Capítulo 4

Wow! Bueno! Aquí vamos de nuevo... me emociono por lo que está por venir, jajaja, aunque siempre me da la impresión de que no logro plasmar de manera precisa, lo que pasa en mi cabecita en palabras, pero bueno... se hace lo que se puede...

Sé que tengo miles de faltas de ortografía, y mala redacción, pero trato de esforzarme por que quede lo mejor posible, se los juro... Ya casi arreglo los capítulos previos, no me odien, me falta mil millones de horas en el día para escribir lo que quisiera.

Espero que les guste el capítulo, no sean ingratas/ingratos (¿?) Déjenme un comentario, eso me hace feliz :D

Pd. Desconozco el nombre de la creadora la imagen, no me pertenece, pero la uso con mucho respeto y cariño.

Pd2. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así, habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P

= / = / = / = / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / =

- Pero miren quien ha llegado... - dijo Jean al ver a Yurio aparecer por la puerta del privado en el que se encontraban.

Apenas apareció el rubio en la habitación, Otabek no pudo apartar la mirada de él, lo cual ni siquiera fue necesario dado los planes que tenía su compañía.

- Anda, Otabek, yo sé que quieres esto, no seas tímido - le dijo el canadiense y entonces se puso en pie para llevar al chico cerca de él - Vamos, pequeño, has feliz al hombre...

Obediente al trato que su jefe le daba, el ruso se sentó sobre sus piernas a ahorcadas, quedando de frente muy cerca de él, haciendo que pasara saliva.

Leroy se acercó al oído del rubio y entonces este asintió con la cabeza, antes de inclinarse por completo sobre su cuerpo, llevando esos jóvenes labios a su cuello, depositando sutiles besos.

El kazajo no podía pensar, se encontraba disfrutando completamente de las sensaciones, por lo que se mantenía quieto bajo el cuerpo del menor.

- Hombre, no hagas esperar al pequeño, no queremos que piense que no te gusta... - señaló el de ojos azules que se encontraba ahora sentado a su lado, entonces tomó una de sus manos para ponerla sobre los pálidos muslos del menor que se asomaban bajo el pequeño short blanco del uniforme de marinero, haciéndole estremecer.

Al tener sus manos sobre los muslos del joven ruso este le miró directamente a los ojos, entonces sin dejar de mirarle, el más joven comenzó a mecer su cuerpo de manera suave sobre su cadera, comenzando a despertarle poco a poco.

Para ese momento en verdad había dejado de pensar, simplemente no podía despegar su vista de él, de sus ojos, de sus labios entre abiertos que exhalaban sutilmente, como si se encontrara en pleno acto sexual, provocando que sus manos se movieran de manera inconsciente, una hacía la estrecha y exquisita cintura que gracias a los movimientos del más joven se asomaba por debajo de la camisa, y la otra hacía rostro, para acariciar su pálida mejilla.

- Vamos, Otabek, tú quieres más de este niño... - murmuró cerca de él, Jean, mientras tumbaba de la cabeza del ruso el gorro de marino y revolvía posteriormente el cabello rubio, haciéndole ver más sensual, casi al mismo tiempo que este comenzaba a moverse con algo más de firmeza sobre él.

Sí, Otabek quería más de él, mucho más de él, y como respondiendo a sus pensamientos, las manos del menor se fuera a su pecho para acariciarle sobre la ropa.

- Yurio... - susurró el kazajo perdido en las sensaciones, mirando esos labios entre abiertos, que exhalaban con sensual suavidad.

- Hazlo... - dijo de nuevo su jefe muy cerca de él, entonces llevó esa mano que acariciaba la mejilla hacía los labios rosas, jugando con ellos, metiendo después su pulgar en la cálida y humedad cavidad.

- Di mi nombre... - ordeno él de manera ronca, excitado como se encontraba.

El rubio solo le sonrió sin dejar de rozarse se manera insistente contra su anatomía, contra su miembro que se encontraba completamente erecto ahora dentro de sus pantalones.

- Di mi nombre - ordenó de nuevo, y vio como esos delgados labios se abrían y se movían, sin que él pudiera escucharle.

- Más fuerte - exigió, esta vez con el deseo reflejado en su voz, mientras la mano en la cintura le atraía completamente contra su cuerpo.

Entonces Yurio abrió los labios, solo para decir....

- Buenos días, es hora de levantarse, la hora exacta es Siete horas, con quince minutos. Pip ~~! -

Otabek abrió de golpe los ojos, tomando consciencia entonces del tipo de sueño que había estado teniendo, y no solo eso, sino percatándose de la terrible excitación que tenía en ese momento, haciendo que se tapara el rostro muerto de vergüenza, puedes desde que había tenido 17 años, no le había pasado algo así.

- Buenos días, es hora de levantarse, la hora exacta es Siete horas, con quince minutos. Pip ~~! -

Apagó la alarma y fue directamente hacía la regadera, esperando el agua fría se hiciera cargo de su problema en la entre pierna. Maldijo entonces a Jean-Jacques Leroy por su maldita costumbre de ir al Secrets y arrastrarle con él, pues por culpa de ello era que ahora estaba teniendo este tipo de sueños...

Y es que después de 5 meses de ir entre 1 y 2 veces por semana al club, se había vuelto ya para él normal ver los cuerpos de aquellos hombres en poca ropa, sin embargo se dio cuenta de algo, que en todo ese tiempo no había tenido oportunidad de escuchar la voz de Yurio, pues ya fuera para bien o para mal, no habían tenido oportunidad de tenerle en un privado con ellos, ya fuera porque se encontraba castigado en la jaula, tuviera alguna presentación estelar o estuviera tratando con un cliente; pese al interés que pudiera sentir por él, solo le había tratado a la distancia, por lo que asumía que esa curiosidad que sentía, era en relación al no haberle tenido cerca, y es que para ese momento, podría decirse que conocía muchos de los chicos del club, como ese Chris, quien era de momento la estrella del lugar, y que si le quitaba lo sexual a todos sus actos como sus palabras, era un hombre bastante divertido; también estaban Leo y Emil, quienes no eran tan sexuales como el rubio, pero siendo tan "normales", y dado que él no tenía interés por los cuerpos masculinos le era algo incómodo tenerlos cerca; también tuvo el "honor" de conocer al tan famoso Victor Nikiforov, admitiendo para si mismo que se notaba que ese hombre sabía muy bien lo que hacía, pues sin ser vulgar ni invasivo, había logrado atraer su atención más que ningún otro, a excepción de Yurio, sobre todo al saber que había sido él quien había educado a Yurio en todo lo relacionado a aquella "profesión".

Salió de bañarse, y luego de ponerse algo de ropa e ir a la cocina para hacerse café, encendió la pantalla del celular para ver la hora, solo para toparse con la foto de Mila y él juntos, algo que hizo se le retorciera el estómago ligeramente ante la culpa.

No podía seguir así, ese estilo de vida le estaba causando demasiados problemas emocionales, debía parar aquello.... Suspiró pesadamente, antes de bloquear de nuevo su móvil, dispuesto a irse a trabajar.

Durante el día y dado que tenía que hacer trabajo en conjunto con su jefe, estuvieron en la oficina de este largo rato, por lo que al salir a comer, se sintió aliviado.

- Vaya, hasta que cambiaste ese aburrida foto - hizo la observación Leroy, sacándole de sus pensamientos.

- ¿Qué? - preguntó confundido ante el comentario.

- Que por fin cambiaste es aburrida foto de ustedes, era muy cursi - respondió Jean, entonces fue consciente de que ahora como fondo de pantalla tenía la foto de una moto, algo que le sorprendió a él mismo, porque no tenía memoria de cuando había hecho eso - ¿Te gustan las motos? - preguntó su jefe, ajeno a sus pensamientos.

- Sí, mucho, aunque a Mila no le gusta que maneje en ellas, así que hace mucho que no lo hago - confesó sin darse cuenta, volviendo a bloquear su celular ahora que les estaban entregando la comida.

- Qué horror, que pareja tan asfixiante, yo no podría vivir con alguien así - dijo al momento el de ojos azules.

- ¿En verdad no has dejado de hacer algo que te gusta ahora que estás comprometido con Isabella? - Preguntó el kazajo, recibiendo una mirada significativa del otro - Bueno, lo del Secrets no cuenta, porque no lo sabe, pero...

- No, nada - le cortó - Ella me conoce y desde entonces me ha aceptado, ella no hace preguntas incómodas, ni me presiona, por eso me gusta estar a su lado.

- ¿Y los chicos? - preguntó de nuevo sin poder detenerse, realmente curioso con la forma de pensar del otro.

- Bueno, ese es tema aparte, con ella no puedo tener lo que tengo con ellos, Isabella es muy emocional, es muy linda, pero en muchas ocasiones, yo necesito "más" - dijo luego de meditar un poco su respuesta. - Ella moriría de la vergüenza antes de que pudiera hacerme un privado, por ejemplo.

Asintió con la cabeza, porque eso lo entendía, él mismo no se sentía en confianza para contarle a Mila alguna de las fantasías que había tenido respecto a ella.

- Nadie lo puede tener todo en una sola persona, Otabek, deja de soñar, si eso fuera posible, no existirían lugares como el Secret - señaló Jean, antes de comenzar a comer.

No dijo nada más, pues aquellas palabras le dejaron pensativo el resto de la tarde, y tan distraído estaba por ello, que no fue consciente de que a la salida del trabajo, Jean le llevaba hacía el Secrets hasta que estuvieron a fuera del club.

- No, no... - comenzó a decir el kazajo, casi con horror, no deseando que se repitieran esos sueños "extraños".

- ¡Oh, vamos! Ya hace meses que vienes, no me salgas con timideces en este momento - dijo el otro en medio de una risa, sin embargo no podía explicarle la razón de su resistencia, pues sabía que Leroy se aprovecharía de eso.

Entrando al lugar, Yavok, les recibió.

- ¡Leroy! ¡Mi hombre! - dijo el mayor, dando un fraternal abrazo al más joven.

- ¡Yavok! - saludó de vuelta, el canadiense, con una sonrisa.

- Estás de suerte, hoy Yurio está completamente disponible para ti - le anunció .

Al escuchar aquello, Otabek sintió un vació en el estómago, y con mayor razón deseo más que nunca estar lejos de ahí.

- Excelente, créeme que no soy el único que ha esperado este momento - dijo Jean mirando de reojo a Otabek - Bien, entonces tú dime donde debo ir.

- Te llevaré personalmente - indicó el mayor, y con una gesto de la mano les señaló el camino.

Otabek no era una persona creyente, pero de haberlo sido, le habría rezado encarecidamente a su Dios porque eso no pasara, por mantenerse lejos de aquel adolescente que le hacía actuar de maneras extrañas.

Entraron a la pequeña habitación que estaba decorada con terciopelo en las paredes, un par de sillones y en medio del lugar, una mesa que tenía en el centro un tubo, el cual hizo que el kazajo pasara saliva al recordar la primera vez que había visto a Yurio y la forma en que este había utilizado ese objeto.

Cuando pasaron a solicitar su pedido de bebidas, pidió vodka puro, necesitaba algo fuerte pudiera opacar aquel nerviosismo que sentía, y que le hacía portarse como un adolescente.

Escuchó la otra puerta abrirse, la que deja entrar a los chicos al privado, y se quedó sin aire al ver al joven rubio vistiendo un pequeño uniforme de colegial, la visión de este le tuvo hipnotizado algunos minutos, pero apenas la puerta se cerró tras de si, Yurio hizo una mueca de fastidio.

- Leroy... - murmuró el ruso acercándose, de manera lenta, como si no quisiera realmente hacerlo.

- ¡Yurio! ¡Precioso! ¿Me extrañaste? - preguntó su jefe, terminando de acercarse a él para buscar darle un beso en los labios, el cual el menor rechazó girando la cabeza.

- Como se puede extrañar a un perro en celo - respondió el rubio con acidez, haciendo que se sonrojara al recordar su sueño de la mañana.

- Vaya, hoy estás muy grosero conmigo - comentó Jean, volviendo a su asiento, y tras suspirar pesadamente, el más joven fue a sentarse al sillón entre ellos, dirigiéndole una mirada de reojo.

- Ya sabes que así soy yo - respondió el más joven, tomando la bebida del canadiense para darle un trago.

- ¿Qué tienes? - Preguntó su jefe, aunque él también tenía muchísima curiosidad de saber - Sé que no has peleado, de otra forma no estarías aquí.

- Que te importa - le respondió de nuevo de forma cortante, luego de hacer una mueca ante el sabor del alcohol en su boca.

- Tienes razón no me importa, ahora haz tu trabajo - dijo entonces Leroy tomando al joven por la cintura, para sentarle sobre sus piernas.

- ¿Qué haces? ¿Por qué no puede estar quieto? - se quejó el menor, manoteando para que no posaba sus manos sobre su cuerpo, aún cuando no se había quitado de sobre sus piernas -

Otabek pensó en decir algo, más no sabía que, se sentía algo confundido sobre lo que estaba permitido y no, solo sabía que no deseaba Yurio se enfadara más.

- Ya sabes que no puedes tocarme - se quejó nuevamente el rubio, sin dejar de forcejear con el mayor.

- Jean... - comenzó a decir el kazajo, pero entonces con un movimiento fuerte y brusco, el canadiense tomó el mentón el más joven, para que le mirara a los ojos.

- No estás en posición de negociar, ¿lo sabes? - gruñó con molestia su jefe - Faltan solo un par de meses para que comiencen a venderte, y a menos que quieras que el asqueroso de Celestino tome tu cuerpo por primera vez, te portarás bien conmigo para que me compadezca de ti y decida pagar la cantidad necesaria para comprarte antes que él, ¿entendiste?

Yurio que se encontraba forcejeando, se quedó quieto mientras él mismo se quedaba quieto ante la impresión de lo que acababa de escuchar, ante la mirada dolida que el de ojos verdes reflejaba, pero que buscaba esconder en el gesto de molestia en su rostro.

- Así... así es como te debes de portar, Yurio... - murmuró Jean, mientras comenzaba a besar su cuello

El nerviosismo había desaparecido por completo luego de lo que había dicho su jefe, al ver los verdes ojos que asustados le miraban en silencio, mientras se dejaba hacer, como si fuera nada menos que un muñeco para usar a placer... la virginidad de Yurio iba estar a la venta, y Jean-Jacques Leroy, pensaba comprarla.

= / = / = / = / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / = / = /= / =

No tengo mucho que agregar, solo gracias por leer y a ver que sucede en el siguiente capítulo :D

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top