CAPÍTULO XXXI: EL PODER DE LA PERSUACIÓN

En algún lugar remoto...

El jet aterrizó en un helipuerto cercano, Lex le pidió al piloto y a los mismos hombres que lo esperaran; tenía alrededor de unos tres vehículos deportivos escondidos para su ocasión. Manejó velozmente, verificando que nadie lo seguía hacia el búnker; recordó el día que decidió construirlo, y hoy consideraba que fue la mejor decisión que había tomado en su vida. Nadie a excepción de Alura Zor-El supo de este invento, por lo que su muerte fue necesaria, no podría con solo la idea de que alguien se interpusiera en sus planes, por los cuales luchó, peleó y sudó por adquirirlos. Alura siempre fue buena con él, como una amiga, una hermana mayor... lo elogiaba por sus ideas, por sus aportes en la ciencia, siempre tomaba en cuenta su opinión para cualquier ejecución de proyectos, pero... no podía ser débil y dejarla con vida, a sabiendas que ella no lo dejaría seguir con plan.

Muchos personas decían que el amor lo era todo, y Lex concordaba con ellos, porque si amabas, debías con todas tus fuerzas, luchar por el amor si era necesario, sin medir las consecuencias y no mirando atrás, sin importar a quienes te llevabas por delante; el amor es más grande que el odio, por consiguiente, no le interesaba ser odiado, sino amado.

Divisó a unos cuantos metros la pintoresca casa que había mandado a construir hace algunos años atrás, lo que a simple vista parecía una casa hogareña cualquiera, cuando la verdad estaba dentro de ella. Lo mejor de ser un Luthor, era los recursos ilimitados, los contactos y el poder, la inteligencia para persuadir a todos los que pensaran diferente a él; eso era lo único bueno de ser un Luthor para Lex. Estacionó en la parte trasera de la casa, aunque quedara retirada de la civilización, no deseaba que los transeúnte miraran el vehículo afuera.

Cuando sus pies tocaron el suelo, sonrió glorioso, porque después de tanto tiempo fuera, separado de ese lugar, volvía a estar en casa, porque el único sitio donde estaría seguro, sería ahí y buen acompañado. Las llaves de repuesto seguían en el mismo lugar, abrió rápidamente, empujando la puerta ya deteriorada y escuchando el chasquido de la madera; sacó una pequeña linterna de su bolsillo, iluminando alrededor, por el tiempo las bombillas estaban más que inservibles. Los recuerdos lo bombardearon, eran más agridulce que nada, pero fueron los que lo mantuvieron con las esperanza hasta el momento, conservándolo en pie, sin rendirse, sin flaquear.

Avanzó hacia el lavandero, bajando las escaleras con cuidado; los roedores habían hecho de las suyas como siempre y la pequeña habitación estaba desastrosa, con pedazos de cajas, cables y hasta trapos viejos, por doquier. Sin omitir el olor a moho, a orina, y que decir de otras cosas. En una pequeña pared, Lex apretó el interruptor, donde una puerta se abrió, mostrando unas escaleras metálicas para descender, no necesitó la pequeña linterna porque el sistema automáticamente tenía sus propias bombillas diseñadas por él; al final de ese pasillo, estaba la puerta del búnker. Un alivio y felicidad lo inundó, por lo que Lex estaba seguro que nadie interfería de nuevo en sus planes y solo estaba a dos metros de lograrlo.

[...]

National City.

Su teléfono recibió la alerta de que Lex Luthor había escapado de prisión, aunque era noticia nacional ya y Andrea no sabía cómo reaccionar, nunca se esperaba nada bueno de ese ser, y a las malas lo aprendió. Después de un tiempo, logró aprender de sus errores, como hacerse cargo de los negocios de su padre, quien se enfermó de gravedad hace un año, y fue diagnosticado con alzhéimer hace dos meses; por lo que ambos tomaron la decisión de internarlo en Buenos Aires, en su lugar de origen. La nueva empresa que pensaba a abrir, requería de muchos recursos y buenos inversores, más que todo, muchos que le brindaran protección, seguridad y transparencia, porque estaría compitiendo con LCorp; cosa que no tendría que pasar sino Lena Luthor, no la despreciara como la hacía. Andrea tampoco era tan cara dura para negar que se comportó mal con la pelinegra, que la usó y quiso humillarla por su apellido, luego del desastre que Lex ocasionó.

Sin embargo, Lena siempre fue paciente y aguantaba todo de ella, porque la quería, a pesar que Jack Spheer siempre que podía, trataba de ponerla en su contra. Ahora su karma era este, querer abrir su empresa, abrirse sola como CEO, pero no tenía muchos medios, ni contactos... cosa que posicionaba a LCorp como unas de las empresas nuevas, pero que iba en el top de las mejores, con el poco tiempo que tenía. Pedirle perdón a Lena no creía que funcionara del todo, porque hasta donde había averiguado, Jack era su socio, y este por su amor fraternal —y ni tan fraternal— por Lena, no dejaría que estuviera ni a 5 metros de la pelinegra.

Otra cosa que se había enterado, era que Bruce Wayne también estaba en la ciudad, al parecer tenía algún negocio con Lena, pero del que nadie hablaba en sí, porque era medio privado y que pronto saldría a la luz. Andrea admiró mucho a Lena cuando se conocieron, era la mujer más inteligente, competitiva y que no se daba por vencida, pero su único defecto: confiar en las personas equivocadas, lo que correspondía a Lex y a ella misma. Cuando Lena se enteró de sus mentiras, de que la usaba, quizás no le dolió tanto como al enterarse que se alió a Lex para atraerla hacia él, por un experimento que Andrea a duras penas logró comprender, porque solo le interesaba el dinero que Lex le había ofrecido, e ideas para unos proyectos para su futuro. El egoísmo y las deudas de aquel entonces la orillaron a ello, además que en ese entonces, no había conocido a Russell, quien ahora era el apoyo incondicional que obtuvo, pero a costa del sufrimiento de Lena.

Tarde o temprano en algún momento, ella y Lena Luthor tendría que cruzarse, en un posible evento, en la calle o una plaza, pero Andrea no quería competir contra ella: primero porque perdería y segundo, porque Lena no merecía que no vieran sus méritos, que la hicieran menos y competir prácticamente era como un insulto. Un mensaje de texto la sorprendió, era de un número desconocido, por lo que lo leyó incrédula:

«Si quieres que Lena te perdone, dile por qué lo hiciste».

Y de la nada, el mensaje se borró de su dispositivo. Andrea palideció y supo que alguien la vigilaba, Lex no podría ser porque no tendría motivos para obligarla a confesarle a Lena todo, pero de igual manera, Lena se alejó suyo después de ello, sin importarle la sangre; porque a esas alturas, Lex había traspasado todos los límites por haber.

—Señorita Rojas, llegó este sobre para usted —habló su secretaria, sorprendiéndola.

—Gracias.

Andrea se puso de pie, evaluando el sobre blanco sobre su escritorio, sin remitente, pero con una etiqueta con su nombre. Tragando saliva y examinando a su alrededor, lo tocó indecisa, sospesando de nuevo en abrirlo; luego de unos minutos de debatirlo con su yo interno, lo hizo. Dos fotografías solamente habían: en una, ella estaba cerca de Lex, conversando en voz baja en el mismo callejón donde le recomendó emboscar a Lena y en la segunda, estaba ella ayudando a Lex a trasladar a la pelinegra a la camioneta. Detrás solo decía:

«Si Lena se entera, nunca te perdonará algo como esto.

Te veo en 5 minutos...».

Una dirección estaba adjuntada, lo que hizo estremecer a Andrea, sin saber quién podría estar amenazándola de forma indirecta. No tenía tiempo de averiguarlo, porque el tiempo esta vez, no estaba a su favor.

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