Crista

En este último tiempo, he cambiado tanto, que hasta me sorprendo de mí misma. No digo que me haya convertido en una buena persona, porque eso sería mentira, pero estoy tranquila conmigo misma.

Ciertamente si no me hubiera cruzado con David todo seguiría igual ¿Por qué? Porque él me ha demostrado que realmente se puede volver amar y que se puede corresponder. Me comprende y me quiere, entonces yo, aprendí, me entendí, a mí y a mi compleja mente.

Ahora puedo trasmitir ello, sobre todo a mis hijos, que son lo más importante. Pues me queda una cosa sola por hacer y habré finalizado lo que siente mi corazón por completo. Sí, estoy hablando de David.

Me abraza por detrás.

―Sólo si me dices que me amas ―me susurra al oído y siento como todo a mi alrededor me convierte en frágil ante él.

Mis mejillas arden y me giro. Lo veo a esos intensos ojos verdes y sonrío pensando en decir algo mejor.

―I love you David Lovelace, my heart is yours.

Se muerde el labio inferior al escuchar que le dije que mi corazón es suyo y obviamente que lo amo, pero sobre todo que se lo dije que en su idioma.

―Esa pronunciación, ese acento, no puedes ser más perfecta, me vuelves loco ―Me besa y le correspondo, mientras mi corazón late a mil.

No importa que lo haya dicho en otro idioma, igual me he puesto nerviosa.

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Nos retiramos de la fiesta cuando es el momento adecuado y llegamos a mi casa. David me levanta entre sus brazos y sube las escaleras llevándome a la habitación. Me apoya sobre la cama y nos besamos fervientemente. Obvio el libido está a tope y hace calor, lo que ayuda mucho.

―Te amo, David ―Lo beso y respiro agitada mientras se sube sobre mí.

―Me haces el hombre más feliz del mundo, my Greek goddess, i love you so much.

Seguimos besándonos con mucho cariño, mientras oigo los latidos de mi corazón, que ahora entiendo perfectamente, tengo una nueva obsesión y se llama David Lovelace.

Fin.