CAPÍTULO VI: VIVIENDO CON LAS CONSECUENCIAS.

   Las niñas movían sus pies con impaciencia, Kara observó por milésima vez su reloj en la muñeca, deseando que la hora de retraso de Lena fuese por una emergencia. No podía mentir que se sentía mal, con solo pensar que habían sido dejadas plantadas por aquella mujer, que se había dejado llevar que alguien con quien había cruzado palabras y que le ofreció reunirse al día siguiente por una merienda iba a aparecer; eran desconocidas. Kara no sabía a qué se dedicaba, ni siquiera era consciente con el hecho de que fuera una turista, su marcado acento inglés, era notorio.

   Quería golpearse el rostro por lo patética que se veía sentada con sus hijas esperando por alguien que no llegaría, se disculpaba por ella, añadiendo que así como Alex el día anterior había tenido un contratiempo, Lena podría también tenerlo.

   —¿Mami, va a venir? —preguntó Kieran, con los ojos fijos en ella.

   Con una sonrisa de medio lado, Kara no quería mentirle, pero tampoco darle falsas esperanzas a sus hijas, que se debían ansiosas por conocer más de la mujer que les regaló la merienda de ayer.

   —Debió haberle surgido un imprevisto como a la tía Alex ayer, pero esperemos 20 minutos más y sino viene, nos iremos —explicó Kara, notando con ambos pares de ojos verdes azulados se achicaron para examinarla.

   Si alguna de sus hijas se dió cuenta de su fatal mentira, no dijeron nada, simplemente se quedaron calladas mirando alrededor.

[...]

   El siguiente turno comenzaba dentro de unas 8 horas, así que Sam aprovechó en llamar a Alexandra Danvers. La llamada enseguida la envió a buzón de mensajes, maldijo en su mente y escribió un mensaje urgente rápidamente. Suspiró con cansancio, la reunión con el jefe de distrito y el jefe de batallón fue una tortura, además que la hizo enojar más de lo común. El destino estaba en una mano por los momentos, pero eso no quería decir que las cosas estarían bien para ellos ahora en adelante, y todo por su culpa básicamente.

   Un hecho claro, era que nadie estaba feliz de que había pasado por encima de los protocolos y que saltó varias reglas para conseguir patrocinio para el proyecto de medicina comunitaria, el jefe de distrito no estaba satisfecho por ello, y quería disminuir sus presupuestos por castigo. De insumos estaban un poco bajos, y para agregar, necesitaban equipos nuevos para sus bomberos, los que usaban estaban desgastados, y merecían más seguridad. Pero lo que adornaba más en el pastel, se enteraron que además de Bruce, un Luthor también era el patrocinante.

   Morgan Edge era el jefe de distrito y Maxwell Lord su jefe de batallón, lo que la cavidad del asunto era atroz, ambos odiaban a Lex Luthor, porque en sus tiempos humilló a Lord por sus talentos que no superaron el suyo, opacando la carrera que tenía para su empresa de tecnología; y a Edge, porque codiciada tener accesso a tecnología suya, pero Lex Luthor no consideraba adecuado venderle algo a las empresas que Edge tenía —sí, era extraño que un hombre adinerado fuese un bombero— ni mucho menos compartir campo de estudios con él.

   Las consecuencias de ello, era que castigaban ahora a su estación, por lo que Samantha necesita hacer milagros, pero no sabía si podía. Primero, su proyecto ahora debía ejecutarlo dos veces por semana, y en turnos que no fuesen suyos, porque Maxwell le advirtió que no aceptaría que en sus turnos, estuvieran jugando a cuidar de los pobres. Lo segundo, era explicar a sus bomberos a cargo, que si podían prestar sus servicios en sus días libres, al menos hasta mediodía; confiaba que dirían que sí, porque los conocía, pero no quería tampoco alterar sus rutinas con ello.

   Un mensaje de Alexandra la relajó, enviándole una dirección, que con gusto la buscó el Google Maps para poder llegar.

   Dos toques fueron suficiente para Sam, oyó unas voces, ruidos y risas, para después, ver a una mujer rubia con la sonrisa más radiante.

   —Hola.

   —¿Kara Danvers? —requirió.

   —Ah, sí —confirmó—. Debes ser la capitana Arias, ¿cierto?

   Sam asintió, mostrándole una sonrisa.

   —Lamento venir así, pero le escribí a Alexandra y me envió tu dirección.

   —No te preocupes, se supone que debía presentarme a verte —dijo, encogiéndose de hombros—. Disculpa por el desorden, pero estoy aún desempacando.

  BLa rubia se hizo a un lado, dejando ver a Sam el desorden de la pequeña sala de estar, dónde dos pequeñas rubias estaban sentadas en el suelo con libros y crayones. Asintiendo por la invitación, la castaña se trasladó, sin saber hacia dónde dirigirse, por lo que se giró para mirar a la rubia, que le volvió a sonreír.

   »—Son mis hijas, Lorelai es la de tu izquierda y Kieran es la de tu derecha —expresó con una sonrisa tierna de mamá, que Sam estaba familiarizada.

   —Hola, niñas. Soy Sam.

   —Hola, Sam —dijeron a la vez las niñas, mirándola con expresiones divertidas.

   —Dejen de hacer eso —refunfuñó Kara Danvers.

   —Yo también tengo una hija, no te preocupes —confesó Sam, viendo como las niñas se interesaban.

   —¿Qué edad tiene?

   —¿Cómo se llama?

   —Niñas, no pueden interrogar a las personas cada vez que quieran.

    —Pero tía Alex y Maggie siempre lo hacen —dijo una de las niñas, ya Sam no sabía si era Lorelai o Kieran.

   —Se llama Ruby, y tiene 10 años —prefirió contarles Sam, para saciar su curiosidad.

   —¿Cuándo la podemos conocer?

   —Kieran, por favor.

   Sam se rió, viendo como las niñas no le temían a nada y que les gustaba conocer a las personas.

   »—Saben, recojan todo y vayan a su habitación, necesito hablar con la capitana Arias.

  B—Ella dijo que se llamaba Sam —habló Lorelai, esta vez si pudo diferenciarlas Sam.

   —Vayan —ordenó la rubia.

   Ambas esperaron pacientes hasta que las niñas abandonaron la habitación, no sin antes despedirse con sus manos de ella. Sam miró a Kara Danvers, que le indicó que tomara asiento en su sofá pequeño, lo que acató y fue al grano.

   —Sabes porqué vine, y en verdad, quiero saber si has considerado la oferta que le hice a tu hermana.

   —Mira, decidí hacerlo por las niñas —señaló Kara hacia la habitación donde las niñas se habían marchado—, de cambiar aires y esperar que pueda surgir. No estoy muy convencida por la decisión, pero quisiera probar antes que inicien las clases... quiero comprobar que sea un buen cambio y que no las afecte. Creo que como madre, comprendes lo que quiero decir.

   Sam oyó todo con compresibilidad, como madre, siempre debían poner a sus hijos por delante de cualquier necesidad y solo para protegerlos. Eso mismo había hecho ella con Ruby, cuando supo que sería madre adolescente, decidió aceptar lo que venía, lo que significaba ser echada del internado, y de su hogar, cuando su madre lo supo; sin importarle su destino, lo cual fue difícil, al conseguir trabajo y ahorrar para lo que se avecinaba. Cuando tuvo la mayoría de edad, y que Ruby podía ser aceptada en una guardería, tomó la decisión de meterse en la academia y fue su mejor decisión, porque conoció muchas buenas personas que la ayudaron, y fueron buenos ejemplos para Ruby.

—Sí, te entiendo perfectamente. Nuestros hijos siempre serán nuestra prioridad, así que no te voy a mentir con las cosas que te contaré ahora y espero que esto quede entre nosotras, porque aún no he podido contarle a los demás —pidió Sam, soltando un suspiro.

  Inició con lo principal, que su jefe de batallón y jefe de distrito eran amigos, que nunca buscaban beneficios para ellos. Qué le estaban exigiendo un teniente escogido por ella en un plazo de tiempo, o sino ellos asignarían uno —un espía, quizás—; no mencionó a Lena, para no tener que lidiar con que la repudiara por ser un Luthor y porque aún nadie sabía su verdadera identidad.  Pero si que dos benefactores apoyaban su proyecto, haciéndoles ver mal parados a ellos, por no costearlo y por castigo, estaban disminuyendo sus presupuestos. Además, que les prohibía realizar la labor en sus días de trabajo.

   »—Así que estaremos viviendo un poco tortuosos, ya que serás mi segunda al mando. Quiero que seas sincera y me digas si quieres meterte en esto, me disculpo porque cuando le ofrecí a Alexandra no sucedía nada de esto.

   Esperó por la respuesta de la rubia, estaba en suspenso por lo que sea que dijera, Sam se dio cuenta al ver a esas niñas, que Kara Danvers pensaría muy bien antes de meterse en el lío que ella creó sin medir las consecuencias.

   —Vine de un pueblo que ni un árbol se incendiaba, y como dice Alex, es mejor tener acción de cualquier tipo, que nada —expresó, soltando una carcajada que Sam tuvo que unirse de los nervios—. Me apunto, capitana Arias.

  —Dime Sam, no quiero que tus hijas piensen que tengo doble identidad —bromeó—. Bienvenida a la estación 10, teniente Danvers.

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