No fue un cuento de hadas

Pasaron unos meses que se volvieron eternos para Haruka y Michiru. La esperanza decaía cada día para las dos y aún no se permitían resignarse; Amaya se volvió un nombre que ya no decía en esa casa por miedo a quebrantar la poca cordura que les quedaba a ambas mujeres. Trataron de todo, registraron el cuarto de Miranda y destruyeron varias cosas al hacerlo, la frustración las sofocaba porque sin importar lo mucho que buscaron no había indicio de dónde estaba su pequeña.

Los burdeles de las ciudades más cercanas tuvieron que visitar, cada vez que iban a uno guardaban la esperanza de que para acabar con su dolor estuviera la niña ahí. Nada. Solo Dios tenía conocimiento del destino de Amaya, donde sea que estuviese que la ampare y permita que en algún momento escape de su cautiverio para tener una vida; si no era mucho pedir que halle la manera de regresar junto a ellas.

Michiru tuvo a su madre yendo a visitarla cuando la demencia relucía en sus palabras y comportamiento; la vida se esmeraba en hacer sufrir a Tenoh, quien trataba de acostumbrarse al tortuoso dolor de no saber qué fue de su hija. Se vio forzada a ver cómo la mujer que tanto amaba perdía la razón, en sus delirios de madre afligida veía y conversaba con Amaya.

—Amor, ¿qué tal crees que se ve Amaya? —preguntó la mujer de cabellos cian mirando a un punto fijo de la nada.

—Adorable como siempre —contestó Haruka tratando no romper en llanto, acto que su esposa notó.

—¿Qué te sucede? —Michiru a veces parecía mantener su juicio, mas al oírla hablar de su hija algo se quebraba en su interior.

—Nada, es solo que me cuesta creer que va a crecer —mintió a medias la rubia, y en su mente completó lo dicho pensando—, pero sin amor ni familia y con dolor.

Terminado el día siempre su novia se iba a dormir y por mucho que quisiera ya no podía ir a buscar alguna pista sobre Amaya porque incluía dejar a su esposa sola, en su estado dejarla era permitir que se hiciera daño; de vez en cuando reaccionaba y se daba cuenta que su hija no estaba, al tener esos ataques la encargada de contenerla era ella. Si la mayor tenía marcas en los brazos, pecho y espalda era por eso, su novia intentaba hacerse daño y al no dejar que lo haha salía lastimada; como era un peligro la nana que cuidaba de Amaya se quedó con la señora Shinai.

Hotaru y Seiya de vez en cuando iban a visitarlas para que la deteriorada Tenoh pueda tomarse un descanso de sus responsabilidades que la tenían tan maltratada; su piel era pálida por casi no salir de casa y las ojeras bajo sus ojos solo aumentaban, cada semana la notaban más demacrada y de cierto modo les generaba impotencia no ser capaces de hacer más por sus amigas.

Desde el matrimonio de Serena tantas cosas cambiaron que parecían tiempos lejanos aquellos en los que aún las dos mujeres estaban felices junto a su hija; claramente Haruka desde ese día se distanció de su prima Serena pues jamás le perdonaría el haber entregado a su hija, no importaba la razón por la que hizo eso, a sus ojos nada justificaba todo el daño que con una acción provocó en su vida. Del mismo modo la familia de Rei Hino no supo hallar perdón para Serena, ella misma casi a diario se mortificaba recordando que su amiga estuvo a punto de casarse y tener la vida que merecía.

—Debí haberme suicidado —murmuraba entre lágrimas Serena al recordar esto—; tal vez así nada de esto habría pasado —su esposo Darien solo la miraba y rodeándola con sus brazos la consolaba mientras observaba el apenas abultado vientre de su cónyuge.

En un lugar desconocido donde no comprendía lo que decían las personas se hallaba la pobre Amaya arrinconada en un cuarto junto al resto de las chicas que vivían de ofrecer su cuerpo, algunas habían sido traídas del mismo modo que ella y otras solo hacían su trabajo para tener dinero del cual vivir; si algo aprendió de su mamá Michiru fue a orar, y eso era lo que precisamente hacía mirando el cielo nocturno, su libertad estaba cruzando esos muros que parecían impenetrables.

Terminó su oración y regresó al colchón en el suelo que compartía con otras chicas, miró a su alrededor examinando aquel lugar donde no recibía amor alguno, allí tan solo era vista como un objeto que podía usarse a un costo específico; fueron demasiadas las veces que lloró tratando de dormir en aquel duro colchón que tal vez estaba relleno de piedras. No pensaba en huir porque la única vez que lo intentó le fue muy mal y pasó días sin comer; en ese lugar conoció la crueldad de los hombres que no les importaba el daño que le hacían a aquellas chicas que pasaban por el mismo destino que ella.

Sí. Fue testigo de cosas que preferiría no volvieran a suceder, mas ocurriría una y otra vez siempre con uno diferente que sin compasión, pese al ruego en su mirar, usaría su carne para satisfacer sus deseos más perversos; aún tenía pesadillas de sus propios gritos suplicantes acompañados de lágrimas implorando por morir en ese preciso instante a seguir soportando aquello el resto de sus días.

Finalmente Amaya un día escapó y logró regresar con sus madres tras muchos esfuerzos por hallarlas, Michiru al regresar su hija recobró la cordura y Haruka con las semanas de su alegre reencuentro fue recuperando su salud física hasta llegar a ser como antes; así concluiría su historia con todas juntas y dichosas hasta que la ya no tan pequeña Amaya dejara la casa para tener su propia historia de amor. Volviendo a la realidad es obvio que lo dicho en este párrafo, excepto la última oración, no era más que una mentira.

Todo había comenzado de manera difícil para la pareja, hubo algo de tragedia que sirvió para demostrar hasta dónde llegarían por quien amaban y cuando por fin parecían gozar de un final feliz cada sueño que empezaron a forjar a partir de este quedó como un deseo que no llegaría a cumplirse; en otras palabras, su final no fue un cuento de hadas.

FIN

Este ha sido el final, sé que fue triste, mas ya había planeado que acabe de esta manera.

Gracias a todos quienes apoyaron el fanfic.

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