Capítulo 9: Una copa

Intentar arreglar las cosas con su padre no era nada fácil. Por mucho que él intentaba una y otra vez solucionar sus desacuerdos, Fugaku se lo impedía de una u otra forma. Por alguna razón, no soportaba su matrimonio y no estaba seguro del motivo para ello. Naruto era increíble y se amaban.

Sasuke pensaba muchas veces que si su padre diera una oportunidad a Naruto, acabaría adorándole, tanto, que dejaría de intentar acabar con ese matrimonio, quizá por eso no quería ni se esforzaba en conocer a Naruto. No estaba listo para descubrir a una gran persona o al menos, no para cancelar sus posibles negocios.

Sus hijos siempre fueron un tipo de negocios, a su padre le gustaba llegar hasta nuevos socios utilizándolos. Itachi tenía muy difícil escapar de sus manos, pero había asistido a muchas citas a ciegas y todo para mejorar negocios, por suerte, pudo esquivar bodas aunque Sasuke sabía que al final acabaría sucumbiendo a las peticiones absurdas de su padre.

Él se escapó, consiguió hacerlo aunque para ello, tuvo sus problemas. Su primer matrimonio fue un fiasco, su ex marido aprovechó la influencia de su padre para ascender pero su padre consiguió mucho también gracias a los consorcios hoteleros que manejaba la familia de su exmarido.

Durante unos meses, mientras se conocían, Sasuke pensó que todo era normal. Se habían conocido en la cafetería cercana del parque, él era policía, Sasuke bombero, trabajaban en el mismo parque del pueblo, a veces coincidían en algunos casos, ellos acordonaban la zona y el equipo de Sasuke salvaba y apagaba incendios. Casualidades, es como Sasuke lo veía, dos personas que simplemente coincidían en su rutina. Ahora sabía que todo fue un truco de su padre.

Con Naruto todo fue diferente. Se conocieron en esa subasta porque Naruto ya lo quería, Naruto ya quería estar con él, luchó por él sin tener nada que ofrecer a su padre, tan sólo... quería estar a su lado. Eso era todo lo que Sasuke había buscado durante su vida. Ahora no iba a renunciar a ello pese a las trampas que su padre ponía para intentar alejarlos.

Sasuke fue el primer en abrir la puerta del local y cederle el paso a su nuevo amigo. Conocía a los chicos como él que intentaban huir de las garras de sus padres, se sentía identificado hasta cierto punto.

‒ Muchas gracias – comentó Suigetsu - ¿Tú esposo vendrá aquí?

‒ Sí, le he dejado un mensaje – comentó Sasuke mientras guardaba el teléfono en el bolsillo de su chaqueta – está trabajando pero sale en un rato.

‒ ¿A qué se dedica? – preguntó algo más curioso Suigetsu.

‒ Es policía.

‒ Genial. ¿Tú trabajas con tu padre?

‒ ¡Oh no! Me pegaría un tiro si tuviera que verle todos los días – sonrió Sasuke – soy bombero.

‒ Entonces tu marido y tú congeniaréis.

‒ La verdad es que si. Antes trabajábamos en el mismo edificio, aquí en Las Vegas... bueno, esto es el triple o cuádruple de grande que el pueblo, así que cada uno tiene su edificio bien diferenciado, de hecho no hay un solo parque de bomberos, hay unos cuantos. ¿Tú trabajas con tu padre?

‒ Pues sí. Cuando salí de la universidad no pude escaparme. Quiso que aprendiese todo sobre el negocio y le sustituyera a futuro. Ahora está intentando convencer a tu padre de una asociación. Supongo que de ahí la trampa para intentar juntarnos.

‒ Ya veo. Mala suerte para ellos.

‒ La verdad es que si. De hecho, para serte sincero, ni siquiera soy homosexual, no me gustan los chicos, pero mi padre... bueno a él le da todo igual con tal de que los negocios salgan a flote.

‒ Eso es peor que lo mío. Al menos a mí intenta juntarme con algo de mi "gusto", digámoslo así.

‒ Si le dijera a mi padre la mujer que me gusta... creo que pondría el grito en el cielo.

‒ ¿Enserio? ¿Tan malo es?

‒ No para mí, pero limpia nuestras oficinas. No tiene una corporación que ofrecer ni nada semejante.

‒ Eso sería un duro golpe para tu padre, sí.

Esa conversación que empezó simplemente por conversar de algo iba a necesitar más de un trago, por eso mismo, los dos habían continuado su camino hasta la barra. Fue Sasuke el que pidió las bebidas.

Con la música de fondo y la gente disfrutando de la compañía de sus amigos o bailando en la pista, Sasuke y Suigetsu disfrutaron de sus bebidas y una apacible conversación sobre los negocios de sus padres y lo mal que solían hacer las cosas. En estos instantes, posiblemente ambos estuvieran buscándoles por todos lados y de hecho, Sasuke ni siquiera quería mirar el teléfono para no llevarse sorpresas.

Naruto no tardó demasiado en acceder al bar. Venía ya vestido de paisano y estaba claro que leyó su mensaje. Sasuke que miraba de vez en cuando hacia la puerta, le observó entrar y elevó su brazo para que le viera. Naruto sonrió en cuanto lo tuvo localizado y se acercó hacia allí.

‒ Vaya, así que estabas por aquí celebrando sin mí. Creí que irías a comer con tu padre.

‒ Me ha dejado un poco plantado – comentó Sasuke.

‒ En realidad, creo que les hemos dejado nosotros plantados a ellos – intervino Suigetsu.

‒ Eso suena interesante – comentó Naruto antes de observar al acompañante de su marido – Naruto Namikaze.

‒ Suigetsu Hozuki.

‒ ¿Hozuki? ¿De las Vegas Aviators?

Sasuke pareció quedarse confundido en cuanto escuchó ese nombre, estaba claro que su esposo hablaba sobre algún deporte pero en Estados Unidos era muy típico tantos deportes diferentes que dudaba de a qué se refería exactamente.

‒ Ese es mi padre – sonrió Suigetsu – él lleva todo lo relacionado con el estadio por ahora.

‒ Genial. Es béisbol – aclaró Naruto hacia Sasuke al ver que éste le miraba como indicándole que le aclarase un poco el tema.

‒ Lo siento, no me gusta demasiado el béisbol – susurró Sasuke como disculpándose hacia su nuevo amigo.

‒ No te preocupes, tampoco yo suelo ir a los partidos, sólo cuando mi padre me obliga. Él sí es un forofo de ese deporte.

‒ Mi esposo prefiere el Hockey o el baloncesto, pero creo que conoce de todos los deportes.

‒ Me gustan los deportes – sonrió Naruto.

‒ Te pido una cerveza – sonrió Sasuke.

‒ Si por favor, estoy sediento.

***

Dentro del casino el tiempo se paralizaba por completo. Mucha gente entraba y perdía la noción de las horas. En Las Vegas, los casinos estaban montados de tal manera que Itachi pensaba en ellos como un lugar de ocio demasiado peligroso. La gente se sentaba frente a las tragaperras o junto a las mesas de póker, pedía sus fichas, apostaba y los camareros siempre estaban atentos a las comandas para que los clientes no tuvieran que levantarse ni siquiera a pedir algo.

Las propias máquinas tenían su servicio de pago. Metías la tarjeta, pagabas y los camareros se acercaban hasta el lugar a servirles. Todo estaba planeado y planificado para que el cliente se moviera lo menos posible de las máquinas y ampliar sus beneficios.

En una de las mesas de ruleta, Itachi se sentó sólo por dos motivos. El primero, la curiosidad de poder volver a casa y decir que había jugado a algo en Las Vegas puesto que no era habitual en él ir hasta esa ciudad, aunque puede que eso cambiase ahora que su hermano vivía allí. La segunda, fue simplemente porque observó a un chico rubio jugando en la mesa junto a otro compañero pelirrojo.

Por alguna extraña razón, ese chico tenía algo que captaba su atención. No es que fuera en extremo atractivo, de hecho, su semblante era muy femenino, al inicio hasta creyó que era una chica pero mirándolo mejor, se dio cuenta que no era así, era un chico y su voz sonaba masculina.

Se sentó al lado de ambos y jugó un par de partidas. A la media hora, ya mantenía una conversación con ambos chicos. Ambos eran buenos amigos desde la infancia por lo que le contaron, fueron al mismo colegio e instituto, hasta la misma facultad aunque cursaron carreras diferentes.

El chico pelirrojo era hijo de un magnate de la bolsa, se bañaba en dinero o es lo que Itachi entendió por como hablaba y las influencias que parecía tener, además era un chico culto y educado. De él consiguió saber que se llamaba Sasori y su padre además de ser un gran broker, tenía ciertos terrenos petroleros en los alrededores.

Del chico rubio obtuvo menos información y eso que era del que más deseaba saber. Su padre tenía un rancho de ganado no muy lejos de las tierras petroleras de su amigo, vendían grandes cantidades de reses y además, su rancho estaba abierto al público como centro de reposo, pagaban bastante bien los turistas por hacer excursiones a caballo por la zona y otras actividades. Muchos iban a desestresarse. Itachi supuso que también manejarían algo de petróleo, pero en ningún momento hablaron del tema.

‒ ¿Y qué te trae por aquí? – preguntó esta vez Deidara, el chico rubio que acababa de conocer y que tenía sus ojos fijos en él con cierta curiosidad.

‒ He venido de visita a la familia.

‒ ¿Y has decidido entrar a un casino a jugar?

‒ Es que hoy estaban ocupados – comentó Itachi – además, me gusta conocer gente.

‒ Tienes buenos modales y también parece que tienes una buena educación. ¿Tú padre es alguien importante? – se dio cuenta rápidamente Sasori.

‒ Tiene negocios, sus propias empresas, sí. A parte de venir de visita a ver a su hijo pequeño, me ha traido con él para ver unos terrenos y unos hoteles de la zona.

‒ Suena a un negocio importante. – susurró Sasori.

‒ Suena a que va a viajar bastante a Las Vegas en caso de que el negocio vaya bien – sonrió Deidara como si hubiera descubierto un buen filón.

‒ Hagamos esta partido y vente con nosotros si quieres disfrutar realmente de Las Vegas. Te haremos un Tour por lo mejor de la ciudad.

‒ Suena interesante.

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