CAPÍTULO XXIII: ¿CÓMO LLAMAR LA ATENCIÓN?

National City.

L-Corp se había posicionado como una de las grandes empresas más influyentes y novedosas de National City, y eso para Lena era desear demasiado, la aceptación de las personas estaba aumentando, quizás por ver el progreso en sus proyectos y que esta vez, un Luthor no estaba arruinando sus vidas. Los informes de I+D, era lo que más le animaba, porque estaba muy patente todo lo que estaban logrando, además de una buena ola de inversionistas, que anhelaban ser parte de un buen cambio en la sociedad.

Lena supervisaba el sitio, percatándose que los arreglos estuvieran bien y que Sam pudiera abrir el proyecto de asistencia médica dentro de unos días, cuando no estuviera de turno. Bruce vendría para presenciarlo, Lena aún estaba haciendo malabares para poder estar presente, pero su cargo en L-Corp estaba siendo más demandante ahora que Jack se había ido a atender unos asuntos personales en Inglaterra. Oyó la puerta ser abierta, la sonrisa de Sam se lo dijo todo, en sus ojos marrones oscuros se veía el brillo y orgullo se poder ejecutar su más grande sueño, de ayudar al más necesitado.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Lena, alzando una ceja hacia su amiga.

Sam soltó una risa nerviosa y emocionada, para asentir varias veces, mientras controlaba las lágrimas que deseaban salir. Ruby iba tomada de su mano, quien le sonrió a Lena y corrió para abrazarla.

—En realidad, tengo una buena vista y más por la forma en la que estás vestida —bromeó la castaña, haciendo sonrojar a la pelinegra y oír una queja por parte de su hija.

—¡Oh por Dios, Sam! Hablo en serio...

—Mamá deja de decir bromas de mal gusto —opino Ruby, volviendo a abrazar a Lena.

La castaña sonrió mostrando su dentadura, sin poder creer que su sueño al fin podría cumplirse y gracias a su amiga, así como a Bruce Wayne. Miró a Lena junto a Ruby, susurrándose cosas como si ella no existiera, haciéndole recordar el gran parentesco entre la pelinegra y las hijas de Kara Danvers; con lo poco que soltó Alexandra, pudo dar indicio que Lex tenía las manos metidas en lo que fuera que tuvo que pasar las hermanas Danvers. No le gustaba intervenir en las vidas de los demás, pero le inquietaba saber qué le había hecho el psicópata de Lex a la rubia.

Y el cambio en el cuerpo de Lena y su expresión, la alertó. Sam se giró hacia la puerta, notando llegar a Alexandra junto a dos pequeñas rubias, que sonreían de oreja a oreja al solo entrar y que en minutos, habían desplazado a Ruby de Lena para ponerse en su lugar.

La pelinegra estaba boquiabierta, procesando que la agente Danvers, quien la odiaba, estaba a unos metros de ella, evaluándola y al mismo tiempo, observando la interacción con sus sobrinas. Lena abrazó tiernamente a las rubias, quienes no dejaban de decir que la habían extrañado, y que estaban encantadas de ver su propio consultorio —sí, Lena y Bruce accedieron a darle su espacio a las niñas—. Besó la coronilla de la cabeza de cada una, sintiendo aún la mirada de la agente, y al levantar su cabeza para enfocarla en la pelirroja, descubrió a Sam pellizcándola.

—¡Auch, Sam! ¿Qué te pasa? —chillo Alex Danvers, sobándose su brazo y fulminando con la mirada a Lena, por sonreír.

—Deja de mirar a Lena así —ordenó Sam, con ese tono de voz con el que Lena la veía regañar a Ruby.

—Hola, soy Ruby —dijo la mencionada, dirigiéndose a las rubias que no dejaban de inspeccionarlas.

—Lori y Kieran, es de mala educación mirar a la gente así —regañó Alex, volviendo a recibir un pellizco por parte de Sam—. ¡Auch, Sam! ¿Ahora qué hice?

—Estás regañando a las niñas sabiendo que eso lo debieron ver en ti.

—¿Y qué culpa tengo yo?

Lena tomó de la mano a las niñas e hizo gestos hacia Ruby que la siguiera, dejando a Sam y a Alex discutir como una pareja de recién casadas, donde se quejaban por cada cosa. Hizo las adecuadas presentaciones, viendo como rápidamente las niñas congeniaban con Ruby, viéndola como una prima mayor y no como una nueva amiga; hicieron un recorrido, donde le preguntaban por los distintos dispositivos que se encontraban en los pequeños consultorios o cómo iniciarían a tratar a los pacientes, y sobretodo, cuándo habilitarían el área de veterinaria. Las tres niñas, acordaron en compartir su consultorio y para Lena fue un alivio, o tendría que buscar un sitio para Ruby, ahora que quería ser parte del nuevo equipo infantil.

—¿Ese es nuestro consultorio, Lena? —inquirió Kieran, señalando la puerta de color azul pastel y con pequeñas flores rosadas.

Lena asintió y sonrió, más al ver la alegría en los rostros de las pequeñas rubias, observando como tomaban a Ruby de la mano y se encaminaban a su pequeño consultorio muy contentas; Lena se sentía como una madre orgullosa, al querer darle el mundo a esas niñas, incluida Ruby. Crecer con los Luthor no fue muy bonito, porque nada de lo que hacía, los ponía felices y no celebraban sus logros, lo que la decepcionaba. Cruzándose de brazos, se quedó esperando la reacción de las tres niñas al ver lo que se escondía detrás de esa puerta, pero la expresión de las tres la confundió, más al notar que cada una se giraba con los ojos en blancos y caían pesadamente al suelo. El corazón de Lena se aceleró, su cerebro de congeló y su cuerpo no obedeció; quería gritar y pedir ayuda, pero su garganta se cerró. El estado de shock en el que se hallaba Lena, era escalofriante, al no poder hacer nada... sacó fuerzas de donde no sabía que las tenía, pensando en esas dulces niñas y en lo importante que era salvarlas.

Sus piernas fueron las primeras en reaccionar, seguido de su cerebro que le comunicó aguantar la respiración. Lena corrió en grandes zancadas, en lo que sus largas piernas se lo proporcionaba; al poner un pie en la entrada, su piel se erizó, pero no pensó dos veces en tomar a Lori y arrastrarla afuera, siguiendo con ese patrón para hacerlo lo mismo con las otras dos y agradeciendo que casi ninguna tenía más peso que ella, haciendo más fácil la extracción. Cuando las tres niñas estaban fuera de la habitación, Lena abrió la boca y gritó:

—¡Sam, Alex, ayuda!

Su garganta ardía, las lágrimas rodaron por sus mejillas. La pelinegra como pudo, tomó el pulso de las tres niñas, notando lo débil que estaban, así como la respiración leve que emitían. Los pasos de las dos mujeres se hicieron evidente, pero Lena ni siquiera quiso mirar hacia ellas, porque desde a lo lejos, visualizó unas letras en grandes en la pared de la habitación, que decían:

Te advertí, hermanita.

Debiste leer mis cartas y visitarme.


...

Fue una gran sorpresa para las hermanas Danvers la visita de su madre Eliza, que extrañaba tanto a sus pequeñas nietas que decidió venir a consentirlas. Kara caminaba con su madre a su lado, quien le relataba las pequeñas cosas irrelevantes que habían sucedido desde que se marchó de Midvale y que algunas personas del pueblo, les echaba de menos. Mordiéndose el labio indecisa, se quedó en silencio y se sonrojó cuando su madre le tomó el brazo para detener su caminar.

—Kara, cariño... ¿qué está pasando?

Eliza tenía un súper poder o eso siempre había pensado Kara y Alex a lo largo de su adolescencia, porque siempre descubría cuando alguna escondía un secreto o estaba pasando por una mala racha. Y este caso, no era una excepción, porque aún Alex y ella no estaban en buenos términos, el tema de Lena había estado en pausa, pero Kara se sentía culpable por juzgarla y que ahora la pelinegra no quería tener nada que ver con ella, menos después de haberla besado.

—La hermana menor de Lex está viviendo en la ciudad —confesó Kara, mirando a los ojos a su madre para que comprendiera lo fatal del asunto. Eliza asintió, sin demostrar ninguna expresión de pánico—; las niñas la adoran y ella a las niñas. Nos conocidos por cosas de la vida, ¿de acuerdo? No sabía que era una Luthor y...

—Kara, no te estoy juzgando, cariño —musitó Eliza, apartando un mechón rebelde del rostro de la rubia y mirándola fijamente con ternura—. En el corazón no se manda, y tienes derecho de rehacer tu vida.

Kara expulsó el aire que no sabía que estaba conteniendo, queriéndose echarse a llorar como una niña en el hombro de su madre, pero todo este asunto también era su culpa, dejándose llevar por sus malos pensamientos.

—Ella me odia, Eliza...

—Cariño, ¿cómo alguien podría odiarte?

—Lex Luthor me odia y lo sabes —espetó amargamente Kara.

—Y no creo que por ser una Luthor, su hermana también lo haga —contradijo Eliza.

—No, pero quizás por el hecho que yo la juzgué y que le hice ver que por su apellido, también era como su hermano... agregando que Alex la estaba acosando —explicó Kara, moviendo sus manos sin parar para dar énfasis a su relato—. Me ocultó que había un Luthor en la ciudad y que ella lo estaba vigilando para mantenerme a salvo.

—Sabes cómo es Alex, Kara. Es tu hermana, quiere lo mejor para ti y las niñas —defendió Eliza, tratando de darle confort a su hija.

—¡Yo puedo cuidarme!

—Lo sé, cariño, nadie cree lo contrario.

—Alex sí —farfulló Kara, para sentir su teléfono vibrar y rodar los ojos al ver el nombre de su hermana—, y hablando de ella, aquí está a lo mejor para decirme que vigilará que Lena no le haga daño a las niñas.

Diciendo eso, Kara desvió la llamada, no estaba de humor para entrar una discusión con su hermana. Eliza solo asintió, apretando liberándome su hombro y pasando sus brazos por encima de ellos, atrayéndola en un abrazo de medio lado. El teléfono volvió a vibrar, esta vez, rodando los ojos Kara se fijó que no era Alex sino su capitana, extrañada atendió la llamada y dejó caer el teléfono con pánico, al oír la noticia.

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