127. Se me suben los calores
Crista
Miro por la ventana hacia el patio y Katerina juega con las pelotitas de golf, mientras Nick habla con una rubia, parados al costado de un árbol.
No escucho nada.
―Qué cotilla ―oigo la voz de David detrás y me sobresalto.
Me giro y me lo encuentro bastante cerca de mi rostro, entonces siento mi corazón acelerarse y mis mejillas arder. Parece estar de buen humor.
Frunzo el ceño.
―¿Qué quieres, David Lovelace? Estoy ocupada.
Posa su mano en el borde de la ventana, acorralándome.
―Vine a agradecerte ―Se acerca a mis labios y continúa con su sonrisa.
Recapacito sobre la situación. Ah, habla del documento de paternidad. Me introduje a escondidas de la oficina del viejo, llame a un empleado de confianza y me hizo el trámite, luego recibí el fax, muy fácil.
Lástima que no se me ocurrió usar eso para escapar, creo que estaba demasiado concentrada en la culpa ¡Qué estupidez!
―Aparta, David Lovelace ―Lo empujo y salgo de su intento de seducción, caminando a sentarme al sillón.
Me sigue y se sienta también.
―Ya no estoy enojado, deberías estar contenta.
―Debería pegarte un puñetazo ―Ruedo los ojos.
―Vamos a celebrar ―Se me acerca otra vez.
―Ve a celebrar tú ―Le pongo la mano en la cara para que no me bese ―y quédate con tu hijo, a mí no me incluyas.
Agarra mis dedos y los besa uno por uno.
―Tú ya estás incluida.
―¡No hagas eso! ―Forcejeo sonrojándome más.
¡Ay, que se me suben los calores!
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