118. Mi amigo David

Visualizo una melena rubia, en esa pequeña cabecita. Camino despacio para que no se asuste y me agacho frente a ella, sonriendo. Levanta la vista y me encuentro con unos intensos ojos azules, llenos de lágrimas, en esa bonita carita de ángel que tiene. Parece de esas niñas de las revistas, con ese vestido que la hace ver cómo una princesa. Se refriega los ojos y continúa llorando.

―Quiero a mi papi.

―Ven ―Alzo mi mano ―te llevaré con tu papi, pero primero hay que salir de aquí, ¿de acuerdo?

El angelito me mira un segundo y baja la vista. Vuelve a refregarse los ojitos.

―¿De verdad?

―¿Por qué mentiría? ―Continúo sonriendo.

Señala la puerta.

―El hombre... feo de allá ―Regresa a lloriquear ―me mintió.

―Pues el hombre sexy de acá ―Me señalo a mí mismo ―dice la verdad, ven con tu amigo David ―Muevo mis dedos y luego me da la manita.

Me levanto y comenzamos a caminar, decido salir por la ventana para que no vea el desastre que deje en la otra sala.

Eso sería traumático para una niña de sólo ocho años. En fin, perturbador para cualquier niño.

―Por ahí no se puede ―dice observando como quito el enorme palo para romper el vidrio ―. Amigo David, eso no se hace.

―¿No? ―Hago cara de sorpresa ―¡Sí! Vamos a ir por el pasaje secreto ―digo jugando ―. Es muy secreto, así que no se lo puedes contar a nadie ―Pongo los dedos en mi boca ―¡Sh!

Sus ojitos se abren en grande con ilusión y luego sonríe haciendo mi mismo gesto.

―¡Sh! Ji, ji ―Oigo su pequeña risita adorable.

Una vez que termino con la ventana, le hago una señal para que se me acerque.

―Ven aquí Katerina.

―¡Oh! ―Se tapa la boca sorprendida ―¿Cómo sabes mi nombre?

Mi sonrisa se amplía.

―Soy mago.

Vuelve a hacer una pequeña risita y se agarra fuerte de mí cuando la levanto. Salto la ventana y parece que se divierte.

―Amigo David, eres muy gracioso ―acota cuando me escondo para vigilar que no haya ningún guardia.

―Hay que hacer silencio ―digo en voz baja aun sonriendo.

Me sigue el juego y me lo repite.

―Hay que hacer silencio ¡Sh! ―Mueve el dedito y se ríe tapándose la boca.

Esta niña es tan adorable que no hay forma de describir la ternura que emana. Me siento como algún tipo de superhéroe que no soy, salvando a una princesita. 

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