Crista

Malditos cólicos, me están matando.

Pero lo sigo admitiendo, está cama es bastante cómoda.

―¡Exijo que me digan quién es el vendedor! ―grito tirada sobre el colchón y levantando mi mano.

―Ja, ja, ja ¿Parece qué te diviertes? ―oigo en la puerta que pensé que estaba cerrada.

Me siento visualizando a Brayton y frunzo el ceño.

―¿Y tú qué quieres? ¿No ves que me estoy muriendo? ―Me toco mi enorme vientre ―Deberías ser más caballeroso ―Le tiro un almohadón ―soy una rehén, pero necesito comodidades ―Muevo mi cabello.

Él vuelve a reír.

―Eres de las que no hay, ¿cierto? ―Camina hasta mí ―¿No piensas que estás en peligro?

―Si me pondría a pensar eso, mi vida sería amarga y aburrida. Por cierto ¿De quién es este colchón? Se lo voy a comprar ―Sonrío.

―No creo que necesites comprarlo, el dueño te lo regalaría en un segundo.

Me levanto de la cama y me pongo a su altura. Entonces, me muerdo el labio inferior.

―Ah, ¿sí? ―le coqueteo ―¿Eres acaso tú? Porque me encantaría usarlo ―Poso mi mano en su chaqueta.

Ya que estoy, hay que aprovechar. El hermano está para comérselo de arriba abajo.

Se ríe.

―No. Todo lo que ves aquí ―Señala la habitación moviendo sus dedos ―es de David. Es decir, estás encerrada en el cuarto de David.

Me aparto, ruedo los ojos, me cruzo de brazos y hasta bufo.

―Ya se me fueron las ganas.

Y ya no quiero el colchón.