La protegida de un diablo

—¿Por qué no avanza? —preguntó Rei por la ventanilla del carruaje.

—Disculpe señorita, pero hay un joven tirado en el camino.

¿Un joven? Sin terminar de creerlo bajó del carruaje; para su sorpresa era cierto, había alguien; olvidando lo delicado que era su vestido escarlata se arrodilló. Era una mujer, lo supo cuando acercó su oído al pecho de la persona, un hombre no tendría esa fisonomía, y ahora que la examinaba minuciosamente sus rasgos eran femeninos, aunque su peinado no lo era tanto.

—Llevémosla con nosotros —ordenó Rei.

Sin importar las réplicas de su nana con ayuda del conductor del carruaje metieron a la extraña, esta iba recostada en uno de los asientos.

—¿Y si es un ladrón? —cuestionó su nana.

—No lo es —aseguró Rei.

El carruaje continuó su curso; si las instrucciones de su informante habían sido correctas entonces no debían de estar muy lejos de la mansión.

***

—Cálmese, señorita Michiru —dijo Hotaru tomando a la mujer de los hombros.

—Iré a buscarla —habló Seiya.

Hacía unos minutos Michiru había llegado junto a Amaya, ambas estaban muy preocupadas, cuando Seiya y Hotaru le pidieron a Michiru que les explique lo ocurrido de un inicio hablaba tan rápido que no conseguían entender nada. Así que esperaron a que su amiga se calmara un poco y allí recién pudo explicarles con claridad lo acontecido.

La puerta sonó. Seiya se había ido en busca de Haruka. Tenía la esperanza de que solo le hubieran dado una paliza a Haruka, no es como eso fuera bueno en sí, pero si comparabas eso con que la mataran salía siendo mejor que solo la golpearan.

Seiya tenía ciertas dudas sobre el por qué las personas habían hecho eso; algo no encajaba del todo, podía presentirlo. Al llegar al lugar indicado se topó con la sorpresa de que Haruka no estaba; así que empezó a preguntar por ella a las personas con quienes se encontraba, pero todos le decían que nada había pasado allí. Mentían. Estaba segura de eso.

Siguió preguntando sin obtener respuesta. Cayó la noche; mas ni un rastro de Haruka. Compró algunas cosas de comer y montó su yegua para retornar a su casa. Le partió el corazón llegar y ver a la peliaqua parada en la puerta esperando que regrese con la rubia. Apenas Michiru notó que volvía sin Haruka se puso a llorar.

Seiya bajó de la yegua y la ató a una cerca; luego fue donde la peliaqua y la abrazó.

—Será mejor pasar —habló la pelinegra; cada vez el frío aumentaba y si se quedaban allí podrían enfermar.

—Mañana saldré contigo a buscarla —sollozó Michiru entrando jubto a su amiga a la casa.

***

—Mmm... ¿Dónde estoy?

Se sentó y observó atentamente a su alrededor; era un cuarto de paredes crema, la cama en la que estaba era de sábanas rojas  y había un armario de madera con figuras florales talladas en este. Decidió pararse, pero al hacerlo sintió un terrible dolor en múltiples partes de su cuerpo; se tomó unos segundos para acostumbrarse al dolor, y cuando por fin lo hizo caminó a paso lento hasta llegar a la puerta la cual abrió, lo primero con lo que se topó fue que fuera en una pared había un gran retrato. Era una joven muy linda de largos cabellos rubios y ojos azules; en sus brazos traía un gato blanco, lucía muy feliz; ¿Sería ella su salvadora?

—Linda, ¿Verdad? —llamó su atención una voz; volteó y vio a una mujer de cabellos negros, en una mano traía un recipiente con agua y en la otra una toalla de manos.

—Sí; parece ser una buena persona —respondió Haruka.

—Lo era —contestó con tristeza Rei. Haruka entendió lo que sucedía.

—Perdón por...

—No hace falta; yo soy quien debe agradecerle por vengarla —expresó la pelinegra.

—¿Vengarla? —exclamó algo desconcertada la rubia.

—Le explicaré mientras curo sus heridas —Rei entró al cuarto y Haruka la siguió.

La rubia tuvo que volver a sentarse en la cama; la pelinegra se arrodilló y dejó en el suelo el recipiente, remojó una parte de la toalla y empezó a limpiar las heridas del rostro de Haruka. Mientras ibas curando sus heridas Rei fue relatando a detalle todo lo que le pasó a Mina, además le habló sobre Mitsuo; allí la rubia descubrió algo inesperado.

—¿Una hermana? —alguien así de loco como ese sujeto tenía una hermana.

—Mina solo la vio una vez; según ella la trató de una manera muy hostil, pero eso no era lo más raro...—Rei pensó por un momento lo que estaba por decir .

—Puede decírmelo; conocí a ese sujeto lo suficiente y dudo que se traiga algo peor entre manos.

—Mina me contó sus sospechas sobre una posible relación entre Mitsuo y su hermana; ella los vio muy cariñosos en una ocasión, demasiado para ser solo hermanos —acusar a alguien de mantener una posible relación incestuosa podía considerarse algo muy grave; mas Rei no tenía razones para mentir.

—Por curiosidad, sabes cómo es ella; o sea físicamente —la mente de Haruka estaba buscando unir los nuevos eslabones a la cadena de su teoría.

—Es castaña, de piel clara y ojos verdes —le informó Rei.

Aún quedaban algunos eslabones perdidos para afirmar su teoría. Rei terminó de curarla y se disponía a irse; Michiru debía de estar muy preocupada. Temía por su familia. Podía sentirlo; el suceso de aquel día no había sido una simple casualidad. Un nudo en la garganta la fastidiaba, necesitaba despejarse un poco; desde que su relación con Michiru inició supo la clase de peligros a los que se vería expuesta; ahora solo quedaba seguir hacia delante.

—Fue un gusto conocerla. Pero debo partir lo más pronto posible; mi primo me ha invitado a su boda —habló Rei con cierta emoción.

Siempre la había martirizado creer que Mina nunca iba a ser vengada; ahora, gracias a Haruka, aquel remordimiento se había esfumado, ya podía disfrutar de su vida libre de aquel peso en su consciencia.

La rubia se despidió deseándole suerte. Inmediatamente partió a pie hacia su casa; cuando dejó la mansión volteó a verla. Era grande, algo antigua y parecía abandonada; el apellido de esa tal Mina le resultaba conocido, si no se equivocaba en un baile la había visto de niña. De seguro esa era su mansión; porque los Hino pertenecían a otro pueblo algo lejano. Realmente Mitsuo había sido un hombre muy cruel en vida; no solo estuvo a punto de hacerle daño a Michiru, sino previamente había arruinado otra vida.

Debía volver con su novia; luego podía pensar más en Mitsuo. Ya el sol estaba ocultándose, debía apresurarse en volver a casa. Estuvo un par de horas caminando hasta que por fin retornó a su hogar; tocó la puerta y su novia la recibió con lágrimas en las mejillas.

—Haruka —exclamó contenta dándole un abrazo.

—Estoy bien, Michiru. Perdón por preocuparte —se disculpó la rubia.

—Papá Haruka —gritó Amaya bajando por las escaleras. Había escuchado la puerta abrirse y salió de su cuarto, cuando vio de quién se trataba se emocionó mucho.

—Ven aquí, pequeña —habló Haruka y la niña se unió al abrazo.

Nuevamente la familia estaba reunida. Las dos mujeres adultas planeaban hacer hasta lo imposible porque permaneciera así.

—¿Entonces ahora sí iremos al matrimonio de la tía Serena? —agregó esperanzada la niña.

Amaya puso en práctica su habilidad de suplicar con la mirada; sus ojos de diferentes colores ha vista de ambas mujeres la hacían lucir adorable. La niña no entendía muy bien la singularidad que presentaban sus ojos; nunca prestó importancia a eso durante sus años como mendiga.

—Claro que sí —afirmó Michiru. En realidad quería irse lo más lejos de allí; después del suceso de aquel día parecía ser prudente estar fuera unos días.

—Serena en sus cartas cada vez ha sido más breve. Se nota que organizar una boda no es nada sencillo; si partimos mañana tal vez podamos hecharle una mano —dijo Haruka.

—Haruka; estás bien. Que alivio —se oyó la voz de Seiya —. Venía a ver si Michiru ya se había calmado; porque cuando fui a buscarte no te encontré.

—Una muy buena mujer me recogió y me atendió mientras estuve inconciente; regresé lo más pronto posible —contó la rubia.

—Tía Seiya; mañana partiremos al matrimonio de la tía Serena —intervino la niña entusiasmada.

—Hotaru y yo iremos un día antes de la boda; partiremos pasado mañana, ya nos reuniremos todas estando allí —dijo la pelinegra.

En otro lado una mujer castaña contemplaba un retrato familiar; le repugnaba ver los espacios donde antes se veía una copia exacta y precisa de sus padres; ya desde hacía buen tiempo en aquel sector del enorme cuadro solo se notaba como habían recubierto con pintura a sus padres. Literalmente su hermano y ella no dejaron que el pintor se fuera hasta que no quede ni un cabello de sus padres; fue algo que ambos disfrutaron.

Aún recordaba bien las palabras de su hermano cuando el pintor concluyó con su labor. Amaba a Mitsuo; aunque ambos eran incomprendidos, no confiaban en nadie, sea hombre o mujer tenían ese desprecio natural a las demás personas.

—Siempre te protegeré —le había dicho su hermano. Tal promesa la cumplió siempre; pese a que desde el punto de vista de cualquier otra persona su hermano era un ser desalmado y vil al que las personas apodaron "El diablo".

No lo conocían. Ella sabía cómo era él realmente. Mitsuo la amaba, y eso era todo lo que necesitaba saber.

Continuará...

Sate, sate, sate.

(No podía evitarlo; Meliodas ya me pegó su bendita frase).

Bueno; resulta que Mitsuo no solo era un ser desprecibale, sino que encima mantenía una relación con su hermana, ya entiendo por qué nunca me agradó.

Casi lo olvido; si les gustó voten y comenten.

Tomen en cuenta que escribí más que en otros capítulos; al menos voten por mi esfuerzo.

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