Capítulo 171 ~Inmarcesible~
Capítulo dedicado a @FatimaMegpoid
***
Narra autora
Aquella madrugada, a unas cuantas horas del que tendría qué ser el día más feliz de su vida, una eriza rosada corría en las calles de la ciudad de Green Hill, sin rumbo alguno. La velocidad con la que andaba, lograba secar las diminutas lágrimas que se iban liberando de sus ojos esmeralda.
Chocó con alguien. O más bien, alguien la había detenido a propósito. Si la dejaba continuar en tal estado, llegaría un punto en el que se haría daño.
—Amy, ¿Estás bien? —le preguntó sin más aquél equidna de rastas rojas, quien había bajado de la isla flotante que tenía por hogar en la búsqueda de su amigo en todos los bares de Green Hill sin éxito alguno, le preocupaba que hiciera alguna tontería por el evento que se aproximaba.
—Knuckles... —la eriza lo abrazó y comenzó a sollozar en su hombro, desahogándose.
—Amy, ¿Qué pasa? —insistió, preocupado.
—Lo sé todo... Me he acordado de todo... —confesó.
El equidna quedó boquiabierto. Al principio, no captó a lo que se estaba refiriendo la de púas rosadas. Pero, analizando más a fondo sus palabras, logró entender. Esbozó una sonrisa mientras la abrazaba. Al instante, reaccionó.
—¡Sonic!
—¿Eh? ¡¿Qué pasa con él?!
—Estuvo muy mal desde el día en el que supo que te vas a casar. Pero, cuando le llegó la invitación... Amy, debes ir a hablar con él.
—¿Q-qué pasó cuando le llegó la invitación? —preguntó, temerosa ante la respuesta.
—No le he visto mucho. Ninguno de nosotros, en realidad. Se la ha pasado de bar en bar durante las noches y durante el día no sale... Hemos intentado hacerle reaccionar, pero es inútil. Incluso, hace poco, Silver tuvo que usar de su telequinésis para poder sacarlo de un bar, pues se estaba peleando a golpes con otro chico mucho mayor que él. No lo reconocemos.
—Eso... Eso es terrible...
—Iba rumbo a su departamento a buscarlo, pues no lo he encontrado hoy en ningún bar. Pero, creo que no soy yo el que debería de ir. Amy, por favor... Sólo tú puedes hacer algo por él. Él no está bien.
-Oh... Pero, ¿Qué podría hacer yo?
—Evitar algo peor...
Amy se quedó pensativa. ¿Tan se encontraba el erizo? Suspiró. Sonic: su héroe, su mejor amigo, su compañero de aventuras. Ése chico que siempre llevaba una sonrisa de oreja a oreja consigo, el que la ayudaba cuando lo necesitaba, que le enseñó a madurar y al mismo tiempo disfrutar de cada segundo de su vida... ¿Realmente sería capaz de hacer una tontería?
Se despidió del equidna y echó a correr hacia aquél lugar. Tan sólo deseaba que él estuviese allí, deseaba que no se hubiese salido a las cosas que Knuckles le había contado que hacía. Tan sólo deseaba verle.
En tan sólo diez minutos, llegó a aquél condominio, en donde se encontraban los departamentos más lujosos de Green Hill, o al menos, los más caros.
Tomó el elevador y pulsó el número 7. Al llegar a su destino, se acercó a la puerta blanca con las letras doradas: 7B. Escuchó unos sonidos que venían desde dentro. Curiosa, acercó su oreja a aquella puerta, pero no logró escuchar nada con exactitud.
***
Cada noche, durante dos semanas, invitó a una chica distinta a su departamento, en el centro de Green Hill. Aprovechaba de su fama y reconocimiento para convencerlas fácilmente de irse con él. Las chicas, sin dudarlo, aceptaban. ¿Quién no querría estar con él héroe y príncipe más reconocido del planeta, e, incluso del universo?
Pero siempre se repetía la misma historia...
—Amy... —susurró aquella madrugada. De nuevo.
—¿Cómo me llamaste? —preguntó la chica que el erizo había llevado en aquel momento, quien se encontraba arriba de ésta.
—Yo... Lo siento —se disculpó, avergonzado.
—No puedo creer que me hayas llamado como a tu ex. ¡Yo me voy! —exclamó enfadada, a la par que juntaba la única prenda que se había logrado quitar para colocársela de nuevo e irse de allí.
Más de una vez le ocurrió lo mismo. Otras, se arrepentía y lo dejaba a medias, dejando indignadas a bastantes.
Ahogó su dolor en bares durante aquellas dos semanas y lloró en silencio hasta quedarse dormido. La extrañaba. Y hacía lo imposible por olvidarla, pero no lo lograba.
Esa noche, trató de hacer algo diferente. Aún con el dolor de cabeza y el malestar general que sentía debido a la cruda tanto moral como física que había sentido diariamente, se decidió a liberarse con algo más que alcohol y mujeres. Mañana sería un día duro para él, y, a pesar de querer salir cómo lo había estado haciendo, algo le decía que debía quedarse. Y así lo hizo. Esa noche, se quedó en su departamento. Tomó aquel teclado que usaba cada mil años y lo conectó. Si bien le gustaba más tocar con su fiel y vieja guitarra, sentía la necesidad de un tipo diferente de sensación.
Algo más nostálgico.
Y sin más, aún con la voz a punto de quebrarse, empezó a desahogar sus sentimientos como lo solía hacer en los viejos tiempos: con música. Otro tipo de sanación emocional.
***
Narra Amy
Timbro de nuevo.
Nada.
¿Acaso sabrá que soy yo? ¿Y por eso no atiende?
No lo culparía...
Me doy la vuelta, dispuesta a irme. Pero el sonido de su voz por detrás me detiene.
—Ames...
Me giro, y lo veo. Nos miramos. Estamos a menos de un metro de distancia.
Su estado es deplorable. Su brillo en los ojos es nulo. Su mirada, apagada. Su sonrisa, inexistente. Sus ojeras, prominentes. Su voz, ronca. Como si acabase de llorar. Seguramente lo habrá hecho después de cantar, y quizás esa era la razón por la cuál no abría. Pues, incluso, sus ojos se encuentran rojos y algo hinchados.
Me invita a entrar, lo cual acepto. Me siento en su sillón. Después, él hace lo mismo. Un silencio se hace presente. Pero no dura mucho.
—Me enteré que te casas —habló, aclarándose la garganta, tratando de disimular el estado inusual de su voz.
Mi héroe ya no inspiraba alegría, sino, depresión.
No le contesto, no puedo. Siento cómo mis ojos se comienzan a cristalizar. Bajo la cabeza, preguntándome la razón exacta por la cual he venido.
—Bueno, si has venido a invitarme...
No le dejo terminar. Con mis manos, agarro su rostro y lo acerco al mío. Lo beso.
Lo extrañaba, y eso era algo que no podía negar. No hay rechazo de su parte. Al contrario, con sus manos empieza a tomar con delicadeza mi cintura y me acercamás a él, profundizando el beso.
Un beso amargo, melancólico, añorado.
Nos separamos cuando comenzamos a sentir la falta de aire. Nos miramos extrañados, como si ambos tuviésemos el mismo dilema. Ambos, sabíamos que lo que acababa de pasar, estaba mal.
—¿Y... Y eso? —pregunta.
—He... recordado todo...
—Oh... ¿Qué? —esboza una sonrisa. Su mirada se había iluminado de repente. —Quiere decir que... ¿Me recuerdas? ¿Nos recuerdas?
—Sí...
Me mira con ternura y posa su mano en la mía. Pero a los segundos la quita, y la alegría de sus ojos se esfuma.
—Pero... Te vas a casar igual, ¿No?
-Sí...
Suspira.
—¿Y no hay manera de que lo dejes? —dice de repente. —¿No hay manera de recuperar lo nuestro? —No le respondo. Mi mente da mil vueltas. Me encuentro en confusión. Hacía tan sólo unas horas, estaba con mi prometido cenando, y ahora, estoy aquí. ¿Qué se supone que haga? —Tranquila, entiendo. —dice, observando mi expresión, ensombreciendo la suya. —Supongo que en todo este tiempo, él te dio cosas que yo jamás pude darte...
—No digas eso. Lo que tú y yo tuvimos fue especial en su momento. Pero terminó. Ahora, tengo a alguien más y-
—Es que... —me interrumpe, y se levanta molesto, posando sus manos en sus caderas. —No encuentro otra razón para que te largues con él —continúa, negando con la cabeza.
—Han... pasado tantas cosas... Deberías entender que-
—No te entiendo nada. ¡Nunca nos creíste a ninguno de nosotros! ¡¿Y ahora vienes a horas de tu boda A QUÉ?! ¡¿De qué sirve que me digas todas éstas cosas si de todas formas vas y te casas con el que te inventó toda una vida?!
—Sonic, no me grites, que no estoy sorda. —le imito, levantándome molesta. —No sabes lo que pasé con exactitud durante todo este tiempo. Al despertar, a los únicos que vi fueron a Eggman y a Shadow. Obviamente les iba a creer primero.
—¡De tantas pruebas que había decidiste seguir creyéndole a esos...!
—Pues sí. Eso fue lo que pasó —dije firme ante mi respuesta, mientras veía cómo el erizo caminaba de lado a lado en frente mío. —De todas maneras, nosotros no hubiésemos podido rescatar lo nuestro.
Para. Sé que se pone a recordar nuestra última pelea, justo antes de que se casara con Sally.
—Si no te hubieras ido a Athens... Y él no te hubiera seguido...
—No me quisiste escuchar cuando pudiste...
Suaviza su mirada y tranquiliza su voz. Suspira.
—Te fui a buscar. Pero no pude detenerte en ese momento. ¿Cómo iba a saber lo que querías decir? Ahora pago por ello. Ahora tengo qué pagar el precio... Verte con alguien más...
Agacho la mirada. Realmente, si no me hubiera ido... Nada de esto estaría pasando... ¿O sí?
—Tengo que irme —digo de golpe.
—Acabas de llegar.
—Ya lo sé. Pero, mañana-
—Me encantó verte. Verte de nuevo. Ver a mi Ames de vuelta —me sonríe con tristeza.
—A mí también —le devuelvo la sonrisa, también con la misma expresión agridulce.
Me da un abrazo enorme y se lo correspondió, echándole los brazos alrededor de su cuello. Me carga en volandas por todo el salón y reímos.
Me baja, y sin soltar nuestro abrazo, nos quedamos viendo a los ojos, sintiendo nuestras respiraciones ponerse nerviosas. De repente, me empuja bruscamente contra la pared. Me sujeta las manos entre mi cabeza, obligándome a alzar la vista hacia sus ojos verdes y decididos.
Yo jadeo y su boca se abate sobre la mía. Me besa con deseo. Nuestros dientes chocan un segundo y luego me mete la lengua entre los labios.
El deseo estalla en todo mi cuerpo como en el día de la independencia, y respondo a sus besos con idéntico ardor, entrelazo las manos en sus púas y tiro de ellas con fuerza. Él gruñe y desliza la mano por mi cuerpo, hasta la parte de arriba del muslo, y sus dedos hurgan en mi piel a través de la falda que llevo.
Yo vierto toda la angustia y el desengaño de los últimos días en nuestro beso, lo ato a mí... y en ese momento de pasión ciega, me doy cuenta que él hace lo mismo, de que siente lo mismo, de que seguimos sintiendo lo mismo.
Sonic interrumpe el beso, jadeante. Sus ojos hierven de deseo, encendiendo la sangre ya ardiente que palpita por todo mi cuerpo. Tengo la boca entreabierta e intento recuperar un aire precioso, trato de hacer que vuelva a mis pulmones.
Rodea sus brazos en mi cintura y me carga a su habitación. Allí, me tira en su cama y se pone encima mío. Los ojos le brillan.
—Tú... Eres... Mía... —gruñe, enfatizando cada palabra. Y me vuelve a besar con furia. Me alza la blusa y me la quita, dejando al descubierto mis pechos. Me quita el sostén y los guantes con habilidad.
Me tiene allí, debajo de él, dejándome mirar el cómo se quita sus guantes y su playera tirándolos al suelo.
Sus labios descienden por mi cuello, besándome, chupándome y mordisqueándome. Sus manos descienden por mi cuerpo hasta mis pechos mientras sus labios se deslizan por mi cuello. Me lo acaricia con la punta de la naríz, y luego, con la boca, dando una lenta travesía hacia el sur hasta mis pechos. Me besa y me mordisquea uno, luego el otro, y me chupa suavemente los pezones. Maldita sea.
Siento su cálida respiración sobre mi piel. Llega a mi ombligo, introduce su lengua y me roza el abdomen con los dientes. Mi cuerpo se arquea.
Desliza sus dedos a través de mi falda y me la quita, lo mismo con las bragas. Yo misma me quito los zapatos y los calcetines con los mismos pies... Ahora estoy completamente desnuda.
Sigue deslizando su lengua desde mi ombligo hasta la parte interior del muslo y a la vez me separa más las piernas. Una parte de mí quiere apartarlo, lo que estoy haciendo con él no está bien, pero la otra parte, lo disfruta.
Y mientras mi cuerpo palpita, empieza a rodearme el sexo con la lengua, muy despacio, arriba y abajo, muy suavemente, sujetándome las piernas con las manos. Comienzo a gemir.
Mi cuerpo se arquea y se convulsiona al contacto de su lengua. Sigue torturándome con la lengua una y otra vez, todas las partículas de mi ser se concentran en el pequeño punto neurálgico por encima de los muslos. Gimo de nuevo. Es demasiado...
Estoy tan perdida en la placentera sensación, que no me doy cuenta cuando se quita los pantalones y los bóxers. Jadeo.
Me penetra lentamente y empieza a moverse. Oh... Por Chaos... La sensación es dolorosa y dulce, fuerte y suave a la vez.
Y empieza a moverse muy deprisa, hasta el fondo, me embiste una y otra vez, implacable. Empuja y vuelve a empujar mientras tan sólo se pueden escuchar nuestros gemidos y nuestras pieles chocar. Araño la sábana sobre la que estoy tumbada.
Sale de mí y con brusquedad me voltea. Me hace arquear la espalda y abrir las piernas, dejando mis glúteos a su merced. Mantengo el equilibrio recargándome con mis antebrazos. Antes de que pueda reaccionar a tal cambio de posición, siento de nuevo su penetración. Primero, lento. Después, como acostumbra, comienza a subir la intensidad. Sus manos me dan unas cuántas nalgadas en seco, haciéndome gritar de placer. Después, me aprietan las caderas y me guían hacia él. Comienza a bajar de a poco hasta estar casi por completo encima mío, sin detener la penetración, haciéndola así sólo más placentera. Sus manos se encuentran con mis pechos y los aprieta. Siento sus jadeos muy cerca de mi oreja. Mis sentidos se nublan cada vez más.
Quiero cambiar de posición. Ahora quiero ser yo la que domine la situación. Hago que salga de mí y que se siente al lado mío. Tomo sus manos y las pongo alrededor de mi cintura. Me pongo encima de él, con mis piernas a los lados de su cadera. Entrelazo los dedos de mis manos detrás de su cuello. Me conduce y yo me dejo deslizar dentro de él.
Cierra los ojos y flexiona las caderas para encontrarse conmigo, y me vuelve a penetrar, me dilata y exhala. Nos miramos. Estamos llenos de deseo pasional que con ningún otro individuo habríamos podido saciar.
Me alzo de nuevo, embriagada por el poder que tengo sobre él, viendo como Sonic se descontrola debajo de mí. Comienzo a subir y a bajar. Me sujeta las caderas haciendo el movimiento más profundo y rápido, penetrándome bruscamente, haciéndome gritar.
—Eso es, siénteme —dice con voz entrecortada. Sus dedos comienzan a masajear con intensidad mi clítoris mientras me muevo. Chaos...
Aprieto los ojos, conteniéndome. Me muevo rápido, acoplándome a su ritmo perfectamente, ajena a cualquier pensamiento lógico. Sólo soy sensación perdida en este abismo de placer. Arriba y abajo... Una y otra vez... Una de sus manos masajeándome la zona más erógena y la otra sosteniendo mi espalda baja.
Abro los ojos, y bajo la vista hacia él con la respiración jadeante. Me mira con ardor.
Sin detener movimiento alguno, nos besamos con furia, nuestras lenguas se encuentran y se enredan llenas de placer, creando humedad en nuestras bocas. Gemidos y sudor. Es todo lo que hay.
Nos separamos y seguimos con lo que estábamos. Cambio de movimiento a uno en círculos, primero, con lentitud y sensualidad, mordiéndome el labio sin apartarle la vista. Después, recargo mis manos en la cabecera de la cama y agilizo mis movimientos de cadera con su miembro aún dentro mío, hacia delante y hacia atrás, dominando todo.
Él lanza un gemido, cierra los ojos y echa su cabeza entre mis pechos. De repente siento su líquido correr en mi interior, lo que me provoca cosquilleos y un pequeño grito de placer. Cansado, se tira hacia atrás, recargando su cabeza en una de las almohadas. Entonces detengo el movimiento y alcanzo el clímax entre gritos, todo me da vueltas y, exhausta, me derrumbo sobre él.
Todavía no me he recuperado de mi insólita reacción física y respiro con dificultad. Sale de mí y me acomoda a su lado, quedando yo dándole la espalda. Nos tapa con la sábana empapada y me abraza por la cintura. Al instante, quedamos rendidos y nos dormimos.
***
Narra autora
Se levantó dos horas después. Miró por la ventana de su habitación la estrellada madrugada que continuaba cubriendo la ciudad. Se giró y vio a aquella eriza que se encontraba durmiendo a su lado. La miró con dulzura y melancolía. Mañana, ella se convertiría en la esposa de alguien más. Firmaría aquel papel en donde entrelazaría su vida con alguien más. A pesar de ocurrido momentos atrás, a pesar de haber tenido una de las noches más placenteras que jamás habían tenido, ella se iría con alguien más. Amy se casaría con alguien más.
Él, en el fondo, tenía la esperanza de que cambiara de opinión. Que al final, lo elegiría a él. Sabía que ella aún sentía algo por él, y no precisamente un sentimiento pequeño. Sino, ¿Por qué hubiese ido? ¿Por qué no habría evitado que sucediera lo que acababan de hacer? Sabía que el amor que él le tenía, era Inmarcesible. Un amor que no se marchitaría jamás, a pesar de todo.
Suspiró, dejando de lado todos aquellos pensamientos esperanzados que sólo lo harían lastimarse más a sí mismo.
Más de lo que ya lo estaba.
Se levantó y se puso un bóxer. Salió de la habitación sin hacer mucho ruido y cerró la puerta con delicadeza. Se dirigió a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Se sentó en una de las sillas pertenecientes a la barra integral y comenzó a beberlo. En la misma barra, se encontraba el celular de Amy. Se tentó en verlo, en espiar lo que había pasado en sus últimos meses. Pero se contuvo las ganas. Se limitó a ver su fondo de pantalla, el cual tenía la hora. 03:12 de la madrugada. Tenía una foto de ella con Shadow y un pequeño widget que servía de recordatorio de la boda que se llevaría a cabo entre ellos. Lo bloqueó al instante y recargó sus ojos en sus manos. Poco a poco, sus lágrimas comenzaron a salir. Soltó unos cuantos sollozos de su boca. Se maldecía la vida. No le importaba lo rojos e hinchados que se volverían a poner sus ojos. Sabía que debía superarla. Sabía que tenía qué sacarlo todo. No podía hacer nada más.
Él había perdido.
Duró pocos minutos así. Recordó lo que estaba haciendo antes de la llegada de la ojiesmeralda a su departamento. Recordó cómo intentaba sacar sus emociones para tratar de sanar la herida que tenía al saber que perdería al amor de su vida para siempre. Alzó la vista y miró la hoja en la que se encontraba escrita parte de aquella canción que estaba componiendo desde hace horas. Agarró una pluma y se determinó a acabarla. Ya sabía con exactitud lo que estaba sintiendo, y tenía qué sacarlo.
Terminó de escribir. Se levantó y se limpió las lágrimas. Se dirigió hacia aquella habitación, la cual había destinado como su estudio de música, abrió la ventana para ver la estrellada noche y la gran luna, y se sentó frente al teclado. Apoyó la hoja arriba de las partituras y, sin importarle su cansancio y tristeza, con su voz quebrada, y con su nudo en la garganta, se dispuso a tocar...
***
Espero noten que la voz de la persona que canta en ese video, también tiene la voz quebrada y la canta con melancolía. Por ello, es que escogí ésta versión para que fuera la que Sonic interpretase. Espero capten el significado de la canción y que les haya gustado. 🖤
-Love only, Anddy. 🌹
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