CAPÍTULO 1

KATHERINE

AÑOS ATRÁS

Me encontraba trabajando como cada día cuando el hijo mayor de la familia de la casa apareció; no lo veía mucho desde que había comenzado a trabajar aquí y cuando lo veía, solo intercambiábamos unas cuantas palabras; él parecía ser alguien agradable y siempre se había comportado de la mejor manera conmigo, así que no tenía queja, pero ese día no llegó solo a la casa; llegó en compañía de otro chico que me observó de pies a cabeza e hizo un gesto que me molestó.

Sí, mi vestimenta era extraña y eso era algo innegable, pero la forma como me miraba, además de ponerme incómoda, me parecía una falta de respeto; no quería seguir pasando más tiempo cerca de ellos, así que me apresuré a tomar algunas cosas para limpiar y me dirigí a la habitación de los niños para arreglar todo antes de que llegaran, pero antes de terminar de subir por las escaleras, me di cuenta que había olvidado algunas cosas, por lo que decidí regresar a la cocina por lo que necesitaba, sin embargo, justo antes de llegar, escuché las voces de ambos chicos y me quedé quieta.

-        ¿Y ella quien es? – cuestionó el chico cuyo nombre desconocía

-        Es Katy, trabaja aquí hace un año

-        ¿Y porqué se viste así?

-        Es amish

-        ¿Amish? – cuestionó el chico y noté cierto tono de curiosidad en su voz

-        Hay una comunidad cerca de aquí; viven como estancados en el tiempo, con carruajes y sin electricidad

-        Me parece una locura

-        Yo decía lo mismo, incluso llegué a pensar que estaría un poco loca, pero es agradable y es amable con mis hermanos; mi madre dice que es un gran apoyo, así que no me meto con ella

-        Sigue pareciéndome extraña

-        Créeme, lo sé; lleva un año aquí y aun así sigo creyendo que es rara

Ya no quería escuchar más, así que di un paso adelante entrando en su campo de visión y me apresuré a tomar lo que me hacía falta para salir de ahí rápidamente y antes de que algunos de ellos, pudiera decir algo más, simplemente me alejé y me dirigí a la habitación de los niños.

Dediqué todo mi tiempo a cumplir con mi trabajo, limpié la habitación, ordené todas las cosas y después repetí lo mismo en el salón de juegos de los niños; una vez que acabé con el piso superior, volví a bajar a la sala y limpié la cocina para después salir al jardín trasero y regar las plantas, pero antes de que pudiera volver a entrar, aquel chico salió de la casa tomándome desprevenida.

-        Hola – dijo y simplemente agaché la cabeza e intenté entrar a la casa, pero él me impedía el paso – Me llamo Asher – dijo en un tono amable, pero permanecí en silencio – Nos escuchaste ¿no? – cuestionó y entonces levanté la mirada

Ese chico tenía los ojos azules, de un azul tan profundo que me recordaba al cielo; su mirada era intensa y por un segundo me perdí en sus ojos, pero cuando sonrío, reaccioné de golpe.

-        Lamento si lo que dije te molestó de alguna forma, no era mi intención; es solo que nunca había visto a alguien como tú

-        ¿Alguien como yo? – cuestioné frunciendo levemente el ceño

-        Un amish... - murmuró – Nunca había visto un amish antes, tampoco sé muy bien quienes son...

-        No deberías llamar a alguien extraño solo porque no lo comprendes

-        Lo lamento – repitió y suspiré

-        No te preocupes, comprendo porque dijiste lo que dijiste

-        ¿Podemos empezar de nuevo? – preguntó sosteniéndome la mirada y asentí con lentitud – En todo caso, me llamo Asher – repitió tendiéndome la mano – Es un gusto conocerte

-        Katherine – respondí aceptando su mano – Es un gusto


ACTUALIDAD

Estaba agotada; llevaba doce horas sin dormir y moría de hambre, pero adoraba mi trabajo; nunca creí que las luces, las fotos y los aplausos me harían tan feliz, sin embargo, así era; llevaba años trabajando en esto y aunque al inicio fue duro, todo había valido la pena.

Ahora era Katherine Irons, una de las modelos más importantes del país y del mundo; mi rostro era la portada de las mejores revistas y todas las marcas exclusivas deseaban tenerme; no existía una puerta cerrada para mí ni nada que no pudiera conseguir, pero a veces cuando recordaba la persona que fui hace tantos años, una presión se instalaba en mi pecho y me costaba respirar.

Fui amish, aunque muy pocas personas a mi alrededor lo sabían; decidí cambiar mi apellido en parte para ocultar mi pasado y también para proteger a mi familia, porque mi fama podía afectarlos y eso era lo último que quería; dejé atrás a mis padres, a mis hermanos y todo lo que conocía, pero tampoco tuve otra opción, después de todo, ellos fueron los que me apartaron.

Las cosas habían cambiado mucho en los últimos años; la primera vez que puse un pie en Nueva York, todo lo que había a mi alrededor me abrumó; las personas caminaban muy rápido, casi corriendo de un lugar a otro; los edificios eran tan altos que parecía que se doblaban a la mitad; todo era caos, luces y ruido en la ciudad, pero Nueva York era mi mejor opción y tuve que hacerle frente a la realidad, por muy dura que fuera.

Me costó mucho adecuarme a la nueva vida en un mundo que era desconocido para mí, pero poco a poco aprendí a sobrevivir; cambié mi forma de vestir y busqué un empleo en una cafetería en dónde me aceptaron a pesar de todo lo que desconocía y así es como comencé a trabajar buscando un futuro mejor en esta tan complicada situación.

-        ¡Kat! – exclamó Brenda atrayendo mi atención y sacándome de mis pensamientos – Estamos por llegar – me comunicó y asentí, mientras un gran bostezo escapaba por mi boca

Eran casi las cuatro de la tarde y estaba sumamente cansada, pero todavía no podía dormirme, porque había una persona más que moría de ganas de ver y no veía la hora de llegar a casa, así que cuando el auto por fin se detuvo frente al edificio, me apresuré a bajar seguida de Brenda y ambas le agradecimos al conductor antes de ingresar al edificio para dirigirnos al Penthouse.

-        ¡Mamá! – gritó mi pequeña en cuanto abrí la puerta y corrió hacia mis brazos para que la elevara en el aire

Mi hija era mi adoración; era mi regalo del cielo y la razón por la que tanto había luchado; Rebecca era mi vida entera y cada momento a su lado era el más valioso del mundo; tenía cinco años y era brillante; no existía nada imposible para mi pequeña y con solo mirarla, todos caían a sus pies.

Rebecca era una niña dulce, adorable y muy inteligente; le encantaba pintar y bailar, pero lo que más amaba eran los deportes y podía pasar horas corriendo de un lado a otro persiguiendo una pelota y cuando un partido se transmitía por la televisión, ahí estaba ella, pegada al sofá con la mirada absorta en el juego.

Rebecca tenía el cabello largo y castaño, igual al mío; era casi una mini copia de mí, con excepción de un detalle muy importante; sus ojos, que eran de un azul tan profundo e intenso como los de su padre y por supuesto, como si el universo estuviera decidido a recordármelo, la personalidad de mi hija era casi igual a la de su padre y aunque a veces eso me volvía loca, también me encantaba.

-        ¿Cómo se comportó Becca, hoy? – le pregunté a Natalie, su niñera, quien llevaba cuidando a Rebecca los últimos tres años

-        Perfecto, como siempre – respondió Natalie sonriendo mientras mi pequeña se apartaba para bajarse de mis brazos

-        Yo siempre me porto bien, mami, lo sabes – añadió Rebecca y también sonreí - ¡Tía! – exclamó al ver a Brenda que encantada, también la recibió en sus brazos

Los últimos años el trabajo se había acumulado, por lo que encontrar a Natalie fue una bendición; ella tenía dieciocho años cuando la conocí y estudiaba educación inicial en la universidad, así que solía venir por las tardes o simplemente recogía a Rebecca después de la escuela y la traía a casa; ambas se llevaban a la perfección y mi hija la adoraba, por lo que Natalie ya era parte de la familia y estaba segura que podía confiar en ella.

A decir verdad, no muchos sabían sobre la existencia de Rebecca y aunque fue una decisión fuerte, fue la mejor decisión en ese momento; mi mayor preocupación siempre fue protegerla, por lo que no quería exponerla al escrutinio público ni a los chismes; quería que tuviera una niñez normal, quería que hiciera amigos y se divirtiera; quería lo mejor para mi hija y había luchado cada día por hacerla feliz.

Una vez que Rebecca se soltó de Brenda, pudimos despedirnos de Natalie a quien le agradecí por toda su ayuda y en cuanto estuvimos solas, mi hija volvió a mis brazos y me abrazó con todas sus fuerzas negándose a soltarme.

-        ¡Mami, mami! – exclamó emocionada mi hija, apartándose un poco, sin soltarme – ¿Vemos el partido juntas?       

-        Por supuesto – acepté sin dudarlo al ver la gran sonrisa en su rostro

Tal vez estaba en su sangre o quizá en su ADN, pero la verdad era que a Rebecca le apasionaba el fútbol americano y desde la primera vez que lo vio, quedó tan fascinaba que intentaba nunca perderse un partido y a pesar de sus cortos cinco años, era una completa fanática.

-        ¡¿Comeremos palomitas y refrescos? – preguntó Brenda dirigiéndose a la cocina y mi hija se alejó corriendo para seguirla

-        Iré a bañarme y vestirme – informé y ambas simplemente asintieron

No tardé mucho en la ducha y me coloqué un conjunto cómodo para estar en casa; me sequé el cabello y lo cepillé con cuidado para después regresar a la sala en dónde todo ya estaba preparado para que pudiéramos disfrutar del partido, así que simplemente tomé asiento al lado de una muy emocionada Rebecca mientras Brenda se acomodaba en el sofá y comía de un gran tazón de palomitas y caramelos.

Mientras el partido daba inicio, dejé mi mente volar en mis recuerdos y pensé en todo lo que había sucedido en estos años; nunca podría olvidar el día que conocí a Brenda y el como me ayudó a conseguir el trabajo en aquella cafetería; tampoco podría olvidar toda la ayuda que me brindó y lo mucho que me apoyó cuando supe que estaba embarazada de Rebecca; en gran parte fue gracias a Brenda que logré seguir adelante y siempre le estaría agradecida por todo lo que había hecho por nosotras.

-        ¡Mira mami! – exclamó Rebecca atrayendo mi atención - ¡Son los San Francisco Raiders! – gritó emocionada y centré la mirada en la televisión

Los San Francisco Raiders eran los favoritos para ganar el super bowl; eran uno de los equipos estrella del país y tenían millones de fanáticos, entre ellos, mi pequeña hija que no se perdía ninguno de sus juegos; pero yo no compartía esa fascinación por el equipo, al contrario, cada vez que los veía sentía un nudo en el estómago.

No es que no fueran un equipo grandioso, porque en realidad sí lo eran; pero el problema era que él pertenecía a ese equipo y aunque estaba a cientos de kilómetros, el solo verlo a través de la pantalla me ponía ansiosa.

-        ¡Y ahora ingresa Asher Hunt, nuestro quarterback estrella! – gritó el comentarista deportivo principal y mi hija gritó con emoción mientras yo soltaba el aire que estaba reteniendo en mis pulmones

Asher...

Ese era un nombre que jamás podría olvidar por más que día con día intentaba borrar todos los recuerdos que compartíamos; llevaba años convenciéndome de que era un tema superado, pero cada vez que veía los ojos de mi hija, todo parecía volver; después de todo, Asher no solo era el quarterback estrella de los San Francisco Raiders; él también fue el primer hombre que se ganó mi corazón y el primero que lo rompió.

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