David - 10 años

Abrazo a mi osito de peluche y corro por la mansión vacía, abandonada.

"Él" me está persiguiendo.

Me tropiezo y el muñeco se me cae, lloro al lastimarme la pierna, pero mis lágrimas crecen cuando lo visualizo con el cuchillo.

Lleno de sangre.

Soy un niño, pero sé perfectamente que esto no es justo, "él" es más grande que yo.

―Mami.

Sollozo pidiendo auxilio.

Actualidad.

Sonrío con malicia, estoy irritado, hoy me voy a descargar con unos cuantos idiotas.

Pateo la puerta y los veo a todos, uno por uno, se sorprenden.

―¿Saben que pasa cuando la mujer que amas te rechaza varias veces y se va detrás de muchos otros hombres? ―Hago una pausa ―¿No? ¿Nadie? ―Me río y luego borro mi sonrisa golpeando a uno ―¡Descargas tu ira con los demás! ―Los miro ―¿O me equivoco? ¿No? ―Saco el arma y ellos hacen lo mismo, por lo tanto sonrío ―La verdad, siempre mando a alguien a asesinar por mí. Me gusta tomar un buen vino y reírme de lo sucedido ―Camino adentrándome en el galpón ―pero, esto es algo personal ―Disparo a uno y me oculto detrás de la columna cuando el siguiente hace lo mismo ―. Estoy buscando una niña ¿La han visto? ―Me río sabiendo que está aquí.

―¡Lárgate! Tu padre dio órdenes estrictas de...

¡Ups! Se murió. Tiros certeros, soy un genio. Todos quieren ser como yo. Ay miren, mi ego apareció ¿Dónde te habías metido? Me río y vuelvo a disparar. Continúo así, cambiándome de columna, hasta que me deshago de todos.

Los observo, miro mi chaqueta manchada de sangre y me quejo.

―Ya me ensuciaron, imbéciles.

Que impresentable me han dejado, así voy a asustar a la pequeña.

―Qué absurdo ―Miro a un cadáver y sonrío ―¿Me prestas tu chaqueta? La tuya está más limpia.

Se la quito y me la pongo yo. Abro la siguiente puerta y escucho unos sollozos.

Los niños cuando lloran me rompen el corazón.

¿Por qué será? Quizás tengo. Sí, tengo uno. Ah no, cierto. Se lo regale a Crista y me lo rompió.