El último intento


Yacía muerta la peliverde con una rubia a su lado llorando; de alguna manera se sentía culpable, por ella su amiga ahora estaba muerta. Los recuerdos de una infancia juntas la sumían en una nostalgia que no había experimentado antes; así se sentía perder a alguien, un vacío; pensar que de un segundo a otro esa persona estaba muerta. Por algún motivo se puso a pensar en la idea de lo que ella creyó que pasaría; pensó que ella moriría y que Setsuna junto a Michiru huirían a algún lugar donde ambas conseguirían seguir su vida y ser felices. Pero todo fue demasiado rápido; el sonido de la bala salir por el cañón del arma; recordaba a la perfección aquel sonido y como en ese instante parpadeó esperando el impacto de la bala que no sintió porque la peliverde se atravesó recibiendo la bala mientras soltaba un grito de dolor. Aquella imagen la desgarraba interiormente.

En silencio la peliaqua se acercó a la rubia y viendo el dolor en sus ojos prefirió no decir nada; arrancó una parte de su vestido y en completo silencio usó la tela para vendar la herida que la rubia tenía en su brazo derecho. En el proceso la rubia no emitió siquiera un quejido. Comprendía su dolor, así que, ignorando el dolor que tenía por culpa de aquellos latigazos; abrazó a la rubia con la mayor dulzura que pudo, tal acto devolvió a la rubia a la realidad y miró a la peliaqua. Sin pensarlo, ambas se dieron un beso apaciguando de este modo el dolor que ambas sentían.

—No podemos dejarla aquí —habló la rubia rompiendo el abrazo para cargar el cuerpo de la peliverde.

***

—Eso dice el testamento —habló Seiya; ya habían enterrado el cuerpo de la peliverde hacía un día.

El testamento había sido claro; dejaba todas sus propiedades a nombre de Haruka y Michiru al igual que la mitad de su fortuna ,y la otra mitad de su fortuna debía ser distribuida equitativamente entre Seiya y Hotaru.

Todas las mencionadas en el testamento sentían que estaban recibiendo mucho de parte de la difunta.

En el caso de Haruka y Michiru ambas contaban con una fortuna personal; Michiru heredó todo el dinero de su padre; su madre consiguió pagar a un médico para que mintiera diciendo que el padre de la peliaqua murió de un infarto al corazón, mientras que Haruka recibió de parte de sus padres una parte de su fortuna, aunque el dinero poco le importaba.

Para Seiya y Hotaru lo que les correspondía como herencia les benefició; ambas abrieron juntas una tienda mayorista y compraron una casa para vivir las dos.

***

—Así está mucho mejor —habló la peliaqua acomodando la corbata del traje de la rubia; juntas habían iniciado una empresa maderera y la rubia debía ir a una reunión.

—Ten cuidado cuando vayas al aserradero; recuerda que dentro de unos meses nos casaremos —habló la rubia mirando con dulzura a su futura esposa.

—Sabes que siempre me cuido; además si te relaja, iré con Seiya —dijo la peliaqua para luego dar un beso en los labios a la rubia.

—Es hora de irme; ten cuidado, princesa —terminó de decir la rubia para luego salir por la puerta de su mansión.

La peliaqua se quedó esperando sentada en un mueble a que Seiya llegara; pasados unos quince minutos alguien tocó a la puerta e inmediatamente la peliaqua se paró y abrió la puerta; era Seiya.

Ambas fueron al establo y sacaron un par de yeguas, les pusieron las sillas para montar y cada una subió a su respectivo equino.

***

Los árboles se alzaban de manera imponente a ambos lados del camino, su espesura bloqueaba la mayoría de rayos solares dejando todo algo oscuro; la luz era suficiente como para ver el camino, pero a ambos lados sólo se apreciaban las sombras de los árboles.

Ambas iban sentadas en sus yeguas, una al lado de la otra en su equino; oyeron una rama crujir y sin pensarlo aceleraron el paso. Habían oído que por aquel lugar ocurrían asaltos, así que, ellas no planeaban quedarse allí más tiempo del necesario.

El sonido de un disparo las alertó; la pelinegra se lanzó hacia la peliaqua ambas cayendo al suelo. En el acto la bala había dado en una de las piernas de Seiya quedando incrustada; las yeguas relincharon y ambas mujeres como les fue posible, corrieron hacia los árboles buscando refugio en ellos.

No habían visto a su atacante, pero estaban seguras de que las buscaba en ese preciso momento; ambas corrían tomadas de mano, no querían separarse por miedo a perderse. Otro disparo las hizo entrar en pánico y correr más rápido.

—Vamos, Seiya; hay que salir de aquí —habló con voz agitada Michiru; su amiga lucía cansada y no la culpaba, de seguro debía dolerle mucho la bala.

—Déjame aquí; a ti intentó dispararte, a mí no me hará nada —habló Seiya para luego hacer una mueca de dolor cayendo al suelo. Michiru se agachó intentando detener la sangre de la herida.

Ambas tenían miedo; si morían allí a lo mejor nadie las encontraría o los animales salvajes las devorarían.

—No te muevas —habló una voz a las espaldas de ambas; y frente a los ojos de ellas estaba Mitsuo, su mirada desprendía ira y parecía amenazar con jalar el gatillo de la pistola que traía en manos—; pagarás el no haberte casado conmigo. Y con tu muerte haré sufrir a esa estúpida Tenoh —sus palabras iban cargadas de una furia que asustaba a las dos prisioneras.

Mientras esto sucedía; Haruka se moría de aburrimiento, las reuniones de negocios no eran lo suyo, Michiru era mucho mejor en las reuniones pero debía irse al aserradero; por alguna razón sentía la necesidad de ver a la peliaqua, tenía miedo, no le gustaba que valla al aserradero porque era peligroso.

Continuará...

He aquí otro capítulo; espero les haya agradado, de ser así voten y comenten.

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