David

Quede sumido en mis pensamientos luego de ver a mi madre, creo que me afectó, no debí entrar. Me detuve cuando vi a Crista y le sonreí, pero seguí en el mismo estado, aunque cuando me di cuenta que me miro como tres veces seguidas, regrese a ser yo mismo.

Ella estaba esperando que la siga y eso me cautivó. Aunque claramente su orgullo no la deja admitirlo. Es completamente mía y ya no puede escapar.

Camino hasta el sillón del living, dónde ahora está sentada y me pongo al lado. Ella come el postre y está nerviosa mientras lo hace.

―¿Qué pasa Greek goddess? ¿Alguien te persigue? ―pregunto sonriendo como siempre.

Frunce el ceño y apoya la cuchara en el pote. Luego me mira fijo a mis ojos verdes.

―¿Quién te crees que eres? No eres nadie.

―¿Lo dice la persona me estuvo observando todo el rato? ―Me río.

―¡Yo no te estuve observando! ―Se sonroja.

Levanto mi mano y toco su mejilla, acercándome a sus labios.

―Eres una niña pequeña y caprichosa, haciendo un berrinche.

Me golpea para que no la toque.

―Estúpido David Lovelace, ve a molestar a otra.

―¿Y no tendrías celos si hago eso? ―Miro sus labios y apoyo mi brazo en el respaldo del sillón.

―No... ―susurra a lo bajo y me río ―¡No te rías! ―Su rubor aumenta.

Agarro su barbilla y me acerco más, casi rozando sus labios.

―No te preocupes Greek goddess, tú siempre serás la única.

La puerta de entrada se oye y Crista se sobresalta, dándose cuenta que se estaba dejando llevar.

Maldigo al idiota que haya entrado.

―Hola David.

Me quedo tildado cuando reconozco la voz. Me corrijo "la" maldigo. Me giro a visualizar a mi ex-prometida.

―Diana.

¡¿Pero qué hace aquí?!

¡¿Quién la dejó entrar?!

Los problemas nunca se terminan.