CAPÍTULO XIV: EN OTRA VIDA...
Maggie observaba como Alex no despegaba los ojos de las mellizas, como si en un parpadeo las niñas iban a desaparecer por arte de magia. Podía entender que el susto de que Lillian Luthor se las llevara y que las dejara en ese parque sin un rasguño, era extraño, pero tenían que mantenerse positivas y creer en las niñas, que argumentaron que no les hizo nada. Siempre fue hija única, lo que quizás podía entenderse su comportamiento no muy sobreprotector por alguien, pero Alex se percibía que sobrepasaba ese límite. No consideraba que fuese un comportamiento bueno, porque tarde o temprano las niñas al crecer, se sentirían asfixiadas.
Las niñas le contaba algo con mucho suspenso a Alex, lo que tenía a la pelirroja entretenida y no percatándose de ella, quien aprovechó en intercambiar textos con Brainy sobre un caso que investigaban; además también intentaron de averiguar si Lillian Luthor era la persona que escrutó a Alex hace semanas, para buscar información sobre Kara y las niñas, lo que podría explicar ese secuestro-no secuestro. Pero como siempre, los llevaba el rastro a otra parte del continente, lo que era remotamente una mentira, solo para no ser rastreado.
—¿Por qué no me dicen dónde está su madre? —inquirió Alex por milésima vez, pero las niñas parecían leales a su madre.
—No, no te diremos, tía Alex —expresó Lori, dándole una mirada escéptica y arqueando una ceja desafiante.
—Y no intentes interrogarnos más, tus métodos dan lástima —agregó aburrida Kieran.
Maggie no pudo aguantar en revelar una carcajada, porque sin duda alguna, esas mellizas eran la perdición de cualquiera, lo que la incluía. Su inteligencia sobrepasaba a los de su edad, y hasta la de ellas mismas, al poder armar cosas en segundos solo para ganar.
—Bien, tarde o temprano lo averiguaré —sentenció Alex, haciéndole gesto a las niñas que las mantendría vigiladas.
Paso a mi lado para dejar un beso en mi frente para irse a buscar algo de cenar, mientras Kara decidía volver más tarde. Las mellizas fueron muy obvias al esperar que Alex se fuera, para correr y sentarse a mi lado en el sofá de tres plazas, sonriéndome con picardía.
—Mamá está hablando con nuestra amiga Lena, creo que se pelearon, pero no nos importa, porque igual Lena prometió ayudarnos para tu propuesta —explicó Lori.
—Y como mamá respeta mucho nuestra privacidad...
—Cosa que ustedes no —agrego para interrumpir a Kieran.
—Tía Maggie, eso no es justo. Solo fue una vez que leímos ese mensaje que le dejó el señor de la tienda a mamá y déjame decirte que no fue nada agradable —se defendió Kieran.
—Sí, eso es muy cierto —completó Lori, sin dejar de defender ni complementar las oraciones de su melliza.
—Bien, bien. Prosigan —dijo Maggie, alentando a las pequeñas.
—Le enviamos una cajita con un «regalo» a Lena, pero ahí estará la copia de llave del apartamento para que ella decore para ustedes —contó Lori, mostrando una sonrisa de suficiencia que su hermana también imitó.
—¿Qué pasa si su mamá no logra hablar o ver a Lena?
—Lo hará, conozco a mamá y hará ese puchero para que la escuche.
—Lo sé, el puchero que nos hace caer y del cual, ustedes heredaron —murmuró Maggie, revelando la verdad de todo.
—Por eso, todos nos aman —dijeron al unisonó las mellizas, haciendo rodar los ojos a Maggie.
***
—Samantha me va a escuchar y lo va a lamentar —susurró Lena, cuando entró al hogar de su amiga y no vio rastro de ella.
—Por favor, Lena. Convencí a Sam que me dejara hablar contigo —dijo Kara, ganándose la atención de la pelinegra. La rubia jugó con sus manos, sintiendo nervios por tener los ojos verdes enfocados en ella—, sé que me comporté grosera contigo y...
—Kara, no —interrumpió Lena, dando un paso hacia ella pero deteniéndose abruptamente y bajando sus manos al notar que iba a tocarla—. Yo más que nadie comprendo cómo te sentías, no debes disculparte, más bien yo debería...
—Lena... —musitó Kara, para después envolver a Lena entre sus brazos.
El momento pareció ralentizarse, Lena estaba aturdida y desconcertada por el comportamiento de Kara. Esperaba palabras fuertes, insultos o hasta una bofetada, pero nunca pensó que la abrazaría con fuerzas, como si ese gesto siempre lo hubieran compartido desde hace años, cosa que no es cierto; no tenían mucho tiempo de conocerse.
Por su parte, Kara no creía que Lena la perdonara por su comportamiento, por haberla dejado sola en el restaurante ese día y no dejarle ver cómo Lillian Luthor la puso de los nervios al llevarse a sus niñas. No estaba segura qué quería esa mujer, qué buscaba, pero sin duda alguna, tendría algo entre sus manos y eso era irrefutablemente, una manera de vengarse por meter a su adorado hijo a prisión. Sintió la rigidez del cuerpo de Lena entre sus brazos, sin corresponderle lo que la llenó de un dolor momentáneo, al ser rechazada y haber cruzado la línea, porque apenas se conocían y no tenía el derecho de abusar con ese tipo de muestras de afecto. Kara quiso apartarse, percibiendo como su temperatura corporal aumentaba por el bochorno, pero se sorprendió al Lena después de varios minutos, corresponder el abrazo.
El aliento de Lena le hizo cosquillas en el cuello a Kara, así como sentir cosas inexplicables y que su corazón latiera de prisa, como si quisiera salirse de su pecho. El alivio fue algo que le vino de la nada, la compresión de que Lena no estaba enojada del todo con ella, la hicieron sonreír y tener el valor de acariciar el cabello de Lena entre sus dedos, masajear su cuero cabelludo con afecto; anhelaba quedarse abrazada a ella, como un barco anclado a un muelle. Pero, nada duraba para siempre y cuando les tocó a ambas separarse, tenían las mejillas sonrosadas.
—¿Y... cómo están las niñas? —susurró Lena, rompiendo el silencio incómodo que se realizó al separarse de su a gusto abrazo.
Kara sonrió ampliamente, achicando sus ojos en el proceso y sacando del bolsillo del abrigo que traía, una cajita pequeña decorada con un lazo. Recordó la emoción de las niñas al entregarle aquel objeto, sin enterarse que habían comprado para darles su privacidad, aunque siendo su madre tendría el derecho de saber qué había adentro, más sin ella acordarse haberlo comprado con anterioridad.
—Ellas te enviaron esto —ofreció Kara, extendiendo su mano hacia Lena y notando como la pelinegra evaluaba el obsequio—, le agradas y te envían saludos.
Soltando una pequeña risa, Lena aceptó el obsequio y siendo inteligente, no lo abrió al imaginarse que podía contener, conociendo a las pequeñas traviesas, ocupaba el secreto entre ellas. Se sintió confortante tener un lazo con aquellas niñas, como si fuesen parte de su familia.
—Espero pronto devolverles el presente —dijo Lena, sin dejar de sonreír y sonrojándose más al percatarse que Kara estaba igual que ella.
La rubia bajó la mirada hacia sus pies, que se movían de un lado a otro sin parar y mordiéndose el labio inferior indecisa, no queriendo abordar cierto tema para no dañar la buena atmósfera que tenían.
»—¿Dije algo que te incomode? Sí es así, está bien, no es necesario que le obsequie nada a las niñas y ni que las vea...
—Lena, para —pidió Kara, al ver como la pelinegra entraba en una especie de pánico por su silencio. Dio unos cuantos pasos para quedar cara a cara, y se arrepintió al ver de cerca, la belleza de esa mujer—. Yo-yo te quería decir...
—¿Kara?
Inflando sus mejillas, Kara respiró profundamente al tener ese par de ojos verdes mirándola tan penetrantemente.
—Quiero que regreses a la estación, no quiero que por mi culpa dejes de ayudar a quienes te necesiten...
Lena trago fuerte ante las palabras de la rubia, y la expresión culpable que tenía, queriéndosela borrar con todas sus fuerzas y prometerle que Lillian nunca la volvería a lastimar, no dejaría que se acercara ni a unos 500 metros de ellas. Eso podría jurárselo, pero no quería sonar tampoco tan posesiva ni maniática.
—¿Estás segura? —se arriesgó en decir en cambio Lena.
—Por supuesto, no tenías porqué dejar de ir...
—Kara... no quería incomodarte.
Agarrando sus manos entre las suyas, Kara las apretó con precisión, dándole a entender a Lena que nada que tuviera que ver con ella, jamás, la incomodaría.
—Tú no podrías, Lena. Sé que no nos conocemos casi, pero juraría que tuvimos que habernos conocido en otra vida —confesó Kara, sintiendo su cuerpo vibrar de una emoción extraña.
—También siento lo mismo, Kara —coincidió Lena, sonriendo y mostrando ese hoyuelo en su mejilla que casi no salía a la luz.
«Y espero que en esa vida, nadie nos hubiera separado», quiso decirle Lena, pero prefirió mantener su boca cerrada antes de cometer más imprudencia y asustar a la rubia. Mucho tenía con tranquilizar a su corazón, por los rápidos latidos que tenía al ver esa espléndida sonrisa solo para ella; estaba segura, que Kara era un sol andante y que cualquiera que viera esa sonrisa, caería rendido a sus pies.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top