CAPÍTULO IV: LO ASTUTO SE HEREDA.

   La estación de bomberos estaba silenciosa, por lo que Lena tocó la puerta principal sin saber si debía pasar o solo esperar que alguien le abriera. A través de las puertas de vidrio, se vislumbraba la recepción, donde un hombre castaño estaba absorto en las pantallas del computador y con teléfono a mano; mordiéndose el labio indecisa, Lena volvió a golpear pero con más fuerza, captando la atención del hombre. Esperó su danzar hasta ella, con pasos firmes, el hombre tenía una buena complexión atlética; debía tener unos pocos años más que ella. Al abrirle la puerta, sus ojos azules la escanearon antes de esbozarle una sonrisa coqueta, mostrando todos sus dientes.

   —¿En qué puedo ayudarle? —requirió, esta vez, examinándola de arriba abajo—.  Soy Mike Matthews.

   —Busco a la capitana Arias —respondió Lena, haciendo gesto hacia la caja de donas en su mano—, tengo una reunión con ella.

   —Oh, claro. Adelante.

   Lena entró a la estación, viendo de reojo como Mike no apartaba los ojos de ella y sonreía de medio lado; clavó sus ojos en él, dándole a entender que se daba cuenta de su intromisión a su intimidad y que eso era una falta de respeto. Lo siguió por un pasillo cuando la invitó a seguirlo, mirando los cuadros con recortes de periódicos a medida que avanzaba, así como fotos de bomberos caídos en su deber.

   Detrás de una puerta doble, se encontraban los bomberos en una habitación no muy grande, pero lo suficiente para hacerla de sala médica y que fuese capacitada para atender al menos 20 personas. Sam estaba en medio de todos ellos, dándoles órdenes por lo visto, por los semblantes serios de todos los involucrados.

   »—Capitana —llamó Mike a su lado—, vinieron a buscarla.

   Lena vio como Sam se giraba con el entrecejo fruncido, pero borrándose al instante al reconocerla; en segundos estaba siendo abrazada por esta y riendo por el entusiasmo de su amiga.

   —Lena, viniste —susurró.

   —Dije que lo haría —dijo Lena con una sonrisa y sacudiendo la caja en su mano, notando como Sam mostraba una sonrisa más amplia—, traje esto como disculpa por mi tardanza.

   —Ofrenda de paz.

   —Algo así. —Lena rió.

   —¿No nos presenta a la señorita, capitana? —habló Mike.

   Lena apretó su mandíbula por inercia, anticipando lo que ocurriría si Sam dijera su nombre completo. Intercambió mirada con Sam, quien le apretó su brazo con cariño, casi como para tranquilizarla, pero Lena dudaba que eso sucediera.

   —Bien, chicos. Ella es mi amiga Lena —comenzó Sam, señalándola—; es doctora, y nos brindará su apoyo en los días de atención médica. Así que espero que todos puedan colaborar.

   El suspiro y la tensión de su cuerpo se disipó instantáneamente, por lo que Lena solo entrecerró sus ojos hacia Sam para agradecerle, al mismo tiempo, que en su campo de visión varias figuras se acercaban.

   —Winn Schott —se presentó un chico, extendiendo su mano.

   Lena correspondió el gesto, viendo una sonrisa sincera por parte del castaño de ojos verdes.

   —Un gusto.

   —Yo soy Nia Nal —siguió una chica, casi del tamaño de Sam.

   —Hola, Nia.

   —Un gusto tenerte aquí, Lena. Soy Imra Ardeen.

   La joven ojos verdes, le sonrió con familiaridad, por su misma estatura, logró ver la sinceridad en sus ojos. Otros dos chicos es unieron a saludar, y por la diversión en sus ojos, Lena supo que estaban encantados de tenerla ahí para poder seguir examinándola. Pero, estaba segura que el día que supieran quién realmente era, no la tratarían de la misma manera.

   —¿Así que... —Alex apretó los labios para evitar seguir riendo—, tus pequeñas bestias engatuzaron a una sexy mujer para que les comprara cosas que tú no querías comprarles?

   —Deja de decir sexy mujer, Alex —reprendió Kara, doblando la ropa de sus niñas y guardándola en sus cajones—. Y no te rías —advirtió, frunciendo sus cejas—, que por vergüenza la invité a vernos mañana.

   —Vaya, cuando te propuse venir aquí, no esperé que iniciaras con una cacería.

   —¡No estoy cazando a alguien, Alex!

   Su hermana levantó ambas manos y rió con voz fuerte, Kara chasqueó la lengua con molestia, no debió haberlo contado ese incidente a Alex, porque no la dejaría en paz; además, no dejaba de pensar en esos bonitos ojos verdes esmeraldas y su hermoso rostro. Ya estaba empezando a frustrarse, en solo imaginar que haría mañana o qué hablaría con esa desconocida que la hacía sonrojar como una adolescente.

   —Maggie ha estado actuando raro últimamente —soltó Alex de pronto, haciéndola parar de doblar la ropa y girarse a encontrarse con sus ojos.

   —¿A qué te refieres?

   La forma en que su hermana tomó una bocanada de aire, hizo que Kara se sintiera sobreprotectora. Se sentó en una de las camas individuales y palmeó a un lado para que Alex se sentara, cuando su hermana aceptó, aprovechó en tomar su mano y apretarla.

   —Hace unas semanas, estuvimos en un caso complicado, del cual no puedo hablarte mucho —compartió Alex—; hubo niños involucrados y nos afectó mucho. Antes de dormir, le confesé a Maggie que algún día quería experimentar ser madre, quizás con hijos propios o adoptar; ella fue sincera, dijo que no quería hijos y aunque me dolió, le respeté su decisión.

   Kara asintió lentamente, formando en su mente teorías sobre qué pasaba por la cabeza de su cuñada.

   »—Después mencioné el matrimonio, porque tú más que nadie sabe que desde hace 3 meses he querido proponérselo, pero nunca he encontrado el momento idóneo, Kara —musitó Alex, con los ojos cristalizados—. Esta vez, se quedó en silencio y luego solo dijo, «es hora de dormir, amor». ¿Cómo quieres que intérprete eso, Kara? Dímelo, porque yo no lo sé.

   Lori miró a su tía Maggie con perspicacia,  parecía distraída en sus pensamientos. Kieran también lo percibía, porque ambas compartieron una mirada y acordaron en preguntarle a su tía.

   —Tía Maggie, ¿podemos ayudarte? —Kieran se animó en preguntar.

   La morena, se fijó en su hermana, parpadeando un par de veces hasta sonreír mostrando sus hoyuelos.

   —¿Con qué me ayudarán?

   —Quizás con el anillo que tienes en tu bolsillo izquierdo —dijo Lori, encogiéndose de hombros. El asombro en el rostro de su tía, fue épico y hasta cómico para las niñas.

   —¿Cómo lo supieron? —interrogó su tía.

   —Lo vimos el otro día en tu cazadora cuando las visitamos, sin querer buscabámos algo que tía Alex nos pidió en su dormitorio y tropecé en el armario, tumbando la cazadora y notando la cajita con el anillo —explicó Kieran, con una sonrisa de suficiencia.

   La verdad era que Alex les había pedido buscar unos lapiceros para entretenerlas y ellas de curiosas, empezaron a husmear en el armario de su tía; pero de ninguna manera le dijeron su hallazgo, porque se daría cuenta que husmearon entre sus cosas.

   —¿Su tía o su madre lo sabe?

   Ambas negaron, porque ni a su madre quisieron decirle por temor que las castigara.

   —¿Cuando se lo pedirás? —requirió.

   Lori vio la indecisión en su tía Maggie, y pidió ayuda a su melliza.

   —Podrías aprovechar esta luna llena, y llevarla a su lugar favorito, después la traes a casa, dándole una sorpresa con una buena decoración romántica y se lo propones —mencionó Kieran, compartiendo una mirada con ella en forma de acuerdo silencioso.

   Lori comenzó a imaginar las cosas, y que tenían que contarle a su madre para que las ayudara.

   —El lugar favorito de Alex, es la sala de práctica de tiros —contó frustrada su tía Maggie—. No creo que pasar el día ahí, sea adecuado... me pondría muy nerviosa y sería notable. Y además, no comprendo cómo o porqué estoy pidiéndole sugerencias a dos niñas de 6 años.

   Las niñas rodaron sus ojos ante la ofensa, no les gustaba que las tratarán cómo tal, porque eran muy inteligentes y podían entender a los adultos.

   —Tú decides, tía Maggie. O nuestra ayuda o nuestra ayuda.

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