sus comentarios, me motivan mucho, ya vamos más cerca de nuestro objetivo (el Otayurio, y la zukulencia, jajaja)
Espero disfruten el capítulo
Pd. Desconozco el nombre de la creadora la imagen, no me pertenece, pero la uso con mucho respeto y cariño.
Pd2. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P
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Otabek no sabía si estaba más emocionado que nervioso o viceversa, pero la realidad era que estaba consciente de que había pasado mucho más tiempo del normal arreglando su cabello, así como lo que vestiría aquel día.
Luego de que Yurio le contara que pasaba esos fines de semana visitando a su abuelo, quien vivía en un asilo a las afueras de la ciudad, no dudo en ofrecerle a llevarlo en su moto, pensando que eso ayudaría a que pasaran más tiempo juntos, sintiéndose realmente feliz cuando el rubio accedió a ello, quedando de acuerdo para verse el siguiente fin de semana, que era el que correspondía para que él fuera.
Quedaron de verse afuera de la central de autobuses donde regularmente tomaba el transporte foráneo, a las 9 am como siempre que se iba, llegando por lo regular a las 1 pm dado que hacía varias paradas en las pequeñas localidades intermedias.
Yurio apareció en la acera de enfrente y al verlo correr hacía él, sonriendo y agitando su mano que para que le reconociera, los nervios desaparecieron por completo.
- Hola – saludó el rubio, se notaba feliz del presente viaje.
- Buenos días – saludó él, sin poder borrar la sonrisa de sus labios.
- ¿En verdad es tuya? – Preguntó el rubio en referencia la moto en la que estaba descansando Otabek mientras le esperaba – Es impresionante.
- ¿Te gusta? – Preguntó el castaño, y al verle asentir con la cabeza, ofreció uno de los cascos – amarás sentir la velocidad.
- Veamos entonces – dijo el menor poniéndose el casco, subiendo detrás de él y quedando algunos segundos con duda al no saber dónde poner sus brazos.
- Agárrate de mi para que no te caigas – señaló el kazajo en voz alta ahora que ambos tenían puesto el casco y era más complicado escucharse.
Sin decir más, encendió la motocicleta haciéndola rugir, sonriendo un poco más al sentir como gracias al sobresalto el rubio le sujetó con más fuerza. Dentro de la ciudad, el kazajo no podía ir a mucha velocidad, por lo que el rubio pudo apreciar el camino, sin embargo cuando llegaron a las rutas más rápidas y el castaño pudo aumentar la velocidad, sintió como el agarre del otro era más firme.
- ¿Quieres que vaya más lento? – gritó para hacerse escuchar pues aun cuando todo eso le parecía divertido, tampoco quería asustarlo.
- No pasa nada – gritó el otro, aunque no sabía si era por el aire o si su voz sonaba algo nerviosa – Solo necesito acostumbrarme.
Escuchó y quiso creerle, llevando le pues por las rápidas avenidas hacía el lugar, el cual había investigado para saber su ubicación, descubriendo que según los comentarios de gente externa, no era de los mejores.
A las 11 de la mañana, se encontraban llegando al lugar, lo cual asombró al ruso.
- Llegamos muy pronto – dijo con cierta emoción, devolviéndole el casco al kazajo, luego de que dejaran la moto estacionada – Podré ver al abuelo más tiempo.
- Sí, eso es bueno – respondió Otabek, guardando ambos cascos para caminar con él hacía la entrada del lugar – ¿A qué hora quieres que venga por ti?
- ¿Estás loco? Tú vas a entrar conmigo – dijo el rubio frunciendo el entrecejo al escuchar su pregunta.
- Por supuesto que no – dijo el castaño al momento, deteniendo su avance.
- No seas tonto, no viniste hasta acá solo para traerme – dijo el rubio, y sin más le tomó por la muñeca para hacerle avanzar con él.
- Pero es tu abuelo, es algo familiar – intentó excusarse.
Yurio se detuvo, mirándolo con molestia.
- ¿Acaso no quieres conocer a mi abuelo? – preguntó entonces.
- ¡No! ¡No es eso! – respondió al momento, no queriendo hacerlo enojar.
- Entonces cállate y camina – dijo el ruso volviendo a avanzar, a lo que el otro simplemente le siguió.
- Buenos días – saludó la recepcionista al siempre serio joven.
- Vengo a ver a Nikolai Plisetsky –
- Sí, seguro, pasen, debe de estar en su cuarto aún, llegaste más temprano de lo habitual – dijo ella luego de hacer unas anotaciones.
El más joven asintió con la cabeza, y con una seña le dijo al kazajo que le siguiera, quien se sentía realmente nervioso sobre que decir o que hacer.
Caminaron por los pasillos pintados de color pistache que tenían algunos sillones ya viejos a lo largo para el descanso de los más grandes. Pasaron varias puertas, algunas cerradas, algunas abiertas, desde donde se podían ver personas de edad, y entonces en el 701, Yurio tocó a la puerta.
- Adelante – se escuchó la firme voz dentro de la habitación – Les he dicho que ya me... - comenzó a decir pensando que era alguien más, sonriendo al ver al rubio – Yuratcha!
- Abuelo! – exclamó con emoción Yurio lanzándose a sus brazos sin pensarlo.
- Tranquilo, tranquilo, enano – dijo recuperándose ya que había perdido un poco el equilibrio, entonces miró al hombre tras de su nieto - ¿Quién es usted? – preguntó poniéndose de pie luego de hacer que el ruso le soltara.
- Buenas tardes – saludó con una media sonrisa Otabek, nervioso ante el imponente hombre frente a si, pues dado que estaban en un asilo, no se imaginaba que el abuelo de Yurio se viera tan fuerte y lucido.
- Él es Otabek, abuelo, es un amigo – dijo el rubio como si nada.
- ¿Un amigo? ¿De dónde? – preguntó él, aún con cierta desconfianza.
- De la escuela – dijo el rubio, sin haber pensado previamente en algo.
- Se ve más grande – comentó el mayor.
- Soy graduado, pero en la escuela que va Yurio nosotros estamos ahí para apoyar a quienes dificultades escolares – mintió el kazajo, hablando de una situación escolar de su infancia.
- Ah! Cierto, dijiste que estabas en una escuela especial, Yuratcha! – dijo entonces el abuelo, dando por cerrado el tema – Pues han llegado muy temprano, aún no he comenzado a hacer los piroskys.
- No pasa nada, nosotros te ayudaremos, ?verdad Otabek? – preguntó el rubio, y tras ver la emoción en su rostro, no pudo menos que acceder.
- Seguro, señor Plisetsky – accedió el castaño.
- Bueno, sirve que podré enseñarte como hacerlos – comentó el hombre mayor.
Luego de que fueran a la cocina, lugar que solo en contadas ocasiones dejaban entrar al abuelo, Nikolai enseñó a ambos a la receta de los piroskys, y aunque Yurio no prestaba atención, más centrado en ver la sonrisa de su abuelo y su entusiasmo, Otabek por el contrario estaba con toda la atención puesta en hacer la receta, pensando que en un futuro si practicaba bastante, él podría hacer el platillo para el rubio, ganándose más puntos a su favor.
Ya para la hora de la comida, degustaron lo que previamente habían preparado, siendo claramente los preparados por Nikolai los más deliciosos. El resto de la tarde se la pasaron en el jardín, escuchando las historias del mayor acerca de Yurio, así como de su madre, que era su hija y que parecía, compartía con su hijo su carácter explosivo.
Para las 6 de la tarde, tuvieron que abandonar el lugar, pues había concluido la hora de la visita, y prometiendo que volverían, abandonaron el lugar.
- Bueno, tenemos que regresar – comentó Yurio, mientras la sonrisa iba disminuyendo de sus labios
- Aún es temprano – comentó el kazajo mirando su reloj de pulsera – ?A qué horas regularmente vuelves a la ciudad?
- El camión llega a las 10 o 10:30pm – respondió
- Con que nos vayamos a las 8 de aquí llegaríamos –
- ?Y qué haremos mientras? –
- Bueno... - comenzó a decir el castaño, pues no conocía aquel lugar pero tampoco quería separarse del rubio, entonces al mirar al alrededor vio una pista pública de patinaje – ?Qué tal ahí?
- No sé patinar – dijo el ruso, un tanto desanimado.
- Yo si, te enseñaré – prometió, y entonces tras dudar un poco, el menor le siguió.
Ya en el lugar, rentaron un par de patines, y dentro le explicó como amarrarlos de manera adecuada para que quedaran justos y fuera más cómodo.
- No tengas prisa – dijo Otabek entrando con él de manera precavida.
- Sí, está bien – respondió el rubio, moviéndose de manera lenta sobre el hielo.
- Toma mis manos, te sentirás más seguro – prometió el mayor, y entonces al hacerlo el ruso se sujetó con fuerza a él – Vamos a avanzar.
- Es extraño, pero se siente bien – dijo el menor conforme se movían, aumentando su sonrisa conforme se sentía más confiado.
- Vaya, pensé que tendrías más miedo – mencionó el kazajo luego de varios minutos, donde el rubio en determinado momento le soltó para hacerlo por su cuenta, acción que lamento pues dejaría de sentir sus pequeñas y cálidas manos.
- Es divertido y para nada complicado – dijo el menor, cambiando la velocidad en sus movimientos, adaptándose con facilidad a la situación.
- Tal vez porque bailas tienes buena coordinación para hacerlo – comentó Otabek luego de pensarlo, sin perderse en ningún momento detalle de los movimientos del otro.
- Tal vez en otra vida fui un patinador profesional – dijo Yurio con un gesto elegante.
- ¿Crees en las vidas pasadas? – preguntó el castaño, con cierta sorpresa ante el comentario.
Yurio no respondió, se alejó de él para patinar con más velocidad, temeroso de ser juzgado por algo tan personal como una creencia que tenía y que le hacía soportar muchas de las cosas por las que a veces pasaba, la idea de otra vida completamente distinta, donde sería feliz y tendría una familia.
Sin decir más, Otabek le miró hacer por muchos minutos, viendo como poco a poco comenzaba a hacer las cosas con un poco más de gracia.
- !Disculpen! !Es hora de cerrar! – gritó el encargado al par en la pista al ver que no tenían animo de abandonar esta por cuenta propia.
- Si, gracias – dijo el kazajo al encargado – Vamos, Yurio –
- Voy – dijo el rubio patinando hacía el otro, sin embargo dado que era su primera vez no sabía aún como frenarse de manera adecuada, por lo que sin poder detenerse a tiempo, chocó contra el castaño de frente, cayendo sobre él.
- !¿Estás bien?! – preguntó preocupado Otabek, sobre todo ante la sorpresa, sin embargo cuando Yurio levanto el rostro de su pecho, comenzó a reír con fuerza.
- Lo siento, no supe frenar – se disculpó el rubio con una sonrisa en los labios, aunque el kazajo no prestaba atención a sus palabras en ese momento, estaba perdido en el rubor de sus mejillas ante el esfuerzo, en sus labios que se veían más rojos ante el frío del lugar, en el calor de su aliento que ahora golpeaba su rostro, y que hizo que sin querer detenerse, llevara una mano hacía el cabello del menor, para retirar los suaves mechones rubios y ver así, sus preciosos ojos verdes.
Dioses, que hermoso era ese joven, que pura era su mirada, que suave era su piel... Otabek lo deseaba de todas las formas, Otabek le quería para él de todas las maneras posibles, y sumergido en esa idea, se acercó a besarlo.
Sin embargo Yurio ni siquiera pudo darse por enterado de ello, pues en ese momento, comenzaron a apagar las luces del lugar, como una forma de presionarlos para que abandonaran la pista.
- Vamos! Antes de que apaguen todo – dijo poniéndose de pie el rubio con esfuerzo de sobre el cuerpo del mayor, sin querer prestarle atención a la forma en que su corazón estaba latiendo en esos momentos.
Aturdido aún de todo lo acontecido, de lo que había estado a punto de hacer y no sucedió, en silencio él y Yurio se quitaron los patines y se pusieron su calzando, saliendo del lugar.
- Son las 8:30 pm, apenas alcanzamos a llegar a la misma hora a la estación de autobuses – dijo entonces el kazajo, sin ofrecerle llevarlo hasta el club, recordando la ocasión en que el ruso le dijo que Yakov les tenía prohibido ver a los clientes fuera del club.
- Vamos entonces – dijo el rubio, tomando el casco que el otro le ofrecía.
El paisaje era realmente hermoso, las luces de la lejana ciudad iluminaban la oscuridad de la noche, hacía frío, sin embargo ninguno de los 2 lo podía sentir, concentrados en el cuerpo pegado al suyo, sumergidos en sus pensamientos.
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Sí!!! Cosas cursis!! Las amo! Jajaja. Como pudieron ver, cuando manejo universos alternos, me gusta de igual forma plantear similitudes con el universo conocido, siempre pongo referencias en ese sentido para no perder la esencia de la historia original.
Me doy cuenta que pese a que se muy bien hacía donde quiero llevar esto, o ciertos aspectos que considero importantes mencionar, se me dificulta poner paja, jajajaja, pero si no, considero queda muy tosco todo el contenido, no sé, es complicado esto de escribir.
Gracias a los que pese a todo leen, y más gracias a los que me dejen mensajes, aún cuando ya hace mil años de la última publicación jajaja, les juro que no es mi intención retrasarlo mil años, simplemente no me llega la inspiración.
¡Saludos!
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