149. Malas vibras fuera

Camino hasta el final del pasillo y salgo por la otra puerta que da al gran jardín. Visualizo a Nick con Evan en sus brazos, mientras está observando la cerca muy concentrado.

―¿Qué miras? ―le pregunto.

―¡Ah! ―Sonríe ―Se me fue Aleshka y me dejó de niñero ―Se ríe.

―¿Y eres bueno siendo niñero?

―No sé qué piensa el padre sobre eso ―Juega con las palabras y mueve la manita de mi hijo ―¿Tú qué crees? ―Me mira.

Intento una sonrisa mientras mi mente está en otra parte.

―Bien.

―¡Uh! ―Hace una fingida sorpresa ―Siento malas vibras.

―¿Y qué haces cuando tienes malas vibras? ―Le sigo el juego.

Se lo piensa.

―¿Yo? No, no tengo ―Vuelve a reír ―. Mentira, mentira ―repite y su risa aumenta ―. Pues, miro mis tatuajes y recuerdo porqué peleo.

―¿Y si no los tuvieras?

―Miro al cielo, ahí también está la respuesta ―exclama sereno y con un aire misterioso ―. Cuestión, que es dónde te sientas cómodo, ahí buscas lo que quieres ―Comienza a reír ―. Me siento poeta.

Agarro a Evan y asiento.

―Tienes razón ―Me giro pero antes de irme lo vuelvo a mirar y entrecierro los ojos ―pero no le digas a nadie que te lo dije.

―Mi boca está sellada, señor.

―¿Señor? ―Levanto una ceja.

―Algo te tenía que decir, aunque obviamente no iba a ser, jefe.

Ríe nuevamente y yo lo hago también mientras me voy. Como siempre, Nick es un misterio como persona, pero parece que no hay forma de que te pueda caer mal.

Entro y voy hasta un pasillo en específico en la gran mansión. Abro la puerta de aquella habitación, agarro una silla y me siento al lado de la cama llena de aparatos y cables. Viéndola en ese estado de inconsciencia, igual sonrío.

―Hola mamá, mira a quién tengo aquí, es tu nieto.

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