Capítulo 3
Hola! Aun cuando dije que al parecer ya había aprendido a usar esto, la realidad es que aun no entiendo nada, jajaja, no sé porque hay ciertos espacios, y así, pero en verdad espero que con la práctica, me salga mejor...
Como les dije previamente, hay varios archivos que he utilizado en referencia para inspirarme y hacer los capítulos, pero aún no me he logrado dar el tiempo para agregarlo... Prometo que no pasará del capítulo 5, cuando ya todo este ordenado, porque parece que esta historia va para largo...
Muchas gracias a los que leen, precio mucho más sus comentarios.
Espero que les guste
Pd. Desconozco el nombre de la creadora la imagen, no me pertenece, pero la uso con mucho respeto y cariño.
Pd2. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así, habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P
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Viktor Nikiforov era un hombre ruso de 28 años, de cabello platinado e impresionantes ojos azules, era el hombre leyenda que por años fue la estrella en el Secrets, un lugar al que no solo dio mucha fama, si no que era más a que nada el centro de su vida. Sin embargo no siempre fue así.
Víctor no puede recordar su vida antes de sus 17 años y tampoco sabe la razón de ello, solo sabe que en ese entonces se mantenía de hacerle sexo oral a extraños y de dejarse manosear por otros; trataba por todos los medios de evitar tener relaciones sexuales, lo detestaba, le daba asco, pero cuando llevaba ya días sin comer y sin poder conseguir algo de dinero de otra forma, accedía y no con cualquiera, solo con los que lucían limpios para evitar así una enfermedad, y también solo con los que conocía de tiempo pues así se evitaba quedarse atrapado con algún loco que quisiera lastimarle.
Fue por eso que cuando se le acercó aquel hombre, Yakov Feltsman, proponiéndole sacarlo de su vida en la calle a cambio de ser simplemente un bailarín en un exclusivo club para caballeros que no lo dudo, pues las noches en Moscú eran cada vez más frías y conforme crecía, era más difícil encontrar un lugar donde pasar la noche dado su edad.
También le había ofrecido el hombre una paga pero nada de eso le importaba, le era suficiente un lugar cálido y seguro para dormir, así como tener un espacio donde tomar una ducha y alimento, por lo que en ese momento no lo había aceptado, hasta que conoció al otro.
Era solo un niño, demasiado pequeño para aquella camioneta donde les transportaban a él y a un montón de jóvenes que parecían tendrían el mismo fin, ser tratados como objetos eróticos para la satisfacción de otros. Ninguno otro era de Rusia, lo supo al momento, sus rasgos y el idioma en que hablan lo dejaba en claro, a diferencia de ese pequeño que no paraba de llorar y que solo repetía "Mamá" y "Papá" de manera insistente, buscándolos.
"¿Estás bien?" Preguntó Víctor luego de algunos minutos, incapaz de ignorar al pequeño rubio a diferencia de los otros que ante lo ruidoso de su llanto, comenzaban a mirarlo con apatía y resentimiento.
El pequeño al escucharle hablar en su idioma volteó a verle, aferrándose a él
"¿Dónde están mamá y papa? Quiero ir con ellos", preguntó angustiado.
"No lo sé, pero no tienes de que preocuparte, vas a estar bien", mintió al menor quien nuevamente se puso a llorar pero esta vez aferrado su camisa.
Era un solo un niño, por lo que luego de varios minutos simplemente cayó dormido en sus brazos, mientras abandonaban el nevado país de Rusia en el frío de la noche, encerrados en un gran contenedor en cual estuvieron viajando por un par de días.
Yurio fue el nombre que le puso al pequeño rubio Yavok, quien desde siempre tenía la costumbre de cambiar nuestros nombres para hacernos olvidar nuestro pasado. Apenas pudieron salir de aquel encierro, sin mediar palabras él y Yurio permanecieron juntos, aunque al llegar al lugar que sería a partir de entonces su hogar, Yavok buscó separarlos, haciendo llorar al pequeño mientras él le pedía de manera insistente quedárselo, permitirles estar cerca a cambio de la paga que pudiera tener en un futuro, haciendo que desde entonces estuvieran siempre juntos, a lo que con gusto, el mayor accedió.
Dado su edad al día siguiente tuvo que incorporarse a los servicios del club, iniciando como un mesero mientras aprendí un poco del oficio y también mientras su cuerpo dejaba de lucir enfermizamente delgado, sin embargo ese tiempo también sirvió para que Yurio y él se hicieran muy cercanos, pues el pequeño necesitaba quien lo cuidara y él necesitaba a quien querer, razón por lo cual cuando meses después tuvo que entrar de lleno en el club, Yurio no paraba de llorar todo el día provocando la incomodidad de muchos, incluído el mismo Yavok.
- No puedes culparlo, es solo un niño - dijo en aquel entonces al que se había convertido en su dueño.
- Me tiene harto, estoy arrepintiéndome de haberle traído, lo dejaré en una calle abandonada si sigue así - le contestó, haciendo que el ruso se sintiera inquieto de sus palabras.
- Está asustado, es muy pequeño y no sabe estar solo. Deja que tenga una mascota - sugirió él, buscando opciones para el menor y recordando a su fallecido perro Macachin, que le había acompañado por largas noches en Moscú.
- ¿Una mascota? ¿De qué privilegios goza ese mocoso? ¿Quién va mantener un animal más, aparte de ustedes? - preguntó de manera ofensiva.
- Yo lo haré, yo pagaré todo lo que tenga que ver con ellos dos - respondió al momento.
- ¿Tú? Ni siquiera has comenzado a ganar un solo centavo y ya estás comprometiendo lo poco que podrías llegar a ganar, ¿cómo sé que serás una buena inversión? - preguntó nuevamente.
- Lo seré, seré la mejor inversión que podrás tener en muchos años - le prometió, y como siempre pasaba cuando se sentía desesperado, para reforzar sus palabras se acercó al mayor de manera sensual, pegándose a su cuerpo y hablando sobre sus labios de manera seductora.
- Tienes 6 meses para que eso suceda, no más - sentenció Yavok con tranquilidad, inmune a sus encantos.
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- Yurio... ven... - llamó el día siguiente al pequeño luego de haber encontrado un hermoso y diminuto gato callejero, y luego también de haberse asegurado con el veterinario que estaba todo en orden - Mira lo que tengo para ti...
- ¿Qué es eso...? - preguntó el pequeñito acercando su mano al felino, quien maulló ante la agradable caricia.
- Es una gato, una animalito que te va acompañar cuando yo no esté contigo - le explicó, pasándole al felino a sus brazos
- Es muy suavecito... - murmuró Yurio, a quien le brillaban los ojos desde la primera vez en que le había visto.
- Sí, lo es. ¿Cómo se llama? - preguntó entonces el mayor, esperando el más chico le pusiera un nombre a su nueva mascota.
- ¿Gato? - respondió el rubio con una pregunta, confundido de que le preguntara como se llamaba cuando él antes se lo había dicho.
Ante la inocencia del menor, Víctor no pudo menos que reír, guardando ese recuerdo para siempre en su memoria como uno de los más preciados.
- Gato, entonces se llama gato - concluyó el de cabello platinado, revolviendo la rubia cabellera del menor.
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Fue ese y muchos otros momentos agradables, los que llevaron a Víctor a cumplir su promesa. Y la realidad es que no le había costado esfuerzo en lo absoluto, con todas esas comodidades y con una pequeña familia a su lado, realmente se sentía feliz, lo suficiente para verse bien, para ser agradable con clientes y sentirse cómodo para desarrollar y potencializar su sensualidad. Dado la buena alimentación que ahora llevaba, tanto su piel como su cabello eran más hermosos, por lo que dejó crecer este en sus mejores años en el club, atrayendo uno y mil clientes, quienes esperaban ansiosos por un turno en su agenda llena para poder tenerle en un privado. Y aun cuando Yakov había mentido, pues conforme se hizo famoso comenzó a rentar su cuerpo, tampoco le importó, sabía que no le entregaba a cualquiera y que cobraba caro por ello, lo suficiente para que conforme pasaban los años le permitiera no solo tener sus propias cosas, si no su propio cuarto, ese que sin dudarlo compartió con el que pequeño rubio que le esperaba por las madrugadas y con el cual salía por las tardes que tenía libres para jugar en el parque que tenían cerca.
Aún así, conforme crecía Yurio, una sombra comenzó a empañar su felicidad, pues era consciente de las miradas que le dirigía Yavok al rubio y lo que había detrás de ellas, sabiendo que pese a todo lo que quisiera evitarlo, su pequeño tendría el mismo fin que él. Pensó que su carácter rebelde haría desistir al mayor, pues pese a la belleza del joven ruso, tenía una personalidad realmente complicada siendo un adolescente, sin embargo no estaba preparado para aquella mala jugada de Yavok...
- ¡Víctor! ¡Víctor!, ¿qué crees? - preguntó el menor al de cabellos platinados con la emoción brillando en sus hermosos ojos verdes - Después de años Yavok encontró a mi abuelo, está en un asilo en las afueras de la ciudad y dice que si comienzo a trabajar en el club podré tener dinero para verlo - le contó emocionado en verdad.
- ¿Tu abuelo? ¿Cómo sabes que es tu abuelo? Tú eres huérfano - dijo al menor, no queriendo se enganchara en ello
- Sí lo sé - respondió con algo de molestia el rubio - Pero si es mi abuelo, incluso me enseñó fotos y es como lo recuerdo.
- Bueno, pero no tienes que trabajar, puedo comenzar a hacer un ahorro y así iremos a verlo juntos - quiso convencerle de desistir de la idea.
- No, no tienes que hacerlo, yo puedo juntar el dinero. Además me dijo Yakov, que cuando crezca y pueda ganar más dinero como tú haces, podría cambiarlo a un lugar más bonito y más cercano - agregó igual de entusiasmado.
Así que eso era, maldito cerdo... sabía del carácter difícil de Yurio, de sus desplantes, pero también sabía de su anhelo de encontrar a su familia, porque lo que el maldito no había dudado en hacer uso de esa información para un conveniencia, metiendo así al rubio al negocio.
Más no pudo decir nada, su vida no le pertenecía, mucho menos la del menor, por lo que con algo de amargura, se dedicó disfrutar de la inocencia del menor el tiempo que le restaba, prometiéndole que cuando fuera el momento, él mismo le enseñaría todas sus habilidades y técnicas de sensualidad, para así ayudarle a ser también el mejor y tener todo el dinero para cuidar de abuelo.
De eso habían ya pasado 3 años, tiempo en el que cansado de estar sobre el escenario y sin un propósito para ganar dinero, pues Yurio ya ganaba el suyo, decidió retirarse, quedándose en el club para apoyar a otros o para acompañar de vez en cuando a los clientes antiguos que aún le conocían y gracias a los cuales había llegado hasta ahí, sin una vida propia más allá de ese lugar.
Y tal vez la vida se habría vuelto algo tediosa pues cada vez Yurio le necesitaba menos, al desarrollar su propia sensualidad y estilo, hasta que en ese día algo distinto sucedió.
Acababa de dejar a Yurio en las duchas, luego de haberle enseñado una complicada secuencia de pasos, cuando le escucho.
Su cabello era oscuro y sus rasgos eran orientales, su inglés era malo, pésimo en realidad, pero desesperado y de rodillas, le pedía a Yavok una oportunidad para trabajar en el club, a lo que su dueño, simplemente le decía que era demasiado viejo para ello, que no podría desarrollar algún tipo de sensualidad, mucho menos con esa apariencia suya.
- Yo le entrenaré - se le escapó al de cabellos platinados, luego de verse a si mismo hacía ya 11 años, cuando había rogado por tener al pequeño rubio cerca.
- Víctor, no te metas - gruñó el otro, mirando entonces a su ex-estrella mientras el moreno se callaba y le miraba con los ojos llorosos detrás de sus descuidados lentes.
- Yo haré que se vuelva sensual pese a su edad y que te mucho dinero, tanto como yo te di a ti - repitió, sin mirar a nadie más que a aquel oriental - Solo dame un par de meses.
- Tienes solo un mes, sino lo consigues en ese tiempo lo mataré, no me conviene que ande esparciendo información sobre este lugar - amenazó el hombre.
- Hecho - cerró la negociación con seguridad, sin apartar su vista del pelinegro, quien al escuchar aquello se lanzó a sus pies.
- ¡Gracias, gracias!, ¡no se arrepentirá!, ¡daré lo mejor de mi! - le prometió el otro, aunque no sabía que tanto él era consciente de que a partir de ese momento, su vida no le pertenecería más...
Yakov no pensaba invertir ni un centavo en él dada su edad y las pocas posibilidades que le veía, por lo que aun sintiéndose identificado en esa necesidad que había percibido en el oriental, le recibió en su cuarto aquella noche, aquel cuarto que sentía vacío ahora que Yurio tenía 16 años y había reclamado su propio espacio, dejándole solo.
Lamentablemente nunca pensó en que sus acciones tendrían consecuencias, y que así como pese a todo, Víctor venía a Yurio como su niño, este le seguía viendo como el adulto que estaría ahí solo para él.
Chris fue quien fue a buscarle luego de que ha palabras de él, todo se volviera un caos después de que Yurio se enterara de la existencia del oriental en el club.
- ¡... y eres un cerdo! ¡¿Cómo se te ha ocurrido siquiera pensar que Víctor podría entrenarte?! - gritaba el rubio cuando él iba llegando, mientras era detenido por otro de los chicos del club.
- Fui yo quien se lo ha ofrecido - le hizo saber, acercándose a ambos
- ¡¿Qué?! ¡Dijiste que entrenarías solo a mi! ¡Que solo yo sería la estrella de aquí! - le reclamó el joven ruso, comenzando a enojarse nuevamente.
- ¿Qué es todo esto? - preguntó Yavok, que iba llegando - Estoy atendiendo clientes y lo único que escucho son gritos, como si esta fuera una casa de locos.
- ¡Yakov! - se lanzó entonces el menor hacía el hombre, aferrándose a su camisa - ¡No lo quiero aquí! ¡Córrelo! ¡Es un cerdo asqueroso!
- ¡Cállate! - dijo dándole una bofetada - Deja de gritar como un crío, estoy cansado de tu comportamiento, de tus berrinches, ¿crees que porque eres hermoso te necesito? Hay muchos como tú en la calle - agregó y entonces miro al oriental, quien se cubría el rostro que ante el previo golpe del joven ruso comenzaba a amoratarse - ¿Quién lo ha lastimado? - preguntó a todos los presentes quienes solo se encogieron de hombros.
- ¡Fui yo! - gritó aún molesto el rubio, sobre todo dolido por la preferencia que estaban dándole tanto él como Víctor a ese maldito oportunista.
- Suficiente - dijo el mayor, entonces sin previo aviso, tomó al de ojos verdes por el cabello, acercándole a su rostro - Estarás castigado toda una semana en la jaula, sin paga y sin clientes, no te quiero dándole mala fama al lugar, ¿entendiste?
Yurio, solo había asentido con la cabeza, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, no sabía si de dolor o de rabia.
- Ponte hielo en esa mejilla - le ordenó Yakov al rubio, para que no se le hiciera un morete ante lo sensible de su pálida piel, soltándole.
- Te odio, Víctor Nikiforov, te odio - le dijo antes de salir de la habitación, mirándole con esos hermosos ojos verdes llenos de odio.
Solo pudo sonreírle amargamente de vuelta, mientras sentía su pecho hundirse de dolor, su pequeñito rubio jamás le había dicho algo así y dolía.
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Hola de nuevo...
No pienso ahondar mucho en Víctor y Yuuri, pero considero que es importante mencionar un poco de qué papel juegan en la vida de Yurio. El siguiente capítulo retoma la situación de nuestro pequeño rubio, y del encantador y conflictuado Otabek, quien para su desgracia, poco a poco comienza a caer más en los encantados del hada rusa.
Gracias por leer nuevamente.
Espero sus comentarios.
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