23. Guerra en el Olimpo

Mi espalda siente el roce frío de la pared, su mano está apoyada en esta, a la derecha de mi cabeza. Me observa con lujuria, tiene deseos impuros conmigo que no le voy a conceder. Mis dedos sostienen la toalla que cubre mi cuerpo, me siento entre la espada y la pared, por supuesto, ese no es mi estilo. Yo soy quién acorralo, no la acorralada.

―Está decidido, te pondré una demanda por acosador ―Vuelvo a amenazar como la otra vez.

―Huy que miedo ―Se acerca a mis labios, no puedo retroceder nada ¡Maldita pared!

―Tócame un pelo y desearas nunca haber nacido.

―Crista ¿Nunca has pensado, que la gente que hayas torturado, se quiera vengar de ti? Con más razón deberías estar de mi lado ―aclara y vuelve a acariciar mi cabello mojado.

―No necesito de nadie, puedo cuidarme sola, gracias ―exclamo de manera arisca.

―Pudo haber entrado cualquiera a este baño y quién sabe qué cosas te hubieran hecho, sólo para vengarse ―explica.

―Sólo los imbéciles como tú entran a mi baño ―le indico ―¿O qué? ¿Estás insinuando algo? ―Lo mataré, juro que lo mataré.

―No ―Se separa de mí ―no soy tan perverso, me llamaría turbio, pero no cruzando esa línea. Además, yo ya gané esta batalla ―Me mira el vientre y se gira ―. Nos vemos, Greek goddess ―Sale del baño y cierra la puerta despacio.

Sonrío.

―La batalla ¿Eh? Pues yo ganaré la guerra.

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