Capítulo 2
Hola! Muchas gracias por leer, disculpen que la vez pasada no pusiera ni comentara nada, la verdad es que nunca había publicado en esta página y no sabía como, jajaja, pero voy aprendiendo.
Muchas gracias también a las que dejaron mensaje, en verdad es motivante, espero la próxima vez tenga un poco más de respuestas por parte de ustedes.
Quiero hacer un Universo Alterno con muchas similitudes al universo que conocemos, por eso habrá situaciones similares y personajes, pero de momento me enfocaré en mis pareja favorita, aunque para mayores datos les comparto que en este momento de la historia, Víctor y Yuuri se acaban de conocer :P.
Tal vez voy un poco lento, pero igual espero que les guste. Saludos.
Pd. Desconozco el nombre de la creadora la imagen, no me pertenece, pero la uso con mucho respeto y cariño.
Pd2. Los personajes de Yurio on Ice no me pertenecen, de ser así, habría más yaoi, y Otabek y Yurio serían canon :P
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"¿Cómo dijiste que se llamaba?", no pudo evitar preguntar Otabek a su jefe al día siguiente en el trabajo, y es que esa noche no había podido dejar de pensar en el rubio.
"Yurio, el hada rusa", respondió este mirándole de reojo, y cuando estaba dispuesto a hacer una nueva pregunta, recibió una mirada significativa, dejando de momento la conversación. Solo cuando salieron a comer fuera de la empresa, es que su jefe lució más relajado.
- Te dije que iba gustarte - señaló Leroy como si nada, mientras le daba un trago a su bebida que le habían llevado.
- No me ha gustado, solo me llamó mucho la curiosidad eso es todo - se defendió el kazajo, mientras bebía también de su vaso, y ocultaba su rostro tras este.
- Sé que te gusto, a pesar de que apareció Chris con su presentación estelar estuviste en todo momento distraído - agregó con seguridad y con toda la intención de que el otro dejara ese jueguito de "Buena persona" - No tienen nada de malo, siempre se lo he dicho a Yakov, Yurio es una de sus mejores joyas, sobre todo porque aprendió directamente de Víctor Nikiforov, el hombre leyenda de aquel club.
Otabek asintió con la cabeza, aunque casi nada de lo que había dicho el ojiazul le había importado realmente.
- ¿Por qué le dicen el hada rusa? - se atrevió a preguntar entonces, cuando comenzaron a comer.
- Él y Víctor son de Rusia, Yakov los sacó de la pobreza, Yurio de hecho es huérfano, así que él le dio un lugar y una nueva familia. - contó Leroy.
Aquello si que le sorprendió saberlo, y repentinamente sintió mucha curiosidad de saber más cosas del rubio, sin embargo no preguntó nada más, le apenaba tener esa curiosidad hacía el otro, le sabía mal, le sabía a engaño hacía su novia, Mila Babicheva que le había apoyado siempre, sobre todo en este momento de su carrera profesional, esperando pacientemente en su ciudad natal por su regreso.
Se obligó a no pensar en el joven, se obligó a enfocarse en su trabajo y en responder a las amorosas llamadas y mensajes de su novia, y habría logrado cumplir con su objetivo, si no fuera porque ese día, su jefe comentó al salir de una de las juntas del trabajo.
- Tenemos cita hoy en el "S" - le dijo directamente, como si fuera la cosa más normal del mundo, y aunque un principio el "S", no le dijo nada, como si su inconsciente hubiera esperado ese momento, el letrero del club privado apareció en su mente.
- Nos vamos a las 9 - agregó, y por la hora, en verdad no podía referirse a ningún otro lugar.
Las horas que siguieron a eso, fueron una agonía para el pelinegro, simplemente no podía mantener su mente en el trabajo por más que lo intentaba. Por un lado deseando ir, verlo de nuevo, por otro sintiéndose culpable de ello, de seguir pensando en él, cuando tenía una pareja, cuando todo estaba bien entre ellos.
Aún cuando se vio como un niño pequeño que se había encerrado en su oficina tras su escritorio, el kazajo no cedió esta vez a la cita con su jefe, mintiendo sobre actividades que tenía pendientes, y sin ánimos de cargar con él sino de divertirse, Jean Leroy le dejó ahí solo.
Casi al momento en que su jefe cerró la puerta, Otabek se arrepintió, poniéndose de pie para ir tras él, para sentarse al siguiente momento, deteniéndose. Tomando el celular para marcarle, decirle que le esperara, pero bloqueando nuevamente este al ver la foto de su novia en la pantalla, casi horrorizado de haberlo siquiera pensado.
La semana que siguió no fue la mejor de su vida, muerto del arrepentimiento había buscado al día siguiente saber por su jefe acerca del ruso joven, solo para recibir de su parte monosílabos.
Y es que Jean-Jacques Leroy era una persona orgullosa y lo que menos le gustaba es que le dejaran solo, mucho menos cuando el joven le había confiado su asistencia aquel exclusivo lugar, que de saber algunas personas de su asistencia le generaría muchos problemas, no solo con su prometida, si no con la sociedad entera.
Luego de torturarle un poco al no ofrecer nada de conversación ni comunicación sobre el tema, nuevamente le invitó acompañarle al club, sonriendo ante la positiva y rápida respuesta que recibió.
Otabek en esta ocasión también contó las horas, desean pasaran pronto para poder verle, sin querer cuestionar de momento la razón de esto, solo queriendo hacerlo, por lo que cuando por la noche llegaron suspiró largamente, como si hubiera estado conteniendo el aire por horas.
En esta ocasión no les recibió el viejo hombre, sin embargo se notaba que Leroy era un miembro conocido,
pues a donde volteara, todos los meseros le saludaban y le sonreían.
- Oh no... parece que nuevamente ha peleado - comentó Jean haciendo una mueca, y cuando siguió el rumbo de su mirada repentinamente se quedó sin aire.
Bajo la luz tenue de un reflector, y encerrado en una jaula como la de una ave se encontraba el joven rubio, que en esta ocasión vestía un traje de hada, balanceándose en el columpio que se encontraba dentro del reducido espacio, mirando hacía el piso con una mirada triste, que le hacía ver encantadoramente vulnerable.
Tan absorto estaba en la visión del otro que no escucho cuando su jefe le dijo que deberían acercarse, y solo fue hasta que vio a este al lado de la jaula que reaccionó acercándose, siendo sorprendido por la visión de Jean pellizcando el trasero del chico, quien volteó al momento.
- .... Lo ves? ¿Qué te costaba voltear? - escuchó que decía Leroy cuando llegó juntos a ellos, sin embargo eso tampoco le importó pues su mirada se cruzó con la del ruso, quien había perdido todo ese aire de inocencia y emanaba una mirada llena de odio en sus verdes ojos.
- Anda, tienes que lucir lindo, Yakov no te tiene aquí para causar lastima, precioso - agregó Jean, haciendo que el rubio simplemente mirara el frente y comenzara a columpiarse dentro, esta vez con un aire de elegancia y suficiencia. - Bien, así se hace - dijo y entonces le hizo un gesto con la cabeza a él para encaminarse a una mesa.
- Es una lástima, pensaba que hoy si estaba desocupado podría pagarnos un privado con él, pero siempre que le tienen ahí encerrado significa que se ha portado mal - explicó Jean, y con otro gesto de la mano les trajeron pronto sus bebidas.
No comentó nada más de vuelta, después de todo no sabía que decir, pues Otabek Altin era un hombre de pocas palabras, le gustaba más que nada observar, sobre todo las cosas y las personas hermosas, como Yurio, quien luego del acercamiento de ambos, lucía hermoso en aquel fantasioso contexto, mientras el vaivén del columpio hacía que su cabello acariciara su delicado rostro; solo después de varios de minutos de observarle, Otabek se dio cuenta que lucía joven, muy joven en realidad, y entonces mirando completamente su figura con más detenimiento, se dio cuenta que lo delicado de su cuerpo no parecía parte solamente de su tipo de constitución física, sino que las piernas pálidas pero firmes que se asomaban bajo el sugestivo traje de hada, se veían en verdad jóvenes.
- Sabes cuantos años tiene Yurio? - preguntó como si nada el kazajo, mientras le daba un trago a su bebida para parecer poco interesado en el tema.
- Sí, 16 años - respondió Jean con una sonrisa lobuna en labios - ¿No es acaso exquisito?
Si bien el hecho de estar en ese lugar le generaba culpa, había aprendido a evitar la molesta sensación, sin embargo al escuchar aquello y sobre todo al ver la sonrisa de su jefe, sintió que el asiento bajo él desaparecía por completo.
Él, Otabek Altin, se había convertido en un paidofílico.
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Bien, eso ha sido todo por el momento, gracias de nuevo por leer, y espero ansiosa sus comentarios, quejas, y sugerencias :D
Hay algunos vídeos y canciones en los que me he inspirado para hacer esto, más adelante se los comparto.
Saludos :D
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