20: Capítulo 19

Capítulo 19

El viernes de esa misma semana, durante su sesión en el gimnasio, Sooz recibió la notificación de que algo la aguardaba en la recepción de la Academia.

El recepcionista, al verlas acercarse, se limitó a recoger una hermosa planta y entregársela a Sooz.

—Eso debe de haber costado mucho —apreció él. A ninguna se escapó la mirada, entre admiración y celos, del muchacho.

Quizá provenía de su padre, pues su relación no había sido muy buena desde entonces. Pero le parecía poco probable. Nunca antes había hecho algo así, y no iba a empezar ahora que se encontraban en problemas tan serios.

—¿Y bien...?

—¿De quién es? —Las chicas la habían seguido y estaban muertas de curiosidad. También lo estaba ella, si había que ser sincera. Era un regalo precioso. La maceta era marrón; y las hojas, de un verde oscuro, se abrían como hojas de lechuga desde la base de tierra. De esas hojas salían tiesos tallos de un verde más claro, que se elevaban un palmo por encima de estas, y terminaban en hermosas flores de base anaranjada y extremo amarillo.

Sooz examinó la maceta, buscando el código que debía escanear con su Secbra, para averiguar quién la había enviado.

—No puedo creer que Elek sea de los que derrochan dinero de esta manera —dijo Ash.

—No ha sido Elek —aseguró Sooz.

—Entonces, ¿quién?

Sooz localizó el código y lo situó a la altura necesaria para que su Secbra lo escaneara y arrojara luz sobre aquel misterio. Lo que encontró fue inesperado; pero al mismo tiempo tenía sentido, pues provenía del hijo de una de las familias más adineradas de Noé.

—Es de Raoul Davini —aclaró.

—¿Davini? —Repitió Ash, arrugando la frente—. ¿De los Davini? ¿Davini Riquini?

Sooz asintió. No era la primera que escuchaba el mote.

—Así es. Tengo el placer de conocer al primogénito en persona. Sustitúyase «placer» por sufrimiento.

—¿En serio? El hijo mayor de los Davini, Raoul, es un Dios terrestre.

—¿Dios terrestre? —Intervino Driamma, muy interesada—. ¿Cuándo vamos a conocerle? Y lo más importante de todo: ¿Por qué te manda flores?

Sooz puso los ojos en blanco, con desagrado.

—Raoul «Idiotini» no es más que un pijo mimado y consentido, cuyos padres eran tan ricos que se pudieron permitir pagar la perfección genética de su culo antes de que naciera, y por esa razón ahora se comporta como «un culo» todo el tiempo.

—¿Perfección genética?

—Los rumores cuentan que sus padres untaron de dinero a su genetista para que, a la hora de seleccionar los genes más fuertes del bebé, como hacen con todos nosotros, fuera más allá —explicó Ash, entusiasmada con el tema—. Mi hermana y yo siempre chismorreábamos sobre la familia Davini; y, de pequeña, solía fantasear con la idea de que un día Raoul vendría a visitar Pentace y nos enamoraríamos.

—¿Qué quiere decir con que «le pagaron para que potenciara los genes de Raoul»? —Continuó Driamma, ignorando las fantasías de Ash.

—Al parecer, es posible modificar los genes un tanto para hacerlos mejores. Por supuesto, es ilegal. El genetista debe limitarse a escoger los mejores genes de entre las posibilidades que existen en un padre y una madre, y sacar al mejor bebé posible de estos. Por lo que, probablemente, solo sean rumores. La familia Davini nunca lo ha admitido —contestó Ash.

—¿Y es tan guapo como dicen?

—Para empezar, los genetistas son perfectamente capaces de modificar genes; y, para terminar, Raoul es irritante. Nadie debería ser perfecto; es aburrido y antinatural. Y creedme cuando os digo que crecer escuchando que la gente te llama Raoul Riquini porque eres rico y... Bueno, porque «estás rico», no es la mejor manera de forjar un carácter.

Ambas chicas la observaron con expresión risueña, y Sooz sabía que no la habían escuchado, sino que estaban soñando con la leyenda.

—¿Puedes explicarnos qué quiere de ti un ser tan despreciable, capaz de mandar estas abominables flores a una ara?

Sooz puso los ojos en blanco y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Raoul me odia. Hace un año le gané en el campeonato de ciclismo de Noé, y como no acepta que nadie pueda ser mejor que él porque, de verdad, se cree perfecto, ha estado obsesionado conmigo desde entonces.

—Pero, ¿compiten ambos sexos juntos? ¡Qué extraño!

—Para nada. Competimos por separado, pero a alguien se le ocurrió comparar nuestras marcas, siendo él el vencedor masculino, y yo la femenina; y resultó que había vencido por una sola décima de segundo. Al año siguiente, convirtiéndose en una especie de tradición, volvieron a comparar nuestras marcas y yo le había superado en varios segundos. Desde entonces, Raoul ya no compite contra los demás corredores masculinos, sino que compite contra mí. Me he encontrado con él en varias ocasiones, y siempre se muestra competitivo y desagradable. Y, durante este año, me ha invitado dos veces a pasar el fin de semana en su casa para una competición privada en sus maravillosas pistas.

Driamma y Ash intercambiaron una mirada que Sooz no tuvo problemas para interpretar.

—¿Por qué te las envía?

—Al parecer, han cancelado el campeonato de este año —contestó, encogiéndose de hombros. No obstante, no había terminado de decirlo cuando comprendió la razón. La destrucción de Kaudalon iba a provocar muchos cambios en la vida de Noé; para comenzar, cancelaría todas las actividades innecesarias con alguna excusa que no despertara la alarma.

Ash recogió la planta de la mesa, donde Sooz la había depositado, y escaneó el código.

—¿Qué significa el último párrafo? —Preguntó, después de que su mirada se endureciera por unos segundos.

—Es una invitación para vernos en la próxima backstreet.

Por las expresiones de las chicas, dedujo que no tenían ni idea de lo que significaban sus palabras. Miró de un lado a otro antes de proceder.

—Cada seis meses, se celebra una fiesta clandestina con bebidas alcohólicas en Noé. Cada vez tiene lugar en un sitio distinto y, para poder descubrir la localización, tienes que escribir la contraseña, que esta vez es esta frase que habéis visto escrita, en Facebook y, entonces, recibes un mensaje con la fecha y la ubicación exactas.

—¿Cuándo es? Vamos a ir, ¿verdad? —Rogó Driamma, con ímpetu. Se acercó a Sooz para sujetarla por los hombros—. Dime que no vamos a perdernos esa fiesta.

—Por supuesto que sí. Nunca he estado en una. Te aseguro que no voy a empezar ahora que nos encontramos en una situación tan crítica.

Driamma se llevó las manos a la cabeza.

—Justamente por eso hay que ir. Nos estamos quedando sin agua y sin lugar al que ir cuando se termine del todo. ¿Os dais cuenta de que en dos meses podríamos estar muertas?

 —Sooz, tiene razón —comenzó Ash, sorprendiéndola. No era, precisamente, la más aventurera de las tres.

—Me he pasado la vida entera recluida en el mismo lugar, he tenido la infancia más larga e inocente de la historia de la humanidad. Sinceramente, si voy a estar muerta en dos meses, quiero haber sido mala, al menos, una noche en mi vida.

Sooz arrugó los ojos.

—Aras, dudo mucho que esa fiesta vaya a tener lugar siquiera. Es dentro de un mes, y para entonces las cosas pueden estar mucho peor, y la verdad sobre Kaudalon descubierta. Tenemos cosas mucho peores de qué preocuparnos que de una estúpida fiesta. Sería muy inmaduro...

—¿No lo entiendes? Mi hermano podría estar allí —estalló Driamma—. Le conozco bien, si está en alguna parte de Noé no se lo perdería  por nada. Es mi única oportunidad de buscarlo.

Sooz centró su atención en las flores, incapaz de sostener la esperanzada mirada de la muchacha.

—Ni siquiera te importa lo que estoy diciéndote. Nunca te has preocupado por ayudarme a encontrar a Bronte cuando tú eres la que más medios tiene para hacerlo —le gritó, herida—. Eres una maldita egoísta.

Sooz gritó su nombre y le pidió que volviera, pero fue en vano. Driamma continuó caminando y cruzó la puerta hacia el jardín, probablemente dirigiéndose a su habitación.

Se volvió para mirar a Ash, que observaba a la muchacha con la misma expresión de preocupación que ella.

—Debemos decírselo ya —sugirió ésta en tono grave.

Sooz asintió, despacio, frotándose una mano contra los labios, y sintiéndose enferma ante la idea.

—Pero no esta noche —rogó—. Dejemos que se divierta esta noche. Mañana se lo diremos.

Sooz cruzó el umbral hacia el interior de su habitación y, al ver su salón, un relámpago con la imagen de Elek tirado en su sofá cruzó por su mente. Había ocurrido al día siguiente de su encuentro en el jardín.

Se lo había encontrado en su habitación al regresar del gimnasio.

—¿Te has equivocado de habitación? —Le había preguntado, dejando su bolsa de gimnasio sobre la mesa.  

Elek no se molestó en volverse hacia ella, sino que continuó con lo que fuera que estuviera haciendo con su Secbra con los ojos cerrados.

—Me gusta más cómo huele tu habitación —contestó, aún sin mirarla—. Creo que voy a pasar más tiempo aquí.

Sooz se acercó y le dio una suave patada en la pierna que descansaba sobre la mesa. Él la apartó, aún sin abrir los ojos, y  pudo pasar para sentarse a su lado.

—Está el pequeño problema de que esta habitación ya tiene dueña —protestó, echándose sobre el respaldo del sofá, y dejando caer la cabeza hacia atrás.

Elek giró el cuello, abriendo los ojos por primera vez para mirarla.

—Bueno, si no haces mucho ruido te dejaré pasar aquí las tardes también.

Ahora que sus miradas se habían entrelazado, los ojos de él se volvieron más opacos, como si estuviera recordando momentos concretos de su encuentro en el jardín. Sintió que sus huesos y sus músculos se disolvían sobre el sofá que, por suerte, la sostenía.

Pero Elek no la besó.

—¿Quieres jugar al Maximiser? —Le propuso.

Así que eso era lo que había estado haciendo mientras la esperaba. Y ahora quería empezar otra partida con ella, como si fueran niños otra vez, y nada complicado se interpusiera en su amistad. Pero aquél era un juego difícil, porque ya no eran niños. Podía sentir el calor emanando de su cuerpo masculino, que ya poco tenía de infantil, y también su fragancia era distinta.

—No puedo jugar ahora, Elek —comenzó, intentando que su voz no sonara tan afectada como la de él—. Tengo cosas que hacer.

Elek miró la bolsa de gimnasio sobre la mesa. Era lo único que estaba fuera de su sitio en todo el impecable salón.

—Te ayudo con lo que sea que tengas que hacer.

Sooz suspiró, sintiéndose superada por la situación. Si pasaban otros cinco minutos solos en su habitación no habría catástrofe lo bastante grave para evitar que se repitiera lo que había ocurrido en el jardín. ¿Y dónde les dejaba eso? Eran amigos que pasaban tiempo juntos, y si entre sus actividades figuraba el acostarse juntos, ¿en qué se diferenciaba eso de ser novios?

Era demasiado complicado. No podía dejarse llevar por las malditas mariposas en su estómago.

—Pensaba que hoy le tocaba a Shona disfrutar el honor de tu compañía —bromeó, levantándose del sofá. Se acercó a la bolsa de gimnasio y la abrió para comenzar a sacar sus pertenencias.

—¿Shona? —Repitió él, divertido.  Lo oyó levantarse y acercarse lentamente a ella—. No, ni Shona ni ninguna otra pueden hacer nada por mí, ahora que me has envenenado.

Su corazón se disparó, enloquecido por las palabras que acababa de escuchar. ¿Acaso estaba insinuando que quería estar solo con ella? La grandeza de aquella declaración la sacudió como un huracán, aturdiéndola y confundiéndola en un mar de sentimientos. Algunos de un placer que calmaba sus retorcidos celos, y otros de alarma y miedo.  No logró terminar de analizar qué parte ganaba, pues él se situó a su espalda, apoyando ambas manos en la mesa, acorralándola contra esta, y hundió el rostro en su pelo, acariciándola con su nariz hasta la base de su cuello.

—Soy tu yonqui, piensa bien qué vas a hacer conmigo.

Elek bajó el tirante de la camiseta de Sooz y comenzó a besar suavemente su omoplato y su hombro pero, al subir hasta su cuello, pareció perder la paciencia y los suaves besos se transformaron en profundos.

Sooz se dejó caer hacia delante, apoyando ambas manos sobre la mesa, cuando sintió los labios del chico en la parte superior de su espalda. La mano que había desnudado su hombro comenzó a deslizarse por su esternón, y ese cosquilleo, junto con el de la espalda, le provocó un suspiro.

—Vamos, arriba —le ordenó con impaciencia al oírla, y separó sus cuerpos para que pudieran caminar.

Sin embargo, el frío que la invadió al perder el contacto con el muchacho logró devolverle la conexión con su cerebro y en este sonaba una alarma de peligro, Respiró hondo, dándole tiempo a que regresara su voz.

—Creía que ya te había pagado ayer —se oyó decir como si quien hablara fuera su malvada hermana gemela. Pero funcionó: Elek ya no parecía querer desnudarla, sino que primero se mostró confundido, pasando rápidamente después al dolor.

—Zsuzsanna, no te atrevas a insinuar siquiera que ayer me estabas pagando algo —le gritó—. No después de todas las veces que te he sorprendido observándome, e incluso comiéndome con esos ojos azules. No después de tus despliegues de celos por Driamma, Shona, y cualquier otra que se me acercara.

A medida que iba hablando, Elek se iba enfureciendo más y más.

—Está bien —le interrumpió—. Reconozco que desde que has madurado, he intentado llamar tu atención. Pero eso no quiere decir que esté dispuesta a empezar una relación contigo ahora, en mitad de...

—¿En mitad de qué?

Sooz se mordió los labios, arrepintiéndose de lo que había estado a punto de desvelar.

—En mitad de tu juventud, cuando aún puedes encontrar algo mejor, ¿verdad? —Dedujo él con animosidad—. Mejor dejar a Elek en el banquillo un poco más, ¿no?

—Elek, no es eso —comenzó ella, aunque él no se quedó para escucharlo, sino que se dirigió hacia la salida.

—¿Sabes, Sooz? Mientras estoy en tu banquillo, puedo ser fichado por otra que me considere lo suficientemente bueno para jugar de titular —le espetó antes de dejar la habitación.

—¿Sooz? —La voz de Ash la trajo de nuevo al presente—. ¿Te importa que me dé una ducha rápida? He sudado recogiendo el comedor hoy.

Sooz asintió con la cabeza, distraída por sus recuerdos y el hecho de que pronto Elek estaría allí.

—¿Esta es la primera vez que hay un código rojo en Noé? —Preguntó Driamma, una vez que Ash se encerró en el baño.

Como bien había supuesto, Driamma le había hablado con «normalidad» durante la cena, sin mostrar enfado, aunque Sooz no era tonta y podía notar la tirantez en todos sus comentarios dirigidos a ella.

—No. Pasó en otra ocasión cuando las máquinas de oxígeno dejaron de funcionar durante dos horas —contestó Sooz, recordando el incidente que había ocurrido a los pocos meses de llegar a Noé. Por suerte, solo fue un fallo del software y Lashira Kahn lo pudo solucionar pronto, antes de que la situación se tornara drástica.

—Ese bara es una especie de Dios, ¿no?

—¿Hablando de mí? —Preguntó Gábor al entrar en la habitación, seguido de Elek y Taly.

—¿De quién si no? —Le contestó Sooz con marcado sarcasmo. Elek  se sentó al lado de Driamma, pero no parecía para nada contento de estar allí.

—Pensaba que los árboles de Noé producían el oxígeno —protestó Driamma, frunciendo el ceño.

—Los arboles producen el oxígeno, pero las máquinas lo mejoran, lo almacenan y lo distribuyen por todo Noé y demás plataformas —le contestó Elek—. Si las máquinas no funcionan, el oxígeno no se extiende correctamente por Noé, puesto que carecemos de atmósfera.

Gábor se acercó a la puerta del baño.

—¿Quién hay ahí? —Le preguntó a su hermana.

—Ash, que se acaba de duchar.

Gábor se inclinó sobre la puerta.

—Ash, necesito mear. ¿Estás desnuda?

La confirmación de la chica les llegó ahogada por la puerta.

—Abre la puerta entonces, por mucho que me concentro no logro ver a través de ella.

Un bufido fue la única respuesta que obtuvo.

Taly comenzó a distribuir las pizzas sobre la mesa para que pudieran comenzar a comer.

—No te molestes en vestirte —continuó Gábor, apoyando la espalda contra la puerta del baño, como si estuviera haciendo guardia—. Tu nombre se ha mencionado junto con la palabra ducha; cuando salgas, vamos a imaginarte desnuda de todas formas.

En ese momento, Ash abrió la puerta provocando que el chico estuviera a punto de caer hacia atrás.

Se había vestido con una sencilla camiseta deportiva y unos pantalones de pijama. Sin embargo, había echado un vistazo al espejo antes de salir, y la combinación del maquillaje permanente con el pelo mojado y la ropa informal le daban un toque sexy. Por lo que tuvo un momentáneo ataque de confianza que le permitió no sonrojarse ante la intensa mirada con que le estaba recorriendo el cuerpo, lentamente, como había prometido.

Aún con la mirada enganchada a la de Ash, giró para situarse dentro del baño.

—¿Dejo la puerta abierta y así no tenemos que concentrarnos para ver a través de ella? —Se burló Ash, intentando devolvérsela.

Sin embargo, Gábor se limitó a encogerse de hombros y comenzó a desabrocharse los pantalones, decididamente delante de ella. Ash dejó de sonreír y se apresuró a buscar el pomo de la puerta para cerrarla.

—Rajada —le oyó decir antes de cerrarla del todo.

Se sentó al lado de Sooz, intentando ignorar la fascinada mirada de Taly.

—Las flores —le susurró lo más discretamente posible—. Están en tu baño, tu hermano va a verlas.

—Genial —se lamentó Sooz, sarcásticamente, observando a Elek—. Se me olvidó ponerlas arriba.

Como habían sospechado, Gábor no solo no lo dejó pasar, sino que salió del baño llevando la planta con él, y la colocó donde todos pudieran verla.

—¿En serio, hermanita? —Exigió con  incredulidad—. ¿Tú y Riquini?

Ash no se sorprendió al ver a Elek dejar su animada conversación con Taly y Driamma a medias para mirar las flores con espanto, y enseguida sus ojos pasaron de estas a Sooz con la expresión más dolida que jamás hubiera visto en su vida. Casi podía ver el corazón del chico rompiéndose en mil pedazos a través de sus ojos. Cualquiera hubiera dicho que alguien con un físico tan atractivo jamás tendría que pasar por ese dolor.

Sooz también tenía la mirada fija en él, y parecía estar debatiéndose entre matar a su hermano o lanzarse a abrazar a Elek.

—No hay nada entre Raoul y yo —se defendió. Pero Elek no pareció creerla en lo más mínimo. Su mirada de dolor se había transformado en una máscara de absoluta decepción. Quizá Sooz no debería haber elegido el nombre de pila del muchacho para su declaración. La familiaridad la hacía sonar contradictoria. 

—Y te invita a la próxima Backstreet —continuó Gábor, ignorando lo que estaba ocurriendo entre su hermana y su mejor amigo, y el efecto que sus palabras estaban causando en ambos—. ¿Vas a ir?

—Sí —se apresuró en contestar Driamma por ella—. Nunca sabes a quién puedes encontrarte en una de esas fiestas.

Gábor sopesó esa idea por un instante.

—Cierto, incluso Lashira Khan podría estar allí —se burló.

—¿Vemos una película? —Propuso Ash de repente.

—Después de limpiar la cocina esta noche, si me ponéis una película me dormiré —protestó Taly—. ¿Por qué no jugamos a la baraja del beso?

Ash no estaba segura de qué juego se trataba, pero le sonó a problemas.

—¿Cómo se juega?—Preguntó nada entusiasmada.

—Entrad en el enlace que os he mandado —les pidió Taly.

—¿Y qué pasa conmigo? Yo no tengo esa autonomía usando mi Secbra —se quejó Driamma—. ¿No tenéis cartas holográficas que pueda ver delante de mí como la gente normal?

—¿Por qué ver con tus ojos cuando puedes ver con tu mente? —Le sonrió Elek.

―A lo mejor Ash puede entrar en tu Secbra y conectarte —propuso Sooz con los ojos clavados en ella.

Fue como si un cubo de lava volcánica hubiera sido derramado sobre su cabeza. Las veces que había entrado en el Secbra de Driamma le había explicado que era ilegal y podía meterla en un lío pero, ¿y si aún así se lo había contado a Sooz?

—Me dijiste que te gustaba desarrollar troyanos —explicó esta—. Tal vez un día logres hacer uno que te cuele en el Secbra de otra persona.

La carcajada de Gábor resonó a su lado.

—Quizá cuando los Gábors sean feos —se burló él, dándole palmaditas en la mejilla.

—Es «cuando las ranas tengan pelo» —lo corrigió Taly.

―No, porque es algo incluso menos probable que ver a una rana con pelo. Tan improbable como que yo me vuelva feo. ¿Tengo que explicároslo todo?

Ash reprimió una sonrisa. Por un instante fantaseó con la idea de entrar en el Secbra de Gábor y darle una lección.

—¿Lista? —Preguntó Taly.

Driamma asintió, mostrándose orgullosa y concentrada.

—Explicaré un poco el funcionamiento para las novatas —continuó Taly—. Cada uno de nosotros tiene una tirada con una prueba distinta. Por suerte, el juego analiza tu ADN evitando emparejar a parientes o, si se selecciona la opción, a gente del mismo sexo.

Después de una ronda de besos en sitios extraños que eran un tanto ridículos y les hizo reír por lo cómico de la situación. Ash comenzó a relajarse pues no era para nada lo que se había imaginado.

—Solo salen besos tontos, ¿no? —Señaló Driamma después de la segunda ronda, un tanto decepcionada.

—No te preocupes. El juego está probando —contestó Sooz.

Driamma se mostró tan confundida ante esta revelación como la propia Ash se sentía.

—Siempre comienza con dos rondas de besos mezclados, porque analiza la respuesta de tu cuerpo con cada jugador. El jugador que más altere tus constantes vitales será con el que te emparejará en las futuras pruebas.

Driamma rio, deleitada.

—Qué juego tan filho da puta —apreció en portugués, mirando a Taly—. Ya sé por qué te gusta.

Mientras que Driamma parecía encantada, ella no podía haber imaginado nada peor. Un juego que iba a leer su alma y desnudarla ante los demás. Se planteó cavar un hoyo y esconderse en él. Intentó buscar alguna excusa para dejar de jugar pero nada se le ocurrió.   

—Sigamos jugando —dijo Driamma, frotándose las manos.

Se lo tomaba con humor porque ella no tenía nada que ocultar, pensó Ash, sacudiendo la pierna con nerviosismo. Bastaría con escuchar el nombre de él para que ese maldito traidor que tenía por cuerpo activara la alerta máxima del juego. Una sirena acompañada por una luz roja y agentes especiales del S.W.A.T., vestidos de negro, se desplegarían por las paredes para detenerla por ilusa y todos sabrían lo mucho que Gábor le gustaba.

—¡Taly! —exclamó Driamma, apuntándolo a la cara con la luz de su Secbra y haciéndole arrugar los ojos y apartar la cara. Estaba claro que la chica iba a tomar el liderazgo del juego.

—Llegó tu hora de confesar. ¿Tienes sentimientos por alguien de este grupo? —Leyó en voz alta.

Era una pregunta con trampa, pues el juego no preguntaba si no sabía que la respuesta estaba próxima a la afirmación.

—Me habéis pillado —contestó Taly, encogiéndose de hombros.

Gábor lo miró con una expresión que Ash no logró leer, y se preguntó si alguna vez habían hablado de ella.

—¿De cuál de ellas dos? —Interrumpió Sooz en voz alta, intercalando la mirada entre Driamma y Ash.

—¿A ti quién te ha dicho que es una de vosotras? —Protestó Gábor con una feminidad exagerada—. ¡Lagartas!

Ash miró a Taly de reojo. Parecía traerle al fresco que se descubrieran sus sentimientos. Después de todos los nervios que había pasado ella para ocultar los suyos, no pudo más que sentir respeto por él.

—Driamma —exclamó Taly, contento de poder volver las tornas contra ella—. ¡Pregunta! Yo no sé los demás, pero yo me muero por saber cuál es la relación entre tú y Tesk.

La chica inspiró profundamente mientras pestañeaba, en busca de paciencia. Aquella era la pregunta que ellas nunca se cansaban de hacerle y, al parecer, no eran las únicas.

De una vez por todas —comenzó Driamma con tono claro y firme—: No hay nada más allá de lo académico entre nosotros.

Un estruendo retumbó en la habitación y Ash saltó sobre sí misma, asustada por el sonido. Era una especie de bocina, pero más grave, que se repitió dos veces hasta desaparecer por completo.            

El sonido provenía del Secbra de Driamma.

—¿Se puede saber qué ha sido eso?  

—Eso es el mentiroso —le explicó Sooz—. Recuerda que el juego controla tus constantes vitales, por lo tanto reconoce las variaciones típicas de una mentira.

Ash sintió lástima por Driamma; la chica parecía confusa, quizá ni ella misma entendía sus sentimientos.

¡Estúpido juego!

—Pero... Si no miento —protestó Driamma.

—¿Y cómo explicas que el otro día Tesk casi atacara a Elek porque te sostenía por la cintura? —Inquirió Taly—. No se apartó de ti hasta que vio que nos marchábamos a nuestras habitaciones.

—Imagino que es su deber, como profesor, evitar que una Academia con adolescentes estériles se convierta en un burdel.

—Vamos, deja de engañarte —interrumpió Sooz—. Claramente, él tiene sentimientos hacia ti, y creo que en el fondo sabes que son mutuos.

Driamma la atravesó con la mirada y Ash temió lo peor.

Sin duda, aún estaba resentida por lo ocurrido aquella tarde y esa era su oportunidad para devolverle una parte del crimen por el que la creía culpable: No haberse molestado en ayudarla a buscar a su hermano, y estaba claro que una parte de ella las odiaba por ello.

—¿Aún estás hablando de mí y de Tesk? —Le espetó—. ¿O de ti misma? —Sugirió, golpeando el hombro de Elek con una mano, y dejándola descansar allí para dejar claro, a todos, las implicaciones de la pregunta.

Sooz enrojeció furiosamente ante la sugerencia, algo que Ash jamás había presenciado antes. Pocas palabras lograban azorar a esa chica. Sea lo que fuere que había ocurrido entre ellos, era más importante de lo que dejaba entrever. Parecía debilitada como si toda la fuerza arrolladora que le era característica se hubiese esfumado.

—¿Quién va ahora? —Preguntó Elek con frialdad. Sus hombros hundidos, hastiado de esa historia—. No hay mayor estupidez que volverse loco analizando los posibles sentimientos ocultos de otra persona cuando lo que cuenta son sus acciones.

Todos callaron ante esto; algunos porque no entendían a qué se estaba refiriendo, y otras porque sabían a quién iba dirigido.

—Dos preguntas para Ash —leyó Taly, intentando devolver el juego al tono animado.

Ash se echó a temblar. Prefería tener que besar la suela del zapato de alguien, o incluso pasar siete minutos encerrada en un armario con uno de ellos, como solía ocurrir en los libros. Cualquier cosa antes que responder a preguntas con un detector de mentiras insertado en su cerebro. Se planteó buscar una manera de desconectarse del juego ocultamente para que ninguno de ellos lo presenciara, pero no le daba tiempo a pensar en la forma de hacerlo cuando Gábor ya estaba girando sobre sí mismo para encararla.

Concentrada como estaba en pensar una solución, no lo vio venir hasta que las palabras penetraron en su entendimiento.

—Ash, ¿alguna vez has usado el brazalete con un bara?

Se permitió a sí misma repasar la pregunta una vez más antes de dejar que la bofetada de lo que acababa de ocurrir la golpeara. Gábor, que por mucho que le molestara reconocerlo, no era tonto, había comenzado a montar el rompecabezas de Ash.  Había comenzado a dudar de que el verde de su brazalete significara repulsión, en absoluto. Probablemente, a esas alturas, la idea de que podía significar lo opuesto ya le estaba rondando el pensamiento, y aquélla era la oportunidad perfecta para salir de dudas.

No podía creer que fuera a ocurrir así. Iba a perder su mejor coartada para las veces en las que la había sorprendido mirándolo, para las veces que enrojecía ante su presencia, para las veces que como un imán no podía evitar irse acercando a él, o esperar hasta tarde en su balcón para empezar alguna estúpida conversación que siempre se le iba de las manos. No solo iba a perder su coartada, que hasta el momento había obligado al chico a buscar otra explicación para todas esas cosas, sino que iba a admitir que se trataba de todo lo contrario.

—¿Ash? —Inquirió él, con los ojos brillantes. Al parecer su silencio ya le valía para celebrar su victoria

—Un momento, estoy haciendo memoria —fingió ella, sintiéndose ligeramente mejor al verlo apretar la mandíbula molesto.

«¡Ja!»  Le debía esa, por lo menos.

Al fin, se resignó. Puede que fuera una miedosa, e incluso cosas normales le causaran pánico, pero definitivamente no era una cobarde. Él pedía una declaración de sus sentimientos más ocultos y eso era lo que iba a darle—. Sí —dijo, intentando parecer tranquila—. Una vez.

Gábor sonrió con satisfacción.

—Esa única vez... —comenzó él, regodeándose en el momento—. Dinos, ¿hubo pasión?

Se prometió a sí misma que le sostendría la mirada y, ya que iba a decirlo, lo haría con orgullo.

—Sí, Gábor, gracias por interesarte. Sí que la hubo. Por mi parte, por lo menos.

—¿Hola? —La llamó Sooz, con indignación—. ¿Por qué no sabemos nada de esa historia?

«Genial.» 

Ahora las chicas exigirían saber cómo, cuándo y con quién había ocurrido. No había calculado los daños colaterales.

—¿Alguna vez vas a abrirte a nosotras? —Le espetó Sooz, sorprendiéndola por lo amargo de su tono.

—Créeme, no pasó nada. No fue nada importante.

No sabía bien si intentaba convencer a su amiga, a Gábor o a sí misma.

—A mí no me parece que la pasión sea na... —comenzó Sooz, pero se detuvo antes de terminar la frase, quizá temiendo que Ash le fuera a pedir que se aplicara el cuento, como había hecho Driamma poco antes— ¿Por qué, Ash? —Continuó al reponerse—. ¿Por qué tanto misterio? No te entiendo... Es como si te avergonzaras de ser lo que eres.

Las palabras de Sooz, tan cercanas a la realidad, le asestaron un golpe que la dejó desnuda e indefensa.

¿Por qué ocultaba sus sentimientos hacia Gábor? ¿Por qué no quería que nadie conociera su verdadera identidad? No lo sabía con certeza. Al principio, solo quería evitar llamar la atención. Más adelante quería evitar decepcionarlos. Pero, tal vez, Sooz tuviera razón. Se avergonzaba de sí misma. Veía un reflejo caricaturesco de sí misma en los ojos de los demás, y sin poder evitarlo se convertía en ese reflejo distorsionado, dejando incluso de ser quien había sido siempre. Todo porque quería evitar proclamar suya cualquier cosa, como una verdadera identidad que conllevara cumplir unas expectativas o reconocer sus sentimientos por alguien, y soportar que todos lo supieran; que todos tuvieran una opinión sobre si era lo suficientemente buena para ello o no.

—Ya he respondido a mis dos preguntas —se limitó a decir. Y vio cómo Sooz sacudía la cabeza, sin comprenderlo.

—Es cierto, ya ha contestado a sus dos preguntas —la defendió Taly.

Sorprendentemente, no parecía molesto ni celoso tras su confesión. Quizá Ash había sobrevalorado los sentimientos del muchacho.

—Es tu turno, Sooz —continuó él, suavizando el tono.

Ésta cerró los ojos y apretó los labios, lamentándose en silencio.

—Pregunta fácil —comentó Taly, ignorando que esa era la peor pregunta que le podían hacer a la joven en esos momentos—: Lugar en el que perdiste la virginidad.

Gábor se tapó los oídos, protestando con disgusto.

Al parecer, Ash no era la única que iba a confesar aquella noche. Sintió pena por ella. Entendía lo que significaba desvelar un secreto al que te aferrabas como si de un escudo se tratara.

Sooz no tardó mucho en responder entre dientes, pues con el mentiroso activado sabía que no tenía elección.

—En la gran piedra del jardín.

—¿Cómo? —Gritó Elek, indignado, dirigiéndose a ella por primera vez—. ¿Es una broma?

—El mentiroso no ha sonado —aclaró Taly, confuso con la actitud de su amigo.

—¿Sabes qué, Elek? Tienes razón —concedió Gábor—. Lo primero, hermanita, pensaba que todavía eras virgen; y francamente era más feliz pensándolo. Y lo segundo... ¿Qué eres, una voyeurista de esas? ¿Cómo se te ocurre hacerlo en un sitio público? Y más en tu primera vez.

Voyeur es quien mira cómo practican sexo los demás —lo corrigió Driamma.

—Bollera, entonces.

— No... —Driamma comenzó a corregirle de nuevo, pero acabó por sacudir la cabeza, dándose por vencida.

Ash se preguntó si era la única que se daba cuenta de la conversación silenciosa que estaba desarrollándose entre Elek y Sooz mientras los demás parloteaban. El chico parecía preguntarle algo con los ojos, y Sooz se limitó a encogerse de un hombro con cierta timidez. Una de las dudas que la habían asaltado después de lo ocurrido en el jardín era que si Elek podía sentir que había sido su primera vez. Driamma le había asegurado que no tenía por qué notarlo y, al parecer, tenía razón. Elek estaba totalmente pasmado con la noticia. Sooz les había explicado que ella siempre aparentaba ser más experta de lo que en realidad era, sobre todo delante de los amigos de su hermano.

—Ya no quiero jugar más a esto —susurró Sooz, levantándose—. Si no os importa... La fiesta está acabada.

           

Salieron de la habitación. Taly, cuya habitación se encontraba en la misma calle que la de Sooz, se despidió de ellos.

Los cuatro comenzaron a caminar por la callecita iluminada por la luna. Ash se sintió extraña, como si fueran dos parejas que acababan de dejar una fiesta y volvían a casa juntos.

La noche era agradable, como todas en Noé. La temperatura era ideal para quedarse fuera. El murmullo de otros alumnos, charlando mientras caminaban por la calle o desde sus balcones, indicaba que la noche era joven.

La fantasía de Ash sobre las parejas duró poco, pues Gábor evitó caminar a su lado o dirigirle la palabra en todo el camino. Se sintió rechazada por primera vez en su vida, y ese sentimiento la molestó, puesto que no había propuesto nada a nadie, justamente para evitar ser rechazada.

¿Cómo podía él tratarla como si le hubiera pedido en matrimonio?

Tuvo que contenerse para no patearle su trasero engreído. Aunque decidió que lo mejor era mostrarse totalmente indiferente.

La suerte no estaba de su lado porque, a escasos metros de su habitación, Driamma le preguntó a Elek si podía consultarle sobre un asunto... en privado. Dedujo que la chica quería pedirle ayuda para colarse en el backstreet que se avecinaba. Pero, por desgracia, eso la dejó caminando a solas con Gábor el resto del camino. No eran más de cinco metros, pero se tornaban dolorosamente incómodos cuando caminabas con el chico que acababa de obligarte a confesar tus sentimientos por él y ahora, horrorizado por la declaración, fingía que no existías.

Alcanzó la puerta de su habitación, sintiéndose como si una aspiradora le hubiera arrancado todos los órganos de su interior. No poseía autoestima propia, por eso necesitaba constantemente tomarla prestada de otros y recargarse de sus opiniones sobre ella, como recarga una batería.

Le lanzó una rápida mirada por el rabillo del ojo, decidida a emitir una corta despedida, pero se sorprendió cuando lo vio detenerse con ella. Abrió la puerta y, titubeando por la presencia del chico, dio un paso para entrar. Anonadada, lo vio seguirla y cómo las puertas se cerraban tras él.

—No puedo creer que nunca antes haya estado en esta habitación —se limitó a decir, observando el entorno.

Ash, enmudecida, no movió un músculo.

—Vámonos al balcón, hace buena noche —propuso él, dirigiéndose a las escaleras—. Y me cuentas qué hay entre mi hermana y Elek.

No debió sorprenderse. Sabía que Gábor era muy inteligente, y todas las tonterías que decía no eran más que un espectáculo para entretener.

—¿Por qué? ¿Qué te ha dicho él? —Se oyó decir al seguirlo por las escaleras.

—¿Esa es tu cama? —Preguntó él, mirando sobre su hombro al cruzar la habitación.

—Sí, claro —contestó, un tanto aturdida por el simple hecho de verle allí.

—¿Ahí es donde ocurre toda la magia?

—¿Qué mag... —Comenzó, pero se detuvo al verlo sonreír perversamente.

Gábor fue directo a la barandilla y se apoyó de espaldas a esta, cruzando ambas piernas a la altura del tobillo. Llevaba una chaqueta negra opaca en las extremidades y brillante en el pecho, que se ajustaba a sus brazos, cubriendo parte de sus manos. La llevaba abierta sobre una camiseta blanca y suelta.

—Cuéntame la historia y más vale que sea buena. Invéntate cosas si hace falta —exigió—. Nada de detalles sucios, de esos que compartís las chicas. Es mi hermana de quien estamos hablando.

Ash se sentó en la red que le era tan familiar, un tanto cohibida por la presencia del muchacho. Estar allí, en su balcón, le recordaba demasiado a la noche del brazalete verde. Solo que ahora era peor. Ahora él sabía cómo la hacía sentir.

—Bueno... ¿Qué te ha dicho él?

—No me ha dicho nada; es mi hermana y él es mi mejor amigo. ¿Crees que me confesaría algo? —Refutó él—. Si no fuera porque lo llevo viendo venir durante años, y porque sé que la quiere, le habría dado un puñetazo.

Ash puso los ojos en blanco.

—¿Por qué? ¿Por qué es una chica?

—No, porque es mi hermana pequeña y no debería haber ocurrido en el jardín, sin que sean novios formales.

No pudo evitar reírse ante esto.

—¿Te das cuenta de que «tus chicas» también son las hermanas de alguien? —Le preguntó, levantándose y acercándose a la barandilla. El asunto le parecía lo suficientemente seguro como para acercarse un poco más.

—Exacto, no quiero que nadie la trate como yo...

Ash enarcó una ceja, sintiéndose orgullosa de haber logrado controlar los músculos de su cara, dadas las circunstancias.

—Yo no miento, ¿sabes? —Dijo él en lugar de terminar la frase—. Siempre dejo claro que se trata de amistad «con beneficios».

¿Adónde había ido a parar su conversación segura?

—¿Amistad con beneficios? —Repitió ella como si dudara de que algo así pudiera existir.

—Todos tenemos necesidades —dijo él—. Mejor cubrirlas con una amiga que con una desconocida a quien acabas de conocer en un bar. Porque, además, ella puede darte cariño. Y yo necesito mucho cariño.

Ash sintió cómo su boca se abría para contestarle, pero ningún sonido salió. ¿Qué estaba insinuando con todo aquello?

—Interesante perspectiva —se limitó a decir, sin saber cómo responder a aquella medio-casi ¿invitación?

Gábor dejó de mirarla como si esperara algo de ella y comenzó a desperezarse.

—Y ya está, ¿no? —Protestó mientras estiraba los brazos—. ¿Ahora cómo se supone que me duermo yo, pensando en esa luz verde?

No llegó a procesar lo que Gábor acababa de decir, porque algo más había captado su atención. Algo que había alcanzado a ver en la calle una vez que él levantó los brazos para estirarse. Y ese algo la había dejado muda. Era la clase de acto que, incluso mientras lo presenciabas, te negabas a creer que fuera verdad.

Gábor, dándose cuenta de que su atención estaba centrada en la calle y no en él, se giró para descubrir de qué se trataba.

—Parece que al final voy a tener que dar ese puñetazo —dijo, dirigiéndose a Ash, pero lo suficientemente alto como para que la pareja que estaba besándose lo oyera.

Elek se separó de Driamma y ambos elevaron la mirada al oír la voz de Gábor. El chico se limitó a mirarse los pies, volver a mirar a Driamma, y alejarse caminando con lentitud, casi como si le pesaran los pies una tonelada.

Ash clavó sus ojos en los de Driamma, que no había separado su mirada de ella desde que la descubriera. Deseó con todas sus fuerzas que la chica comenzara a reír, explicándole que solo le habían querido gastar una broma o que, al menos, le dijera que estaba  soñando. Pero Driamma se limitó a pestañear y a darse la vuelta para entrar en su habitación.

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