#Siete.

El pequeño niño estaba contento de terminar su tarea, que únicamente consistía en pintar de colores diferentes las tiras largas y pequeñas.

Dejó el crayón de lado y corrió hacia su madre, quien preparaba con gusto una sopa de verduras.

- ¡Mami, mami! - gritó el niño llamando la atención de ella - ¡Mira, termine la tarea! ¿Me quedó bonito?

La mujer tapó la olla y se agachó a la altura de su pequeño. Tomó la hoja entre sus manos.

- Está precioso ¡Estoy segura que tendrás un diez! - le animó.

El niño sonrió amplia-mente, dejando ver sus dientes, donde le faltaba uno de los frontales superiores. La madre le imitó, haciendo que las arrugas en las esquinas de sus ojos, se hicieran presentes, causa de la edad.

- Ahora toca Matemáticas - dijo ella.

- ¡Sí, sumas y restas!

El niño tomo la hoja y se fue corriendo de regreso a la silla.

- ¡Charles, no corras! - le advirtió - Acabo de trapear, te puedes caer.

El niño simplemente hizo caso omiso ante las palabras de su madre, pero incluso ignorándola, no se cayó ni resbaló.

Los días, eran más o menos iguales a ése.

La madre preparando la comida para ella y su hijo único, mientras el pequeño terminaba de manera rápida su tarea con el objetivo de que después de hacerla, jugaría con su madre o saldrían al parque por un helado o alguna fritura.

La mujer miraría por décima vez en el día, la puerta principal cerrada. Esperando que se abriera y entrara su esposo, cansado del trabajo pero con una radiante sonrisa que siempre resguardaría para su hijo. Los tres comerían la cena que habría hecho su esposa y conversarían acerca de cómo estuvo su día.

Pero ésa, era una imagen que se quedaría en su cabeza únicamente. 

Por que el padre no entraría a casa. No lo hizo desde que se enteró que sería padre.

Sin embargo, la madre esperaba su regreso, porque en el fondo, pensaba que el padre lo haría. 

Fue su esperanza de que el hombre volviera, porque al final, lo hizo.

Pero Charles no estaba presente, ella estaba sola. No tuvo a nadie para pedir ayuda.

☠️🥀

Los seres como yo, no podemos dormir, por lo que no soñamos.

Pero no podemos evitar que los recuerdos de nuestras vidas lleguen a nuestra mente en cualquier momento.

Miré desde lejos, por la ventana de la casa. Observé a la familia que se preparaba para cenar. Los niños corriendo a lavarse las manos mientras el padre se acercaba a la cocina a servirse su plato y la mujer preparaba el de los niños.

Justo como solía ser mi familia, antes de que las cosas fueran a empeorar.

Desde donde estaba, en el otro lado de la calle, continúe con mi camino.

Estaba por regresar al pequeño cuarto donde actualmente resido, pero me detuve a medio camino, cuando me di cuenta de que ese no era el trayecto que debía seguir. Era el de Ashly.

Negué con la cabeza, sonriendo de manera tonta. ¿Cómo podría estar dirigiéndome a la casa de esa chica? 

- Pero ¿Que pasa por mi mente? - di media vuelta, dispuesto a irme. 

Lo que me detuvo, fue ella. Fue escuchar su risa.

Me giré y la vi, caminaba junto a uno de sus amigos, el chico ¿Cómo se llamaba? ¿Marcos? Él la dejó en la entrada del portón de su casa, se despidió y luego se alejó en la dirección por la que llegó. 

Dudé, sólo un segundo. Sobre si dejarla entrar a su casa, o no. Que no lo hiciera y llevarla a otro lugar, lejos, donde pudiera hablar con ella de manera tranquila, al igual que la última vez.

Me dejé llevar por la segunda opción.

En menos de dos segundos y antes de que Ashly ingresara la llave en la cerradura, yo ya estaba detrás suyo, cubriéndola la boca con una mano y atrapando las llaves con la otra libre cuando ella las había dejado caer del susto.

- Shh, shh soy yo, soy Charles - aunque era irónico, debía decirle que no se asustara de un vampiro.

Ella al escucharme, sentí que su respiración cambió de desesperación a una de ¿Molestia? Su pecho ascendió y descendió muy rápido, en un solo respiro. La noté cansada pero su pulso latía muy rápido por el susto. 

- ¡Ya, basta! - con un brazo quitó mi mano de su cara y se volteó a verme - ¿Qué haces aquí, de todos modos?

- Vine a verte... ¡Ah! - cubrí mi boca con una mano, aplicando dramatismo - ¿Ya olvidaste que somos pareja? 

Ella miró con un poco de ¿Incredulidad? ¿Fastidio? La última, no me parecía buena.

- Yo no me refería a eso, quiero decir, ¿Por qué estás aquí? - me explicó.

- Ah, eso - me encogí de hombros - ¿Quieres salir conmigo otra vez?

- ¿Salir? ¿A estas horas? 

- Si podemos.

- Mañana tengo clases, me despierto a primera hora del día - negó con su cabeza.

Yo suspiré, cansado. 

En realidad me gustó mucho ese día que la llevé conmigo, me sentí... cómodo, en confianza. Por primera vez en siete años.

Pero la entendía, para ella la escuela, los estudios es primordial. Hace diez años, yo estaría en su misma situación, pero ahora, éso era lo que menos me preocupada. Tenía alrededor de tres títulos guardados en una caja.

- De acuerdo, entonces te esperaré mañana por la mañana para llevarte a la escuela - fue lo que dije antes de dar media vuelta y caminar hasta la salida, saltando la pequeña reja que tenía en la entrada.

Regresé a mi apartamento. Era el último piso en el alto edificio. Pagaba una cantidad razonable por renta y me permitían estar solo, siendo el único que habitaba la parte superior. Si bien tenía el dinero para poder comprarlo, me parecía una exageración, ya que me iría de aquí apenas termine mi cuarta carrera.

Ingresé la llave en la cerradura y abrí la puerta... pero no entré. 

Había algo raro, algo extraño, algo... de más.

Avancé un paso y olfateé el aire en busca de esa otra presencia. 

Gracias a mis sentidos desarrollados, pude sentir que era una mujer quién estaba dentro de mi apartamento. Pero ¿Cómo entró? La puerta estaba cerrada. 

Su aroma era muy débil, pero sin duda, inconfundible para mí. Ése que nos califica a nosotros, quienes murieron y por actos terribles que sufrimos, estamos viviendo. Pero nuestro corazón ya no late. Y somos conscientes de ello.

El olor a muerto estaba impregnado en el aire.

Caminé hasta la mesa, vi el vaso ahí encima. Acerqué mi mano y tiré el recipiente de vidrio al suelo, haciéndose añicos apenas cayó.

Percibí de manera inmediata su reacción. Al parecer no me había notado. La sentí ponerse a la defensiva.

- Sal de mi zona - le advertí, aún desde la cocina. Ella podía escucharme.

- ¿De tu zona? - habló detrás mío.

- Es en vano intentar asustarme - dije, a la vez que me daba la vuelta y la enfrentaba.

Asustarme no, pero sorprenderme, sí. 

- ¿Cómo... por qué? - dije apenas la vi - ¿Qué haces aquí?

- ¿Por qué? - soltó una risita irónica - ¿Acaso olvidaste lo que me hiciste hace dos años?

- No - respondí sin titubear. Porque, claro que lo recordaba.

Su sangre fue una de las mas dulces que había probado. Pero ella estaba lejos de ser una persona dulce.

- ¿A que has venido, de todos modos? - le pregunté, avanzando hasta el pequeño sofá que tenía.

- ¿Que no puedo volver a verte? Te he estado buscando todo este tiempo - dijo ella.

- No, ya no puedes - me dejé caer en el mueble - Tengo pareja ahora, así que... puedes irte.

- ¿Pareja? ¿Tú? - se rió, con burla - Tú quién me prometió amor eterno en un mes y al final... acabaste conmigo.

- Has sido tú la ilusa por creer en palabras de alguien que desconocías - me encogí de hombros.

- Supongo que a ella, también le has dicho lo mismo ¿no?

- Elizabeth... vete de aquí.

- ¿Debería ir a decirle? - dijo, pero sonó más como una advertencia.

Me puse alerta y en menos de lo que creí, ya la tenía agarrada del cuello contra la pared, sus pies unos centímetros separados del suelo.

- Ni te atrevas.

Ella sonrió ladina. Sin molestarse por como la estaba tomando. Estiró su cuello un poco, lo mínimo que podía y me olfateó.

- Fresas y crema, bingo.

Abrí los ojos, asustado por lo que ella acaba de decir. No reaccioné a tiempo, Elizabeth había tomado mi brazo y lo había torcido haciendo que la soltara por el dolor que me recorrió.

Si, no podía morir, pero era exactamente lo peor del asunto. No moría, pero sentía cualquier dolor y era diez veces peor que el de un humano.

- Le haré una visita a esa chica... y veré si tiene algo para comer - dijo ella.

Aprovechó mi desconcierto y me golpeó con su pierna en el estómago para lanzarme hasta el librero que tenía en el otro extremo del apartamento. Los libros cayeron ante el impacto, algunos golpeándome, pero me puse de pie un segundo después.

Observé la habitación, no había nada más que el desorden que ella había dejado. Elizabeth no estaba.

Ah, mierda.

Salí del apartamento tan rápido como pude, el viento frío golpeó mi rostro, pero no me molestó. Alcancé a ver, en la calle, el borrón rubio de su cabello. Sobresaltaba en la oscuridad de la noche.

Bajé de un salto desde mi piso y la seguí. Su rastro fácil de seguir.

Recuerdo claramente el mes que anduve con ella.

Una chica joven, soñadora y risueña. Pero tenía un pequeño defecto desde mi punto de vista; era muy celosa.

Si hablaba con otra chica para pedirle la hora, hacía una escena en donde estuviéramos. No le importaba nada, era peor que yo cuando un desconocido estaba en mi zona.

Sigo sin imaginar como es que esta viva, por que recuerdo claramente que no había vida en ella cuando tomé su sangre.

Y yo por nada del mundo la hubiera dejado convertirse en alguien como yo. Ya que al hacerlo, su característica mas fuerte es la que se queda en la nueva vida.

Elizabeth fue celosa, posesiva, egoísta.

Y quizás pensaba que aún sentía algo por ella, cuando eso terminó en el momento que la maté.

Llegué a casa de Ashly, justo a tiempo.

Elizabeth la tenía justo entre sus brazos, Ashly me miraba con el terror en sus ojos.

- Éramos pareja, incluso cuando morí ¿Por que me haces esto?

- ¿A eso has venido? - le pregunté, dando un paso hacia ambas - ¿A molestarme con tus estúpidos celos?

- Cuando desperté... te busqué, por que quería estar contigo ¿No he sido muy obvia?

Yo por mi parte, nunca fui celoso ni egoísta.

Esa característica mía que llevo conmigo es que siempre fui fácil de hacer enojar y cuando la hacía, me desquitaba.

Y en este momento, Elizabeth me estaba molestando, mucho.



-karimodelarosa.

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