10. Nada que perder

¿Qué mejor forma de formular un plan que despejar la mente en un buen bar? La noche es intensa y acompañada de una buena bebida alcohólica mejor. Enciendo un cigarro.

―No se puede fumar aquí ―indica el grandote del barman.

Ruedo los ojos.

―¿Y me vas a echar por eso?

―Pues...

―La chica está conmigo ―lo interrumpe una voz con acento inglés y veo como el grandullón se retira de manera extraña.

Giro la vista y me cruzo con esos ojos verdes, los cuales me irritan.

―Parece que se me arruinó la noche ―Sonrío.

―Qué mala ―David se ríe.

―Me lo dicen mucho. Y ya puedo considerarte acosador ―me burlo y sigo fumando.

―¿Sigues enojada por qué te pedí que fueras mía?

―No soy el juguete de nadie, es más, es todo lo contrario, yo soy la dueña de todo a mi alrededor ―exclamo con prepotencia.

―Qué egoísta, déjame jugar ―Quita el cigarro de mi boca y se acerca a mis labios ―. Además, cuando digo mía, me refiero a todo en general, mía y de nadie más. Deja de coquetear con tantos hombres ―exclama lo último de la manera más posesiva que he oído.

Me río.

―Estás equivocado si crees que puedes controlarme.

Toca mi mejilla.

―Hermosa y con carácter, me encanta ―Me besa y se separa a unos centímetros al ver que no hay reacción de mi parte ―. No me muerdes, ni me correspondes ¿En qué piensas?

―En qué me aburres y mucho ―digo sin expresión y tomo un sorbo de mi bebida.

―¿Te gustaría repetir lo de la otra noche o también te pareció aburrido?

―¿Sexo contigo otra vez? Paso, mejor hacerlo con una piedra ―Me río.

―¿Y si te digo que no te molesto más y dejo de quitarle dinero a tu empresa? ¿Qué me dices? ¿Aceptarías?

Ruedo los ojos.

―¿Crees que soy idiota? Es obvio que estás mintiendo.

―¿Qué tienes que perder? ―Sostiene su idea.

Admito que no es malo en la cama y tiene razón, si miente o no, no pierdo nada.

Sonrío.

―De acuerdo.

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