Capítulo 4.

Capítulo 4. 

No conseguí pegar ojo en toda la noche. Jack no dejó de roncar desde que llegamos al cuarto y mi mente estaba demasiado agitada para poder calmarla.

Todo en esta misión estaba siendo muy extraño. En lugar de un rescate de una chica en apuros, casi me daba la sensación que era un secuestro. Intentaba ver el peligro, pero salvo por una bruja que la ha mantenido aquí encerrada, sana y salva eso sí, pero encerrada, no veía cuál era el peligro tan extremo para una misión con una "Prioridad Cero".

Pero había algo mucho peor que no me dejaba dormir, algo que nunca había sentido, esa especie de atracción que sentía por ella, ese revoltijo de estómago cada vez que la veía y no poder parar de pensar en ese abrazo en el sótano, me mantenía con las pulsaciones a mil y con la capacidad de concentración de un pez.

- ¿Llevas así toda la noche? - preguntó Jack entre bostezos.

- ¿Tu qué crees? - le contesté de mala gana.

- La tienes loquita, no te preocupes por eso. - se levantó de un salto y yo le lancé lo primero que tenía a mano, un cuchillo que impactó en la pared, al lado de su cara. - ¡¿Pero qué cojones te pasa, payaso?!

Odiaba a este tío, todo era una broma para él.

- ¿Acaso no ves lo raro del caso? ¿Qué demonios hacemos aquí? ¿Quién es es ella? ¿Cuál es el peligro? - todas las dudas que habían surgido por la noche, salían de mi boca como un recital.

- Y además te mola. - dijo con sorna.

- El siguiente cuchillo no fallaré. - le amenacé de una forma que hasta él dejó la broma.

- Eres más tonto de lo que pensaba. - me dijo sintiéndolo en lo más profundo de su ser. - Mira que ya tenía sospechas, pero ¿encapricharte de nuestro objetivo? ¿En qué cabeza cabe?

- No sabes nada. - le dije rindiéndome en la conversación. - Eso ni siquiera importa.

Y era verdad. Había luchado demasiado en este mundo, para dejar que esto me afectase. Muchos años de entrenamiento, de lucha, muchas peleas ganadas y mucha gente que se había quedado en el camino. No iba a echarlo todo por tierra porque una chica medio guapa se cruzase en mi camino.

- Esperaremos a que empiecen las clases y nos colaremos en el despacho de Lucía. - dije formando un plan. Teniendo un plan todo era más fácil.

- Habrá que estar atentos, los brujos no son gente de fiar. - rebatió Jack.

Esperamos a que todos los alumnos estuvieran en clase y los pasillos del orfanato vacíos. Teníamos las pistolas con balas marcadas en la parte de atrás de nuestros pantalones, ocultando el bulto con la camiseta. Las balas se marcaban con símbolos de magia, un pentagrama era lo más fácil de hacer en las balas, pero eso solo no valía, pues tenían que pasar por las manos de algún brujo experto que hechizara la bala, cosa que solo se encontraba en La Terminal.

Jack sacó las ganzúas para abrir la puerta, ya que Lucía la había cerrado con llave.

- ¡Vamos, vamos! - le presioné al oír ruidos al otro lado del pasillo.

- ¡Ya está!

Abrimos la puerta y entramos rápidamente, cerrando la puerta con suavidad para no llamar mucho la atención.

El despacho estaba igual que la otra vez, la mesa repleta de papeles, un par de sillas frente a su mesa y una estantería repleta de libros a mano derecha según entrabas. 

- Tu mira los libros y yo miraré en la mesa. - me dijo Jack encaminándose hacia su objetivo.

No iba a protestar, ¿para qué? había que hacer el trabajo rápido y salir antes de ser vistos.

Casi todos los libros eran de literatura, asignatura que al parecer daba ella. También había algunos libros religiosos, pero extrañamente, de muchas religiones. Había un corán, algunos libros del budismo e incluso de algunas gurús espirituales.

- ¡Mira aquí! - dije de repente señalando al suelo.

Había unas pequeñas marcas en el parqué, marcas como de haber arrastrado algo continuamente en la misma dirección. Estaba tapado bajo una alfombra, una alfombra que desentonaba con el resto de la estancia, por eso me había llamado la atención.

- La estantería es una puerta. - dijo Jack mientras buscaba cómo abrirla.

Palpamos todos los estantes y movimos todos los libros en busca de alguna palanca o botón que abriera la estantería. Y de repente lo encontré, en la estantería más baja, un botón a la altura de la rodilla.

Nos sorprendió que al abrirse no emitiese ningún ruido, ni chirrido, lo engrasaban a menudo o se abría con mucha frecuencia.

Al abrirse la estantería al completo, unas escaleras de piedra antigua bajaban a alguna parte que no se veía. Encendimos las linternas de nuestros móviles y bajamos pistola en mano.

Yo iba delante, iluminando cada escalón y bajando despacio, mirando bien para no accionar ninguna trampa que no debiera. Era una escalera de caracol y al menos eran unos dos pisos de bajada. Cuando llegamos al final, todo parecía muy distinto, era una sala cuadrada, casi igual de grande que el despacho, pero con una decoración bien distinta.

La sala parecía iluminarse sola, no se veía ni una bombilla, ni una ventana, ni siquiera una vela, pero a pesar de eso, había luz suficiente como para verlo todo.

En el techo había una gigantesca trampa para demonios, era una marca circular, llena de símbolos de idiomas extintos. Si un demonio atravesaba esa marca, se quedaba encerrado en él hasta que la trampa se rompía o el demonio moría.

Pero eso no era lo único sobrenatural que había. Junto a la pared más alejada de las escaleras, había un gigantesco altar con toda clase de artilugios de magia, y no parecía ser una magia sencilla, si no de un brujo experimentado.

- ¿Qué tal eras en clase de "Estilos de brujería"? - me dijo Jack haciendo mención a una de las asignaturas que estudiábamos en La Terminal.

- Mejor que tú, eso seguro. - dije recordando lo malo que era en las clases teóricas.

Me acerqué al altar y observé cada artilugio de la mesa. Había un cuenco tan grande que podías meter la cabeza dentro, velas con pentagramas grabados, ramas de salvia seca, que se usaba para hechizos de contención, unos polvos que desconocía su procedencia y sangre, mucha sangre.

- Mira esto. - dijo Jack llamando mi atención.

Estaba mirando por detrás de lo que parecía una cortina negra, solo que lo normal es que las cortinas tapasen ventanas, pero aquí no había ninguna. Deslizó la tela hacia un lado y mi ceño se frunció con lo que había oculto.

Era muy difícil de explicar lo que estábamos viendo. Parecía un televisor, solo que sin televisor, la imagen aparecía de la nada en la pared, tan clara y nítida como si fuese una película. Lo que se veía era a Lucía dando clases, solo que se veía desde los ojos de un alumno, como si sus ojos fuesen la cámara. A veces giraba la cabeza y miraba por la ventana, otras veces continuaba con el dibujo que estaba pintando, unos ojos pintados en carboncillo.

- ¿Crees que es ella? - preguntó Jack igual de asombrado que yo.

- ¿Quién si no? - pregunté casi confirmando que se trataba de nuestra chica. - Y hay más. Una de las plantas que he identificado del altar, es salvia seca, pero hay más cosas que ni siquiera sé que son.

Se quedó mirándome con las cejas levantadas y las manos con las palmas hacia arriba, me costó entenderle, pero acabé sabiendo que iba a necesitar más explicación que la que le había dado.

- La salvia seca se usa en hechizos de contención. Y si no me equivoco, creo que de alguna forma intentan contenerla, como si atara parte de ella para que no saliera a la luz. - todo empezaba a tener sentido, mi mente parecía unir las piezas. - Ella parece una chica normal, pero ¿y si solo está conteniendo su poder? ya vimos ayer lo que le pasó con solo tocar aquel pentagrama de la carpeta.

- ¿Qué crees que es? ¿una bruja? ¿un demonio? ¿algo diferente? - preguntó Jack haciendo públicas mis dudas también.

Ni siquiera le pude contestar. Lo cierto era que no tenía ni idea, que todo lo que relacionaba a esta chica, era nuevo para nosotros, por lo que podíamos suponer que ella también era algo nuevo.

Mientras Jack revisaba toda la estancia, yo no podía parar de mirar aquella ventana espía, como aquella chica no paraba de mirar por la ventana en mitad de su clase, como miraba los árboles y la puerta de entrada del orfanato. Y mientras observaba lo que ella miraba, me preguntaba en lo que estaría pensando, en qué opiniones tenía sobre las cosas importantes de la vida, que le gustaba, que le emocionaba, o que odiaba.

- Aquí hay algo. - dijo Jack abriendo un pequeño baúl que había pegado a una pared.

El baúl contenía ropa normal de la calle, vaqueros, camisetas, algún vestido, cosas que obviamente aquí no se pondría. Pero en el fondo del todo, envuelto en lo que parecía un pañuelo, había una pequeña caja del tamaño de una fiambrera de sándwich.

Abrimos la caja y sacamos un pequeño taco de fotografías viejas, no más de diez fotos de diferentes tamaños, casi todas en blanco y negro. Parecían estar ordenadas por fecha ascendente.

En la primera salían tres personas, un hombre, una mujer y un bebé. El hombre vestía con ropas raídas y viejas, ni siquiera parecían ser de su talla, ya que era alguien alto y atlético, y la ropa parecía quedarle pequeña. Pero lo más extraño de aquel hombre, es que parecía que una neblina le rodeaba el cuerpo entero.

La mujer en cambio, vestía con un elegante vestido de la época, con una sombrilla tapándole el sol y un bebé casi recién nacido, ya que lo sujetaba con un solo brazo de lo pequeño que era.

"Jacobo, mamá y yo. 1910" - ponía detrás de la fotografía.

- Jacobo. - leí el nombre en voz alta. - ¿No dijo ese nombre Elizabeth anoche?

- Dijo que Lucía consiguió refugiarse en este lugar mencionando a un tal Jacobo, sí. - contestó Jack.

"Jacobo y yo. 1955" - ponía en otra foto 

En esta ocasión solo salía Lucia y el tal Jacobo, pero había algo que no podíamos pasar por alto, y no solo era que Jacobo tenía esa neblina a su alrededor, sino que a pesar de que habían pasado cuarenta y cinco años entre una foto y otra, Lucía parecía tener veinti muchos y Jacobo estaba exactamente igual.

- Está igual que ahora. - dijo Jack. - Bueno, si le quitas el hábito.

En la tercera foto salía una nueva persona, una mujer rubia, que se parecía ligeramente a Elizabeth.

"Jacobo, Stella y yo. 1997"

Había más fotografías de los tres juntos, pero fuí directamente a la última:

"Jacobo, Stella, Elizabeth y yo. 2002"

Esta foto era muy distinta a las anteriores, pues en lugar de estar de pie posando para la cámara, estaban en la cama de lo que parecía un hospital. Stella era la que estaba en la cama, con malísima cara, mientras Elizabeth, de apenas unas horas de edad, estaba en brazos de Jacobo. En esta foto se le podía ver mejor al ser una foto más moderna, era castaño claro, ojos verdes, rostro marcado con líneas rectas. Sus brazos parecían muy musculados y una pequeña aureola parecía que le rodeaba todo el cuerpo.

Diferentes cámaras, diferentes épocas y hasta diferentes siglos, pero seguía saliendo esa neblina a su alrededor y no parecían haber envejecido ni un día.

- ¿Qué crees que es esto? - dije señalando la mancha blanca.

- ¿Qué estáis haciendo aquí? - dijo casi gritando Lucía, la cual había llegado sin ni siquiera habernos enterado.

Me giré para verla mientras sacaba el arma de mi pantalón y la apuntaba. Para cuando quise terminar la acción, Jack se me había adelantado y ya estaba apuntándola. Y no éramos los únicos que amenazaban con armas, pues las manos de Lucía parecían estar encendidas con una luz morada.

Si había alguna duda de que fuese una bruja, esto ya lo confirmaba por completo.

- Puedo mataros a los dos a la vez, por lo que bajar las armas. ¡Ya! - nos dijo.

Jack y yo nos miramos un segundo, por muchas cosas que no teníamos en común, esta no era una de ellas, no nos gustaba rendirnos. Pero en esta ocasión no teníamos mucho que hacer, ella tenía razón en cuanto matarnos a los dos a la vez.

Dejamos las armas en el suelo y le dimos una patada para alejarlas de nosotros.

- Y ahora decirme, ¿qué hacéis aquí realmente? ¿cuál es vuestra misión? - nos dijo sin rebajar ni un ápice su luz morada. - No me creo eso de que estáis aquí porque habéis encontrado una foto de Elizabeth en un nido de vampiros. Esta zona es mía y no se ha extraviado ninguna foto de Lizzy fuera de aquí.

Esa era la mentira que le habíamos contado el primer día. Necesitábamos una coartada para quedarnos y acercarnos a la chica. 

- Nos han dicho que aquí está en peligro. - dijo Jack de repente.

- ¿Qué mierdas haces? - dije intentando que callara.

Pero el que hablaba no era Jack. Los ojos de Jack estaban morados y parecía un robot hablado.

- Lo único que sabemos es que la quieren en La Terminal. Tenían una foto suya, sabían dónde estaba y nos recalcaron, de forma muy concisa, que ella tenía que venir por voluntad propia, que no podíamos obligarla. 

- ¿Quién es vuestro jefe? - preguntó a Jack, que parecía no poder callar.

- El comandante Collins.

Noté en la mirada de Jack el momento que le soltó con su embrujo y vi la cara de rabia de Jack al darse cuenta de lo que había pasado. Y lo que había pasado es que habíamos subestimado a Lucía. Ella no era una bruja normal. Ella era algo más.

- Hay un topo. - dijo Lucía más para ella misma que para nosotros.

- No queremos hacerla daño. - dije ahora yo, levantando las manos con las palmas hacia delante en señal de paz. - Estará segura con nosotros.

Empezó a reírse como la bruja malvada de un cuento, sin ganas y con connotaciones de burla. Mientras yo iba sintiendo la rabia por dentro al ver como insinuaba que La Terminal, el lugar donde había nacido y por el que daría la vida, no era un sitio de fiar.

Entonces la risa paró de repente, sus manos se apagaron y algo parecía haberle movido el mundo entero.

- ¡No! - susurró mirando algo que había detrás de nosotros.

Nos giramos de inmediato y nos dimos cuenta que Elizabeth ya no estaba en clase, aunque su vista seguía siendo la misma, solo que más cerca. Estaba intentando salir del orfanato.

- Hay un escudo en el centro. Está vinculado a ella y si lo atraviesa, el escudo caerá. - empezó a decir a borbotones. - Por eso la controlaba desde aquí. Por eso nunca ha salido del orfanato.

- ¿Y qué pasa si rompe el escudo? - pregunté con un tono de casi terror.

Lucía no contestó al instante y eso me puso aún más ansioso. Era su secreto, uno por el que había luchado y sufrido muchos años, y estaba apunto de romperse.

- Es un faro. - dijo al fin. - Sin ese escudo, es como si llevase un rastreador para lo sobrenatural.

No necesité más. Eché un último vistazo a la imagen de Elizabeth y vi que necesitaba un milagro para llegar antes de que cruzase la puerta. Me quedaba la esperanza que dudara, que no se atreviera o que lo meditara antes.

Subí los escalones de la escalera de caracol de dos en dos, y corrí hasta el pasillo con todas mis ganas. Notaba unos pasos por detrás, pero no me paré a esperar a nadie, seguí corriendo hasta salir del centro.

El sol del mediodía era cegador. Muchos alumnos estaban disfrutando del buen tiempo y tan solo una chica vagabundeaba sola por los jardines, con dirección a la puerta. Su pelo rubio estaba suelto y a la luz del sol, parecía brillar, era como un faro en medio del bosque.

Pude ver su decisión en su caminar, en lo rápido que alargó la mano hacía la puerta y la fuerza con la que la abrió.

- ¡NOO! - grité con todas mis ganas.

Pero ella no me escuchó, o no quiso hacerlo, pues por solo unos metros, no pude evitar que su pie saliera del perímetro del orfanato.

Y de repente lo vi, Algo parecía romperse en el cielo, y caía hasta los pies de Elizabeth. Era como un brillo invisible, pero que al romperse, se veía el morado de la magia de Lucía. Una vez cayó todo, fue aún peor, pues una extraña fuerza blanca salió de Elizabeth, impactando conmigo y lanzándome varios metros hacia atrás.

El golpe me dejó un segundo sin respiración, pero me costó volver a coger aire al ver el espectáculo que Elizabeth nos estaba dando. Ella era como el centro de una gran onda de agua, como cuando tiras una piedra al río y el lugar donde caía la piedra, se generaban las ondas infinitas. Pues en este caso Lizzy era la piedra y esa luz, eran las ondas que salían de ella.

Era mucho más que un faro.

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Espero que os guste, y si es así, pulsen la estrellita. Y no duden en comentar!! Muuaakksss

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