David

La persona que envíe para vigilar a Crista, me informa que está en un bar. Decido tomar las riendas de mi plan, para llevarlo a cabo y a la perfección. Cuando me encuentro con la diosa griega, alejo al barman que ya sabe quién soy y me acerco a ella. Alego a su libido y tras unos tantos cortejos de mi parte, la convenzo para que repitamos la noche de la otra vez. Deja su copa y como todo un caballero le abro la puerta de mi auto, para conducir hasta un hotel. Al estacionar evito que tome su cartera, ahí está lo que no necesito ahora.

―¿Qué intentas hacer? ―Me mira con desconfianza.

―Nada ―La beso, agarro ese bolso y lo lanzo detrás del asiento ―hoy todos los gastos, van por mi cuenta ―susurro al separarme, a pocos centímetros de ella.

―De acuerdo, más vale que tengas un preservativo, porque acabas de tirar unos cuantos que estaban allí ―se queja.

―Lo sé ―¡Puf! Es más que obvio que lo sé ―pero yo tengo los míos propios.

―Así que, Condones Lovelace ―se burla inventando una marca falsa, lo que no me afecta, ninguna de sus negativas lo hace. Sólo me hace enloquecer más.

Entramos al hotel, voy al baño de este, saco un preservativo y sonrío de manera maliciosa. Lo pincho, y si tengo suerte, voy a divertirme mucho, muy pronto.

Entonces salgo de allí.

―¿Qué estás haciendo? ―me dice la bella rubia sentada en la cama, con esas piernas cruzadas que le quedan tan sexys ―Si ibas a tardar tanto, me buscaba a otro ―Bufa y la idea de que se vaya a acostar con otra persona me irrita tanto, que me hace enfadar.

Sonrío de manera cínica.

―Seguro, aunque de esta noche no nos vamos a olvidar ―Apago la luz ―¿Qué tal ponernos románticos?

Se ríe.

―Que estupidez.

Me acerco hasta ella y me subo encima.

―Sabía que dirías eso ―La beso por tercera vez en el día e intensifico la sensación haciéndolo más largo.

Planeo que sea una noche bastante larga.