4. Soy tu tiempo

Hoy es el día de la madre aquí en mi país Paraguay, y también en Uruguay. Por eso le dedico este cuentito a una mamá muy especial que me lee desde allí. 

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Hoy estoy aquí, a tu lado como siempre, corriendo detrás de ti. ¿O eres tu quien corre atrás de mí? Pronto nos separaremos, te dejaré para siempre y tu irás a un lugar donde yo no seré importante.

Esto me lleva a la pregunta: ¿alguna vez fui importante para ti? Has organizado tu vida adulta en torno a mí, en hacer las cosas para alcanzarme... Y hoy aquí, parece que no lo has logrado del todo.

Cuando eras niño no me dabas demasiada importancia. A ti, las horas de clases te parecían eternas y las tardes de juegos muy cortas. La noche te llegaba antes de lo que quisieras y te enojabas cuando escuchabas a tu madre decirte: 

¡Kike, es hora de dormir! 

¿Por qué tengo que dormir ya? ¡Es temprano aun! —Te quejabas cada noche mientras guardabas lentamente tus soldaditos, tratando de estirar al máximo esos últimos minutos de juego. Tus pensamientos iban siempre a tratar de entender por qué las horas de estudio eran más largas que las de juego.

Cuando te hiciste más joven, tú y yo volvimos a tener problemas. ¡Todas las horas eran aburridas para ti!, las de la mañana, las de la tarde. Te pasaste millones de minutos tirado en una cama mirando el techo o escuchando música, viendo tele o simplemente durmiendo. Tu madre te regañaba para que hicieras algo de provecho, pero siempre estabas cansado. 

Todo hasta que conociste a Juliana, ella pintó el mundo de colores distintos para ti, entonces volví a hacerme corto y volviste a regañarme. ¡Nunca era suficiente el tiempo que pasabas junto a ella! Querías más, verla más días, estar juntos por más horas. Pero el estudio y las responsabilidades también estaban presentes y tu madre te recordaba lo importante que era saber organizar el tiempo.

Te hiciste adulto, Juliana y tú se casaron y formaron una gran familia. Y hoy me pregunto: ¿cuándo fue que empezaste a jugar carrera conmigo? ¿O quizás la carrera era contigo mismo? Querer más, llegar más lejos, obtener más reconocimientos... eso empezó a convertirse en tu foco, en tu horizonte, en tu meta. Y mientras tú pensabas que yo iba terminando y que si no corrías no llegabas; yo pasaba al lado tuyo, lento, cadencioso, disfrutando de cada momento que tú te perdías en tu carrera por ganarme.

Vi a tu hija Leticia intentar dar sus primeros pasos, se paraba, se soltaba y se caía de nuevo. Lo volvió a hacer una y otra vez hasta que lo logró, dio cuatro pasos sin caerse. Yo estaba allí viéndola, ella no tenía conciencia de mí, solo quería caminar por sí sola. Juliana estaba allí también, ayudándola y apoyándola, llorando de emoción cuando por fin lo logró.

Entonces te llamó a la oficina: 

—¡Kike!, ¡Leti ha dado sus primeros pasos! —gritó entusiasmada entre lágrimas de felicidad. 

—¿En serio?, ¡qué bueno! —respondiste apático mientras revisabas esos papeles y reflexionabas sobre qué fácil parecía ser la vida de Juliana. Ella ahí mirando a la niña mientras tu no tenías tiempo que perder, porque si lo hacías, te robarían el puesto que por tantos meses estuviste esperando.

Estuve también allí cuando Rafita dijo sus primeras palabras. Era una tarde calurosa, Juliana los había llevado a ambos a tomar helado. Mientras Leticia se ensuciaba intentando comerlo sola, Rafita probaba pequeñas raciones que le invitaba Juliana con paciencia. Se habían sentado a la orilla de un río, observaban a la gente caminar, disfrutar de la tarde, andar en bicicletas y volar cometas.

Entonces Juliana se entretuvo en uno de los mensajes que le habías mandado avisándole que esa noche no llegarías a cenar porque tenías una reunión. Ella te preguntó si no la podías postergar para mañana pues tenía algo importante que decirte; tú le dijiste que era impostergable, que la persona con la que debías reunirte no tenía «tiempo» y que debías agradecer que te estaba dando un poco de él. ¿Era esta persona otro ser como tú?, ¿supuestamente pendiente de mí, pero que a la vez me dejaba escurrirme lento a su lado llevándome los mejores recuerdos y momentos de su vida?

Juliana quedó triste, su noticia era muy importante y había planeado una velada especial para dártela. Levantó la vista un poco empañada y entonces Rafita dijo: «mamá ma», pidiéndole más helado. Esa fue su recompensa, sus lágrimas dejaron de ser tristes y cayeron alegres por el logro de su pequeño, aunque la melancolía acariciaba su alma debido a que le hubiera gustado que lo vieras. Pensó en escribirte para contártelo, pero seguro tú, no tendrías tiempo.

Entonces me hiciste el protagonista de tu vida y el culpable de tus pérdidas. Si algo no salía bien o no se podía lograr, era siempre por falta de «tiempo». Si te pasabas horas y horas trabajando para conseguir aquel puesto que tanto anhelabas, era porque pensabas que tú «tiempo» era corto y que los más jóvenes te sacarían el lugar. Te lamentabas por no poder dormir unos minutos más, o por estar extenuado en las noches; nunca había suficiente «tiempo» para ti en tu propia vida.

Los días eran cortos y las horas pasaban rápido, los fines de semana eran largos y las horas pasaban lentas junto a tu familia. Mientras tu mujer y tus hijos veían pasar tus mejores años perdiéndote de todo lo que realmente importaba, hasta el punto de ya no preocuparse si tú estabas o no en algún evento importante. Ya estaban acostumbrados, tú nunca tenías «tiempo». El tiempo se robó tu vida, tanto que hasta perdiste el protagonismo en ella misma.

Ahora estas aquí, postrado en esta cama, dando tus últimos suspiros y viendo como los tuyos se preocupan por ti. Los chicos ya son grandes, tienen sus propios chicos. La vida parece haber sido más justa con Juliana desde tu punto de vista, ella tiene más salud y se ve aun hermosa. ¿Quizás ha de ser porque a ella la vida le dio más tiempo? 

Eso es lo que quieres creer para aminorar tus culpas. Pero en realidad eres tú el que nunca me dio mi lugar, el que en vez de pensar en el reloj y sus minutos, debió pensar en disfrutarme a cada segundo.

Yo soy tu tiempo, y el tiempo no se «pierde» o no se «gana»; el tiempo se vive, se disfruta, se palpa y saborea. Hay tiempos felices para vivir plenos, y otros tristes para descargar el alma de los pesos de la vida. Hay tiempos para estar solo y tiempos para compartir, tiempo para jugar y tiempo para dormir. No es mi culpa que no hayas tenido «tiempo», es tu culpa por haberme ignorado.

Hay tiempo para todo en esta vida, que es larga y muy fluida. Es una pena que hoy, aquí, mientras repasas los capítulos de tu historia, te des cuenta de que no tuviste tiempo para vivirla, que no tuviste tiempo para tener tiempo. Que me dejaste ir entre tus dedos como arena fina que cae en un reloj de arena.

Y así me fui, así me voy. Me escapé de ti, pasé al lado sin que me vieras, me culpaste de tus pérdidas y a la vez me diste gran importancia, sin siquiera haberme visto nunca, haberme sentido o haberme palpado. Y hoy es tarde, ¡hoy de verdad es tarde! Miras una vez más a tu señora, que siempre ha estado allí y te lamentas no haberle prestado más atención, ves a tus hijos y te preguntas: «¿En qué momento crecieron tanto? ¿Dónde estaba yo cuando sucedió eso? ¡Que rápido pasa el tiempo», murmuras para ti. Pero yo te lo respondo: «No pasé rápido, tu no me has disfrutado porque me estabas perdiendo mientras pensabas que me ganabas».

Ahora ha llegado tu tiempo, das tu último suspiro, desapareces sin dejar más rastro que el dolor en los corazones de aquellos que te amaron. Los de tu trabajo, los de tu oficina, ya ni te recuerdan. Pero hoy te vas, te marchas, nos dejas... ¿O acaso soy yo quien te dejo?...

Si, adiós Kike, hoy se te ha acabado el tiempo.

***

Para reflexionar un poco sobre en qué gastamos nuestro tiempo... Para agradecer a aquellos quienes nos regalan un minuto de su tiempo.

Aprovecho esta reflexión para agradecer por el tiempo que usan en leer mis historias, por el tiempo que se toman para escribirme un comentario... Por el tiempo que me regalan las que son mis amigas. 

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