Capítulo 6

Primero que nada quiero darles una disculpa, he tenido mucho trabajo y actividades pendientes, por lo que no pude actualizar antes, además de que como dije previamente, no sé a dónde me va llevar este par, jajaja.

Muchas gracias por sus comentarios, me motivan mucho, ya poco a poco estamos entrando en el Otayurio, aunque espero que sean conscientes que lo rikolino va tardar más, además de que quiero ir advirtiendo, esto va tener cosas tristes, por más que lo intento, tengo una vena de drama instalada en sistema, así que esperen de todo, también habrá cosas lindas, soy una cursi de lo peor, y las escenas "eróticas", de esas si tendrán más jajajaja.

Espero disfruten el capítulo

Pd. Desconozco el nombre de la creadora la imagen, no me pertenece, pero la uso con mucho respeto y cariño.

Pd2. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P

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Luego de una intensa plática con Mila acerca de que lo mejor era terminar, y un par de pláticas con sus padres al respecto de su ruptura, Otabek pudo volver al que ahora era su nuevo hogar, y ante la forma en que había concluido ambas situaciones realmente se sintió feliz de irse de ahí.

Si bien Mila quiso poner de su parte y arreglar las cosas, él creía que no se merecía eso luego de 2 años de estar juntos, ella había hecho las cosas perfectamente, incluso al no armar un drama cuando le comentó su deseo de crecer en la empresa yendo a trabajar otra ciudad, había sido él el que simplemente había arruinado las cosas al dejar de pensar en ella y mirar a ese joven, pero Otabek no era un hombre deshonesto que tendría 2 relaciones al mismo tiempo, por lo que de manera sana, terminó con Mila para poder pensar completamente en el rubio.

Aunque ahora que estaba de regreso, no sabía realmente que pretendía. Yurio era un hombre, de 16 años, que vivía y trabajaba en un club para caballeros, ¿a dónde le llevaba eso a él?, ¿Qué se supone que iba a hacer? ¿Pedirle una cita? Eso no tenía ni pies ni cabeza, por lo que aquella semana no quiso pensar mucho en eso, sobre todo cuando recordaba la charla que había tenido con su padre, quien le había dicho que le daba gusto que por fin estuviera haciendo bien las cosas, dejándose de tonterías como "el amor" y enfocándose en su futuro profesional.

Suspiró pesadamente al recordar sus palabras, porque si su padre supiera la verdadera razón de su separación muy seguramente le mataría, y es que su padre era homofóbico a escondidas, dado su empleo no se podía permitir expresar sus verdaderos sentimientos sobre el tema, pero en casa no paraba de dar su opinión de lo desagradable de ello. Ahora que lo recordaba, su hermana menor, Serika, había sido trasladada a un internado lejos de casa luego de que presentara conductas "inadecuadas" las cuales nunca le explicaron que habían sido, solo supo que de la noche a la mañana ella se había ido a recluir sin que le dieran tiempo de despedirse.

Quiso disfrutar de una semana de tranquilidad mientras pensaba que haría con el tema respecto al rubio, incluso aprovechó ese tiempo para ir a comprarse una moto como las que tanto le gustaban, y en las que solía viajar para despejar su mente por las noches. Tal vez por ello y por la noticia que recibiría de su jefe donde le anunciaba que ahora sería él quien se iría una semana de vacaciones para arreglar detalles de su boda, que le llegó una idea a la mente: pese a todo necesitaba verlo.

Ese primer día que se encontraba solo en la empresa como el encargado de todo en ausencia de Leroy, en cuanto salió fue hacía el Secrets, esperando ese Yakov estuviera a la vista y recordara las palabras de su jefe, si no el llevaba algo de dinero, aunque no tenía ni la menor idea de cuando costaba algo como un privado o siquiera la entrada al club.

Apenas bajó del auto, un par de hombres le llevaron con el dueño, porque si bien ya le habían visto muchas veces con Jean-Jacques Leroy, ahora venía solo y eso podría ser peligroso.

- ¿Y Jean? - le preguntó el mayor luego de pasarle al pequeño lobby con el que contaba el lugar y donde solía estar las veces que le había visto.

- Se fue a Canadá, está viendo lo de su boda - explicó pensando que probablemente no le dejarían pasar ante la seriedad de todo ello.

- Cierto, me había comentado hacía ya alguna semanas que se iría un tiempo - recordó, entonces le miró analíticamente lo cual le hizo sentir incómodo - Jean dijo que tenías toda su confianza y acceso al club, así que puedes pasar. No creí que vendrías sin ese hombre arrastrándote - agregó sin querer evitarlo.

El kazajo ya un tanto incómodo de aquella charla que no buscaba, solo se encogió de hombros.

- ¿Quieres a alguien en especial? - preguntó Yavok sabiendo que no era su problema si él deseaba ir a o no, igual él recibiría dinero de ello.

- Yurio, quiero un privado con Yurio - dijo al momento sin siquiera pensarlo, pues ese era su objetivo.

- Sí, está disponible, podrás tenerlo - dijo el mayor, llamándole la atención un poco la fama que tenía ese rubio - Te llevaran hasta el lugar - agregó, e hizo un gesto con la mano a uno de sus hombres indicándole que le llevara.

Conforme se acercaba al lugar, Otabek comenzó a sentirse nervioso como si fuera una primera cita, aún cuando eso para nada lo era.

Le dejaron en un privado adornado igual a la vez pasada, entonces luego de pedir Ron, porque esa pedida había pedido Jean la vez pasada y de esa había tomado Yurio, espero pacientemente al rubio.

Los pocos minutos que pasaron le parecieron eternos, y cuando escuchó la puerta abrirse, contuvo la respiración al ver aparecer al joven ruso usando un pequeño short y unas orejas y cola de gato.

Como la vez pasada, al cerrarse la puerta tras él, Yurio hizo una mueca de desagrado al ver la copa de Ron en la mesa, mirando a su alrededor.

- ¿Dónde está Leroy? No me gustan las sorpresas - dijo entonces el menor.

- Él no va venir, ha salido de la ciudad - respondió entonces el kazajo, y una parte de él se sintió incómoda al ver que preguntaba por su jefe como si le interesara.

- Oh, vaya... - dijo, entonces se sentó a su lado, mirando con curiosidad la copa que ahí estaba - Pensé que estaba aquí, eso tomaba la vez pasada - agregó señalando esta.

- A mí también me agrada, pero puedes tomar de ella si gustas - ofreció buscando ser atento con él.

- No gracias, no es algo que debamos hacer con los clientes, esa vez lo olvide - se disculpo en cierta forma, aunque ya no dijo nada más esperando que el otro le dijera que hacer, aunque ante el prolongado silencio preguntó - ¿Cuál es su nombre?

- Otabek, Otabek Altin, mucho gusto - dijo este al momento, sonriéndole y extendiendo su mano para buscar estrecharla la más joven.

Yurio confundido de sus palabras como de sus actos, simplemente extendió la suya estrechándola porque el otro no la bajaba, ya que la educación que le habían dado en el club no incluía ese tipo cortesía.

- Otabek, ¿qué es lo que quieres que haga para ti entonces? - preguntó luego de la incómoda escena.

- Oh nada, no tienes que hacer nada - le dijo el kazajo, de alguna forma feliz de ver al otro tranquilo.

- ¿Disculpa? - preguntó el ruso confundido como nunca.

- No tienes que hacer nada - respondió, pero entonces supo que aquello sonaba extraño.

- Entonces ¿para qué has pagado un privado? - preguntó de nuevo, comenzando a desesperarse con esa situación tan fuera de lo común.

- Yo quería platicar contigo

Ante la respuesta, el gesto de fastidio en el joven rostro volvió.

- Ya, suficiente, dile a Leroy que vuelva o salga de donde esta - dijo el ruso con molestia.

- ¿De qué hablas?

- No le has dado ni un trago a esa bebida que es justamente la favorita de ese idiota, además de que nadie viene aquí a platicar, eso es estúpido dado lo costoso que es este servicio - explicó en esta ocasión el más joven al castaño.

- Si es mía - dijo, entonces tontamente para darle veracidad a sus palabras le dio un trago largo a ella, tosiendo ante el fuerte sabor de la bebida - Pensé que te gustaba... así que la pedí para ti... - terminó de decir con algo de vergüenza al tener que admitir algo como eso.

- Eres su amigo, te he visto muchas veces con él, debes de ser igual de pervertido que él - señaló sin cuidar sus palabras en ningún momento - además si vienes aquí, dudo realmente que solo quieras platicar, los hombres no viene aquí para eso.

- Eso es mentira, Víctor tiene mucho clientes con los cuales solo plática ahora - argumento al momento en su defensa, no quería admitir que en cierta forma si era un pervertido, pero sobre todo deseando que la referencia de su mentor sirviera positivamente.

- Bueno... en eso tienes razón... - dijo el rubio, ligeramente menos a la defensiva.

- Solo me gustaría platicar contigo, conocerte - dijo luego de un par de minutos, esperando el otro cediera.

- Nunca he tenido un cliente así, todos quieren que haga algo para ellos... - comentó el ruso, y de manera inconsciente ahora que estaba un poco más relajado, subió ambas piernas en el sillón abrazando ambas contra su pecho, pensativo.

- Bueno, no pasa nada, yo tampoco he conocido a alguien en una situación como la tuya, así que tampoco sé cómo reaccionar.

- ¿Me juras que no es esto alguna idea rara de Leroy? - cuestionó mirándole con recelo.

- Te lo juro, he visto que estás incómodo con él, por eso quise venir a solas para conocerte

- No me incomoda siempre, en ocasiones no es tan idiota - dijo el rubio y aquello no le gusto, más no dijo nada - Pero hay otras ocasiones en que me toca demasiado, me asfixia, aunque es el cliente que más me agrada de todos - confesó sin darse cuenta el menor.

- ¿Y qué te gusta hacer? - preguntó el kazajo para cambiar el tema y no hablar más de su jefe.

Yurio se encogió entonces de hombros.

- No lo sé, regularmente no tengo tiempo de hacer nada - respondió con simpleza.

- ¿Y qué te gusta comer? - preguntó ahora el mayor.

- ¡Piroshkis! - dijo inmediatamente el rubio con emoción, haciéndole sonreír .

- ¿Por qué? - quiso saber, sobre todo al ver como ese recuerdo le había hecho sonreír, aunque realmente ni siquiera sabía que era ese platillo.

- Oh, bueno... por nada, solo me gustan y ya - respondió el menor mientras abrazaba un poco más fuerte sus piernas contra su pecho, por lo que Otabek no quiso insistir.

- ¿Qué tipo de música te gusta? - preguntó sin darse cuenta que en verdad estaba manejando eso como si fuera una cita, aunque para su gracia, dado que el otro nunca había tenido una no podía tampoco darse cuenta de ello.

- Solo conozco lo que ponen en el club - dijo al mayor, a lo que este se sintió un tanto incómodo al recordar ligeramente la realidad.

- ¿Te gusta algún color? - cuestionó aunque ya para ese momento se sentía algo tonto ante la dinámica que llevaban y que parecía no llevarle a ningún lado.

- Me dan igual - respondió el menor encogiéndose de hombros, pero no con malicia, realmente Yakov les había educado de una forma en la que no podían tener deseos, aspiraciones o pensamientos propios, pues de otra forma podrían buscar irse de ahí, también por eso sin que ninguno se ellos se diera cuenta constantemente les humillaba, les repetía que no eran más que niños u hombres de la calle que él había rescatado, por lo que debían recordar que fuera de ese lugar no eran nadie.

- Ya veo... el negro te queda muy bien, resalta el color de tus ojos, como el de tu cabello - se animó a decir, esperando no incomodarlo.

- Sí, me lo han dicho - dijo por decir algo, sin ser consciente del sutil halago, más acostumbrado a calificativos que tenían que ver más con su cuerpo o su sensualidad.

El silencio se instaló entre ambos, el mayor miró con ligero desagrado que ahora la copa estaba vacía.

- ¿Quieres algo de tomar? - preguntó entonces el kazajo al joven frente a si, quien negó con la cabeza, y que lucía mucho más pequeño con aquella postura. - Pediré algo para mí.

Yurio solo asintió con la cabeza, y al darse cuenta de cómo estaba sentado, se reprendió mentalmente, acomodándose sobre el sillón ligeramente recostado de manera en que luciera su atuendo del día.

Otabek llamó al mesero con uno de los botones instalados en la pared del lugar, y luego de recibir su bebida que esta vez no fue ron, se sentó en el sillón en medio de un silencio que ciertamente no sabía manejar, pues él siempre había sido un hombre reservado, por lo que este duró varios minutos ante las pocas ideas que tenía para relacionarse con el ruso.

- Los gatos, me gustan los gatos - dijo repentinamente el rubio, quien previamente había tenido la vista fija en la cola falsa que era parte de su atuendo.

- ¡Oh! ¿En verdad? ¿De qué tipo? - preguntó al momento el castaño, emocionado de que por parte del otro hubiera un poco de conversación.

- Casi todos los gatos me gustan, menos esos que no tienen pelo. Me gustan los felinos en general en realidad - agregó con una sonrisa en los labios.

- ¿Cuál es tu favorito? - volvió a preguntarle, esperando que esa hermosa sonrisa, que nada tenía que ver con ninguna otra que le hubiera visto antes, no desapareciera de sus pálidos labios esa noche.

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Espero que el capítulo no les haya parecido muy lento, una de las cosas que más me gustan de una historia, es que las situaciones puedan ser ciertamente reales, me molestan esas historias donde de la nada el uno ama al otro, o que desarrollan confianza de la noche a la mañana, no lo sé, esa soy yo.

Y bueno, siempre me quedo con la sensación de que me hace falta más, o que no se me explicar, pero me emociona porque poco a poco estoy llegando a esa parte que de alguna forma me he imaginado desde que pensé en la historia.

Gracias a los que pese a todo leen, y más gracias a los que me dejen mensajes, jajaja, no me siento como naufrago en una isla abandonada...

Tengo la maldita inquietud de que el otro día me llegó una idea de otro Otayurio... sé que no debería empezar nada sin terminar esto, pero la realidad es que no se cuanto más tarde esto, jajaja, y bueno, la idea del otro no es extensa, es solo un "momento", una imagen en mi cabeza. Ye veremos si tienen más noticias de mi, jajajaj, ¡no me odien!

¡Saludos!

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