150. Cambios de humor
La mansión Lovelace se ha convertido en una casa de huéspedes. La verdad no me quejo, mi padre no está, así que no me hago problema.
Daniel Wallas con su hija en un cuarto, ya que no pueden volver a la Argentina por culpa de mi exsuegro. Nick en otro, aunque sin su Aleshka, la única independiente que se fue. Brayton volvió en la noche, Crista se quedó en mi habitación con Evan y yo...
Pues miro la televisión en el living. El aburrimiento es tedioso en la noche o mejor dicho, mi cerebro que no tiene ganas de discutir.
Mis cambios de humor tienen nombre y apellido.
Crista Ricoy.
Aunque también podemos culpar a que estoy aquí, en Inglaterra, en esta casa. Justamente dónde no quiero estar. No me siento yo mismo en este lugar, me siento limitado.
Deseo volver a España o conocer más de Argentina, pero no quiero estar más aquí.
―David ―oigo esa voz y se me acelera el corazón. Apago la tele y giro mi vista hacia ella ―¿De qué querías hablar antes?
―¿Y Evan? ―pregunto perdido en mis pensamientos.
―Duerme.
La observo detenidamente, una diosa griega en el mundo de los mortales, soy un siervo atrapado entre esa cabellera dorada y sus hermosos ojos cafés. Me mira estando seria y quedo prendado, como si me hubiera hipnotizado y no podría salir de allí. Estoy hechizado, la veo cómo se acerca y entonces, se sienta a mi lado.
―¿Qué querías decirme? ―insiste.
―Ya lo olvidé ―digo enamorado.
Rueda los ojos.
―Eres un idiota.
―Tú me conviertes en idiota ―Sonrío.
―¿Te volvió el humor? ―Levanta una ceja ―Hoy parecía que echabas chispas.
―He reflexionado.
―No te entiendo ―Frunce el ceño.
―¿Will you marry me?
―¡¿Qué?! ―Se sorprende y se sonroja ―¡¿Otra vez con eso?!
―¿Sabías que si te casas conmigo te puedo hacer una demanda por infiel? Mejor dicho adulterio ―exclamo de repente y sus ojos se abren en grande ―. Creo que debiste hacerle eso a Carter Elek, ¿no? Ni lo pensaste, antes de tirarle los cuernos. Ya sabes, en vez engañarlo.
―Ciertamente no lo pensé ―pronuncia mirando hacia el frente y poniéndose pensativa.
―¿Will you marry me? ―repito.
Veo como sus dedos se mueven entre sí, demostrando sus nervios, baja la cabeza estando sonrojada y su boca se abre para responder en un susurro que no espero.
―Sí.
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