Capítulo 12

Mirabel:

El gran día había llegado...

Y con ello, un montón de ajetreos por todas partes, ya casi era hora de la ceremonia de boda y la novia aún no estaba lista, los invitados esperaban afuera mientras se ultimaban detalles en cada rincón, tía Pepa parecía estar más nerviosa que la propia novia, la comida de mamá sufrió un pequeño percance que confieso sucedió por mi culpa, me distraje viendo las decoraciones.

Todos se mostraban nerviosos y ocupados en mil cosas, Antonio practicaba con los animales una pieza musical creada por él, tío Félix lo ayudaba con pasos de baile innovadores y finalmente la Abuela se encargaba de supervisar todo, brindando apoyo a Dolores.

—Mirabel ¿puedes venir un momento?— pidió mi hermana Isabela que se encontraba con la novia.

Me acerqué a ellas con rapidez, Dolores estaba sentada frente a su tocador mientras Isabela intentaba acomodar el largo velo en su rizado cabello.

—¡Ayúdame!— exclamó al ver que me quedé observando.

Tomé el velo entre mis manos y traté de sujetarlo a su moño blanco, las manos me temblaron cuando oí a mi hermosa prima sollozar.

—¿Por qué lloras Dolores?— pregunté terminando de arreglar sus mechones. Apoye mis brazos en sus hombros.

—¿Y si Mariano se arrepiente?— exclamó cubriendo su rostro.

—¿Por qué dices eso?— exclamó Isabela mirándola de frente.

—Peleamos un poquito hace unos días— confesó —estaba celosa, lo siento, es que te ví muy contenta con él ese día que fijaban el color de las flores.

—¿Tienes dudas Prima?— mi hermana se cruzó de brazos —Yo jamás estuve enamorada de Mariano, además han pasado dos años desde aquel casi compromiso con él, no tienes porqué preocuparte, Mariano esta loco por ti.

—Isabela tiene razón— intervine colocándome junto a ella —Deja las inseguridades y ve por el hombre de tu vida.

Aquellas palabras bastaron para que la morena se limpiara las lágrimas y retocara un poco su maquillaje. El momento se hacia presente.

Bajé junto a los invitados a la espera de la tan típica salida de la novia hacia el altar. Todos estábamos reunidos, incluídos Camilo y Emiliano.

—¡Ya llega la novia!— exclamó un invitado con afán.

Observé a Dolores con emoción, el vestido sin dudas le favorecía, marcaba su bella silueta y dejaba al descubierto esas pecas presentes en sus hombros.

Pecas...

En ese instante volvió a mi mente la imagen de Camilo, recordé su rostro tan cerca del mío y sentí como mi cuerpo comenzó a estremecerse. Otra vez la sensación de aquel beso me invadió.

—¿Estas bien Mirabel?— preguntó mi primito Antonio, había olvidado que estaba a mi lado.

—Si, solo estoy emocionada.

—Entonces Camilo también debe estar muy emocionado, porque hace mucho que no deja de mirarte— dijo y provocó que una punzada llegue a mi pecho.

Sin querer, mi vista se dirigió a él, se encontraba cerca de Emiliano, traía un terno elegante, con el cabello recogido en una coleta, y los ojos puestos en mi.

Solo en mí...

[...]

—Yo los declaró marido y mujer— exclamó el padre en cuanto los novios se miraban el uno al otro y se besaron.

Todos aplaudimos al unísono, la boda había sido consumada y con ello, las dudas de Dolores desaparicieron.

El camino a la fiesta estuvo lleno de música, cantos, aplausos y felicitaciones a los recién casados. Mariano llenaba de cariños a su ahora esposa mientras ella recibía a los invitados en la casa.

La noche no se dejó esperar, el sonido de la música y la alegría estaban esparcidos en la casa Madrigal. Por mi parte, me dediqué a saciar mi repentina hambre mientras todos bailaban.

—Mirabel...— alguien me llamó, me levanté de la silla y sentí como jalaban de mi brazo arrastrándome hasta fuera de la casa.

Entre en pánico, pataleé en contra del susodicho y lo único que recibí fue un apretón de brazos que me dejó muy cerca de su rostro.

—Sueltame— pedí y en cuanto caí en cuenta de quien era, mi respiración se aceleró.

—Mirabel...— repitió Emiliano —huye conmigo, vámonos lejos de aquí.

—¿Pero qué estas diciendo?— exclamé apartándome de su agarre —¿Por qué huiriamos?

El pelinegro pasó las manos por su cabello con desesperación, volvió a jalar de mi para estar cerca a mi oído. Podía sentir su palpitar frenético.

—Tu familia me odia— confesó en un susurro —Bel, podemos formar una buena vida lejos del Encanto, huyamos a donde nos dicte el destino, solo nesecito que digas que si.

Aquello me tomó por sopresa, no comprendía el porqué él aseguraba que mi familia lo odiaba, más bien estarían encantados de que estemos juntos.

—Emiliano, yo no puedo dejar a mi familia— dije mirandolo fijamente, sentí sus manos tocar las mías —debo permanecer aquí y tu también puedes hacerlo, podemos seguir juntos en el Encanto.

—Ya no hay más tiempo...— susurró él antes jalar mi brazo nuevamente —Por favor, vámonos...

—Pero...

Me negué a seguirlo, jalando mi brazo y retrocediendo, sin embargo, no era tan fuerte como él, al final estaba logrando arrastrarme hacia el camino que daba con el bosque.

—¡Alto ahí!

La inconfundible voz de Dolores se hizo presente entre los dos, ella gritaba con desesperación mientras los demás miembros de la familia salían a ver lo que pasaba.

—¿Qué sucede?— la abuela nos vió.

—¡Hey! suelta a mi hija— gritó mi padre corriendo hacia mi.

Lo más sorprendente fue cuando por delante de aquella puerta, un hombre salió, pelinegro de ojos azules, con un traje elegante y abrazado a Isabela.

Ese chico es idéntico al Emiliano qué está sujetándome del brazo ahora mismo, mi corazón comienza a palpitar más rápido, siento un escalofrío recorrer mi cuerpo y en cuanto doy la vuelta para ver al chico.

Veo en él a Camilo, no sé si es mi maldita imaginación de nuevo o es el verdadero Camilo quien me sujeta.

¿Qué diablos está pasando?

—Mirabel...— susurra él y por más qué yo saludo mi cabeza no puedo dejar de ver a Camilo —Yo...

—¡Camilo!— gritó Dolores estupefacta —¿Qué pretendías hacer transformándote en Emiliano?

Observé a Camilo, en sus ojos veía un sentimiento de culpa y dolor, no tardé en sentir como varias lágrimas caían de mis ojos, comenzaba a encajar las piezas y comprender toda la mentira.

Nunca estuve con Emiliano, todo el tiempo era Camilo quien jugaba conmigo.

Esto era mucho para mi, empecé a sentir como la cabeza me giraba, escuché varios gritos por parte de mi familia, todos estaban en contra de Camilo, y mi madre intentaba evitar que yo desvanezca pero la realidad es que me sentía débil, no podía mantenerme de pie y lo último que pudiera oír antes de caer desmayada al suelo, fue la voz agonizante de mi madre.

Y todo sé volvió oscuro...

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¿Qué les parece? Se vienen muchos problemas...

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