122. Se me acaba la paciencia
David
De repente oigo una voz y bajo la taza de té en el pequeño platito. La pequeña levanta la carita y parece que reconoce el sonido.
―Nock nock.
Amplía su sonrisa al reconocer la voz del ruso.
―¿Quién es? ―Hace una risita y se tapa la boca, sorprendida e ilusionada.
La cabeza del morocho aparece por la puerta sonriendo.
―Nick Nick ―repite como un juego que parece que ellos tienen ―¿Dónde está Katty Katty?
―¡Katty Katty está aquí! ―Baja de la silla y va hasta él saltando.
―¡Vamos a jugar al helicóptero! ―La alza y veo cómo se la lleva haciendo sonidos del vehículo volador.
Una vez que ya no están en mi línea de visión, veo salir a quién es obvio por la puerta. La rubia despampanante camina con ira hasta mí y se sienta en frente de dónde estoy sentado yo.
―¿Se puede saber qué haces?
Sonrío.
―Tomo té, como cualquier inglés ―Levanto la taza y bebo un poco de este.
―David Lovelace ―Irradia odio ―se supone que esa niña tiene que estar viajando para la Argentina.
Frunzo el ceño y se sorprende. Vale, parece que sigo enojado.
―Porque no le vas a recriminar a tus cientos de amantes, seguro ellos se pondrían más contentos de oír tus malditos reproches.
―Deja tus estúpidos celos, David Lovelace. Yo no te debo nada.
―¿No? ―Sonrío con molestia ―¿Y qué me dices del documento que me quita mi paternidad? ―Me acerco a su rostro apoyando las manos en la mesa ―¿Quién le debe a quién? Crista Ricoy. Yo no me olvido de nada ―exclamo con rencor ―. Te voy a poner los puntos, mujer desagradecida.
¿Dije que estoy enojado? Me parece que estoy furioso, me confundí y ella me mira desconcertada.
―¿Qué te pasa? ¿Te levantaste con el pie izquierdo o te volviste idiota? ―Se levanta de la silla y aumenta la voz ―¡No me amenaces porque no te tengo miedo!
―¡Te lo advertí una vez, te lo vuelvo a decir de nuevo! ―Yo también me paro y aumento mi voz ―No me quieres de enemigo y se me acaba la paciencia ―Golpeo la mesa y se sobresalta. La taza cae y derrama todo el té en el suelo ―. Me largo antes de que mi temperamento explote ―Camino hasta la puerta y la cierro con intensidad, escuchándose así el portazo.
Salgo con mucha ira de la casa. Necesito pensar y calmarme. Tengo que ocupar mi tiempo en otra cosa. Esto no está llevándome a ninguna parte, siento que estoy en un callejón sin salida del que me es imposible salir. Voy a resolver esto de alguna manera, lo sé.
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