CAPÍTULO XXIV: MUJERES VENGATIVAS.
Kara llegó temblando al hospital acompañada de su madre, que le susurraba palabras de fuerzas para que se mantuviera serena a lo que se enfrentaba. Sentada encorvada con un vaso de café, vislumbró a Sam, que miraba con fijeza hacia un pasillo donde pudo identificar a muchos doctores y enfermeras salir de la gran puerta. Recorrió con la mirada en busca de otro rostro conocido, pero solo la castaña estaba a la vista, al parecer. Seguida de Eliza, llegaron hasta Sam, que por los sonidos de sus pasos apresurados las divisó, poniéndose de pie de inmediato y con lágrimas en sus ojos; Kara deseaba ser fuerte, pero ver el estado en que se encontraba Sam, supo que las cosas no estaban del todo bien. Sam la abrazó con fuerza, sollozando en su hombro e invitándola a hacer lo mismo sin poder contenerse.
La llamada de Sam la aturdió al apenas soltar la noticia, no pudiendo concebir cómo algo así pudo pasar, pero con solo la castaña vociferar con mucha rabia el nombre de Lex Luthor, entendió que todo era posible. Eliza las envolvió en un abrazo protector y reconfortante, para susurrarle a ambas que todo estaría bien, que las niñas eran fuerte y que lograrían encontrar una solución.
—¿Qué más han dicho, Sam? —preguntó Kara después de unos minutos que ambas pudieran desahogarse y separarse de su abrazo.
—Nada nuevo —musitó la castaña, sin dejar de mirar hacia la puerta, cruzándose de brazos—, que las tuvieron que intubar porque no podían respirar por sí mismas e inducir a un coma. Que no han podido identificar el gas que había en la habitación, pero dado que nosotras las tocamos y que no hemos dado ningún síntoma, quizás es uno que solo fue absorbido al instante por su piel.
Ninguna de las palabras de Sam pudieron hacer que Kara se tranquilizara, necesitaba ver a sus hijas, ver sus hermosos ojos verdes azulados tan vívidos y brillantes, más su sonrisa. Deseaba todo ello, para sentirse mejor y que pensar que solo estaba pasando por un mal sueño, porque sus bebés debían estar bien, no estar en una cama de hospital dormidas.
—¿Y dónde está Alex? —requirió Eliza, haciendo que Kara se diera cuenta que su hermana no se veía por ningún lado y le parecía extraño, conociendo la actitud de la pelirroja.
—Es cierto, se supone que debería estar aquí...
—No lo sé, ella y Lena —dijo Sam, deteniéndose al decir el nombre de su amiga y ver la expresión de dolor de la rubia— al explicarnos la situación, se fueron juntas y no me dijeron adónde iban.
—Esperemos que no a hacer una locura —comentó Jack, llegando con su caminar educado y sonriéndole de medio lado a Sam—, me exigió que le prestara mi jet privado.
—¡Oh, no! —se lamentó Sam, cubriendo su rostro con sus manos.
Eliza y Kara compartieron una mirada aturdida, sin entender el contexto de las palabras del moreno que recién llegaba.
—Soy Jack Spheer, amigo de Sam y Lena —se presentó Jack.
—Soy Eliza y ella es mi hija Kara —respondió Eliza con una sonrisa cortés—. ¿Por qué te pidió tu jet? ¿Por casualidad estaba acompañada de una pelirroja?
—Sí, por supuesto. La pelirroja me amenazó con dejarme sin descendencia si no le prestaba mi jet —comentó burló el moreno, para ser reprendido por una mirada de parte de Sam.
—¡Dios, Alex está loca! —exclamó avergonzada Kara.
—No más que Lena, te lo aseguro —bromeó Jack, esta vez siendo golpeado por un costado gracias a Sam.
—¿A dónde iban, señor Spheer? —preguntó Eliza, sospechando la respuesta tan obvio.
—A acabar con Lex, usted sabe, alguien debe hacer el milagro —siguió bromeando Jack, recibiendo esta vez un golpe en la cabeza por Sam—. ¡Auch!
—¿Por qué le prestaste el jet, idiota? —regañó Sam, volviéndolo a golpear.
—Soy un buen amigo, Sam.
—¡Oh Dios mío! —gimió Sam, mirando hacia el techo—. Esas mujeres harán pedazos a Lex...
—Mejor, así paga por lo que hizo —comentó Jack.
Kara se había quedado en silencio, maldiciendo el hecho que Lena y Alex se hayan ido a enfrentar a Lex Luthor, no conocía la historia entre los hermanos, pero suficiente era saber que Alex lo odiaba y sería capaz de matarlo con sus propias manos si tenía la oportunidad, cosa que la tendría ahora si iba con toda esa furia hacia allá.
[...]
Metrópolis.
Lex estaba sorprendido, cuando dijeron que tenía visitas, pensó en Lena, porque la conocía y al ver su mensaje de advertencia, acudiría a él para salvar a las niñas, pero no se esperaba en ver a Alexandra Danvers, la hermana mayor de la rubia que arruinó su vida también sentada junto a su hermana. Los guardias lo dejaron en la habitación, sin quitarle las esposas y cerrando las puertas tras ellos, sin quedarse a observar. Lex tuvo un mal presentimiento, miró hacia una de las cámaras de la habitación, quedando aturdido al notar que estaba apagada; avanzó hacia la mesa que lo separaba de ambas mujeres, quienes tenían expresiones indescifrables.
—Hola, hermanita —saludó a Lena, quien solo lo observó con una ceja levantada.
La pelirroja lo examinaba de pies a cabezas, su mente le refrescó que era un agente del FBI, y debía intentar estar analizándolo, como si pudiera lograrlo de verdad. Lex se consideraba la persona más inteligente del mundo, ni Lena ni un mediocre agente del FBI, podían superarlo, hacerlo doblegarse.
—Espero que te acuerdes de la agente Danvers, Lex —contestó Lena, sonriendo de medio lado—. Vino a darte sus saludos.
—Vaya, gracias. Me siento halagado —respondió con una gran sonrisa Lex, fijándose que la pelirroja mantenía sus ojos aún en él—, ¿qué las trae por aquí?
—A mí nada, pero la agente Danvers quiere preguntarte algo, Lex —dijo Lena, con una falsa modestia en sus palabras.
Lex, empezó a sudar frío, cuando notó como otros dos guardias entraban a la habitación; se puso de pie rápidamente, queriendo quitarse las esposas más cuando la pelirroja mostró un soplete que tenía escondido entre sus piernas, posicionándolo en la mesa. Observó a Lena, que solo le sonrió fríamente, advirtiéndole lo que se avecinaba. Esta vez, anhelaba que Eve estuviera allí, pero la rubia tonta aún no volvía de su misión, y solo rezaba que cuando regresara, no fuese demasiado tarde para él.
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