CAPÍTULO XII: ¿QUIÉN TIENE EL CONTROL?
Estar furiosa era poco lo que sentía Lena en estos momentos, más cuando vio el rostro de su madre y la angustia en el rostro hermoso de Kara a su lado, su garganta se apretó, su boca se secó, su cabeza no comprendía el por qué su madre se llevó a esas niñas, no lo podía creer. En segundos la rubia a su lado estaba hablando por teléfono, no sabía con quién pero estaba un poco menos angustiada con quien sea que estuviera hablando, tal vez era el padre de las niñas —aunque ninguna de ellas lo mencionaran— o algún familiar, como su hermana. La recepcionista se veía culpable, pero Lena no sentía remordimientos por su actitud, más si su madre era la causante de todo ello.
—Mi cuñada viene para acá —informó Kara, Lena la miró avergonzada, por mentirle y no atreverse a decirle que era una Luthor, que Lillian quizás estaba vengándose de ella—, ella es agente del FBI, nos ayudará.
Oír eso, puso nerviosa a Lena. En cualquier segundo, la ligarían a Lillian y serían capaz de tacharla como cómplice, solo por ser una Luthor, sin poder explicarle a Kara. Eso la aterraba, porque estaba empezando a gustarle la rubia y sus hijas, y sería doloroso perder su amistad, solo por su apellido.
—¿Por qué no vamos en mi auto y recorremos los alrededores? —propuso Lena, esperando impaciente por una respuesta de la rubia que se quedó en silencio confundida—. Quizás, solo quiere asustarnos...
—¿Asustarnos, Lena? ¿Sabes quién es Lillian Luthor?
El corazón de Lena se aceleró más de lo normal, por la forma en la que Kara mencionó su apellido con rabia, con dolor y repulsión, chasqueando la lengua en el intento. Esa era la demostración perfecta y la respuesta ante todas sus dudas: nadie nunca la vería como era, siempre la juzgarían por ser una Luthor. Las esperanzas de tener una nueva vida, se fueron al desagüe, sus intentos de hacer obras de caridad y hacerles ver a todos que ella era diferente, murieron.
—Kara...
Ambas se giraron a ver a la morena que llegaba, con dos pequeñas rubias a su lado, que enseguida saltaron a los brazos de su madre. Los pies de Lena se plantaron en el suelo, no queriendo obedecer para marcharse y dejar en paz a la pequeña familia de rubias; la mujer que las trajo, miró a Lena de arriba abajo, inspeccionándola con mucha perspicacia.
—¿Dónde la encontraste, Maggie?
Lena por fin le dio cara a la tía de las niñas, en este caso, la pareja de su tía, a quien se suponía que debía ayudar con la organización de su pedida de mano. Hasta esos planes quedaron en segunda instancia, no creía que volvería a ver a esas tres rubias después que supieran quien era ella.
—Estaban en el parque cercano, sentadas en las bancas —explicó la morena, dirigiendo sus ojos marrones cálidos hacia las niñas—. Me dijeron que la señora las invitó a un helado si le decían cómo llegar a la cafetería del otro lado.
Las niñas asintieron ante el relato, pero Lena no se comió ese cuento que su madre armó, algo traía entre manos y debía averiguarlo cuanto antes mejor.
—Y la señora te envió saludos, mami. Dijo que pronto tendrías noticias de ella, ¿de dónde la conoces?
Esta vez fue el turno de Lena de sorprenderse, viendo como la rubia tenía sus ojos azules oscurecidos y las manos apuñadas a sus costados, manteniendo una expresión neutral.
—Vamos a casa.
Sin despedirse de ella, Lena vio como Kara arrastraba a sus hijas a la salida, mientras que la morena solo le sonrió en modo de disculpa.
[...]
Metrópolis.
Podría considerarse afortunado que aún tuviera poder fuera del encierro en el que se encontraba por culpa de una rubia tonta, que tarde o temprano pagaría por hacerse la lista. Lloraría lágrimas de sangre, así como su pequeña hermana, Lena Kieran, por darle la espalda cuando él era el único que la amaba de verdad... si tan solo pudiera verla de nuevo, pero de seguro después de lo que él le hizo, ella preferiría no acercarse. Sin embargo, no se quedaría con los brazos cruzados, haría todo lo que estuviera en sus manos para tenerla de nuevo a su lado, comiendo de su mano, como un cachorro en busca de afecto; porque para él, Lena era eso, una mascota que solo quiere que la aman con todas sus fuerzas.
Y hablando de rubia, Eve Teschmacher su abogada buena para nada, acaba de aparecer, con su sonrisa coqueta que no le hacía gracia a él, pero para su beneficio, debía fingir que le volvía loco —más de lo que estaba—. Todo por el bien de la humanidad que rechazaba sus buenos intentos de mejorarla y que escogían condenarlo, antes que aceptar sus descubrimientos.
—Lex, te tengo buenas noticias —anunció, sonriéndole ampliamente.
Lex se contuvo en rodar los ojos o resoplar, estaba cansado de oír más de lo mismo cada vez que venía de visita, casi era una mantra para hacerlo «feliz». Mostró su mejor expresión de alegría, de estar muy concentrado en lo que sea que ella quería decirle.
—¿Qué será eso, cariño?
—Tengo pruebas de que tu madre encontró a las mellizas, está en National City, tratando de buscar respuesta ante la carta que le hicimos llegar hace unos días —narró Eve, sorprendiendo a Lex.
Por más que conociera a su madre, Lex no pensó que rápidamente tomara cartas en el asunto, si sus planes iban a acorde. Pronto Lena estaría sentada al frente, mirándolo con intensidad, con sus característicos ojos verdosos, herencia de su padre Lionel; la discusión iría al punto de partida, para después llegar al clímax y hacerla llorar de la impotencia. La vida siempre tendrá sus altibajos, por lo que el ser humano deberá aprender a vivir con ello o morir sin saber cómo combatirlos.
—Quiero que vigiles a Lena, así que es hora que vuelvas y me informes cada paso que da, no quiero sorpresas, Eve.
—Amor, nunca podré defraudarte.
No dudaría la lealtad que esa rubia le tenía, su obsesión por él hacía que la manipulación fuese más fácil y también placentera en algunas cosas, pero tenerla pegada a él cada vez, no le agradaba. Tener ojos en su hermana, era lo mejor, más que estaba abriéndose camino en la ciencia, y que tarde o temprano subiría como él, lo que envidiaba Lex, al estar encerrado. Nadie debería superarlo, mucho menos su pequeña hermana, por lo que se encargaría de arruinar todo lo que hiciera, porque debía comprender de una vez, que el único Luthor que puede tener poder, es él, el gran Alexander Joseph Luthor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top