13. Abatida
Tengo tantos años luchando conmigo misma que a veces me siento cansada... Como hoy...
Me despierto y me quedo en la cama intentando dormir de nuevo... Me cubro con las sábanas tratando de esconderme del mundo. ¿Será que si me quedo aquí, escondida y en silencio, nadie se dará cuenta? ¿Puede seguir el mundo sin mí?
Quiero un recreo, necesito un receso... Uno para mí, un lugar silencioso donde pueda estar sola y escuchar mis propios pensamientos... Donde pueda poner mi mano en el pecho y sentir el latir de mi corazón. Sentir que estoy viva porque quiero y no porque la vida me obliga a vivirla. Que no soy un robot al que se le ha programado la existencia.
Es irónico, el mundo puede seguir sin mí pero mi entorno no puede. No es como si estuviera en una oficina de la cual me ausentara un día y mis compañeros me pudieran suplir... Si yo me quedo en cama muchas cosas no sucederán hoy, y no es que me considere indispensable... Es solo que hay cosas que si yo no las hago, no las hace nadie... Hay gente que depende de mí, que espera...
Porque todos esperan algo... Y si no das —o eres— lo que esperan... Se decepcionan y te echan la culpa. Nunca es su culpa por esperar, sino la tuya por no ser lo que ellos querían que fueras. ¿Por qué a la gente le cuesta tanto simplemente dejar ser? Y yo también tengo culpa, también espero de los demás, también los someto a mis expectativas.
Pero en días como este estoy tan perdida que ni yo misma sé bien quien soy. Y tengo miedo de decepcionarme de mí misma si me dejo fluir, si escucho a esa voz interior que a veces parece estar presa en mi mente o en mi corazón.
Siento que tengo las manos encadenadas, tengo los pies encadenados... Tengo el corazón encadenado... Y solo mi mente vaga en libertad por los oscuros recovecos de mi mundo interior... Un mundo que es claro y oscuro, uno que es luz y tinieblas, uno compuesto de verdades y mentiras.
Me siento fraccionada... Es como si a medida fui creciendo se han ido desprendiendo de mi muchos pedazos, partes que eran consecuencia de lo que los demás esperaban de mí, de mis inexperiencias, de mis pruebas y errores, de lo que la sociedad espera, de mis lágrimas y caídas... Y ahora no puedo juntarlas todas, no puedo encajar todo eso en un único ser... No lo logro y me siento incompleta...
Llevo una mochila a cuesta, cargada de bellas experiencias y de hermosos momentos. Pero en algunos bolsillos guardo recuerdos que huelen a rancio, que saben a decepción y sufrimiento, que sangran... Que lloran... Que queman... Esa mochila que pesa, a veces me cansa la espalda, quisiera deshacerme de tantas cosas... ¡De la mochila misma si pudiera!, y empezar de nuevo. No llevar nada conmigo, no cargarme con nada... Vivir solo el presente...
Pero esas son frases prefabricadas que se utilizan para hacernos creer que "todo es posible", que solo basta con cambiar el enfoque, con buscar el cambio, con desearlo, con intentarlo, con soñarlo y bla bla bla...
El mundo te incita a soñar pero nadie te cuenta como duelen los sueños rotos, nadie te dice que se te romperá en las manos como una estatuilla de cristal y que sus miles de fragmentos se impregnarán en tu alma para siempre. Que la consecuencia de un sueño roto es el miedo, y que el miedo no permite volver a soñar... Y que un día serás un adulto aburrido que no tiene más ganas de intentar, porque ya no quiere volver a sufrir, porque ya no quiere volver a perder... Porque tiene miedo... Porque la sociedad misma ya no le permite soñar...
Quiero volar, alto y lejos... Y mirar desde el cielo lo que no puedo ver desde aquí, a ver si así se me aclara la mente y se me despeja el alma. A ver si el viento fresco chocando por mi rostro se cuela por mi nariz, mi boca o mis orejas y llega a mi interior logrando disipar las tinieblas, el humo producido por el incendio de mi alma...
Quiero viajar, hacerme la loca y mandarme a mudar... Envidio a los que lo hacen... Viajar para mi representa escapar por un tiempo de mi realidad, empezar de nuevo en algún lugar desconocido, conocer gente que no me conoce y por tanto no espera nada de mí. Pero después hay que volver... Y volver a veces duele más... ¿Querría el ave que ha sido liberada volver a la jaula por voluntad propia?
Cada uno de nosotros vivimos en una jaula, en una donde somos nosotros mismos los que ponemos los barrotes. Los construimos con prejuicios, con miedos, con desilusiones, con frustraciones... Y lo más irónico es que tengo la capacidad de ver a los demás dentro de sus propias jaulas, y a veces puedo decirles como salir de ellas... Pero nadie se anima, y si lo hace, vuelve a entrar... Parece que el grillete es más pesado que el precio que exige la libertad... Parece que la libertad es una utopía... En realidad nunca sales de la jaula, o si sales... Vas directo a otra... Quizá más grande o más cómoda, pero jaula al fin...
Hoy no quiero sentir amor, no quiero darlo porque el amor nos hace vulnerables y estoy cansada de serlo. Quisiera ser fría y fuerte por un día, y que no me importe nada ni nadie. Pero tampoco quiero recibirlo... porque a veces no soy capaz de retribuirlo y eso también me duele. El amor es un personaje torpe, un cocinero que a veces mezcla mal las fórmulas y pone de más ciertos ingredientes... Uno que se instala tan fuerte en tu pecho que sientes que explotarás... Y te gusta tanto que lo dejas hacer lo que quiere... ¡Pero cuidado!, al amor le gusta vendarte los ojos y hacerte girar antes de arrojarte a los brazos del otro... y eso puede ser confuso y equívoco, mientras el amor ríe y se burla de ti. ¿Será que a él le divierte?
¡Qué osadía la mía! Mira que despotricar del amor y los sueños... ¿Me dirán deprimida? ¿Me llamarán negativa? Pero no, les diré la respuesta... Hoy me siento abatida.
¡Vamos! ¡No te rindas! Otra ridícula falacia... ¿Que no me rinda? Pero si esta es una carrera sin final... ¿Acaso tú puedes ver cuál y dónde está la llegada? Nunca acabará, es cíclico... Un subir y bajar, una montaña rusa que por momentos te llena de adrenalina y al siguiente instante estás muerto de miedo... Da lo mismo si me rindo o no... Da lo mismo si tú llegas antes que yo, da lo mismo si no llego, o si no llegas... Lo único que quisiera es hacerme a un lado, salir de la pista de carreras... Y no se puede...
Tampoco puedo quedarme en la cama hoy. Ya me están llamando, ya hay cosas que hacer, el mundo sigue, las responsabilidades están para cumplirse, los deberes esperan, el reloj no se queda y ya voy tarde... No hay paréntesis en la vida, no hay "pido" como cuando éramos niños y nos cansábamos de correr en medio de un juego y pedíamos con esa palabra un minuto de descanso.
El ruido inicia, puedo escuchar los autos yendo y viniendo, la gente riendo y hablando, la tele, el sonido del ventilador, el gato quejándose porque no lo dejan entrar, el celular con los miles de mensajes que hay que responder... Mi propia voz interior se acalla una vez más en este bullicioso devenir de la vida, queda relegado a un mañana que nunca llegará, queda esperando un poco de paz para dejarme oír lo que me quiere decir... Una paz que espero llegue cuando tenga dinero para pagar las cuentas, cuando los hijos sean grandes, cuando ya no tenga que cumplir con ciertas obligaciones... Lo que sucede es que cuando lleguemos a ese punto, habrán nuevas cuentas, nuevas expectativas, nuevas obligaciones... Y otra vez la voz quedará acallada... Y lo peor es que, probablemente, cuando la pueda escuchar, ya se me haya ido la vida y la voz me reproche todo lo que dejé pasar...
Cierro los ojos y suspiro, tomo fuerzas una vez más... Un día más... Mi piel se siente seca, creo que es la ausencia que sale de adentro... A veces siento temblores en la mano, seguro son los miedos que ebullicionan causando terremotos desde mi epicentro. Todo tiende a salir cuando dentro ya no hay espacio, cuando el interior está cargado de bullicio y agotado de silencios.
Pero así es esta vida, el mundo ya se despertó... Ya está girando la rueda... Me tengo que meter a correr como hámster, siempre apurado sin saber a dónde ni por qué...
Me levanto, sintonizo mis botones... Me visto de rutina y me calzo las obligaciones, me maquillo una sonrisa y me peino con ambiciones. Guardo en la cartera los sueños y las ilusiones por si hoy fuera el día, por si acaso se cumplieran... Escondo los miedos bajo la almohada, no sea que los demás los vean... Programo las actividades del día y entro a la gran rueda...
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