42. Llamada para la Reina
Al fin puedo regresar al hotel, tengo que arruinarle la vida a alguien antes de que me estrese. Un segundo ¡¿Dónde está, Nick? ¡Ni me ha llamado para saber cómo ha ido con Violette! Se lo voy a descontar del sueldo.
Mi celular suena y lo levanto, pero cuando voy a contestar, alguien llama a la puerta.
―Miren quién llego ―digo al abrir ―el desaparecido.
El morocho sonríe y entra.
―Te está sonando el celular.
―Ya sé, cállate Nick ―Atiendo sin mirar el nombre que figura en la pantalla ―. Quién seas, estás muerto o despedido. No estoy para nadie.
―Hola Bella, parece que tu amante no te dejo el mensaje.
Escucho su voz y me quedo congelada ¡Reacciona, llama para suplicar! Le he quitado todo su dinero, es obvio que va a rogar.
Sonrío.
―No sé de qué hablas, pero espero que te estés pudriendo, Carter ―me burlo.
―¿Pudrirme yo? No Bella, eso no pasa.
Frunzo el ceño. Esto no puede estar pasando. Cálmate, que no te afecte, puedo con esto.
―¿Qué quieres decir? ―Mi voz suena nerviosa ¡Maldición!
―Que no me has quitado ni un peso, perdiste.
Maldito desgraciado, te haré sufrir.
―Tarde o temprano caerás ―Vuelvo a sonreír ―¿Para qué llamas? ¿No será qué estás mintiendo?
―Para advertirte ―exclama en tono dominante ―vuelve a meterte en mis asuntos y te destruiré ―amenaza y su odio me lástima ―. Deja tu obsesión, maldita sea. Me tienes harto.
―¡¿Quién te crees que eres?! ―grito furiosa ―vas a venir a suplicar.
―Por favor, Bella ―Lo escucho reírse del otro lado de la línea ―ambos sabemos que eso no va a pasar, ni siquiera para arrastrarme te seguiría. Prefiero seguir otras piernas ―dice en tono serio ―las tuyas ya me aburrieron.
Aviento el celular.
―¡Maldito desgraciado! ―grito furiosa y luego lo miro a Nick ―¡¿Escuchaste lo que dijo?!
―Eh... Sí.
―Mis piernas no son aburridas ―repito frustrada.
El morocho sonríe.
―Por supuesto que no, está delirando ―Mueve la mano ―no le prestes atención ―Camina y agarra el celular del suelo ―¿Te voy a comprar otro? ―Se ríe.
―No ―Frunzo el ceño ―quiero sexo.
―¿Qué? ¿Ahora? ―Se sorprende.
―Sí, cállate y súbete a la cama ―ordeno.
―Pero acabo de... ―Se señala.
―¿Qué? ¿Mentiste? ―Entrecierro los ojos ―¿Mis piernas son aburridas?
Se ríe y se acerca hasta mí. Me agarra la cintura y susurra cerca de mis labios.
―Para nada, lo que la Reina ordené, está bien para mí.
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