Falsa acusación

         —Así que la horca —dijo un hombre canoso de bigote tan blanco como su cabello, se pasó la mano por la sien y miró al hombre delante suyo.

         —Lo recompensaré muy bien; pero no olvide que quiero que se haga en público, que todos vean a la enferma que vivía entre nosotros para que cualquier otro como ella se largue de nuestro pueblo —dijo el padre de Michiru con seriedad; esperaba que su subordinado no le fallara, haría lo necesario para que su hija vuelva a ser normal.

***

         Ya había transcurrido desde entonces una semana que fue larga para Michiru.

         —¿Cómo que deberemos esperar una semana más? —dijo el padre de la peliaqua furioso, ahora el matrimonio se llevaría a cabo en una semana; pensó que si se casaban ese día podría enviarlos en luna de miel para así volver a su hija normal; lo hacía por el bien de ella; en realidad más que nada lo hacía por su reputación propia. A pesar de este contratiempo decidió hablar a solas con el futuro esposo de su hija.

         Ambos fueron a una sala aparte, querían privacidad para lo que estaban por hablar.

         —A pesar de este incidente quiero que lleves a mi hija a su luna de miel; tienes mi entero permiso para hacer ya sabes qué; conoces el por qué de mis palabras, solo quiero que mi hija sea normal —dijo el padre de la peliaqua y el muchacho rubio asintió para dejar el cuarto; el padre de Michiru sentía que estaba haciendo lo correcto, ignorando el gran daño que le haría a su hija.

***

          —Gracias Setsuna, esta información es muy especial para mí —dijo la rubia abrazando a su amiga; ahora montando su yegua partió hacia la mansión donde vivían Michiru y su futuro esposo; ya era el atardecer y aún no era tarde, debía apurarse antes de que ese maldito le pusiera una mano encima al amor de su vida.

***

         Ambos habían llegado, la mansión era ostentosa y muy grande. El rubio tomó la mano de la peliaqua pero esta con la mayor delicadeza posible se soltó del agarre de su prometido, ambos subieron por las escaleras y se dirigieron al ala este, caminaron por un amplio pasillo con estatuas de mármol que la incomodaban. La mayoría de esas estatuas eran mujeres desnudas. Se detuvieron ante la puerta de su cuarto, el rubio la abrió e hizo entrar a la peliaqua; esta mentalmente rogaba porque Haruka llegara a salvarla, sabía lo que estaba por suceder y su temor se hizo grande al oír la puerta del cuarto cerrarse.

        —Iré al baño a vestirme —dijo la peliaqua intentando evitar lo que en ese entonces parecía inevitable.

        —En poco tiempo seré tu esposo; no tiene nada de malo que te vea —dijo el rubio mirando con sus ojos azules a la peliaqua. De manera lenta se acercó a su futura esposa y besó su frente mientras por las mejillas de la peliaqua se deslizaron unas lágrimas. No quería, mas opciones no parecían quedarle.

         Él, por mucho que la peliaqua se negó, la besó; ella se separó lo más pronto que pudo, pero él la tomó por la cintura aferrándola a él sin posibilidad de que se soltara; una de sus manos se deslizó al cierre del vestido de la joven y un estruendo se oyó desde la puerta del cuarto la cual se abrió de par en par, por esta ingresó la joven Tenoh y su mirada reflejaba rabia.

           —Quita tus sucias manos de Michiru —dijo Haruka. Por culpa de la sorpresa el joven rubio soltó el agarre y la peliaqua corrió hacia la mujer que tanto amaba para abrazarla; la rubia le correspondió el gesto y frente al rubio besó a Michiru la cual correspondió. Dos hombres de negro llegaron al cuarto y separaron a ambas mujeres; la rubia forcejeaba y la peliaqua ordenaba que la suelten; el rubio se acercó a la rubia y le dio una cachetada.

          —Deja a Haruka en paz —exclamó Michiru llena de enojo; no soportaba ver que le hicieran daño a la rubia.

          —Tienes razón, será mas divertido ver como la ahorcan mañana —aseguró el rubio; esto fue como un balde de agua fría para la peliaqua; no podía ser cierto; miró a la rubia como buscando respuestas.

          —Es cierto, Michiru —habló la rubia bajando la mirada; en los ojos de la peliaqua se asomaron lágrimas que no demoraron en salir; no quería creerlo.

         El hombre que sujetó a Michiru la soltó y junto al otro se llevaron a la Haruka; la peliaqua no dejaba de llorar y rogar porque lo dicho por el rubio no suceda.

         —No puedo hacer mucho por ella, la decisión fue de tu padre; pero —hizo una breve pausa—, puede que logre convencerlo, aunque todo tiene su precio —dijo el rubio mirando a su prometida con aquellos penetrantes ojos azules; sabía la debilidad de su prometida y no le daba remordimiento usarla a su favor.

          —¿Qué es lo que quieres? —preguntó ya temiendo la respuesta, el rubio fingió pensar su respuesta y luego miró a su prometida.

          —Te quiero a ti como mi esposa, y convenceré a tu padre de que la deje viva —ofreció el rubio. Michiru sabía que Haruka no querría eso; así que se negó.

          Pero a pesar de eso, sabía lo que le esperaba a la rubia y el temor la hacía dudar de si negarse era lo mejor; no estaba segura del todo. Amaba a la rubia y estaba dispuesta a dar todo por ella, pero sabía que Haruka no estaría conforme con algo así.

Continuará...

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