CAPÍTULO 6
KATHERINE
Mi carga de trabajo se había duplicado en estos días, pero había valido la pena ya que justo ahora estaba libre y con todo el tiempo del mundo para pasarlo con mi hija; Rebecca estaba emocionada por nuestro día de madre e hija y tenía muchos planes en mente para que fuera perfecto.
Adoraba pasar tiempo con mi hija, adoraba mirarla jugar, adoraba su sonrisa y me enamoraba cada vez que la escuchaba reír; ella era mi mundo entero y bastaba un segundo de tenerla en mis brazos para estar segura que todo valía la pena; cada momento difícil por el que tuve que pasar, cada día en que me obligué a levantarme de la cama, todo siempre valdría la pena si era por ella.
Mi hija era mi más grande tesoro, era mi luz, mi esperanza; ella era mi razón para vivir y aunque tuviera que pasar por mil obstáculos, por ella me volvía valiente, después de todo, era mi pequeña, mi hermosa bebé que se robó mi corazón desde el primer momento y por la que estaba dispuesta a enfrentarlo todo.
- ¿Estás lista? – pregunté entrando a la habitación de Rebecca la que ciertamente era un caos
- Sí – respondió con una sonrisa que también me hizo sonreír – Mami... ¿Podemos pasar por pastelitos? – preguntó y asentí
- ¡Kat! – exclamó Brenda desde la sala y le pedí a mi hija que terminara de alistar sus cosas mientras yo acababa de solucionar algunos asuntos
- No tienes por qué gritar – dije llegando hasta dónde ella se encontraba
- Lo siento, pero hay algo que tengo que decirte... - dijo y por su tono de voz estuve segura que era algo que no iba a gustarme en lo absoluto – Hace unos días llegó una propuesta bastante interesante...
- ¿Interesante? – cuestioné confundida
- Te quieren como la imagen de una marca nacional
- Eso no es nuevo – respondí y ella respiró profundamente antes de continuar
- Es una marca importante, pero... el patrocinio que quieren es para el super bowl, para un equipo específico...
- No – declaré con seriedad cortándola y Brenda suspiró con cansancio
- Es un contrato millonario, Kat, además, serías la estrella principal y sin duda provocarías un gran impacto; nunca has participado con ese tipo de marcas y sería muy bueno para tu carrera, en especial ahora con el super bowl
- No – repetí desviando la mirada
- Kat, solo piénsalo, por favor; no solo sería un paso gigantesco en tu carrera, si no que sería la oportunidad para que hablaras con él, antes de que se revele todo a la prensa
- No quiero – repetí y ella volvió a suspirar
- Kat...
- No estoy lista, Brenda
- Solo piénsalo, ¿Sí? – pidió tomando mis manos y solo entonces solté todo el aire que tenía en los pulmones
- Lo pensaré – acepté poco antes de que Rebecca llegara corriendo lista para irnos
- Diviértanse mucho y tengan cuidado – dijo Brenda abrazando a mi pequeña y después de unas recomendaciones finales, mi hija y yo nos dirigimos a nuestro próximo destino.
Hoy tenía que ser un día perfecto, lo tenía todo planeado, pero, aunque estaba disfrutando de mi tiempo con mi hija, no podía sacarme de la cabeza esa propuesta y todo lo que significaría aceptar o negarme; esta decisión era importante y si me equivocaba, jamás terminaría de arrepentirme.
AÑOS ATRÁS
Cuando llegué a Nueva York quedé impactada; había tantas personas, tantos edificios, tanto ruido y luces; nunca antes había visto algo así; todo era tan diferente, tan nuevo y extraño que me costaba mucho procesarlo, además, las personas no dejaban de mirarme como si fuera algo irreal y eso solo aumentaba mis nervios.
Tenía la vaga idea de la dirección a la que tenía que ir, aunque llegar a ese lugar sin duda iba a ser otro problema; había escuchado acerca de algunos lugares en los que los amish podían buscar alojamiento cuando realizaban su Rumspringa y conocía las direcciones de algunos de ellos, pero aun así tenía miedo y ahora no solo por mí, si no por el pequeño bebé que cargaba en mi vientre.
¿Qué iba a hacer?
¿Cómo iba a sobrevivir?
¿Cómo cuidaría de este bebé si ni siquiera estaba segura de cómo cuidaría de mi misma?
Francamente me moría de miedo, pero no tenía la opción de volver atrás; solo quedaba seguir caminando y esperar que las cosas fueran acomodándose en el camino; solo quedaba esperar a que todo fuera mejor.
Me pasé largas horas pidiendo indicaciones y poco a poco fui avanzando hasta que finalmente llegué a un gran edificio en el que esperaba poder encontrar una habitación que no fuera tan costosa; pero en cuanto puse un pie en el interior del lugar los nervios se apoderaron de mí y tuve que tomar una gran bocanada de aire para darme fuerzas y seguir.
La señora que se encontraba en la recepción fue muy amable conmigo y me explicó todo con mucho cuidado, además fue comprensiva y respondió todas mis preguntas; le pagué la renta de la habitación durante un mes y casi me quedé sin dinero, pero al menos tenía un techo dónde vivir, así que eso era mejor que nada.
Una vez que estuve sola en esa pequeña habitación que consistía en una cama, un pequeño mueble para guardar la ropa y un baño diminuto, al fin me permití soltar todo lo que estuve conteniendo desde que me marché de mi hogar y una vez que comencé a llorar, ya no pude detenerme.
Lo había perdido todo, había perdido a mi familia, mis amigos, a mis hermanos y mi comunidad; lo había perdido todo y ahora estaba sola sin tener ni la más mínima idea de que hacer; aunque... no estaba del todo sola, después de todo, mi bebé estaba conmigo y justo por él es que tenía que ser fuerte; tenía que ser valiente para sacarnos adelante; no podía rendirme, no podía dejarme caer, no ahora, no cuando una pequeña vida dependía tanto de mí.
Nunca creí que las cosas terminarían así; solía imaginar mi futuro y era tan diferente... que me costaba creer que las cosas habían cambiado tanto; siempre quise formar mi propia familia, siempre deseé tener hijos y casarme con alguien que me amara; siempre pensé que cuando tuviera mi primer hijo, mis padres estarían ahí para apoyarme; solía imaginar ese momento y eso me hacía sonreír, pero ahora ellos ya no iban a estar conmigo; ahora ya no tenía un hogar y tenía que construir mi futuro desde cero; sola sin ningún apoyo y no sabía ni por dónde comenzar.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos y me limpié las lágrimas antes de abrir la puerta encontrándome con la señora Davis, la encargada del edificio que me había atendido cuando llegué.
- Oh cariño – dijo viéndome fijamente a los ojos e intenté forzar una sonrisa – Te traje algo de ropa, pensé que te haría falta, además llamé a una amiga que es dueña de una cafetería, me dijo que podría darte empleo como mesera; sé que no es mucho, pero...
- Es perfecto, señora Davis, muchas gracias – dije y esta vez sí me sentí feliz – Muchas gracias, de verdad
- No hay porque agradecer, cariño; es un placer ayudar, en especial cuando jóvenes como tú deciden buscar otra vida – dijo y asentí
Le había contado a la señora Davis un poco acerca de mi situación, aunque por obvias razones evité ciertos detalles como mi embarazo y las razones que me llevaron a alejarme de mi comunidad; pero sí que le hablé sobre mi situación actual y sobre mi deseo de encontrar un trabajo que me permitiera comenzar a mantenerme en la ciudad.
- La cafetería queda a un par de calles de aquí, esta es la dirección – dijo entregándome un pequeño papel doblado – Además, tenía algo de ropa que dejaron mis hijas cuando se marcharon, espero pueda servirte, creo que son de tu talla – explicó entregándome varias prendas y sonreí ante su gesto
- Muchas gracias, por todo esto
- Debes estar en la cafetería a las tres; cuando llegues te explicaran todo lo que necesitas saber – dijo y asentí antes de agradecerle una vez más y cerrar la puerta para arreglarme
Dejé la ropa sobre la cama y me quedé mirándola un largo tiempo; nunca me había planteado usar ropa de forasteros; siempre me había parecido extraña e inusual, pero tendría que acostumbrarme porque ya no era amish y aunque me iba a costar, tenía que comenzar a aceptarlo.
No tenía muchas cosas por lo que tendría que pasar por una tienda a comprar al menos algunas cosas básicas y con eso seguramente se iría lo último de mi dinero, pero por ahora solo podía concentrarme en el futuro inmediato, así que me di un baño rápido, peiné mi cabello y lo trencé dejándolo hacía un lado y justo después me quedé observando la ropa hasta que acepté que no tenía más opción que usarla.
Me coloqué unos jeans bastante ajustados y un polo de mangas largas junto a una pequeña casaca y sin poder evitarlo me observé en el espejo de la habitación sorprendiéndome ante mi reflejo; me toqué el rostro con delicadeza y suspiré sin dejar de mirarme; los amish repudiaban la vanidad, no teníamos muchos espejos por no decir ninguno y estaba prohibido tomarnos fotografías o admirarnos, justo como lo estaba haciendo en este momento, aunque a decir verdad, no me molestaba, al contrario, me gustaba el poder mirarme y como si fuera un reflejo llevé mi mano a mi abdomen lo que me sacó una sonrisa.
Estaba embarazada, cargaba una vida dentro de mí; ya nunca más estaría sola y ante Dios juraba que jamás dejaría solo a mi bebé; jamás permitiría que algo le faltara y lucharía cada día por darle lo mejor que este mundo pudiera ofrecer; ahora éramos mi bebé y yo contra el mundo; solo nos teníamos a nosotros dos y eso sería suficiente.
Una vez que estuve lista salí de la habitación y me despedí de la señora Davis que me dio indicaciones precisas para llegar a la cafetería y sin más demora emprendí mi camino hacia la dirección con los nervios aumentando a cada segundo.
- Buenas tardes, quisiera hablar con la dueña, mi nombre es Katherine, vengo de parte de la señora Davis – dije una vez que entré a la cafetería e intenté con todas mis fuerzas que mi voz sonara firme y no reflejara el temor que estaba sintiendo
- Hola, sí, espérame un segundo que voy a llamarla – respondió la chica del mostrador
Pasaron algunos segundos y aquella chica regresó junto a una mujer mayor que tenía todo el porte para ser la dueña y aunque me sentía nerviosa, aquella mujer fue amable al llevarme a su oficina y con calma me explicó todo acerca del empleo; además, me dijo que no temiera equivocarme, que todo podía aprenderse y después de agradecerle por esta oportunidad me dio mi uniforme y me indicó dónde podía cambiarme al mismo tiempo que llamaba a la chica del mostrador para pedirle que me orientara sobre el trabajo, lo cual agradecí infinitamente.
Me vestí lo más rápido que pude y después de dejar mis cosas en un pequeño casillero para los empleados, salí nuevamente al local y me coloqué al lado de aquella chica que estaba terminando de atender a una pareja.
- Bueno, ahora sí, mi nombre es Brenda y seré tu guía hasta que aprendas todo sobre la cafetería – dijo con una sonrisa que correspondí
- Me llamo Katherine – dije y ella asintió para después comenzar a explicarme todo sobre este lugar
- Solemos ser tres las que trabajamos aquí, además del cocinero; una se encarga de la caja registradora y de tomar los pedidos mientras las otras dos se encargan de servir a las personas que vengan, pero las tareas son rotativas, además, debemos encargarnos de la limpieza y de mantenerlo todo ordenado; abrimos a las siete y cerramos a las diez, pero las horas más llenas son siempre durante el desayuno, el almuerzo y ocasionalmente la hora de la cena, aunque eso varía dependiendo del día de la semana; por el momento te enseñaré como tomar los pedidos y que significa cada cosa, además debes estar siempre al pendiente porque este lugar puede volverse un caos en un segundo; espero que resistas el trabajo duro porque sin duda que trabajarás bastante – comentó y asentí – La última chica que estuvo aquí no lo soportó, así que espero que tú seas diferente
- Lo seré, lo prometo, me esforzaré al máximo – aseguré y ella sonrío
- En todo caso, bienvenida – dijo y entonces comenzamos con el trabajo
Las primeras semanas en la cafetería pasaron demasiado rápido y tenía que admitir que estaba agotada; el trabajo era cansado y no me quedaba mucho dinero, además me dedicaba a comer las sobras de la cafetería lo cual no era muy saludable teniendo en cuenta mi estado, pero eso era algo que estaba intentando solucionar.
En cuanto a mi vida en general las cosas poco a poco se estaban estabilizando o al menos eso deseaba creer; la señora Davis era dulce conmigo y solía darme alguna fruta siempre que me veía lo cual era muy amable de su parte, además mi relación con Brenda era grandiosa; ella se había comportado muy bien conmigo y nos habíamos convertido en amigas, aunque aún no le había contado mucho acerca de mi vida o de mi situación actual, aunque honestamente no sabía como empezar esa conversación.
- Pedido de la mesa tres – escuché y de inmediato recogí el pedido llevándolo a su mesa
- Hay demasiados clientes – dijo Brenda llevando otro de los pedidos ya que hoy trabajaba de mesera mientras otra de las chicas se encargaba de la caja
- Esperemos que disminuya pronto – respondí y ella no pudo responder ya que otro pedido estaba listo
Trabajamos durante horas y los pies me estaban matando, pero aun así intenté mantenerme fuerte y continué trabajando hasta que un leve mareo me detuvo y tuve que apoyarme en una de las mesas para evitar caerme.
- Kat, ¿Estás bien? – preguntó Brenda acercándose y asentí con lentitud
No me sentía bien, me dolía el pecho y me costaba respirar; el mareo demoró unos segundos en pasar, pero a pesar de eso, no me sentía mejor; Brenda me tomó del brazo con cuidado y me ayudó a sentarme mientras yo intentaba controlar mi respiración, pero con el pasar de los minutos fui sintiéndome mucho peor.
- Iremos al hospital – declaró Brenda y salió corriendo hacia la oficina de la dueña antes de volver para tomarme del brazo
- No es necesario... - murmuré, pero ella me ignoró y detuvo un taxi en la calle indicándole que nos llevara al hospital más cercano
Me toqué el vientre por instinto y en menos tiempo del que creí llegamos al hospital en dónde de inmediato Brenda comenzó a llamar para que nos ayudaran y después de sentarme en una silla de ruedas, me llevaron rápidamente a emergencias.
Comenzaron a hacerme preguntas que no sabía como responder; todo esto era nuevo para mí y me sentía desconcertada, pero Brenda permaneció a mi lado ayudándome en lo que podía y aunque tenía miedo, se quedó conmigo mientras me sacaban sangre y me llevaban a una habitación en dónde me dijeron que debía esperar a un doctor.
- Kat, tengo que llenar algunos papeles, tienes los datos de...
- Soy amish – solté de golpe y Brenda abrió tanto los ojos que creí que en cualquier momento se saldrían de su rostro – Tengo los documentos básicos en casa, pero nada más; no sé que llenar, Brenda, no sé que hacer... - murmuré con miedo y ella tomó mi mano para tranquilizarme – Además... yo... - comencé a murmurar sin saber cómo continuar – Estoy embarazada
Brenda me miraba en shock y no podía culparla, pero la verdad es que ya no podía guardarme esos secretos, no en un momento como este en el que me sentía completamente perdida.
- Señorita Katherine – dijo un doctor atrayendo nuestra atención y solo entonces Brenda reaccionó – Sus estudios arrojaron que está padeciendo anemia y en su estado actual es peligroso, tanto para usted como para su hijo; ¿Ha asistido a sus controles prenatales? ¿Tiene su ficha? – preguntó y negué sin saber que decir
- Doctor, puedo hablar un segundo con usted – pidió Brenda y él asintió saliendo de aquella habitación con mi amiga
Los minutos que pasaron se sintieron tan largos que mi ansiedad comenzó a aumentar por lo que cuando Brenda regresó y volvió a tomar asiento junto a mí, la pregunta simplemente escapó de mis labios.
- ¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste?
- Le expliqué tu situación; me dijo que hay protocolos y programas que ayudan a las personas de las comunidades; volverá en un momento para realizarte más exámenes y una ecografía, además te explicará que debes hacer con tu embarazo
- Yo... lo siento por no habértelo dicho antes – murmuré y ella solo tomó mi mano
- Entiendo que debió ser difícil, no te preocupes – respondió dándome una sonrisa – Pero aquí estoy y te ayudaré con todo lo que pueda
El doctor volvió a los pocos minutos y comenzó a explicarme que era lo que me sucedía; me explicó sobre los riesgos de la anemia y me hizo preguntas sobre mi alimentación actual, además me explicó acerca de un programa de salud destinado a personas como yo y respondió todas mis dudas con sumo cuidado, además, me informó que el hospital me brindaría las vitaminas que debía tomar por mi embarazo y que tendría que pasar por asistencia social para que pudieran orientarme acerca de todo lo que necesitaba con respecto a mi salud ahora que ya no formaba parte de la comunidad amish.
Pasé varias horas en el hospital y una vez que terminaron de hacerme estudios para asegurarse de que tanto yo como mi bebé estábamos en buen estado, la asistente social me explicó todo lo que tendría que hacer a partir de ahora y solo cuando todo estuvo listo me permitieron salir para regresar al que por ahora llamaba mi hogar.
- ¿Aquí estás viviendo? – preguntó Brenda una vez que llegamos al edificio y simplemente asentí - ¿Puedo pasar? – preguntó y nuevamente asentí
Saludé a la señora Davis al entrar y sin más demora me dirigí a la puerta de mi habitación, seguida de Brenda que en cuanto vio el lugar se quedó en blanco.
- Kat... - murmuró y solo tomé asiento en la cama mientras ella hacia lo mismo
- Te contaré mi historia si quieres escucharla – dije y ella asintió por lo que después de respirar profundamente decidí que era momento de ser honesta
Le conté a Brenda como era mi vida antes; le conté acerca de mi familia, mi trabajo y acerca de Asher; se lo conté todo y cuando llegué a la parte en la que mi familia me echaba y Asher me dejaba, su ceño se frunció con furia; cuando terminé de contarle todo lo que había sucedido, ella simplemente me abrazó y eso fue justo lo que necesitaba para que las lágrimas volvieran a surgir.
- Vivamos juntas – soltó de golpe y me separé para mirarla
- Brenda...
- Crecí sola, en un orfanato; mis padres murieron cuando era pequeña y nunca tuve a nadie; estaba perdida y si no hubiera sido por la amabilidad de algunas personas, no habría podido salir adelante; así que te entiendo, sé lo que es pasar hambre y no saber que harás el día siguiente – dijo con lágrimas en los ojos – Lo pasé muy mal cuando era niña y no me imagino lo que estás pasando tú en este momento con todo lo que sucedió y con un bebé en camino; no deberías estar sola, Kat, no cuando hay tanto que todavía desconoces
- No quiero ser una carga...
- No lo eres; en este corto tiempo te he conocido; te he visto llegar una hora antes de los demás, te he visto trabajar como loca y esforzarte al máximo; te he visto luchar en estas semanas y si le sumas a eso tu embarazo, es impresionante; no sé si yo podría hacerlo; así que hablo en serio, vivamos juntas; permíteme ayudarte, Kat, somos amigas y quiero que estés bien; quiero que ambos estén bien – dijo colocando una mano en mi abdomen – Tengo un pequeño apartamento con dos habitaciones; he estado batallando con la renta desde que mi compañera se marchó, así que vivir juntas sería también de ayuda para mí, compartiríamos los gastos y podríamos encargarnos juntas de tu bebé; ¿Qué dices? – preguntó y sonreí
- ¿Lo dices en serio, Brenda?
- ¡Por supuesto! ¿Qué dices? – preguntó y sonreí
- Acepto y... muchas gracias, de verdad; por hoy y por esto
- Ya verás que todo estará bien, te lo prometo
La siguiente semana la pasé mucho más calmada; hablé con la señora Davis sobre mi mudanza y se alegró de escuchar que había encontrado un lugar dónde quedarme, además fue muy amable y me regresó parte del dinero lo cual sería de mucha ayuda para comenzar a ahorrar ahora que viviría con Brenda; en el trabajo las cosas también mejoraron; Brenda me ayudaba con las tareas más difícil y aunque yo solía negarme a que ella lo hiciera, mi amiga siempre terminaba ganando.
Vivir juntas fue un reto y había días en que simplemente estábamos demasiado ocupadas para continuar de pie; Brenda y yo estábamos ahorrando cada centavo, pero aun así decidí que era mejor invertir en lo que comía por la salud de mi bebé y sumado a las vitaminas, el hierro, el calcio y los controles a los que tenía que acudir en el hospital, todo estaba yendo muy bien.
Mi vientre poco a poco fue volviéndose más grande, pero mi bebé no se dejaba ver en las ecografías por lo que aun no estaba segura si era una niña o un niño y eso me tenía angustiada, aunque la verdad era que fuera lo que fuera solo me importaba que estuviera sano, así que esperé con paciencia hasta que un día simplemente sucedió y cuando supe que era mi bebé una sonrisa iluminó mi rostro.
Una niña, iba a tener una niña y me costaba creerlo; pronto la tendría en mis brazos, pronto podría ver sus ojos y tocar sus pequeñas manos; pronto las cosas cambiarían para siempre y aunque era aterrador, también era maravilloso.
El tiempo pasó volando y en menos de lo que creí, el esperado día llegó, aunque la verdad es que fue más caótico de lo que imaginé; estaba trabajando cuando de un momento a otro mi fuente se rompió y prácticamente Brenda me sacó corriendo de la cafetería y en volamos hacia el hospital en dónde me atendieron de inmediato, sin embargo, aunque había visto partos en mi comunidad, estaba muerta de miedo y seguramente no hubiera podido lograrlo si Brenda no hubiera tomado mi mano y me hubiera animado a superar el dolor, porque francamente fue un dolor espantoso que no parecía tener final, pero todo el dolor valió la pena cuando la escuché llorar y cuando el doctor me la entregó dejándola en mis brazos, el cansancio desapareció y solo me centré en ella, en mi pequeña hija, en mi pequeño y adorado mundo.
Ella era preciosa, era tan adorable que me era imposible dejar de mirarla y en el segundo en el que la tuve en mis brazos supe que haría lo que fuera por hacerla feliz, porque en este momento ella se había convertido en mi vida entera y nada más importaba, solo ella...
Solo mi pequeña
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